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RETABLO Y LAS COORDENADAS DE LA VIOLENCIA

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Novela escrita bajo un registro testimonial, narrada a manera de una indagación en la memoria personal y colectiva de una comunidad, cuyos individuos constituyen una red fundamental en la historia de Manuel Jesús Medina, protagonista principal. El regreso a Pumaranra lo confronta con su pasado, su historia y su memoria. Este viaje hacia su pueblo inicia un proceso de reactivación de la memoria que implica desentrañar, hallar y revelar una explicación acerca de su tragedia personal y la de sus compoblanos. Todo apunta hacia la violencia armada que asoló la región en los 80, cuyos orígenes, sin embargo, se remontan mucho tiempo atrás. Esta búsqueda en el pasado determinará el momento en que se inició la violencia, las causas y circunstancias en que se produjo, y las secuelas que aún se prolongan hasta el presente. De este modo, la vuelta al pasado se propone como un medio para la reparación del presente, un presente insatisfactorio, incompleto, carente de sentido. La comprensión del porqué, cuándo y cómo sucedieron los hechos de la violencia le permitirán a Manuel Jesús evaluar con mayor perspectiva su propio presente y el accionar de los actores: victimarios, víctimas y cómplices.

Retablo (Lima, 2004) sitúa las coordenadas del origen de la violencia en las confrontaciones entre los «uquis» notables de Pumaranra, terratenientes y autoridades, y los indios «chutos», pobladores desclasados y desposeídos, en particular entre el linaje de los Amorín y el clan de los Medina. También, en la rivalidad histórica entre las comunidades de Lucanamarca y Pumaranra. La perdurabilidad de esta violencia subsistente a lo largo del tiempo fue acumulando una reserva de resentimiento en las víctimas, pues muchos jóvenes de la región, así como Grimaldo, el hermano de Manuel Jesús enrolado en las huestes de los subversivos, hallaron en su propia historia familiar y comunal las justificaciones para revertir esta situación mediante una lucha armada contra el poder que los oprimía: el de los notables de Pumaranra y Lucanamarca, y el de las autoridades políticas que los apoyaban. En ese preciso momento, la violencia social de alcance cotidiano (odios personales, venganzas, asesinatos, agravios y abusos reiterados, y la ambición de los lucanamarquinos por las minas de sal de Pumaranra) desbordó cuando lo ideológico-político apuntaló una respuesta violenta contra una historia de agresiones igualmente violentas. En consecuencia, cuando la cotidianeidad de la violencia social se institucionalizó, es decir, cuando formó parte de las prácticas que regulan las relaciones entre los miembros de una comunidad, donde un grupo social actúa en perjuicio de otro sin posibilidad de cambio para los más vulnerables, debido a que el poder político es cómplice de tal situación, dicha violencia acumulada explicaría el origen y desarrollo de la violencia política.

De este modo, el discurso de la lucha armada contra el Estado, sus instituciones y autoridades surgió como reacción ante el abuso de poder cometido por quienes se coludieron («uquis» de Pumaranra y Lucanamarca) contra una población a la cual no se consideró como ciudadanos sino como siervos. El resentimiento acumulado en las generaciones posteriores se articuló con la ideología revolucionaria del marxismo-leninismo-maoísmo que ofrecía a los desposeídos un camino de liberación y reivindicación. La falsa promesa del progreso y su materialización excluyente acentuó más esta reacción violenta.

La indagación en el origen de la violencia, línea argumental que articula la novela, se sostiene, en buena parte, en la historia de Grimaldo Medina desde su infancia hasta su abatimiento por las fuerzas de orden. En el presente, durante la búsqueda del cuerpo, Manuel Jesús ensaya una explicación para el desenlace fatal de su hermano a partir del legado paterno de rebeldía y de su inquietud intelectual. Grimaldo creció viendo a su padre como un hombre siempre dispuesto a dirigir a la comunidad para resistir los embates de quienes deseaban someterlos. El ejemplo de su padre Néstor fue el de un líder opuesto al poder opresor pero que carecía de la solvencia del saber letrado y la educación superior. Por esta razón, Néstor se empeñó en que sus hijos sepan leer, escribir, estudien en la escuela y sigan una carrera universitaria, pues consideró que de esa manera podrían defender mejor sus derechos, es decir, que serían menos vulnerables que quienes permanecen iletrados. La confianza de Néstor en el saber letrado como herramienta para defender sus derechos tuvo como contraparte la tendencia a la crítica de lo establecido que a Grimaldo lo condujo hacia la lucha armada. Esta violencia tuvo como uno de sus pilares la difusión ideológica a través del discurso letrado en las aulas universitarias. El saber letrado no necesariamente nos inmuniza contra la violencia, eventualmente, puede ser su motivador.

