Archivo por meses: marzo 2008

Estudios Culturales. ¿Moda o impostura intelectual?

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Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo.
Frederic Jameson.
Slavoj Zizek
Paidós, 1998

Los estudios culturales son herederos de la disidencia intelectual marxista liderada por Raymond Williams quien, a fines de los sesenta junto a otros intelectuales de izquierda en Gran Bretaña, decidió apostar por un marxismo no dogmático que recogiera lo mejor de otras teorías para explicar los fenómenos de la sociedad contemporánea. Si bien apoyaron una lectura crítica del marxismo, no abandonaron las categorías clásicas hoy consideradas “arcaicas” como la lucha de clases, base y superestructura. En esta renovación del marxismo siguieron la línea de la Escuela de Frankfurt integrada por Horkheimer y Adorno con quienes coincidían en la aplicación del marxismo en la crítica de la cultura. Más tarde, Sartre, Lukács, Goldmann, Althusser y Barthes continuarían con este impulso hasta que la actual generación de intelectuales marxistas, avasallada por las recriminaciones de las que fueron objeto luego de la caída del Muro de Berlín y por todo lo que ello significó para el mundo socialista, se rindió ante la agenda académica impuesta desde la academia norteamericana, en la cual, los estudios culturales adoptaron un sesgo menos comprometido intelectual y políticamente hablando.

¿Qué sucedió con los buenos propósitos de enriquecer el marxismo con otras teorías críticas y aplicarlo para explicar los fenómenos culturales? Frederic Jameson y Slavoj Zizek ensayan una respuesta y algunas recusaciones a la pérdida del espíritu crítico y a la falta de compromiso político que caracteriza a buena parte de los actuales estudios culturales.

En la introducción a cargo de Eduardo Grüner, se presentan los rasgos centrales de las obras de Jameson y Zizek. Ambos provienen de tradiciones intelectuales diferentes. El primero de la teoría literaria, la estética y la crítica marxista de la cultura; el segundo, asienta sus bases en la filosofía posthegeliana y la teoría psicoanalítica lacaniana. Jameson sigue la ruta del marxismo anglosajón en la senda de Raymond Williams y Terry Eagleton, —tendencia conocida como marxismo occidental— integrando los aportes del psicoanálisis lacaniano y en alternancia con la crítica teórica del posmodernismo, donde utiliza las categorías tradicionales como modo de producción y lucha de clases.

Por su parte, Zizek articula el idealismo alemán con el psicoanálisis lacaniano incursionando también en el estudio de la posmodernidad, pero sin caer en modas o imposturas intelectuales. Al igual que Jameson, mantiene una actitud crítica frente a las ideologías post (estructuralistas, modernistas, marxistas). Zizek es de los pocos intelectuales de izquierda que fusiona el marxismo con el psicoanálisis lacaniano, “el que más está haciendo por la reconstrucción de una ideología de cuño marxiano pero (…) renovado por el aporte teórico psicoanalítico” (16).

Otro interés común entre estos dos teóricos es el análisis de la cultura de masas o cultura popular (literatura, arte, cine, etc.) aunque sin perder el juicio crítico-político de las ideologías que subyacen a este discurso. Toman distancia del populismo posmoderno que pretende borrar las diferencias ideológicas en nombre de una malentendida transgresión de las fronteras entre “cultura de élite” y “cultura popular”.

El principal cuestionamiento de Jameson y Zizek a los estudios culturales consiste en el abandono de la crítica de las ideologías y de ciertas categorías consideradas obsoletas por las teorías post; de la falta de compromiso político por parte de los intelectual y su consecuente “academización”, entendida como la consecución de un espacio para consolidar el poder mas no desestabilizarlo, todo ello en el marco de la globalización del capitalismo tardío. Los trabajos de los intelectuales contemporáneos indagan en frivolidades; en otros términos, los estudios culturales han perdido la perspectiva crítica que les fue heredada por el marxismo heterodoxo. Asumir un compromiso político suena en la actualidad, demasiado solemne como para ser tomado en serio. Los teóricos post, se escandalizan ante cualquier pretensión universal o totalizante. ¿Es que acaso alguna teoría no aspira a ser universal? “no hay particularidad que (…) no se oponga a alguna forma de universalidad, ‘esencial’ o históricamente constituida. Y no hay pensamiento crítico posible y eficaz que no empiece por interrogar las tensiones entre la particularidad y la universalidad” (24).

En la acertada presentación a los ensayos de Jameson y Zizek, Eduardo Grüner explica que los estudios culturales no solo perdieron la perspectiva inicial sino que además, en el proceso de absorción de nuevas teorías, más que ganar, perdieron, puesto que incorporaron lo peor de las teorías post, sobre todo aquel rechazo visceral a los discursos totalizantes por considerarlos una amenaza de hegemonía. Lo paradójico es que las élites económicas que han fortalecido su poder con la expansión del capitalismo, están más sólidas que nunca, ellas sí no admiten la fragmentación, la cual es saludable para los demás. El universalismo capitalista globalizado en clave neoliberal se presenta como un proceso unificador y no hegemónico al que se no se puede resistir por ser histórico y representar la mejor (la única) opción una vez que cayó el socialismo, mientras tanto, cualquier otro universalismo es catalogado de totalitario. A esto pues, habrían colaborado los estudios culturales en su afán de exaltar la diferencia, el particularismo, la identidad, en fin, el multiculturalismo.

Como consecuencia de la moda intelectual en que se han convertido un sector de los estudios culturales, los trabajos de Jameson y Zizek publicados en este libro, apuntan a que los intelectuales de hoy salgan de sus reductos y transformen la supervivencia intelectual en persistencia. Este clamor está dirigido sobre todo al marxismo y al psicoanálisis ya que, al refugiarse en sus reductos, los intelectuales se alejaron de las masas y son cada vez menos comprendidos por ellas. Específicamente, la jerga oscura del psicoanálisis lacaniano da la impresión de que solo es un asunto que compete a iniciados en la materia.

Otra idea que se deriva de estos ensayos es la refutación a la afirmación que sostiene la desaparición y/o caducidad del marxismo. El marxismo no ha desaparecido porque aun subsiste el capitalismo y su expansión mundial amerita una teoría crítica que lo cuestione. Mientras más hegemónico sea el capitalismo, más justificada estará la crítica marxista.

En un contexto de capitalismo globalizado, conceptos como lucha de clases y base económica adquieren notable relevancia. Multiculturalismo, identidad y poder, categorías muy utilizadas por los estudios culturales, están atravesadas por la lucha de clases aunque en apariencia pareciera que el marxismo no tuviera nada que decir sobre la identidad de género, racial o cultural. Si bien las múltiples identidades no están determinadas por la identidad de clase de una manera rígida, existe articulación entre las identidades múltiples y la lucha de clases en contextos en la medida que tales identidades puedan acceder o no a los medios de producción, los cuales, a su vez, son parte de la base económica. Grüner acota que se debe entender la base económica en su dimensión más amplia, es decir, en sus relaciones con lo político, ideológico, jurídico y cultural. En este sentido, lucha de clases y base económica todavía son categorías útiles para explicar la actual realidad cultural; sin embargo, lo que ha ocurrido con los estudios culturales es que por la exaltación de la diferencia, la particularidad y el multiculturalismo retiraron de su agenda la lucha de clases.

Contra lo sostenido por muchos teóricos posmodernos las clases sociales no desaparecen: o consolidan o pierden su poder. La existencia de un proletariado (actualmente, un superproletariado a escala mundial) supone la existencia de una clase dominante. La desaparición del proletariado solo se entendería en tanto desaparezca la clase dominante. Por otro lado, aquellos que promueven la idea de clases disueltas o la desaparición de la lucha de clases, suelen ser los mismos que forman parte de grupos con identidades sólidas, para nada disueltas, como por ejemplo, los conglomerados transnacionales. He aquí otro argumento a favor de la vigencia de la identidad de clase.

