Archivo por meses: septiembre 2007

Exposición fotográfica en la Alianza Francesa

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Por Elena De Yta

El pasado viernes veintiuno, además de celebrarse el Día de la Juventud y de la primavera, también se inauguró la exposición fotográfica Océanos Expo The Living Oceans, en la galería de arte “Luis Bouroncle Barreda” de la Alianza Francesa de Arequipa.

En esta exposición se exhibirán los trabajos de fotógrafos internacionales como Michael Aw (Singapur), Mauricio Handler (Estados Unidos), Tim Rock (Guam), Sammy Tanaka (Japón), James Watt (Hawai) y el peruano Bernardo Sambra.

“Convencidos que la imagen cautiva, involucra y transmite, hemos optado porque Océanos Expo concentre imágenes idílicas sobre el mundo submarino. Imágenes obtenidas con equipos y técnicas muy sofisticadas que logren acercar al espectador a la real dimensión de lo que sin duda es el principal ecosistema de nuestro planeta. Océanos Expo reúne seis visiones diferentes con el solo propósito de dar a conocer a través de la fotografía el espectacular mundo que se esconde en los diferentes océanos del mundo.”

El evento estuvo amenizado por la música de Los Fabulosos Chapilacs. La exposición, para todos los que quieran asistir, será hasta el día 16 de octubre en la galería de arte “Luis Bouroncle Barreda”, calle Santa Catalina 208.

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Exposición fotográfica en la Alianza Francesa

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Por Elena De Yta

El pasado viernes veintiuno, además de celebrarse el Día de la Juventud y de la primavera, también se inauguró la exposición fotográfica Océanos Expo The Living Oceans, en la galería de arte “Luis Bouroncle Barreda” de la Alianza Francesa de Arequipa.

En esta exposición se exhibirán los trabajos de fotógrafos internacionales como Michael Aw (Singapur), Mauricio Handler (Estados Unidos), Tim Rock (Guam), Sammy Tanaka (Japón), James Watt (Hawai) y el peruano Bernardo Sambra.

“Convencidos que la imagen cautiva, involucra y transmite, hemos optado porque Océanos Expo concentre imágenes idílicas sobre el mundo submarino. Imágenes obtenidas con equipos y técnicas muy sofisticadas que logren acercar al espectador a la real dimensión de lo que sin duda es el principal ecosistema de nuestro planeta. Océanos Expo reúne seis visiones diferentes con el solo propósito de dar a conocer a través de la fotografía el espectacular mundo que se esconde en los diferentes océanos del mundo.”

El evento estuvo amenizado por la música de Los Fabulosos Chapilacs. La exposición, para todos los que quieran asistir, será hasta el día 16 de octubre en la galería de arte “Luis Bouroncle Barreda”, calle Santa Catalina 208.

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Estrategias y cálculos en la extradición de Fujimori

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José Rodríguez Elizondo, periodista y escritor chileno, mencionó ayer en una entrevista realizada por Cecilia Valenzuela, que uno de los factores determinantes en la extradición de Alberto Fujimori fue “la falta de señales por parte del gobierno peruano”, con lo cual se refería a la actitud neutral y casi indiferente del gobierno peruano respecto al caso Fujimori. Esto motiva una doble lectura: o bien al gobierno de Alan García no le interesaba en absoluto traer a Fujimori por temor a que su presencia desestabilizara en clima político-social en el Perú, o bien fue una estrategia calculada milimétricamente que ni el “chino” —maestro visionario del cálculo político— se lo hubiera imaginado. Estrategia consistente en, por un lado, aprovechar la alianza no declarada con el fujimorismo para contener los embates de la oposición y asegurar una mayoría en el congreso para poder gobernar con mayor tranquilidad; y por el otro, no entorpecer el proceso de extradición con declaraciones oficiales, evitando que este adquiriese un matiz político, argumento esgrimido por el fujimorismo para descalificar el proceso contra su líder. Precisamente, el error de la administración Toledo fueron las reiteradas declaraciones de sus funcionarios insistiendo en el tema Fujimori, lo cual no estaba del todo mal, sino que dio la sensación de que efectivamente, se trataba de una venganza política, por no mencionar los vicios y errores en procedimientos judiciales que permitieron la liberación de algunos inculpados en casos de corrupción.