Si bien la memoria permite el reencuentro con el pasado, en el caso de Retablo no se trata solo de una evocación psíquica sino que exige al protagonista reinstalarse en los lugares de la memoria, de manera análoga al trabajo documental del cronista o del historiador para recabar fuentes que corroboren o desmientan una versión predominante de la historia. Manuel Jesús se siente inconforme con la lectura que tiene de su vida hasta ese momento. Esta es la principal motivación que posee para emprender el viaje de regreso en búsqueda de una explicación si bien no más satisfactoria que la actual, al menos diferente y sobre todo esclarecedora. Esta necesidad de reinterpretar su historia personal mediante la reconstrucción del pasado hace necesario reinstalarse en el lugar donde aconteció la violencia y buscar a los sujetos de la memoria, quienes también poseen distintas versiones de la historia colectiva y de la historia del protagonista. El contraste entre estos relatos y la versión inicial que trae Manuel Jesús contribuirá a la elaboración de un relato integral que dará cuenta de aspectos complementarios ausentes en los relatos previos. La permanencia de relatos fragmentados y dispersos impide que los individuos y la colectividad comprendan las secuelas de la violencia en el otro. En cambio, la elaboración de un gran relato sobre la violencia a partir de los relatos aislados que se van recogiendo en el lugar de los hechos demuestra la existencia de una compleja red donde se articula lo público y lo privado, lo individual y lo colectivo. Al evocar la memoria colectiva, también se es portavoz de los otros, se sienta un precedente para que los demás inicien su proceso de recuperación de la memoria personal y lo contrasten entre sí. En este sentido, el emprendimiento de Manuel Jesús constituye un acto ejemplar para todos los sujetos de la memoria.

Esta novela representa un esfuerzo por la recuperación de la memoria personal a partir de hechos cotidianos de diversa índole. Durante el proceso de reconstrucción de su memoria, Manuel Jesús hallará las claves para explicarse el presente. Por eso regresa a su pueblo natal, para ubicar el momento en que se echó a perder su vida. Manuel Jesús descubre que la clave de su tragedia personal está en la violenta historia de Pumaranra, en la historia de agresiones contra su familia y su padre, y en el desenlace fatal de su hermano Grimaldo, quien lideró una columna de subversivos. La reconstrucción, en un solo relato de la memoria, de estas historias dispersas es posible gracias a que su evocación les da continuidad y sentido integral. Ello se evidencia en el tono usado por el personaje principal y los narradores complementarios en algunos capítulos: no hay un ánimo de sentenciar, sino un esfuerzo por comprender.

Solo de esta manera, y luego de un balance del pasado, podría situar ese momento crítico y trabajar en su reparación después de comprender las circunstancias que lo produjeron. La reparación se realiza en el presente pero hurgando con transparencia en el pasado. Entiéndase el término «reparación» como un giro de sentido, una reinterpretación de los acontecimientos, una relectura de la historia o una sustitución de significados, todo ello producto del enjuiciamiento de los relatos que sobre la violencia ha logrado conocer y que han modificado su relato personal.

