Le ayudé a cubrirse con su abrigo, uno de un tejido particular que desde la prehistoria escuché llamar tanaco, oiga usted señor diccionario. Oiga usted señor taxista también le dije, nos lleva por favor acá a una cuadra del paradero de magisterio, dando una vuelta por José Gabriel Cossio. 2 soles después descendimos del tico y toqué por ella el timbre de la casa con forma premeditada de rostro. Desde la boca nos habló la señora chusa. Qué cara de zanahoria que tenía realmente. Y yo que algunas veces creía que eran alucinaciones residuales de los narcóticos que me rondaban, esos que toma uno ocho horas diarias. Mientras duraba el te de las seis de la tarde yo me iba a caminar por el barrio, a cruzar quizás la avenida de la cultura a engañar a niños enviciados y a ganar un poco de dinero ilegal en las reglas del juego, legal en las reglas del comerciante, se notaban desde entonces los negocios que eventualmente haríamos en familia. Ocho en punto, sin embargo, yo estaba en la puerta del 263 de la calle Clorinda Matto ya con un taxi detenido y presto a dar la mano y viajar el minuto y medio que nos tomaba a casa. Solamente al llegar es que se me ocurrió preguntar como quien tiene compasión y a la vez autosuficiencia de saber que lo externo está viciado y rendido, que qué era lo que hacen todas las señoras todas las tardes en sus tes. Pues tomar te -me respondió-, y rajar de medio mundo…
Archivo por meses: marzo 2014
Terreno
No, esta vez no, esta vez no escribo para un abogado. Esto no es doctrina jurídica. Esta vez escribo para usted señor no abogado, señor arquitecto, señor vecino, señor transeúnte. Hoy vengo a intercomunicar y desasustar. Hoy día vengo a hablarle del espacio y de cómo los abogados entienden el espacio. No mire usted en este momento al vacío, uno, porque el espacio no se ve, no tiene colores ni olores, dos, porque ese espacio a estas alturas de este texto aún no ha llegado a existir. Existirá hacia la página 4 y monedas. Por lo pronto, le invito a comprar una casa, a vender la que usted tiene, a comprar un edificio, a vender un centro comercial. Después de comprar, disfrute usted lo comprado, abra la puerta y entre en el espacioso espacio vacío, brinque con todas sus fuerzas, revuélquese como millonario entre billetes, huela, verá que hay un olor. Y acuérdese del piso sobre el cuál está parado. Ese que uno casi no mira, si no para no caerse. Ese que uno ignora cuando se camina y se conversa. Ese ignorado, pisado y ensuciado, es al que los abogados le prestamos atención (…).
Rendimiento de
Dijo esas palabras mirando el horizonte, quizás ahí se sentiría el rumor de su última presencia, quizás se pudiera divisar las últimas particulas de vida que se habían escurrido en sus mismas manos, en la propia presencia de él había mirado por última vez, y le había visto orgulloso ya lo que era, ya lo que había hecho, ya lo lejos que había conseguido llegar y desde esa posición estoy seguro que también se podía ver lo que llegaba, lo que hoy está pasando; de cualquier modo esas palabras salieron con una voz ya quebrada, pero aún con mucho brío, sentí extrañamente esa debilidad que no había presenciado antes y que solo se confundía con el afán de solemnidad que me imponía Daniel y la propia situación. Ella se acercó y al oído me susurro algo que yo nunca en ese momento hubiera podido hilvanar y me sentí con mensaje suficiente. Ella lo amó en ese momento y se propuso cuidarlo y reencontrarlo y pasó mucho antes de olvidar esa renovación. Y finalmente cuando la solemnidad me lo permitió, me acerqué y sin años ni elocuencia logré decirle dos palabras y le sentí fuerte de nuevo, no por mi, pues no le pude yo ofrecer nada, quizás por los segundos transcurridos. Igual quiénes nosotros para intentar reemplazar en lugar de resignar.
Réaumur – Sébastopol
Ahí estás, ahí estás, dónde te habías metido, ahí estás dando paso firme, con la barbilla levantada y sin hacer sonido por lo esponjoso de tus patas, ahí estás, persiguiendo a lo que se mueve, a todo lo que se mueve, en ese cuadrado pequeñito que me hiciste dibujar con tiza blanca en el suelo. Ese nuestro suelo de patio en pendiente. En pendiente para la lluvia claro está. Y como tú has dicho ahí cabe todo, tus hijos, tu cama, tu máquina y tres juguetes. Y desde ahí abajo te haces escuchar, siempre con la primera letra del abecedario. Ahora, solamente desde este año hay que reconocer, creemos en la identidad. Creemos en las formas y en el pasado, en el pasado que tú siempre propugnaste, pero que ahora conocimos y acogimos. Hoy día es un domingo y, sin embargo, es diferente a cualquier otro domingo, de los que pasamos aquí, allá o acullá, es un domingo de cambios, de estaciones de paso, de cambio de trenes, de mirar en la pantalla de salidas, de decifrar el andén y tratar de acercarse al primer vagón de segunda clase, porque en ese hay puerta al último de primera clase. Eso le haces tú a los domingos, a los lunes también y a los viernes una que otra vez. Vaya uno a saber en qué tren te despedirás mañana.