Respecto al multiculturalismo tenemos que los estudios culturales de tendencia ultra post, se entusiasman hasta el hartazgo con la identidad, la fragmentación y la diferencia, a tal punto que cualquier totalidad les sugiere hegemonía o totalitarismo. (Al respecto, Slavoj Zizek aborda las distorsiones sobre este término en ¿Quién dijo totalitarismo? inco tesis equivocadas sobre el mal uso de una noción). Lo que ignoran los apólogos del multiculturalismo es que los movimientos sociales son también totalidades articuladas. “La insistencia excluyente en los movimientos sociales y el multiculturalismo, por lo tanto, entraña el peligro de un desarmante descuido del análisis del ‘sistema’ como totalidad articulada (por el contrario, el análisis del sistema en estos términos de totalidad articulada obliga a restituir a la teoría el eje de las clases y sus luchas, justamente en su articulación con otras formas de resistencia)”. (38)

El multiculturalismo ignora la noción de sistema como totalidad articulada, impidiendo la conjunción de la lucha de clases con otro tipo de luchas por la identidad. El multiculturalismo fragmenta las identidades y distorsiona la lucha de clases, presentándola como un proyecto esencialista, universal o totalitario al considerar solo el aspecto económico de la lucha de clases. El ensayo de Zizek, “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado” se encarga de desmontar el aparato teórico del multiculturalismo en los términos antes expuestos. Jameson, por su parte, en “Sobre los estudios culturales” toma como pretexto una compilación de trabajos, publicada en Estados Unidos, realizados desde la perspectiva de los estudios culturales para rescatar ciertos aspectos pero sobre todo para cuestionarlos en su relación con otras disciplinas, la exagerada manipulación de ciertos conceptos como “poder” y la banalización intelectual en que recaen algunos de los estudios culturales.

Dos ensayos que guiarán al lector interesado en indagar más allá de las modas intelectuales y en la génesis, evolución y decadencia de los estudios culturales y la correspondiente fetichización del multiculturalismo.
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Estudios Culturales. ¿Moda o impostura intelectual?

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Estudios Culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo.
Frederic Jameson.
Slavoj Zizek
Paidós, 1998

Los estudios culturales son herederos de la disidencia intelectual marxista liderada por Raymond Williams quien, a fines de los sesenta junto a otros intelectuales de izquierda en Gran Bretaña, decidió apostar por un marxismo no dogmático que recogiera lo mejor de otras teorías para explicar los fenómenos de la sociedad contemporánea. Si bien apoyaron una lectura crítica del marxismo, no abandonaron las categorías clásicas hoy consideradas “arcaicas” como la lucha de clases, base y superestructura. En esta renovación del marxismo siguieron la línea de la Escuela de Frankfurt integrada por Horkheimer y Adorno con quienes coincidían en la aplicación del marxismo en la crítica de la cultura. Más tarde, Sartre, Lukács, Goldmann, Althusser y Barthes continuarían con este impulso hasta que la actual generación de intelectuales marxistas, avasallada por las recriminaciones de las que fueron objeto luego de la caída del Muro de Berlín y por todo lo que ello significó para el mundo socialista, se rindió ante la agenda académica impuesta desde la academia norteamericana, en la cual, los estudios culturales adoptaron un sesgo menos comprometido intelectual y políticamente hablando.

¿Qué sucedió con los buenos propósitos de enriquecer el marxismo con otras teorías críticas y aplicarlo para explicar los fenómenos culturales? Frederic Jameson y Slavoj Zizek ensayan una respuesta y algunas recusaciones a la pérdida del espíritu crítico y a la falta de compromiso político que caracteriza a buena parte de los actuales estudios culturales.

En la introducción a cargo de Eduardo Grüner, se presentan los rasgos centrales de las obras de Jameson y Zizek. Ambos provienen de tradiciones intelectuales diferentes. El primero de la teoría literaria, la estética y la crítica marxista de la cultura; el segundo, asienta sus bases en la filosofía posthegeliana y la teoría psicoanalítica lacaniana. Jameson sigue la ruta del marxismo anglosajón en la senda de Raymond Williams y Terry Eagleton, —tendencia conocida como marxismo occidental— integrando los aportes del psicoanálisis lacaniano y en alternancia con la crítica teórica del posmodernismo, donde utiliza las categorías tradicionales como modo de producción y lucha de clases.

Por su parte, Zizek articula el idealismo alemán con el psicoanálisis lacaniano incursionando también en el estudio de la posmodernidad, pero sin caer en modas o imposturas intelectuales. Al igual que Jameson, mantiene una actitud crítica frente a las ideologías post (estructuralistas, modernistas, marxistas). Zizek es de los pocos intelectuales de izquierda que fusiona el marxismo con el psicoanálisis lacaniano, “el que más está haciendo por la reconstrucción de una ideología de cuño marxiano pero (…) renovado por el aporte teórico psicoanalítico” (16).

Otro interés común entre estos dos teóricos es el análisis de la cultura de masas o cultura popular (literatura, arte, cine, etc.) aunque sin perder el juicio crítico-político de las ideologías que subyacen a este discurso. Toman distancia del populismo posmoderno que pretende borrar las diferencias ideológicas en nombre de una malentendida transgresión de las fronteras entre “cultura de élite” y “cultura popular”.

El principal cuestionamiento de Jameson y Zizek a los estudios culturales consiste en el abandono de la crítica de las ideologías y de ciertas categorías consideradas obsoletas por las teorías post; de la falta de compromiso político por parte de los intelectual y su consecuente “academización”, entendida como la consecución de un espacio para consolidar el poder mas no desestabilizarlo, todo ello en el marco de la globalización del capitalismo tardío. Los trabajos de los intelectuales contemporáneos indagan en frivolidades; en otros términos, los estudios culturales han perdido la perspectiva crítica que les fue heredada por el marxismo heterodoxo. Asumir un compromiso político suena en la actualidad, demasiado solemne como para ser tomado en serio. Los teóricos post, se escandalizan ante cualquier pretensión universal o totalizante. ¿Es que acaso alguna teoría no aspira a ser universal? “no hay particularidad que (…) no se oponga a alguna forma de universalidad, ‘esencial’ o históricamente constituida. Y no hay pensamiento crítico posible y eficaz que no empiece por interrogar las tensiones entre la particularidad y la universalidad” (24).

En la acertada presentación a los ensayos de Jameson y Zizek, Eduardo Grüner explica que los estudios culturales no solo perdieron la perspectiva inicial sino que además, en el proceso de absorción de nuevas teorías, más que ganar, perdieron, puesto que incorporaron lo peor de las teorías post, sobre todo aquel rechazo visceral a los discursos totalizantes por considerarlos una amenaza de hegemonía. Lo paradójico es que las élites económicas que han fortalecido su poder con la expansión del capitalismo, están más sólidas que nunca, ellas sí no admiten la fragmentación, la cual es saludable para los demás. El universalismo capitalista globalizado en clave neoliberal se presenta como un proceso unificador y no hegemónico al que se no se puede resistir por ser histórico y representar la mejor (la única) opción una vez que cayó el socialismo, mientras tanto, cualquier otro universalismo es catalogado de totalitario. A esto pues, habrían colaborado los estudios culturales en su afán de exaltar la diferencia, el particularismo, la identidad, en fin, el multiculturalismo.

Como consecuencia de la moda intelectual en que se han convertido un sector de los estudios culturales, los trabajos de Jameson y Zizek publicados en este libro, apuntan a que los intelectuales de hoy salgan de sus reductos y transformen la supervivencia intelectual en persistencia. Este clamor está dirigido sobre todo al marxismo y al psicoanálisis ya que, al refugiarse en sus reductos, los intelectuales se alejaron de las masas y son cada vez menos comprendidos por ellas. Específicamente, la jerga oscura del psicoanálisis lacaniano da la impresión de que solo es un asunto que compete a iniciados en la materia.