Es también la recuperación de la memoria colectiva de otros sujetos de la comunidad, a través de los recuerdos del protagonista principal. Así, un solo hombre encierra la historia de muchos hombres, lo cual destaca nuevamente los vínculos entre lo individual y lo colectivo. Retablo nos demuestra que «no solo se vive una vez» porque la memoria actualiza infinitamente el pasado, como refugio y evasión, pero también como un medio para iniciar un proceso de reparación del presente.
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REFLEJOS DE NOVELISTA

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A diferencia de la poesía, la novela en Arequipa ha sido históricamente un género muy poco cultivado. Si bien hay varios escritores arequipeños dedicados a la narrativa, dentro y fuera de la Ciudad Blanca, aún no tenemos una novela que dé cuenta de nuestra cotidianeidad, que recoja los relatos fundacionales o contemporáneos que hasta el presente subsisten en el imaginario colectivo local y regional. Sin embargo, el boom editorial de la última década contiene varias propuestas orientadas hacia los relatos de largo aliento. La editorial arequipeña Cascahuesos, a mi modo de ver, la que posee el catálogo más amplio de publicaciones literarias de los últimos diez años en Arequipa y la región sur, publicó en diciembre de 2010 la novela Espejos de humo de Gregorio Torres Santillana dentro de una serie dedicada a la narrativa.

Tuve la oportunidad de conocer al autor durante mis años de estudiante de Literatura en San Agustín y aunque no llegué a cursar ninguna materia con él, la impresión que me dejó fue la de un crítico e investigador muy agudo. Goyo, como le decíamos en confianza, había regresado de Lima luego de culminar la maestría en Literatura Latinoamericana en San Marcos y se incorporó como docente en la Escuela de Literatura de la UNSA. Los comentarios de los estudiantes siempre fueron favorables. Goyo le imprimió una saludable dosis de energía y motivación a quienes veían los estudios literarios como un objetivo académico posible, a pesar de que el grueso de los estudiantes de la escuela se empeñaba en mostrar al mundo entero que su destino era convertirse en poetas malditos, por lo cual veían la crítica literaria como quien observa un páramo agreste e infértil.

Goyo ha alternado la docencia con la creación y la crítica literaria. Su primer libro de cuentos El amor después del amor (2002) y el ensayo Polifonía del silencio (2006), del cual es coautor, me parecen lo más logrado de su producción. Su último libro, Espejos de humo no solo agrega una nueva publicación a su trayectoria como escritor de ficciones, sino que aporta a la literatura local y nacional una incursión en la novela, género que al menos en los linderos de Arequipa, no ha capturado la atención de los escritores como sí ocurre con la poesía y el cuento.

La novela está dividida en tres secciones. La primera “El equipo de la biblioteca” presenta el marco referencial de la historia, a través del narrador protagonista, el profesor Alonso, un catedrático de historia cuyo tren de vida es alterado cuando se le encomienda la restauración de la biblioteca del Convento de la Recoleta. Lo más destacado de los primeros capítulos es el ritmo de la prosa y los recursos del estilo como las descripciones algunas objetivas y detalladas propias de un cronista de oficio (“El edificio del convento es una bella pieza arquitectónica de sillar, madera y tejas de color ocre. La capilla del complejo tiene una sola torre de tres niveles que acaba en aguja como todas las de su género; las campanas ocupan el primer nivel; en el segundo destaca una reloj que siempre marca las tres en punto”), y otras metafóricas, más cercanas al artesano de las palabras (“Un moscardón azul vuela dejando una línea etérea con el zumbido. Se posa en el cristal de la ventana. Camina. Se mueve a control remoto”). Muestra también a los integrantes que conforman el equipo de restauración. Estudiantes universitarios con los que el profesor Alonso mantiene regular contacto fuera de las aulas y a los que eligió en virtud de sus cualidades académicas y por la confianza de una amistad fluida. Lo esencial de esta parte es que se anticipa el motivo de la caída en desgracia de todo el equipo de investigación: el hallazgo de un legajo cuyos documentos demuestran que en Arequipa se urdió una conspiración para asesinar al libertador Simón Bolívar.