Los magistrados de la Corte Suprema de Chile habrían interpretado este silencio en el Perú como una señal de la confianza depositada en ellos para que determinen una decisión de vital importancia, por tanto, debían estar a la altura y, tomando en cuenta que a Pinochet no se le pudo juzgar, no extraditar a Fujimori era, al menos, políticamente incorrecto.

El gobierno de Michelle Bachelet jugó muy bien sus cartas y concuerdo con Elizondo en que “todos ganamos”. Las relaciones peruano-chilenas, muy venidas a menos recientemente, podrán retomar el aliento necesario para enfrentar un reto común: el mercado asiático. Perú y Chile son miembros de la APEC, situación que no todos los países de la costa del Pacífico en centro y sudamérica poseen, lo que los coloca en un lugar expectante. Chile tuvo que hilar fino con el caso Fujimori para no frustrar sus relaciones con un aliado comercial importante como es el Japón. De existir una estrategia político-jurídica de parte de Chile, debemos interpretar que la decisión del juez Orlando Álvarez quien rechazó la extradición a pesar del informe de la fiscal Mónica Maldonado, permitió a la postre que Chile y Japón pudieran culminar el proceso de su tratado de libre comercio que, según varios analistas, podía verse afectado por una eventual extradición de Fujimori al Perú. Chile ganó tiempo y concretó el tratado, pero quedaba pendiente el fallo de la Corte Suprema y fue allí donde verdaderamente se deja notar la estrategia político-jurídica (si es que la hubo) de Chile: la no extradición hubiera dejado una imagen muy deteriorada de la justicia chilena ante el mundo, luego de que Pinochet falleciera sin haber sido juzgado. Chile ganó con el tratado de libre comercio con Japón y con la extradición de Fujimori. Ganaron los familiares de las víctimas y todos aquellos que colaboraron con el informe de la Comisión de la Verdad, quienes luego de este fallo, deben sentir una satisfacción enorme porque este informe fue de crucial importancia para la elaboración de los argumentos a favor de la extradición. Gana el gobierno de García porque tiene la oportunidad histórica de demostrarle al mundo que en nuestro país un dictador sí puede ser juzgado con garantías, las que Fujimori y Montesinos no otorgó a quienes diferían de opinión; además de que —si damos por cierta la hipótesis de la estrategia aprista— los hicieron cholitos a los fujimoristas al haberles hecho creer que la alianza con el oficialismo era verdadera: obtuvieron el apoyo fujimorista al ser aparentemente imparciales, permitieron a la justicia chilena tomar una decisión sin presiones.

¿Qué dirá ahora Carlos Raffo? Como todos los fujimoristas, de hecho que dirá que todo estaba fríamente calculado. Bien, confiemos en sus cálculos, que hasta ahora siguen fallando para que Fujimori y Montesinos cumplan sentencia en la cárcel y que al fin podamos mirar al mundo sin la vergüenza de haber dejado libre a un sujeto que intentó perpetuarse en el poder. La batalla ahora comienza a nivel mediático y es donde la prensa debe mantener la discusión vigente profundizando el análisis y sobre todo, ilustrando a la población en lo referente a por qué es necesario juzgar a Fujimori aunque la economía haya mejorado y el terrorismo casi desaparecido. ¿Sabe por qué amigo fujimorista? Por que si usted hubiera sido familiar de alguna de las víctimas del Grupo Colina, o de alguno de los desaparecidos por el Servicio de Inteligencia del Ejército, o de los asesinados en Barrios Altos o de los estudiantes de La Cantuta, estoy seguro que al menos pediría una explicación a los responsables y si usted tiene un poco de sentido común y de integridad moral, poco le importaría que la inflación sea menos del 1% anual. De lo contrario, solo me queda pensar que aquellos que defienden a Fujimori lo que realmente defienden es el mendrugo que recibieron del régimen. Fujimori y Montesinos nos quitaron la dignidad. Llegó la hora de recuperarla.
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Estrategias y cálculos en la extradición de Fujimori