Otra idea que se deriva de estos ensayos es la refutación a la afirmación que sostiene la desaparición y/o caducidad del marxismo. El marxismo no ha desaparecido porque aun subsiste el capitalismo y su expansión mundial amerita una teoría crítica que lo cuestione. Mientras más hegemónico sea el capitalismo, más justificada estará la crítica marxista.

En un contexto de capitalismo globalizado, conceptos como lucha de clases y base económica adquieren notable relevancia. Multiculturalismo, identidad y poder, categorías muy utilizadas por los estudios culturales, están atravesadas por la lucha de clases aunque en apariencia pareciera que el marxismo no tuviera nada que decir sobre la identidad de género, racial o cultural. Si bien las múltiples identidades no están determinadas por la identidad de clase de una manera rígida, existe articulación entre las identidades múltiples y la lucha de clases en contextos en la medida que tales identidades puedan acceder o no a los medios de producción, los cuales, a su vez, son parte de la base económica. Grüner acota que se debe entender la base económica en su dimensión más amplia, es decir, en sus relaciones con lo político, ideológico, jurídico y cultural. En este sentido, lucha de clases y base económica todavía son categorías útiles para explicar la actual realidad cultural; sin embargo, lo que ha ocurrido con los estudios culturales es que por la exaltación de la diferencia, la particularidad y el multiculturalismo retiraron de su agenda la lucha de clases.

Contra lo sostenido por muchos teóricos posmodernos las clases sociales no desaparecen: o consolidan o pierden su poder. La existencia de un proletariado (actualmente, un superproletariado a escala mundial) supone la existencia de una clase dominante. La desaparición del proletariado solo se entendería en tanto desaparezca la clase dominante. Por otro lado, aquellos que promueven la idea de clases disueltas o la desaparición de la lucha de clases, suelen ser los mismos que forman parte de grupos con identidades sólidas, para nada disueltas, como por ejemplo, los conglomerados transnacionales. He aquí otro argumento a favor de la vigencia de la identidad de clase.

Respecto al multiculturalismo tenemos que los estudios culturales de tendencia ultra post, se entusiasman hasta el hartazgo con la identidad, la fragmentación y la diferencia, a tal punto que cualquier totalidad les sugiere hegemonía o totalitarismo. (Al respecto, Slavoj Zizek aborda las distorsiones sobre este término en ¿Quién dijo totalitarismo? inco tesis equivocadas sobre el mal uso de una noción). Lo que ignoran los apólogos del multiculturalismo es que los movimientos sociales son también totalidades articuladas. “La insistencia excluyente en los movimientos sociales y el multiculturalismo, por lo tanto, entraña el peligro de un desarmante descuido del análisis del ‘sistema’ como totalidad articulada (por el contrario, el análisis del sistema en estos términos de totalidad articulada obliga a restituir a la teoría el eje de las clases y sus luchas, justamente en su articulación con otras formas de resistencia)”. (38)

El multiculturalismo ignora la noción de sistema como totalidad articulada, impidiendo la conjunción de la lucha de clases con otro tipo de luchas por la identidad. El multiculturalismo fragmenta las identidades y distorsiona la lucha de clases, presentándola como un proyecto esencialista, universal o totalitario al considerar solo el aspecto económico de la lucha de clases. El ensayo de Zizek, “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado” se encarga de desmontar el aparato teórico del multiculturalismo en los términos antes expuestos. Jameson, por su parte, en “Sobre los estudios culturales” toma como pretexto una compilación de trabajos, publicada en Estados Unidos, realizados desde la perspectiva de los estudios culturales para rescatar ciertos aspectos pero sobre todo para cuestionarlos en su relación con otras disciplinas, la exagerada manipulación de ciertos conceptos como “poder” y la banalización intelectual en que recaen algunos de los estudios culturales.

Dos ensayos que guiarán al lector interesado en indagar más allá de las modas intelectuales y en la génesis, evolución y decadencia de los estudios culturales y la correspondiente fetichización del multiculturalismo.
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El Tíbet, China y nuestro presidente olímpico

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Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Un poco de historia

Desde que en 1952 las tropas comunistas chinas invadieran el Tíbet, la persecución religiosa, las protestas contra el régimen de Pekín y la violenta represión contra los manifestantes tibetanos han sido frecuentes cada cierto tiempo. Las aspiraciones de dominio chino sobre el Tíbet son históricas. Luego de que China lograra su unificación bajo la dinastía Qing (manchú), invadió el Tíbet en 1720 con el fin de expulsar a los mongoles; a cambio de lo cual, el gobierno tibetano liderado por el Dalai-Lama de aquella época, permitió la instalación de una guarnición militar china en su territorio. Años después en 1792, los manchúes volvieron a intervenir en Tíbet esta vez para ayudar a derrotar a los gurjas nepaleses —cuyos descendedientes fueron reclutados en 1982 por las fuerzas armadas británicas para el conflicto de Las Malvinas, en virtud de sus cualidades para la lucha cuerpo a cuerpo. Gran Bretaña y China mantuvieron un diferendo a principios del siglo XX sobre la soberanía del Tíbet que concluyó a favor de China.

El dominio de la China imperial sobre el Tíbet se vio alterado por la invasión japonesa en Manchuria. Entre 1910 y 1950, Tíbet mantuvo su independencia hasta que las tropas chinas tomaron el control de la región en octubre de ese año. India, que también administró la región fronteriza del Tíbet, reconoció la soberanía china y transfirió al nuevo gobierno la administración de las redes de servicios y comunicaciones. En 1956 hubo levantamientos guerrilleros anticomunistas en el Tíbet occidental; pero el alzamiento mas importante ocurrió en marzo de 1959 el cual tuvo un saldo de 87 000 muertos.

A partir de 1965, se oficializó la soberanía China sobre el Tíbet y paralelamente, se intensificó la persecución religiosa durante la Revolución Cultural. La represión se atenuó un poco en las décadas posteriores, aunque las protestas por la independencia del Tíbet —que posee el status de región autónoma— se repitieron en 1987 y 1993. El actual Dalai Lama, preside en la India el gobierno tibetano en el exilio, pero no es reconocido como interlocutor válido por el gobierno chino; es más, lo acusan de ser quien azuza los alzamientos.

La “china histérica”

Los ojos del mundo están dirigidos a China desde hace algunas décadas. El milagro del crecimiento económico chino —a costa del medio ambiente y de la extrema pobreza que impera en el campo— es la carta de presentación del gobierno comunista a la que desea sacarle lustre con los Juegos Olímpicos. Por lo que informan las agencias internacionales, las visitas de periodistas extranjeros son guiadas y no se permite a la prensa extranjera llegar al Tíbet, actitud comprensible en tanto no se quiere que nada empañe su presentación ante el mundo.

China siempre ha ignorado el respeto por los derechos humanos. Human Rights Watch, la supervisora mundial de estos derechos, anualmente informa acerca de lo que ocurre en China en materia de derechos humanos y da cuenta de torturas a disidentes, tráfico de órganos y como se sabe, pena de muerte. La tradición autoritaria china no es patrimonio de los comunistas sino que tiene larga data y es parte de su historia, plagada de guerras y secesiones internas en búsqueda de la unificación.

El presidente olímpico

Todo esto se sabe, es conocido por cualquier persona medianamente informada a través de los medios o interesada en el acontecer internacional. No es necesario ser un analista internacional para darse cuenta que en China se violan los derechos humanos. Por ello, sorprende (¿debería?) que el presidente García haya declarado en China que el Perú rechaza el separatismo del Tíbet y las protestas que atentan contra los Juegos Olímpicos. En su afán de apresurar un acercamiento económico con el gigante asiático, nuestro presidente perdió la serenidad que debe primar en un jefe de estado cuando opina sobre asuntos de otro país.

