En busca de Amartya Sen

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Hacía semanas que me preguntaba dónde se hacían las charlas y las clases de los cursos básicos de literatura, historia y similares que toman los alumnos del pregrado. Hoy durante el día, a pesar del resfriado que me conseguí el fin de semana, lo descubrí. Estuve en una charla del departamento de Economía y en una del Departamento de Historia. Fue la primera la que me dejó la cabeza revolucionada. Era un profesor joven de economía de otra universidad que debe estar haciendo algún programa de doctorado en Harvard, que presentó en un conversatorio su investigación sobre las consecuencias del poder de mercado de las empresas en los indicadores macroeconómicos. Pero fue en el diálogo con el público que se empezó a dar una impresionante conversación a un nivel que a duras penas podía seguir. Para dar una idea, las preguntas eran del estilo de si el resultado al que había llegado la investigación sería el mismo si es que se consideraban activos intangibles y una función homogénea, porque con esos activos la pendiente de la función Cobb-Douglas sería menor y el otro respondiendo que sí, pero con la acotación de que solo podía utilizarse su función en el modelo de Cournot si es que el numerador de la función de producción tiene segunda derivada, porque estamos hablando de una empresa con un costo variable compuesto básicamente por mano de obra. En otras palabras, una sacudida de cerebro de una hora y media. Evidentemente, el lenguaje de la economía actual es la matemática, y es eso lo que le da, a la vez, sofisticación y cierta lejanía de la realidad, así que este es uno de los contextos en los que nada más me contenté con no perder la hilación de la discusión. Realmente era un despliegue de inteligencia (en el sentido más paradigmático del término) como nunca había visto, no solo porque estuvieran sentados escuchando Greg Mankiw o Gita Gopinath, sino porque cada una de las personas que preguntaba parecía tratar de demostrar en ese mismo momento por qué era el próximo genio mundial de la economía. Era una suerte de piscina de tiburones, de la que si sales vivo, tiene que ser valioso lo que has descubierto. Sabía que este tipo de conversaciones estaban sucediendo en algún lugar de la universidad, pero estaba tardando en encontrarlas. Es el Littauer Building, entre Harvard Yard y la Facultad de Derecho. Al salir del edificio, vi que estaba por entrar un señor así que le sostuve la puerta. Cuando agradeció al pasar vi que era Eric Maskin, nobel de economía del 2007.

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