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José Rodríguez Elizondo, periodista y escritor chileno, mencionó ayer en una entrevista realizada por Cecilia Valenzuela, que uno de los factores determinantes en la extradición de Alberto Fujimori fue “la falta de señales por parte del gobierno peruano”, con lo cual se refería a la actitud neutral y casi indiferente del gobierno peruano respecto al caso Fujimori. Esto motiva una doble lectura: o bien al gobierno de Alan García no le interesaba en absoluto traer a Fujimori por temor a que su presencia desestabilizara en clima político-social en el Perú, o bien fue una estrategia calculada milimétricamente que ni el “chino” —maestro visionario del cálculo político— se lo hubiera imaginado. Estrategia consistente en, por un lado, aprovechar la alianza no declarada con el fujimorismo para contener los embates de la oposición y asegurar una mayoría en el congreso para poder gobernar con mayor tranquilidad; y por el otro, no entorpecer el proceso de extradición con declaraciones oficiales, evitando que este adquiriese un matiz político, argumento esgrimido por el fujimorismo para descalificar el proceso contra su líder. Precisamente, el error de la administración Toledo fueron las reiteradas declaraciones de sus funcionarios insistiendo en el tema Fujimori, lo cual no estaba del todo mal, sino que dio la sensación de que efectivamente, se trataba de una venganza política, por no mencionar los vicios y errores en procedimientos judiciales que permitieron la liberación de algunos inculpados en casos de corrupción.

Los magistrados de la Corte Suprema de Chile habrían interpretado este silencio en el Perú como una señal de la confianza depositada en ellos para que determinen una decisión de vital importancia, por tanto, debían estar a la altura y, tomando en cuenta que a Pinochet no se le pudo juzgar, no extraditar a Fujimori era, al menos, políticamente incorrecto.

El gobierno de Michelle Bachelet jugó muy bien sus cartas y concuerdo con Elizondo en que “todos ganamos”. Las relaciones peruano-chilenas, muy venidas a menos recientemente, podrán retomar el aliento necesario para enfrentar un reto común: el mercado asiático. Perú y Chile son miembros de la APEC, situación que no todos los países de la costa del Pacífico en centro y sudamérica poseen, lo que los coloca en un lugar expectante. Chile tuvo que hilar fino con el caso Fujimori para no frustrar sus relaciones con un aliado comercial importante como es el Japón. De existir una estrategia político-jurídica de parte de Chile, debemos interpretar que la decisión del juez Orlando Álvarez quien rechazó la extradición a pesar del informe de la fiscal Mónica Maldonado, permitió a la postre que Chile y Japón pudieran culminar el proceso de su tratado de libre comercio que, según varios analistas, podía verse afectado por una eventual extradición de Fujimori al Perú. Chile ganó tiempo y concretó el tratado, pero quedaba pendiente el fallo de la Corte Suprema y fue allí donde verdaderamente se deja notar la estrategia político-jurídica (si es que la hubo) de Chile: la no extradición hubiera dejado una imagen muy deteriorada de la justicia chilena ante el mundo, luego de que Pinochet falleciera sin haber sido juzgado. Chile ganó con el tratado de libre comercio con Japón y con la extradición de Fujimori. Ganaron los familiares de las víctimas y todos aquellos que colaboraron con el informe de la Comisión de la Verdad, quienes luego de este fallo, deben sentir una satisfacción enorme porque este informe fue de crucial importancia para la elaboración de los argumentos a favor de la extradición. Gana el gobierno de García porque tiene la oportunidad histórica de demostrarle al mundo que en nuestro país un dictador sí puede ser juzgado con garantías, las que Fujimori y Montesinos no otorgó a quienes diferían de opinión; además de que —si damos por cierta la hipótesis de la estrategia aprista— los hicieron cholitos a los fujimoristas al haberles hecho creer que la alianza con el oficialismo era verdadera: obtuvieron el apoyo fujimorista al ser aparentemente imparciales, permitieron a la justicia chilena tomar una decisión sin presiones.

