Miro suspendido desde el cielo un tráiler que surca el desierto a toda velocidad, enorme y ruidoso, una serpiente desde mi distancia. Atrapado en un estante un hombre está condenado a abrir y cerrar para siempre la llave de un depósito de chicha morada para los que van a comprarla a esa tienda ubicada en ese mercadillo de fin de semana serrano. Ese pequeño espacio solo le alcanza para mantenerse echado. Los rostros de la gente después de cierta concentración en ellos se reducen, sus cabezas empequeñecen con relación a sus cuerpos, sucede cuando los miro, y lo provoco casi a voluntad. Me concentro en algo, y una voz resuena hablando calmadamente pero con una fuerza de tempestad en mi cabeza o cerca de ella, todo se está haciendo mal, la desgracia se acerca, es una voz femenina.
Poseído
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