En contraste, el presidente francés Nicolás Sarkozy evalúa la posibilidad de boicotear los juegos si es que China no detiene la represión —claro que esto debemos entenderlo en el contexto francés actual donde la izquierda acaba de ganar la mayor parte de las elecciones municipales, por lo que Sarkozy pareciera querer congraciarse con las causas progresistas. Michelle Bachelet, por su parte, deplora la violencia con que se reprime a los tibetanos pero, más cauta, reconoce la soberanía china sobre el Tíbet. El Vaticano también ha conminado al gobierno chino a que dialogue con el Dalai Lama. En este panorama, creo que el Perú es el primer país que se alinea totalmente con el gobierno chino avalando la represión y eliminando el diálogo.

García, presidente y líder del Partido Aprista, ha experimentado una metamorfosis económica saludable en ciertos aspectos pero desconcertante si revisamos sus “perros del hortelano” que lo sitúan en el extremo del neoliberalismo más radical; pero también en lo que respecta a los derechos humanos: recordemos que mientras en todo el mundo la tendencia es abolir la pena de muerte, nuestro presidente encabezó una campaña para que el legislativo evaluara la posibilidad de reimplantarla. Seguramente, la insensata propuesta del presidente regional de Puno lo llevó a censurar el supuesto separatismo del Tíbet (ya que no pretenden independizarse sino lograr mayores libertades religiosas).

El APRA, partido al que le correspondería representar a la socialdemocracia peruana, va perdiendo mediante su actual líder, aquellas características que lo identificaban con la lucha antiimperialista y la defensa de los valores democráticos. Nuestro presidente olímpico apoya al gobierno chino en su proceder sobre el Tíbet y mira hacia otro lado cuando de derechos humanos se trata. Y aunque nuestra distinguida ministra Mercedes Araoz ensaye una interpretación de lo que quiso decir el presidente en China, debemos corregirla: la violencia en el Tíbet no ha sido reprimida de manera proporcional, es decir, no es proporcional el enfrentamiento entre un grupo de monjes budistas descalzos frente a las fuerzas del orden provistas de armas de fuego. No es proporcional 30 policías heridos frente a más de 100 muertos (¿o acaso la ministra cree en las versiones propaladas por la televisión china?); por ello sorprende que nuestro presidente defienda ardorosamente causas ajenas (ofrecerse a llevar la antorcha olímpica no hubiera sido tan polémico, y tal vez, contribuía a establecer vínculos interculturales más estrechos entre China y Perú. ¿Se imaginan a Alan García trotando a lo largo de la muralla china?)

En fin, esperemos que nuestro presidente olímpico en otra oportunidad no ponga los intereses económicos por encima de los principios éticos que rigen a las naciones libres y que por fin haya olvidado aquella nefasta sentencia que hiciera suya hace algunos años: “la verdad descansa en los hechos y no en los principios”.
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El Tíbet, China y nuestro presidente olímpico

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Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Un poco de historia

Desde que en 1952 las tropas comunistas chinas invadieran el Tíbet, la persecución religiosa, las protestas contra el régimen de Pekín y la violenta represión contra los manifestantes tibetanos han sido frecuentes cada cierto tiempo. Las aspiraciones de dominio chino sobre el Tíbet son históricas. Luego de que China lograra su unificación bajo la dinastía Qing (manchú), invadió el Tíbet en 1720 con el fin de expulsar a los mongoles; a cambio de lo cual, el gobierno tibetano liderado por el Dalai-Lama de aquella época, permitió la instalación de una guarnición militar china en su territorio. Años después en 1792, los manchúes volvieron a intervenir en Tíbet esta vez para ayudar a derrotar a los gurjas nepaleses —cuyos descendedientes fueron reclutados en 1982 por las fuerzas armadas británicas para el conflicto de Las Malvinas, en virtud de sus cualidades para la lucha cuerpo a cuerpo. Gran Bretaña y China mantuvieron un diferendo a principios del siglo XX sobre la soberanía del Tíbet que concluyó a favor de China.

El dominio de la China imperial sobre el Tíbet se vio alterado por la invasión japonesa en Manchuria. Entre 1910 y 1950, Tíbet mantuvo su independencia hasta que las tropas chinas tomaron el control de la región en octubre de ese año. India, que también administró la región fronteriza del Tíbet, reconoció la soberanía china y transfirió al nuevo gobierno la administración de las redes de servicios y comunicaciones. En 1956 hubo levantamientos guerrilleros anticomunistas en el Tíbet occidental; pero el alzamiento mas importante ocurrió en marzo de 1959 el cual tuvo un saldo de 87 000 muertos.

A partir de 1965, se oficializó la soberanía China sobre el Tíbet y paralelamente, se intensificó la persecución religiosa durante la Revolución Cultural. La represión se atenuó un poco en las décadas posteriores, aunque las protestas por la independencia del Tíbet —que posee el status de región autónoma— se repitieron en 1987 y 1993. El actual Dalai Lama, preside en la India el gobierno tibetano en el exilio, pero no es reconocido como interlocutor válido por el gobierno chino; es más, lo acusan de ser quien azuza los alzamientos.

La “china histérica”

Los ojos del mundo están dirigidos a China desde hace algunas décadas. El milagro del crecimiento económico chino —a costa del medio ambiente y de la extrema pobreza que impera en el campo— es la carta de presentación del gobierno comunista a la que desea sacarle lustre con los Juegos Olímpicos. Por lo que informan las agencias internacionales, las visitas de periodistas extranjeros son guiadas y no se permite a la prensa extranjera llegar al Tíbet, actitud comprensible en tanto no se quiere que nada empañe su presentación ante el mundo.

China siempre ha ignorado el respeto por los derechos humanos. Human Rights Watch, la supervisora mundial de estos derechos, anualmente informa acerca de lo que ocurre en China en materia de derechos humanos y da cuenta de torturas a disidentes, tráfico de órganos y como se sabe, pena de muerte. La tradición autoritaria china no es patrimonio de los comunistas sino que tiene larga data y es parte de su historia, plagada de guerras y secesiones internas en búsqueda de la unificación.

El presidente olímpico

Todo esto se sabe, es conocido por cualquier persona medianamente informada a través de los medios o interesada en el acontecer internacional. No es necesario ser un analista internacional para darse cuenta que en China se violan los derechos humanos. Por ello, sorprende (¿debería?) que el presidente García haya declarado en China que el Perú rechaza el separatismo del Tíbet y las protestas que atentan contra los Juegos Olímpicos. En su afán de apresurar un acercamiento económico con el gigante asiático, nuestro presidente perdió la serenidad que debe primar en un jefe de estado cuando opina sobre asuntos de otro país.

En contraste, el presidente francés Nicolás Sarkozy evalúa la posibilidad de boicotear los juegos si es que China no detiene la represión —claro que esto debemos entenderlo en el contexto francés actual donde la izquierda acaba de ganar la mayor parte de las elecciones municipales, por lo que Sarkozy pareciera querer congraciarse con las causas progresistas. Michelle Bachelet, por su parte, deplora la violencia con que se reprime a los tibetanos pero, más cauta, reconoce la soberanía china sobre el Tíbet. El Vaticano también ha conminado al gobierno chino a que dialogue con el Dalai Lama. En este panorama, creo que el Perú es el primer país que se alinea totalmente con el gobierno chino avalando la represión y eliminando el diálogo.

García, presidente y líder del Partido Aprista, ha experimentado una metamorfosis económica saludable en ciertos aspectos pero desconcertante si revisamos sus “perros del hortelano” que lo sitúan en el extremo del neoliberalismo más radical; pero también en lo que respecta a los derechos humanos: recordemos que mientras en todo el mundo la tendencia es abolir la pena de muerte, nuestro presidente encabezó una campaña para que el legislativo evaluara la posibilidad de reimplantarla. Seguramente, la insensata propuesta del presidente regional de Puno lo llevó a censurar el supuesto separatismo del Tíbet (ya que no pretenden independizarse sino lograr mayores libertades religiosas).