¿Qué dirá ahora Carlos Raffo? Como todos los fujimoristas, de hecho que dirá que todo estaba fríamente calculado. Bien, confiemos en sus cálculos, que hasta ahora siguen fallando para que Fujimori y Montesinos cumplan sentencia en la cárcel y que al fin podamos mirar al mundo sin la vergüenza de haber dejado libre a un sujeto que intentó perpetuarse en el poder. La batalla ahora comienza a nivel mediático y es donde la prensa debe mantener la discusión vigente profundizando el análisis y sobre todo, ilustrando a la población en lo referente a por qué es necesario juzgar a Fujimori aunque la economía haya mejorado y el terrorismo casi desaparecido. ¿Sabe por qué amigo fujimorista? Por que si usted hubiera sido familiar de alguna de las víctimas del Grupo Colina, o de alguno de los desaparecidos por el Servicio de Inteligencia del Ejército, o de los asesinados en Barrios Altos o de los estudiantes de La Cantuta, estoy seguro que al menos pediría una explicación a los responsables y si usted tiene un poco de sentido común y de integridad moral, poco le importaría que la inflación sea menos del 1% anual. De lo contrario, solo me queda pensar que aquellos que defienden a Fujimori lo que realmente defienden es el mendrugo que recibieron del régimen. Fujimori y Montesinos nos quitaron la dignidad. Llegó la hora de recuperarla.
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Contra el fanatismo de Amos Oz

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RECOMIENDO LA LECTURA DE “BARBARIE EN LA FRANJA DE GAZA” de Gonzalo Gamio

Nacido en el seno de una familia de judíos inmigrantes provenientes de Europa, Amos Oz (Jerusalén, 1939) es uno de los escritores israelíes contemporáneos más influyente en la vida política y cultura de su país. No en vano, Mario Vargas Llosa en su reportaje al conflicto palestino-israelí Israel, Palestina. Paz o guerra santa (2005), elogió la integridad moral de aquella izquierda israelí y de los intelectuales progresistas como Amos Oz quienes alzan su voz de protesta contra los atropellos cometidos por los gobiernos israelíes contra los derechos humanos, la libertad y contra una adecuada difusión de lo que verdaderamente acontece entre palestinos e israelíes.

Dedicado desde 1987 a la docencia universitaria como profesor de literatura hebrea en la Ben-Gurion University of the Neguev, ha sido invitado por diversas universidades de EEUU y Europa. Dentro de su producción novelística que consta de once novelas, destacan Una pantera en el sótano (1985), La tercera condición (1991), No digas noche (1994) y Una historia de amor y oscuridad (2002).

Amos Oz, a través de sus novelas y ensayos ha colaborado a la formación de una corriente de opinión crítica sobre la política exterior de los gobiernos de Israel respecto al problema palestino, además de que en numerosos artículos se ha manifestado abiertamente a favor de una coexistencia pacífica entre judíos y palestinos previa aceptación de las mutuas responsabilidades históricas que obstaculizaron la resolución del conflicto palestino-israelí. Dicha posición le ha acarreado a Amos Oz muchas críticas de los sectores conservadores de derecha y ultraderecha en Israel, que lo califican de traidor.

