“Antes de los años 50, piense usted en las carencias de los primeros indigenistas y en los costumbristas, y tendrá usted la respuesta. Nosotros destacamos la intimidad del personaje, incluso del indio, buceamos en la psicología, y perseguimos un ritmo dramático, un contrapunto de temas, personajes, a fin de dinamizar las obras. Nada de símbolos rígidos. Todos se transfiguraban por la acción dramática. De los 30’s quedan Martín Adán y José Diez Canseco; luego, Alegría y Arguedas, y al fondo un maestro muerto y distante, Valdelomar. Justamente por esta ausencia de grandes maestros, tuvimos que tomar ejemplos de muchas literaturas en el mundo”.
“Cuando tuve entre mis manos el Ulises de Joyce, y me puse a leer sus 18 capítulos en 18 estilos diferentes, vi allí la magnitud del reto de la literatura”.
Carlos Eduardo Zavaleta
(Caraz, Ancash, 1928)
Viaje hacia una flor
Por Henry César Rivas Sucari
(henryrivas2001@yahoo.es)
Cuando lo vi por primera vez entrando a la clase con su maletín de cuero oscuro y sus lentes gruesos, pensé, ¿Él es Carlos Eduardo Zavaleta? , ¿Él es la leyenda viviente de la literatura?
Luego mientras intercambiaba miradas de sorpresa y curiosidad con mis compañeros de la Maestría en Literatura en San Marcos, pensé: qué suerte, iba a tener como profesor nada menos que a uno de los narradores más importantes desde la década del 50 a quien ahora teníamos frente a nosotros mientras él sacaba innumerables libros de su maletín y los colocaba sobre el pupitre, luego añadía a la mesa un termo rojo pequeño y de pronto comenzó a hablar.
De inmediato reconocí al narrador de Pueblo Azul, al elucubrador de historias y tramas, al citador de universos de lecturas apasionadas y conmovedoras. Uno puede establecer una marcada diferencia entre un profesor teórico y un escritor. El profesor teórico habla de los textos estéticos literarios como un objeto frío al que hay que desentrañar y tratar de relacionar con las distintas manifestaciones culturales; pero el disfrute, el goce, ese apasionamiento que nos puede despertar una lectura, que nos puede cambiar la vida o nuestra percepción del mundo, eso solo lo puede hacer un escritor, y si se convierte en nuestro maestro, entonces ninguna clase será igual, siempre aparecerá el hilo de una anécdota, la desmesura a la hora de la polémica y la sensación de que mas que una clase es una forma de compartir algo muy intenso y perdurable.
Carlos Eduardo Zavaleta ganó el Premio Nacional de Novela de la Universidad Nacional Federico Villarreal el año 2000, con la novela Viaje hacia una flor. La estructuración de esta novela presenta las mismas características que encontramos en sus anteriores novelas como El cínico o Los Ingar. Ángel Sandoval es un diplomático de carrera que ve la culminación de sus esfuerzos en el viaje que debe hacer a Inglaterra para asumir el cargo de embajador. Esta es la máxima coronación para un sujeto de clase media, la coronación no solo para él, sino también para toda su familia. Su esposa Teche y su hijo José Antonio han sido secuestrados justo al momento del viaje. Una especie de frustración vallejiana justo antes de la culminación de la carrera. El viaje hacia una flor será entonces una metáfora que nos representa el viaje de la búsqueda por la recuperación de la familia de parte de Ángel, primero a Villa Rica, un pueblecito del interior donde el matrimonio había sido muy feliz y luego por diversos lugares.
La metáfora también podría incluir al otro viaje, el que finalmente se realiza con éxito, el viaje de toda la familia recuperada hacia Inglaterra. Pero la multiplicidad de las historias y esos retrocesos manejados con una soltura técnica del relato que nos envuelven en el mundillo diplomático lleno de chismes y fiestas y confidencias de los panoramas internacionales, en distintas partes del mundo, sitúan a la novela como un cuadro multiexpresivo del trajinar del mundo diplomático internacional, donde se encuentran primero las conversaciones y entredichos para acercarse a la fragilidad de las democracias, especialmente latinoamericanas y el pasar de las dictaduras y sus métodos y enfrentamientos con las otras doctrinas de izquierda latinoamericanas.
Estos conflictos psicológicos, familiares que involucran la vida política peruana nos llevan a repasar gobiernos que van desde Bustamante, Velasco, García, etc. Nos dan una visión totalizadora del espacio y tiempos narrados.
El móvil narrador y el tipo de lenguaje hacen amena la lectura y las descripciones de los lugares nos acercan rápidamente a introducirnos en ese mundo ajeno para tantos, pero que se presenta en la novela como el sueño anhelado de una clase social peruana que no quiere sumirse en decadencia de la modernidad.