El APRA, partido al que le correspondería representar a la socialdemocracia peruana, va perdiendo mediante su actual líder, aquellas características que lo identificaban con la lucha antiimperialista y la defensa de los valores democráticos. Nuestro presidente olímpico apoya al gobierno chino en su proceder sobre el Tíbet y mira hacia otro lado cuando de derechos humanos se trata. Y aunque nuestra distinguida ministra Mercedes Araoz ensaye una interpretación de lo que quiso decir el presidente en China, debemos corregirla: la violencia en el Tíbet no ha sido reprimida de manera proporcional, es decir, no es proporcional el enfrentamiento entre un grupo de monjes budistas descalzos frente a las fuerzas del orden provistas de armas de fuego. No es proporcional 30 policías heridos frente a más de 100 muertos (¿o acaso la ministra cree en las versiones propaladas por la televisión china?); por ello sorprende que nuestro presidente defienda ardorosamente causas ajenas (ofrecerse a llevar la antorcha olímpica no hubiera sido tan polémico, y tal vez, contribuía a establecer vínculos interculturales más estrechos entre China y Perú. ¿Se imaginan a Alan García trotando a lo largo de la muralla china?)

En fin, esperemos que nuestro presidente olímpico en otra oportunidad no ponga los intereses económicos por encima de los principios éticos que rigen a las naciones libres y que por fin haya olvidado aquella nefasta sentencia que hiciera suya hace algunos años: “la verdad descansa en los hechos y no en los principios”.
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¿DÓNDE ESTÁN LOS PRINCIPIOS?

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Henry César Rivas Sucari
henryrivas2001@yahoo.es
http://henryrivassucari.blogspot.com/

Acerca de artículo de opinión publicado por el Presidente de la República. Doctor Alan García Pérez “China olímpica y sus adversarios” tenemos algunas reflexiones que compartir.

Lo primero que se nos viene a la cabeza es si el factor económico debe desplazar a lo ético y político. Todos sabemos lo que ocurre en el Tibet, las masacres de los protestantes (ojo no estamos defendiendo la postura de los protestantes sino los derechos civiles de cualquier ciudadano). El mundo entero observa y critica la brutalidad del proceder del gobierno chino. Entonces, los países civilizados, los países que necesitan de un intercambio económico con China, o con cualquier país que viole los derechos humanos. ¿DebeN taparse la boca, callarse, dejar que sigan los asesinatos y las desapariciones; primando su negocios por encima de los valores éticos?

No lo creo. El modelo chino es un modelo especial; se declara país “Comunista” y actúa bajo un rodillo neoliberal disciplinado que no respeta ni derechos laborales, ni medio ambiente, ni nada. ¿Quién podría competir con mano de obra tan barata?, ¿quién contra un país donde el capital prima sobre el individuo y no el individuo y su libertad por encima del capital?, pues éste, el capital, debe ser un medio para la realización y prosperidad del ciudadano y no al revés.

Pero para nuestro presidente, quien está más encandilado que el ingenuo Oppenheimer en sus Cuentos Chinos sobre el monstruo asiático; los enemigos de China son los envidiosos, y si hay algo que admirar de ese tipo de política es su pragmatismo.

“Lo que explica, en mucho, este crecimiento continuo es la pragmática diplomacia china para con el resto del planeta. A diferencia de nosotros, los occidentales, expertos en cruzadas religiosas, políticas y descubrimiento de nuevos mundos, China no pretende dar lecciones políticas o iniciar cruzadas ideológicas. Comercia con todos los países posibles y aplica a ese comercio sus energías mientras otras grandes naciones, con razón o tal vez sin ella, asumen por sí mismas responsabilidades ante el orden mundial incurriendo en enormes gastos materiales y militares que las colocan en inferioridad de condiciones frente al crecimiento chino.”

Es clara la posición de nuestro presidente. Si el mundo se mata, ese no es nuestro problema, lo importante es vender. Sin embargo, un país como el Perú, que ha salido de una guerra interna que ha costado más de 70 000 muertos. Asfixiado por crímenes, secuestros, narcotráfico, movimientos subversivos— que no han acabado todavía—. ¿Es correcto decir, bueno, lo negocios bien, y la ética que se vaya a la basura?

La respuesta es no; una nación civilizada debe estar dispuesta siempre a luchar por derechos del ciudadano en su país y en cualquier parte del mundo. Permitir una trasgresión de esta, es ser su cómplice, ser tan cruel como el asesino que dispara el arma.
No olvidemos que nosotros los peruanos, para luchar contra Sendero Luminoso y el MRTA, hemos necesitado justamente de eso, el reconocimiento de estos grupos subversivos en calidad de terroristas por otros estados; solo así se podía doblegar al enemigo.

No se puede permitir zonas liberadas, ni para el terrorismo fundamentalista ni para el terrorismo de Estado, hacer eso, es ser cómplice, y lo pero de todo, ser tan delincuente como los que lo producen.
Cuidado, el precio de la libertad es alto, implica sacrificios, pero también cuidado para preservarlo para los demás y para nosotros mismos.
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¿DÓNDE ESTÁN LOS PRINCIPIOS?

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Henry César Rivas Sucari
henryrivas2001@yahoo.es
http://henryrivassucari.blogspot.com/

Acerca de artículo de opinión publicado por el Presidente de la República. Doctor Alan García Pérez “China olímpica y sus adversarios” tenemos algunas reflexiones que compartir.

Lo primero que se nos viene a la cabeza es si el factor económico debe desplazar a lo ético y político. Todos sabemos lo que ocurre en el Tibet, las masacres de los protestantes (ojo no estamos defendiendo la postura de los protestantes sino los derechos civiles de cualquier ciudadano). El mundo entero observa y critica la brutalidad del proceder del gobierno chino. Entonces, los países civilizados, los países que necesitan de un intercambio económico con China, o con cualquier país que viole los derechos humanos. ¿DebeN taparse la boca, callarse, dejar que sigan los asesinatos y las desapariciones; primando su negocios por encima de los valores éticos?

No lo creo. El modelo chino es un modelo especial; se declara país “Comunista” y actúa bajo un rodillo neoliberal disciplinado que no respeta ni derechos laborales, ni medio ambiente, ni nada. ¿Quién podría competir con mano de obra tan barata?, ¿quién contra un país donde el capital prima sobre el individuo y no el individuo y su libertad por encima del capital?, pues éste, el capital, debe ser un medio para la realización y prosperidad del ciudadano y no al revés.

Pero para nuestro presidente, quien está más encandilado que el ingenuo Oppenheimer en sus Cuentos Chinos sobre el monstruo asiático; los enemigos de China son los envidiosos, y si hay algo que admirar de ese tipo de política es su pragmatismo.

“Lo que explica, en mucho, este crecimiento continuo es la pragmática diplomacia china para con el resto del planeta. A diferencia de nosotros, los occidentales, expertos en cruzadas religiosas, políticas y descubrimiento de nuevos mundos, China no pretende dar lecciones políticas o iniciar cruzadas ideológicas. Comercia con todos los países posibles y aplica a ese comercio sus energías mientras otras grandes naciones, con razón o tal vez sin ella, asumen por sí mismas responsabilidades ante el orden mundial incurriendo en enormes gastos materiales y militares que las colocan en inferioridad de condiciones frente al crecimiento chino.”

Es clara la posición de nuestro presidente. Si el mundo se mata, ese no es nuestro problema, lo importante es vender. Sin embargo, un país como el Perú, que ha salido de una guerra interna que ha costado más de 70 000 muertos. Asfixiado por crímenes, secuestros, narcotráfico, movimientos subversivos— que no han acabado todavía—. ¿Es correcto decir, bueno, lo negocios bien, y la ética que se vaya a la basura?