En Contra el fanatismo, Amos Oz reúne tres conferencias en las cuales aborda, desde una perspectiva vivencial, el tema del fanatismo. “Traidor —creo— es quien cambia a ojos de aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno. En otras palabras, traidor, a ojos del fanático, es cualquiera que cambia (…) No convertirse en fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, en traidor o ojos del fanático”. El cambio es, en este sentido, una opción de vida; lo contrario sería intransigencia o fanatismo.
En “Sobre la naturaleza del fanatismo”, Amos Oz explica cual es, en su opinión la esencia del fanatismo: “Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar”, por lo que muchas veces un fanático se muestra preocupado por el accionar de los que no están de acuerdo con él. A lo largo de los tres ensayos, el autor explica mediante anécdotas y reflexiones personales su evolución de fanático a defensor de la vida, la cual no debiera confundirse, insiste, con una ciega defensa de la paz o la censura absoluta de la guerra. Toda guerra es censurable en sí misma pero en determinadas circunstancias, los seres humanos nos vemos obligados a combatir para defender nuestra integridad. Amos Oz se confiesa en esta parte como un experto en fanatismo comparado ya que le tocó vivir en carne propia el drama de la formación del estado de Israel desde sus inicios cuando aquel territorio —la Palestina británica— era todavía una colonia; la inmigración de miles de judíos de Europa antes, durante y después del holocausto nazi, además de los judíos provenientes de los vecinos países árabes; y el confinamiento de los refugiados palestinos desplazados de un territorio que histórica, cultural y religiosamente consideraban suyo.

El problema, como lo plantea Amos Oz, reside en que ambas reivindicaciones, la judía y la palestina son legítimas, por lo que no queda otra vía que llegar a un acuerdo, término que para ciertos sectores radicales e idealistas significa concesión, renuncia o traición. Amos Oz no lo considera así: llegar a un acuerdo para lograr la paz es una opción de vida porque posibilita el cambio. No interpreta el conflicto palestino-israelí como una guerra religiosa, sino “fundamentalmente, como un conflicto entre derecho y derecho, entre dos reivindicaciones muy convincentes, muy poderosas, sobre el mismo pequeño país (…) Simplemente una verdadera disputa estatal sobre quién es el propietario de la casa”.

¿Como curarnos del fanatismo? Imaginación, literatura y humor son la receta propuesta por el autor como antídotos efectivos contra el fanatismo, en tanto la literatura y la imaginación ayudan a visualizar a través de la ficción, los estragos del fanatismo; a pesar de que existe mucha literatura que ha alimentado odios y superioridades. El humor ayudaría a superar el fanatismo porque el fanático toma muy en serio su fanatismo, por eso es incapaz de reírse de sí mismo: “Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor, ni he visto que una persona con sentido del humor se convirtiera en fanático (…) Con frecuencia, los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen un sarcasmo muy sagaz, pero nada de humor. Tener humor implica la habilidad para reírse de uno mismo”.

En “Sobre la necesidad de llegar a un compromiso y su naturaleza”, Amos Oz amplia sus conceptos sobre el cambio, acuerdo, reconocimiento, paz y guerra, distanciándolos de los valores que tradicionalmente le han asignado los fanáticos y los pacifistas europeos. Critica fuertemente la posición extendida en Europa de soberbia y superioridad al abordar el problema palestino-israelí, tratando a ambas partes como salvajes o niños que no saben comportarse. “Y la expresión llegar a un acuerdo, a un compromiso tiene una reputación nefasta en la sociedad europea (…) No en mi vocabulario. Para mí la expresión ‘llegar a un acuerdo’ significa vida. Lo contrario es fanatismo y muerte”.
Acuerdos que no tienen nada que ver con reuniones protocolares ni intercambio de regalos entre diplomáticos o funcionarios de estados palestinos e israelíes. El verdadero meollo del asunto radica en estar dispuestas ambas partes a renunciar parcialmente a los reclamos o posesiones que históricamente han ganado o perdido. Solo a través de la renuncia mutua, de la aceptación mutua de responsabilidades, Amos Oz vislumbra un cambio real en las relaciones entre judíos y palestinos. “Va a doler de lo lindo. Se debería hacer extensible a ambos pacientes toda brizna de ayuda y simpatía. Ya no hay que elegir entre estar a favor de Israel o de Palestina, hay que estar a favor de la paz”.

