Era un mexicano de los que te dicen “carnal nosotros somos latinos mano! si nos revolucionamos y le rementamos la madre a los EUA créeme que tomamos el poder”, y convencido no sé de qué porque lo conocí dos días antes, pero convencido de algo me enrumbé cantando “so you hit you´re gonna hit me” hacia Amsterdam. No fuimos juntos todo el camino, yo me di una vuelta por Niedersachsen para ahorrar unos euros antes de encontrarme con el compadre en la frontera. Lo encontré ahí en la estación conversando con unos venezolanos que vivían en el Ruhrgebiet, pero fíjense que su elocuencia no se quedaba en la América nuestra, porque el “pinche” mexicano con su look ciertamente federal, con su pelo todo largo y su mirada de ojos entrecerrados, se mandó con unas palabras de holandés en el tren con una pareja de amables sonrientes -que no me resultó tan difícil por el parecido del holandés al alemán- y sorprendió a propios y extraños con media conversación en sueco con una mochilera que nos encontramos en el hostel en que nos alojamos. Y tremenda solidaridad latinoamericana hubo al salir del coffee shop con alguito de carga encima. Turn to next page.
Amsterdam (I)
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