La respuesta es no; una nación civilizada debe estar dispuesta siempre a luchar por derechos del ciudadano en su país y en cualquier parte del mundo. Permitir una trasgresión de esta, es ser su cómplice, ser tan cruel como el asesino que dispara el arma.
No olvidemos que nosotros los peruanos, para luchar contra Sendero Luminoso y el MRTA, hemos necesitado justamente de eso, el reconocimiento de estos grupos subversivos en calidad de terroristas por otros estados; solo así se podía doblegar al enemigo.

No se puede permitir zonas liberadas, ni para el terrorismo fundamentalista ni para el terrorismo de Estado, hacer eso, es ser cómplice, y lo pero de todo, ser tan delincuente como los que lo producen.
Cuidado, el precio de la libertad es alto, implica sacrificios, pero también cuidado para preservarlo para los demás y para nosotros mismos.
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Apuntes sobre Oscar Wilde

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Por Arturo Caballero Medina

Wilde es uno de los escritores ingleses más importantes en el siglo diecinueve. Nació en Dublín, Irlanda, en 1854. Su padre era un connotado cirujano irlandés. Wilde estudió en la Universidad del Trinidad en Dublín, luego en 1874, continuó sus estudios en Oxford dónde él publicó algunos versos con los que obtuvo un premio de poesía. El escritor Walter Horacio Pater y el artista estadounidense, James Abbott McNeill fueron sus maestros. Wilde se mostró como un seguidor de la ideología del arte por el arte, y escribió sobre ello en un ensayo titulado “Internacionales” publicado en 1891.

Wilde se convirtió en uno de los escritores más importantes que hayan abordado el tema de la estética. La estética es una concepción moral sobre la belleza, toma la belleza como la única manera de guiar la actividad humana. En 1881, publicó “Poemas”, un libro que le gustó mucho al público; luego viajó por los EE.UU. dónde expuso su “filosofía estética”. En 1883, se traslada a París y, una vez allí, conoce al poeta simbolista Paul Verlaine y muchos otros escritores franceses contemporáneos. Cuando vuelve a Londres, se casa con Constance Lloyd y después de eso tuvieron dos hijas. Durante un tiempo prolongado, trabajó en publicaciones literarias. Dirigió durante dos años la revista femenina “Mujeres”. En 1888, publica un libro de cuentos para niños, “El príncipe” feliz, “El crimen de Lord Arthur Saville y otras historias”, “Una casa de granadas” y el ensayo titulado “Intenciones” todos publicados en 1891. Ese año, editó una novela escrita por entregas en 1890: “El retrato de Dorian Gray”, el primer libro censurado a Oscar Wilde.

Los tres años posteriores a esa publicación fueron los más fructíferos para Wilde porque la alta sociedad londinense lo invitó a cuanta reunión o evento artístico existente. En 1891, se traslada a París dónde escribe en francés la tragedia “Salome” que tradujo luego al inglés. Esta obra se censuró en Gran Bretaña, también. Luego escribiría “El abanico de Lady Windermer”, “Una mujer sin importancia” y “La importancia de llamarse Ernesto”. En este momento, Wilde adquiere fama de dramaturgo. Sus obras tenían humor y sátira, pero también alusiones elegantes y directas.

En 1895, la fortuna y éxito lo abandonan. Wilde se enamoró de “Bosie”, hijo del marqués de Queensbury, con quien mantuvo una relación amorosa. Bosie era un hombre joven muy atractivo, ojos azules y cabello rubio. Wilde los aventajaba en quince años. El padre de Bosie acusó a Wilde de sodomía —en aquella época una relación entre dos hombres era considerada ilegal—; Wilde le contestó con una querella legal. El marqués le entabló un juicio cuya sentenció llevó a Wilde a dos años de prisión. Una vez allí, Wilde escribe “La balada de la cárcel de Reading” publicada al año siguiente de que Wilde es puesto en libertad. Cuando deja la prisión, viaja a París dónde cambia su nombre por el de Sebastián Melmoth. Viviría en París por el resto de su vida. Algunos otros obras son El fantasma de Canterville y De profundis una carta escrita en verso, dirigida a Lord Douglas, “Bosie”. Esta carta se publicó en 1905 cuatro años después de la muerte de Wilde en París.

Los temas de su obra giraron alrededor de la belleza, la literatura y las relaciones humanas. Por ejemplo algunas de sus frases más famosas son

“Artista es un fabricante de cosas de belleza. El arte solo debe mostrar y proyectar al artista”
“El crítico es alguien que puede entender la belleza de otra manera y con otros métodos”
“A una mujer le gustaría ser la última en la vida de su marido. A un hombre le gustaría ser el primero en la vida de su esposa.”
“Un libro no es, de ninguna manera, moral o inmoral. Hay sólo libros bien o mal escritos. Eso es todo”.
“Una mujer inteligente es algo inusual. Hay una por cada siglo. La última fue George Sand”. (Se refiera a la escritora francesa Aurora Dupin).

Wilde, rebelde, polémico y provocador, supo conciliar su espíritu decadentista celebrado y censurada por la hipócrita moral burguesa de su época, con la elegancia y pasión por la belleza y el arte. En el Perú de principios del siglo XX, Wilde fue seguido, admirado e imitado por los jóvenes artistas del grupo Colónida, quien tuvo a Abraham Valdelomar como principal émulo del escritor irlandés.

En lo personal, disfruté mucho de la lectura de El retrato de Dorian Gray. Fue el mejor libro mejor que leí en la secundaria. A través de sus personajes hallamos la miseria y el egoísmo del ser humano.

En El retrato de Dorian Gray podemos encontrar dos cosas: el arte y moralidad. Lo resumo en la siguiente sentencia: “Nadie dice y nadie sabe cuáles fueron los pecados de Dorian Gray. Si alguien los encuentra en cualquier otra persona, será posible en la medida que nosotros hayamos cometido el mismo pecado.”
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Apuntes sobre Oscar Wilde

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Por Arturo Caballero Medina

Wilde es uno de los escritores ingleses más importantes en el siglo diecinueve. Nació en Dublín, Irlanda, en 1854. Su padre era un connotado cirujano irlandés. Wilde estudió en la Universidad del Trinidad en Dublín, luego en 1874, continuó sus estudios en Oxford dónde él publicó algunos versos con los que obtuvo un premio de poesía. El escritor Walter Horacio Pater y el artista estadounidense, James Abbott McNeill fueron sus maestros. Wilde se mostró como un seguidor de la ideología del arte por el arte, y escribió sobre ello en un ensayo titulado “Internacionales” publicado en 1891.

Wilde se convirtió en uno de los escritores más importantes que hayan abordado el tema de la estética. La estética es una concepción moral sobre la belleza, toma la belleza como la única manera de guiar la actividad humana. En 1881, publicó “Poemas”, un libro que le gustó mucho al público; luego viajó por los EE.UU. dónde expuso su “filosofía estética”. En 1883, se traslada a París y, una vez allí, conoce al poeta simbolista Paul Verlaine y muchos otros escritores franceses contemporáneos. Cuando vuelve a Londres, se casa con Constance Lloyd y después de eso tuvieron dos hijas. Durante un tiempo prolongado, trabajó en publicaciones literarias. Dirigió durante dos años la revista femenina “Mujeres”. En 1888, publica un libro de cuentos para niños, “El príncipe” feliz, “El crimen de Lord Arthur Saville y otras historias”, “Una casa de granadas” y el ensayo titulado “Intenciones” todos publicados en 1891. Ese año, editó una novela escrita por entregas en 1890: “El retrato de Dorian Gray”, el primer libro censurado a Oscar Wilde.