Contra el fanatismo, es un libro que nos introduce en la comprensión no de las causas del problema palestino-israelí, sino más bien en sus posibles alternativas de solución, a través del testimonio de un escritor israelí como Amos Oz, en quien la nacionalidad y amor por su patria no ha nublado su conciencia crítica para comprender que entre judíos y árabes no hay un enfrentamiento entre buenos y malos como podría entenderse en Occidente, ni tampoco un conflicto de culturas ni de religiones, sino un enfrentamiento entre dos derechos legítimos que reclaman su realización y que sólo la lograrán por medio del acuerdo mutuo, la renuncia y, lo más importante, combatiendo el fanatismo.
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Contra el fanatismo de Amos Oz

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RECOMIENDO LA LECTURA DE “BARBARIE EN LA FRANJA DE GAZA” de Gonzalo Gamio

Nacido en el seno de una familia de judíos inmigrantes provenientes de Europa, Amos Oz (Jerusalén, 1939) es uno de los escritores israelíes contemporáneos más influyente en la vida política y cultura de su país. No en vano, Mario Vargas Llosa en su reportaje al conflicto palestino-israelí Israel, Palestina. Paz o guerra santa (2005), elogió la integridad moral de aquella izquierda israelí y de los intelectuales progresistas como Amos Oz quienes alzan su voz de protesta contra los atropellos cometidos por los gobiernos israelíes contra los derechos humanos, la libertad y contra una adecuada difusión de lo que verdaderamente acontece entre palestinos e israelíes.

Dedicado desde 1987 a la docencia universitaria como profesor de literatura hebrea en la Ben-Gurion University of the Neguev, ha sido invitado por diversas universidades de EEUU y Europa. Dentro de su producción novelística que consta de once novelas, destacan Una pantera en el sótano (1985), La tercera condición (1991), No digas noche (1994) y Una historia de amor y oscuridad (2002).

Amos Oz, a través de sus novelas y ensayos ha colaborado a la formación de una corriente de opinión crítica sobre la política exterior de los gobiernos de Israel respecto al problema palestino, además de que en numerosos artículos se ha manifestado abiertamente a favor de una coexistencia pacífica entre judíos y palestinos previa aceptación de las mutuas responsabilidades históricas que obstaculizaron la resolución del conflicto palestino-israelí. Dicha posición le ha acarreado a Amos Oz muchas críticas de los sectores conservadores de derecha y ultraderecha en Israel, que lo califican de traidor.

En Contra el fanatismo, Amos Oz reúne tres conferencias en las cuales aborda, desde una perspectiva vivencial, el tema del fanatismo. “Traidor —creo— es quien cambia a ojos de aquellos que odian cambiar y no pueden concebir el cambio, a pesar de que siempre quieran cambiarle a uno. En otras palabras, traidor, a ojos del fanático, es cualquiera que cambia (…) No convertirse en fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, en traidor o ojos del fanático”. El cambio es, en este sentido, una opción de vida; lo contrario sería intransigencia o fanatismo.
En “Sobre la naturaleza del fanatismo”, Amos Oz explica cual es, en su opinión la esencia del fanatismo: “Creo que la esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar”, por lo que muchas veces un fanático se muestra preocupado por el accionar de los que no están de acuerdo con él. A lo largo de los tres ensayos, el autor explica mediante anécdotas y reflexiones personales su evolución de fanático a defensor de la vida, la cual no debiera confundirse, insiste, con una ciega defensa de la paz o la censura absoluta de la guerra. Toda guerra es censurable en sí misma pero en determinadas circunstancias, los seres humanos nos vemos obligados a combatir para defender nuestra integridad. Amos Oz se confiesa en esta parte como un experto en fanatismo comparado ya que le tocó vivir en carne propia el drama de la formación del estado de Israel desde sus inicios cuando aquel territorio —la Palestina británica— era todavía una colonia; la inmigración de miles de judíos de Europa antes, durante y después del holocausto nazi, además de los judíos provenientes de los vecinos países árabes; y el confinamiento de los refugiados palestinos desplazados de un territorio que histórica, cultural y religiosamente consideraban suyo.