En la siguiente sección, “El legajo encontrado”, se exponen los documentos en mención: el diario íntimo de la ejecutora del magnicidio, correspondencia entre los conspiradores y una serie de documentos oficiales (testimonios, declaraciones, comunicados, resoluciones, etc.) que ratifican y a la vez niegan la veracidad de la conspiración con la finalidad de proteger la institucionalidad de la naciente república. Es la parte más extensa de la novela donde se revelan los entretelones de la conspiración para asesinar a Bolívar y otros aspectos de la intimidad de Eva Medina San Miguel, quien llevaría a cabo la misión. La lectura de los documentos permite suplir la narración de todos los detalles históricos y cotidianos de la época que de otra manera habría sido muy complejo de contar desde una focalización narrativa presente, siguiendo el tiempo predominante en la primera parte. Por ese lado, la decisión de colocar los documentos para que estos hablen por sí mismo fue acertada. Sin embargo, el registro textual de los diarios de Eva Medina San Miguel no resulta verosímil, como sí lo son el estilo de las cartas dirigidas a los conspiradores y el de los documentos oficiales. El estilo de los diarios de la señora San Miguel (o señor según la identidad asumida para la misión) es demasiado contemporáneo y carente de los giros estilísticos y tópicos característicos de las memorias personales, sobre todo cuando se trata de los sujetos femeninos. Sus pasajes cautivan y refrescan el tedio de la revisión documental sobre todo cuando le añade cierta dosis de realismo maravilloso a sus confesiones de diario: la construcción de un barco en el río Chili, ordenada por el prefecto de Arequipa, Antonio Gutiérrez, para ganarse las buena fe de Bolívar; el éxtasis sexual en el que cayeron los hombres ante los aromas excitantes e irresistibles de una adolescente; y la aventura aérea de su hijo Paquito, quien desapareciera al pie de las montañas sin saberse nunca más de él.

Mis mayores reparos con la novela los encuentro en “Esquizofrenia”, la parte final. Me da la sensación que la historia hubiera sido recortada por lo apretado y sucinto de la narración. Noto una inusitada prisa por explicar de inmediato las terribles secuelas del hallazgo y difusión del legajo. Aquí la novela pierde en profundidad. Los protagonistas caen en desgracia mucho más rápido de lo que se explican los hechos. La brevedad de los capítulos juega en contra del desarrollo de la historia. La existencia de la Sociedad Sin Rostro no convence, no cuaja como elemento determinante en el desenlace de los personajes. Más allá de señalar que posee una gran red de poder e influencias, entre su aparición y el deterioro del equipo hay un trecho que de haberse narrado con mayor amplitud habría mantenido las expectativas del inicio: una novela histórica con trazos de narrativa policial.

Espejos de humo es una novela bien escrita, en una prosa funcional a la historia y a la caracterización de sus personajes; posee un despliegue acertado de técnicas narrativas y muestra un interesante trabajo de documentación que aporta verosimilitud al argumento. No obstante, lo ganado en el aspecto formal, particularmente la narración alternada, no favorece el desarrollo de la trama sino que más bien la diluye y fragmenta. La historia del descubrimiento de un legajo de documentos que revelan una conspiración para asesinar al libertador Simón Bolívar en Arequipa, de una oscura organización que protege ese secreto y del equipo de restauradores que lo halló es prometedora en tanto el narrador protagonista focaliza la historia o cuando se descentraliza en la perspectiva de otros personajes. Pero cuando el desarrollo ingresa a la tediosa revisión del legajo — la sección más extensa y por momentos más árida de todo la novela— la promesa de una novela policial plena de intrigas y conspiraciones se transforma en un relato que termina apurando su ritmo para dar coherencia a la historia. Los integrantes del equipo dirigido por el profesor Alonso no llegan a tomar vuelo propio. Su progresivo deterioro es demasiado abrupto. Merecían mayor protagonismo en función de las virtudes que los llevaron a conformar el equipo. El argumento exigía en el presente un desarrollo más detallado de las implicancias del revelador hallazgo. El giro final levanta las expectativas. Siembra dudas acerca de la veracidad de todo lo leído, por lo cual nos lleva a interrogarnos como lectores si es que el entusiasmo inicial de estar frente a una novela que se planteó el reto de contar la historia de una conspiración y sus secuelas doscientos años después no se cayó de las manos hacia final cuando nos enteramos que podría ser la elucubración de un insano mental.

Hay que reconocer el esfuerzo por ficcionalizar la Arequipa contemporánea alejándose de los tópicos recurrentes del sexo, drogas, licor y rock and roll. Me entusiasmaron los pasajes en los que se noveló la ciudad y sus espacios, y el trabajo de organización de la información histórica entremezclada con cierta dosis de ficción.