Los tres años posteriores a esa publicación fueron los más fructíferos para Wilde porque la alta sociedad londinense lo invitó a cuanta reunión o evento artístico existente. En 1891, se traslada a París dónde escribe en francés la tragedia “Salome” que tradujo luego al inglés. Esta obra se censuró en Gran Bretaña, también. Luego escribiría “El abanico de Lady Windermer”, “Una mujer sin importancia” y “La importancia de llamarse Ernesto”. En este momento, Wilde adquiere fama de dramaturgo. Sus obras tenían humor y sátira, pero también alusiones elegantes y directas.

En 1895, la fortuna y éxito lo abandonan. Wilde se enamoró de “Bosie”, hijo del marqués de Queensbury, con quien mantuvo una relación amorosa. Bosie era un hombre joven muy atractivo, ojos azules y cabello rubio. Wilde los aventajaba en quince años. El padre de Bosie acusó a Wilde de sodomía —en aquella época una relación entre dos hombres era considerada ilegal—; Wilde le contestó con una querella legal. El marqués le entabló un juicio cuya sentenció llevó a Wilde a dos años de prisión. Una vez allí, Wilde escribe “La balada de la cárcel de Reading” publicada al año siguiente de que Wilde es puesto en libertad. Cuando deja la prisión, viaja a París dónde cambia su nombre por el de Sebastián Melmoth. Viviría en París por el resto de su vida. Algunos otros obras son El fantasma de Canterville y De profundis una carta escrita en verso, dirigida a Lord Douglas, “Bosie”. Esta carta se publicó en 1905 cuatro años después de la muerte de Wilde en París.

Los temas de su obra giraron alrededor de la belleza, la literatura y las relaciones humanas. Por ejemplo algunas de sus frases más famosas son

“Artista es un fabricante de cosas de belleza. El arte solo debe mostrar y proyectar al artista”
“El crítico es alguien que puede entender la belleza de otra manera y con otros métodos”
“A una mujer le gustaría ser la última en la vida de su marido. A un hombre le gustaría ser el primero en la vida de su esposa.”
“Un libro no es, de ninguna manera, moral o inmoral. Hay sólo libros bien o mal escritos. Eso es todo”.
“Una mujer inteligente es algo inusual. Hay una por cada siglo. La última fue George Sand”. (Se refiera a la escritora francesa Aurora Dupin).

Wilde, rebelde, polémico y provocador, supo conciliar su espíritu decadentista celebrado y censurada por la hipócrita moral burguesa de su época, con la elegancia y pasión por la belleza y el arte. En el Perú de principios del siglo XX, Wilde fue seguido, admirado e imitado por los jóvenes artistas del grupo Colónida, quien tuvo a Abraham Valdelomar como principal émulo del escritor irlandés.

En lo personal, disfruté mucho de la lectura de El retrato de Dorian Gray. Fue el mejor libro mejor que leí en la secundaria. A través de sus personajes hallamos la miseria y el egoísmo del ser humano.

En El retrato de Dorian Gray podemos encontrar dos cosas: el arte y moralidad. Lo resumo en la siguiente sentencia: “Nadie dice y nadie sabe cuáles fueron los pecados de Dorian Gray. Si alguien los encuentra en cualquier otra persona, será posible en la medida que nosotros hayamos cometido el mismo pecado.”
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Le monde diplomatique. Edición peruana

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La palabra precisa, la frecuencia perfecta

Arturo Caballero Medina

Entre los diarios Correo y La Razón de Perú y España existe más que una similitud de nombres; existe, además, una indecente complicidad mediática por sabotear todo intento de reforma progresista y de discusión alturada. Ambos diarios mantienen una línea de intransigencia, insulto, intolerancia e ignorancia en lo referente a ciertas materias de interés nacional. Salvo honradas excepciones, la mayoría de sus periodistas —comenzando por los encargados de la página editorial— si es que no se dedican a atacar a los “caviares”, a las ONGs, a la Pontificia Universidad Católica o a la Comisión de la Verdad, alaban a Fujimori (la Razón, vocero explícito del fujimorismo anuncia diariamente en letras de hecatombe que Fujimori va ganando el juicio), promueven el antichilenismo —y no recuerdan que el actual conflicto fronterizo con Chile se origina en el gobierno de Fujimori y tampoco comentan nada en absoluto sobre las inversiones chilenas que se incentivaron durante su gobierno— o encienden la pradera al alentar una campaña belicista con reportajes dirigidos a mostrar las supuestas ventajas de nuestras fuerzas armadas. En resumen, destilan en sus páginas lo peor de la excrecencia mental de la que puede ser autor un periodista carente de formación e información. A todo esto no tiene acostumbrados Aldo Mariátegui en Correo —cuya fuente de información parece ser wikipedia debido a lo insustancial y ramplón de sus editoriales— y Andrés Bedoya Ugarteche. ¡Ni una pizca de análisis, sino más bien, denodados insultos contra aquellos que discrepan de ellos! (léase la editorial que escribió Aldo Mariátegui a propósito de Miguel Grau y la protesta del partido nacionalista en la frontera y los agravios racistas de Andrés Bedoya). Qué diferencia de calidad humana y académica entre Aldo y su abuelo José Carlos, quien a pesar de no haber asistido a la universidad, poseía una pluma ágil, clara y nutrida. En cambio, los artículos de Aldo se caracterizan por sus cero ideas y cero argumentos.

Sin embargo, al otro lado del río el panorama no es más auspicioso. La Primera, diario dirigido por César Lévano, se adhiere a la vertiente periodística más cercana a la antigua izquierda peruana, aquella izquierda cavernaria, jurásica y para nada, autocrítica respecto, por ejemplo, a lo que significó Sendero Luminoso o lo que representa actualmente las FARC. La presencia de Hildebrandt levanta lo levanta un poco; sin embargo, prefiero a un César Hildebrandt incisivo en la televisión —aunque no voy a negar que el artículo dedicado a su media hermana Martha fue de antología— más que al gacetillero hepático y atrabiliario en que se ha convertido este gran periodista. Sus artículos diarios en La Primera son desiguales, gozan sí, de la palabra picante, del estilo mordaz y la metáfora irónica y juguetona, pero no siempre son suficientes, más cuando se es un periodista de opinión obligado a decir algo revelador todos los días.

En este contexto, leer un periódico como Le monde diplomatique, “El dipló”, provoca un placer análogo al de escuchar “una voz clara en medio del ruido”. La edición peruana dirigida por Harold Forsyth lleva casi un año en nuestro país. Debo confesar que postergué algunos meses su adquisición, pero ya desde sus primeros números, llamó mi atención no solo el precio —seamos sinceros, es caro— sino el estilo monotemático en el que están estructuradas sus ediciones mensuales. Un mismo tema es abordado por diversos especialistas en materias como sociología, ciencias políticas, antropología, derecho, psicoanálisis, economía y demás ramas afines a las ciencias sociales, lo cual brinda al lector un abanico variado de posibilidades de aproximación hacia un mismo tema. Periodistas nacionales y extranjeros componen, mes a mes, un dossier notablemente documentado y con análisis de la coyuntura política y cultural tanto nacional como internacional.

La reciente edición de marzo tiene un dossier dedicado a los 80 años del Partido Aprista Peruano y otro a las elecciones en España. Todos los artículos destacan por la rigurosidad en la investigación, el dato preciso sustentado por fuentes verificables, profundidad en el análisis con didactismo —sin llegar a la jerga del especialista porque se trata de hacerse entender por el lector y no formar séquitos de iluminados en ciertos temas— y alturada discusión académica, lo menos que se puede esperar en un debate intelectual. En este sentido, la lectura de “El dipló” logra integrar al lector en un circuito de reflexión poco frecuente en el Perú, es decir, en un espacio donde habitualmente solo discutían el especialista y los seguidores en perjuicio del “gran lector” bombardeado diariamente por los discursos oficiales con apariencia de neutralidad, trato superficial y pocas veces analítico. (El “Domingo” de La República hace tiempo que dejó de ser un suplemento cultural, hoy es un magazine al estilo de “Ayer y hoy”; “El Dominical” de El Comercio no es lo que era antes, hay veces que suelen ocupar el 80% del suplemento con minireseñas de libros como para salir del paso además de que sus contenidos son muy inconstantes respecto al nivel).