El problema, como lo plantea Amos Oz, reside en que ambas reivindicaciones, la judía y la palestina son legítimas, por lo que no queda otra vía que llegar a un acuerdo, término que para ciertos sectores radicales e idealistas significa concesión, renuncia o traición. Amos Oz no lo considera así: llegar a un acuerdo para lograr la paz es una opción de vida porque posibilita el cambio. No interpreta el conflicto palestino-israelí como una guerra religiosa, sino “fundamentalmente, como un conflicto entre derecho y derecho, entre dos reivindicaciones muy convincentes, muy poderosas, sobre el mismo pequeño país (…) Simplemente una verdadera disputa estatal sobre quién es el propietario de la casa”.

¿Como curarnos del fanatismo? Imaginación, literatura y humor son la receta propuesta por el autor como antídotos efectivos contra el fanatismo, en tanto la literatura y la imaginación ayudan a visualizar a través de la ficción, los estragos del fanatismo; a pesar de que existe mucha literatura que ha alimentado odios y superioridades. El humor ayudaría a superar el fanatismo porque el fanático toma muy en serio su fanatismo, por eso es incapaz de reírse de sí mismo: “Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor, ni he visto que una persona con sentido del humor se convirtiera en fanático (…) Con frecuencia, los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen un sarcasmo muy sagaz, pero nada de humor. Tener humor implica la habilidad para reírse de uno mismo”.

En “Sobre la necesidad de llegar a un compromiso y su naturaleza”, Amos Oz amplia sus conceptos sobre el cambio, acuerdo, reconocimiento, paz y guerra, distanciándolos de los valores que tradicionalmente le han asignado los fanáticos y los pacifistas europeos. Critica fuertemente la posición extendida en Europa de soberbia y superioridad al abordar el problema palestino-israelí, tratando a ambas partes como salvajes o niños que no saben comportarse. “Y la expresión llegar a un acuerdo, a un compromiso tiene una reputación nefasta en la sociedad europea (…) No en mi vocabulario. Para mí la expresión ‘llegar a un acuerdo’ significa vida. Lo contrario es fanatismo y muerte”.
Acuerdos que no tienen nada que ver con reuniones protocolares ni intercambio de regalos entre diplomáticos o funcionarios de estados palestinos e israelíes. El verdadero meollo del asunto radica en estar dispuestas ambas partes a renunciar parcialmente a los reclamos o posesiones que históricamente han ganado o perdido. Solo a través de la renuncia mutua, de la aceptación mutua de responsabilidades, Amos Oz vislumbra un cambio real en las relaciones entre judíos y palestinos. “Va a doler de lo lindo. Se debería hacer extensible a ambos pacientes toda brizna de ayuda y simpatía. Ya no hay que elegir entre estar a favor de Israel o de Palestina, hay que estar a favor de la paz”.

Contra el fanatismo, es un libro que nos introduce en la comprensión no de las causas del problema palestino-israelí, sino más bien en sus posibles alternativas de solución, a través del testimonio de un escritor israelí como Amos Oz, en quien la nacionalidad y amor por su patria no ha nublado su conciencia crítica para comprender que entre judíos y árabes no hay un enfrentamiento entre buenos y malos como podría entenderse en Occidente, ni tampoco un conflicto de culturas ni de religiones, sino un enfrentamiento entre dos derechos legítimos que reclaman su realización y que sólo la lograrán por medio del acuerdo mutuo, la renuncia y, lo más importante, combatiendo el fanatismo.
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