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Se comentó en latinoamérica del viejo oeste, se sintieron los tonos quedos, se relataron los pueblos desiertos, legendarios, las pistolas en los cintos, se paró el hombre sin exalar nada del aire, en el horizonte divisó la caravana, vio el polvo levantarse en estela, botó su cigarro al piso, lo aplastó lentamente, un niño espectador desde las sombras hizo caer una copa, el hombre tomó el hecho como señal, el siglo XX llegó con los golpes tonales, la batería en compás rápido, el vaquero hispanohablante, la voz narrando los movimientos del hombre, algo inclinado, empuñando el revólver, con la caravana ya a toda velocidad dentro del pueblo disparó por fin, repitió y repitió inmutable disparos a ese tren de carretas y caballos, de carpas y animales, disparó y recargo de nuevo, terminó las balas, un momento pequeño, extrajo un nuevo cigarro, antes de poder encenderlo, el circo rapusil, con todo su polvo, su vida y su velocidad, se lo llevó de encuentro.
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