En materia de contenidos y de colaboradores, de lejos “El dipló” supera al resto de revistas y diarios peruanos. El reto al que se enfrentan es llegar a cada vez a más lectores. Bien vale la pena invertir en la lectura de este periódico a pesar de que su precio es elevado —el común de los consumidores de diarios máximo invertirá 3,50 en El Comercio los domingos, ni hablar de los que compran diarios “chicha”— y me parece que tampoco está en sus planes competir con los pasquines sensacionalistas que imperan en el medio. A pesar de esto, el efecto que puede generar un medio como este que apuesta por la discusión académica y didáctica realizada por entendidos en la materia es prometedor: fomentar el espíritu crítico en la ciudadanía y cambiar el concepto de lo que significa hacer periodismo escrito en el Perú.

Por todo esto, recomiendo la lectura del último número de “El dipló”, especialmente el dossier dedicado al APRA, la contaminación ambiental en China y los Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano editados por CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) donde se trata las conflictivas relaciones entre el indianismo y el marxismo. Puede también leerlo en su versión electrónica —salvo algunas restricciones solo para suscritos— en www.eldiplo.com.pe. Léalo y notará la diferencia.
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Le monde diplomatique. Edición peruana

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La palabra precisa, la frecuencia perfecta

Arturo Caballero Medina

Entre los diarios Correo y La Razón de Perú y España existe más que una similitud de nombres; existe, además, una indecente complicidad mediática por sabotear todo intento de reforma progresista y de discusión alturada. Ambos diarios mantienen una línea de intransigencia, insulto, intolerancia e ignorancia en lo referente a ciertas materias de interés nacional. Salvo honradas excepciones, la mayoría de sus periodistas —comenzando por los encargados de la página editorial— si es que no se dedican a atacar a los “caviares”, a las ONGs, a la Pontificia Universidad Católica o a la Comisión de la Verdad, alaban a Fujimori (la Razón, vocero explícito del fujimorismo anuncia diariamente en letras de hecatombe que Fujimori va ganando el juicio), promueven el antichilenismo —y no recuerdan que el actual conflicto fronterizo con Chile se origina en el gobierno de Fujimori y tampoco comentan nada en absoluto sobre las inversiones chilenas que se incentivaron durante su gobierno— o encienden la pradera al alentar una campaña belicista con reportajes dirigidos a mostrar las supuestas ventajas de nuestras fuerzas armadas. En resumen, destilan en sus páginas lo peor de la excrecencia mental de la que puede ser autor un periodista carente de formación e información. A todo esto no tiene acostumbrados Aldo Mariátegui en Correo —cuya fuente de información parece ser wikipedia debido a lo insustancial y ramplón de sus editoriales— y Andrés Bedoya Ugarteche. ¡Ni una pizca de análisis, sino más bien, denodados insultos contra aquellos que discrepan de ellos! (léase la editorial que escribió Aldo Mariátegui a propósito de Miguel Grau y la protesta del partido nacionalista en la frontera y los agravios racistas de Andrés Bedoya). Qué diferencia de calidad humana y académica entre Aldo y su abuelo José Carlos, quien a pesar de no haber asistido a la universidad, poseía una pluma ágil, clara y nutrida. En cambio, los artículos de Aldo se caracterizan por sus cero ideas y cero argumentos.

Sin embargo, al otro lado del río el panorama no es más auspicioso. La Primera, diario dirigido por César Lévano, se adhiere a la vertiente periodística más cercana a la antigua izquierda peruana, aquella izquierda cavernaria, jurásica y para nada, autocrítica respecto, por ejemplo, a lo que significó Sendero Luminoso o lo que representa actualmente las FARC. La presencia de Hildebrandt levanta lo levanta un poco; sin embargo, prefiero a un César Hildebrandt incisivo en la televisión —aunque no voy a negar que el artículo dedicado a su media hermana Martha fue de antología— más que al gacetillero hepático y atrabiliario en que se ha convertido este gran periodista. Sus artículos diarios en La Primera son desiguales, gozan sí, de la palabra picante, del estilo mordaz y la metáfora irónica y juguetona, pero no siempre son suficientes, más cuando se es un periodista de opinión obligado a decir algo revelador todos los días.

En este contexto, leer un periódico como Le monde diplomatique, “El dipló”, provoca un placer análogo al de escuchar “una voz clara en medio del ruido”. La edición peruana dirigida por Harold Forsyth lleva casi un año en nuestro país. Debo confesar que postergué algunos meses su adquisición, pero ya desde sus primeros números, llamó mi atención no solo el precio —seamos sinceros, es caro— sino el estilo monotemático en el que están estructuradas sus ediciones mensuales. Un mismo tema es abordado por diversos especialistas en materias como sociología, ciencias políticas, antropología, derecho, psicoanálisis, economía y demás ramas afines a las ciencias sociales, lo cual brinda al lector un abanico variado de posibilidades de aproximación hacia un mismo tema. Periodistas nacionales y extranjeros componen, mes a mes, un dossier notablemente documentado y con análisis de la coyuntura política y cultural tanto nacional como internacional.

La reciente edición de marzo tiene un dossier dedicado a los 80 años del Partido Aprista Peruano y otro a las elecciones en España. Todos los artículos destacan por la rigurosidad en la investigación, el dato preciso sustentado por fuentes verificables, profundidad en el análisis con didactismo —sin llegar a la jerga del especialista porque se trata de hacerse entender por el lector y no formar séquitos de iluminados en ciertos temas— y alturada discusión académica, lo menos que se puede esperar en un debate intelectual. En este sentido, la lectura de “El dipló” logra integrar al lector en un circuito de reflexión poco frecuente en el Perú, es decir, en un espacio donde habitualmente solo discutían el especialista y los seguidores en perjuicio del “gran lector” bombardeado diariamente por los discursos oficiales con apariencia de neutralidad, trato superficial y pocas veces analítico. (El “Domingo” de La República hace tiempo que dejó de ser un suplemento cultural, hoy es un magazine al estilo de “Ayer y hoy”; “El Dominical” de El Comercio no es lo que era antes, hay veces que suelen ocupar el 80% del suplemento con minireseñas de libros como para salir del paso además de que sus contenidos son muy inconstantes respecto al nivel).

En materia de contenidos y de colaboradores, de lejos “El dipló” supera al resto de revistas y diarios peruanos. El reto al que se enfrentan es llegar a cada vez a más lectores. Bien vale la pena invertir en la lectura de este periódico a pesar de que su precio es elevado —el común de los consumidores de diarios máximo invertirá 3,50 en El Comercio los domingos, ni hablar de los que compran diarios “chicha”— y me parece que tampoco está en sus planes competir con los pasquines sensacionalistas que imperan en el medio. A pesar de esto, el efecto que puede generar un medio como este que apuesta por la discusión académica y didáctica realizada por entendidos en la materia es prometedor: fomentar el espíritu crítico en la ciudadanía y cambiar el concepto de lo que significa hacer periodismo escrito en el Perú.

Por todo esto, recomiendo la lectura del último número de “El dipló”, especialmente el dossier dedicado al APRA, la contaminación ambiental en China y los Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano editados por CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) donde se trata las conflictivas relaciones entre el indianismo y el marxismo. Puede también leerlo en su versión electrónica —salvo algunas restricciones solo para suscritos— en www.eldiplo.com.pe. Léalo y notará la diferencia.
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