Espejos de humo prometía ser una lograda novela histórico-policial, pero al final se quedó como el juego escritural de un paciente internado en una clínica de rehabilitación mental. Pese a ello, su autor ha sentado un precedente que nos coloca ante el desafío de la novela en Arequipa: una novela de mayor aliento, sólida, amparada no sólo en la técnica sino también en la profundidad narrativa.

Lima, 22 de enero de 2012 Sigue leyendo

EL ALIENISTA DE LA CASA VERDE

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Las letras brasileras también tienen su «Casa Verde». El responsable de esta coincidencia es el escritor Machado de Assis. Sin embargo, a diferencia de la noctámbula, itinerante y endeble casa de don Anselmo y la Chunga, que congregaba a los Inconquistables y todo tipo de vagos y vividores, la Casa Verde del Dr. Simão Bacamarte no desborda de sensualidad, placer ni bullicio y muchos menos recibe de buen grado a parroquianos de ocasión. Todo lo contrario: nadie en su sano juicio iría por voluntad propia a su Casa Verde. Asimismo, los escenarios son distintos. No es el árido desierto piurano bañado por las cálidas aguas del Pacífico ecuatorial sino la densa floresta atlántica de Itaguaí en el estado de Río de Janeiro; y también la época, pues del Perú republicano de los años 40, nos trasladamos al periodo imperial del Brasil a mediados del siglo XIX. De igual modo, las personalidades de los protagonistas son absolutamente disímiles. El oportunismo picaresco de don Anselmo contrasta con la pasión intelectual del Dr. Bacamarte, por lo cual aquel sería recluido sin duda alguna en la Casa Verde el eminente médico de Itaguaí. Comparten, sí, el rechazo del pueblo donde se ubican y un estado de constante zozobra ante las amenazas de quienes desean desaparecerlas. Pero las que se ciernen sobre esta casa no son de índole religiosa, mas no por ello, menos fanáticas. Esta es la realidad que rodea la Casa Verde de El alienista (1882), tal como la concibió su autor.

Joaquin Maria Machado de Assis nació en el Morro do Livramento, en Río de Janeiro, el 21 de junio de 1839. Vivió sus primeros años en una modesta vivienda de una granja propiedad de su madrina, doña Maria José de Mendonça Barroso. Su infancia estuvo marcada por una frágil salud y un carácter tímido, a consecuencia de los periódicos ataques de epilepsia que padecía. En la adolescencia, trabajó como tipógrafo aprendiz en la Imprenta Nacional donde su amistad con el director Manuel Antônio de Almeida fue fundamental para su formación e ingreso a la escena literaria local. A partir de la publicación de sus poemas en «La Marmota», adquirió reconocimiento y frecuentó círculos literarios y periodísticos. Posteriormente, su trabajo como servidor público en el Ministerio de Viacão y su matrimonio con Carolina Augusta Xavier de Iovais —una cultivada señora portuguesa quien le brindó la estabilidad de una vida conyugal apacible y afectuosa, evitando que la epilepsia frustrase su carrera literaria— aseguraron que pudiera dedicarse plenamente a escribir. Ello explica el porqué la muerte de su esposa lo sumió en tan profunda depresión al punto que contaba los días para reencontrarse. Su deseo se cumplió en 1908 cuando el «Brujo de Cosme Velho», llamado así porque residía en el barrio de Cosme Velho, partió al encuentro de Carolina.

Es autor de Memórias Póstumas de Brás Cubas (1881), quizá su obra más famosa, Quincas Borba (1891) y Dom Casmurro (1899), entre una variedad de piezas narrativas, poéticas y teatrales. El alienista es un relato muy peculiar. Este cuento largo, casi una novela plantea una interrogación sobre la frontera entre la normalidad y la locura, colocándonos ante una cuestión desafiante: ¿quién está loco?, lo que, a su vez, implica una crítica al cientificismo positivista de fines de siglo XIX. Es una magnífica obra humorística sobre la locura y la sanidad. La trama pone de relieve la cuestión del poder. Se le considera el primer cuento realista de la literatura brasilera.

Cuenta la historia del eminente Dr. Simão Bacamarte, médico dedicado al estudio de la mente humana, quien decide construir la «Casa Verde», un hospicio para tratar a enfermos mentales en la pequeña ciudad de Itaguaí. En un estilo realista y fantástico al mismo tiempo, Machado de Assis desarrolla una historia sorprendente en la que se muestra al lector que todo es relativo, que la normalidad no siempre es aquello que la ciencia y los hechos pueden revelar de forma absoluta. El mayor acierto del relato es la combinación armónica entre humor, realismo y subjetividad.

En El alienista está muy presente el espíritu de la época, la total confianza en que la ciencia y la razón explicarían y solucionarían todos los problemas humanos, y la observación como método científico predilecto capaz de desentrañar los fenómenos más complejos de la naturaleza y la mente humana. Las ciencias humanas, en particular la psicología, no escaparon a este influjo. La idea de nación en las jóvenes repúblicas americanas estuvo apoyada fuertemente en el cientificismo positivista: progreso, desarrollo, civilización, ilustración, modernidad, racionalidad, etc. Este proyecto inclusive es posible rastrearlo en el caso del Brasil, desde el periodo imperial.

Machado de Assis le tomó el pulso al pensamiento ilustrado de la época con especial énfasis en el impacto que tuvo en las sociedades urbanas periféricas a las metrópolis coloniales como lo es Itaguaí respecto a Río de Janeiro a mediados del siglo XIX. En aquel momento, el cientificismo se presentó como un discurso posicionado en un grado cero de observación desde el cual cualquier sujeto adecuadamente formado en tal o cual disciplina lograría imponer una explicación precisa de los fenómenos de la naturaleza en virtud del prestigio que gozaba el saber científico y las credenciales académicas obtenidas en las mejores escuelas y universidades de la Colonia o de Europa. De esta manera, la explicación científica de los fenómenos físicos se trasladó sin más al estudio de los fenómenos de la mente humana, de modo que el margen de la interpretación propio de las ciencias del espíritu como las llamó Dilthey, fue tomado como una señal que inducía a indeterminaciones y subjetividades espúreas condenadas a eliminarse de toda investigación rigurosa que aspirase a ser considerada científica. El alienista retrata muy bien esta situación a través del Dr. Bacamarte y su obsesión por descubrir las causas de la locura, de su minuciosa observación de la conducta de los habitantes de Itaguaí y en las grandes facilidades que obtuvo por parte de las autoridades imperiales para proceder con sus investigaciones.

En la segunda mitad del siglo XIX, Europa atravesaba por una serie de transformaciones económicas, científicas e ideológicas que determinaron el surgimiento de una estética antirromántica. La nueva revolución industrial, animada por el cambio tecnológico y el progreso científico, no sólo modificó los procesos de producción, sino también la estructura económica, haciendo surgir una rica burguesía urbana, lujosa, poderosa y muy interesada en sintonizar con el espíritu de la época, es decir, con la modernidad y su punta de lanza, la ciencia, motor del progreso. Machado de Assis procedió a analizar su realidad a la luz de las nuevas teorías y corrientes filosóficas. Y es que el Realismo era una tendencia que respondía a esa necesidad, caracterizándose por la objetividad, impersonalidad, realismo, racionalismo, análisis psicológico de los individuos, verosimilitud, contemporaneidad y pesimismo al abordar la complejidad de la vida humana.

En este sentido, el aspecto más logrado de El alienista es el enfoque del narrador. Dispuesto como una voz en off neutral, externa, distante, pero a la vez objetiva y omnisciente, dosifica poco a poco la trama de la historia sin mayores requiebros ni artificios técnicos deslumbrantes. Este cuento-novela está diseñado con la precisión de un mecanismo que se echa a andar solo una vez que se activa. El narrador funge como un cronista que ha obtenido información sobre los sucesos que acontecieron en Itaguaí tiempo atrás y de la figura del Dr. Bacamarte y sus allegados mediante fuentes y documentos sobre los cuales manifiesta al lector que no puede garantizar su absoluta fidelidad y además que existen pasajes no muy claros que complementa con información oral, pero que hará el esfuerzo por estructurar una versión lo más fidedigna a los hechos reales. Esta confesión de parte del narrador es muy significativa porque sugiere la idea de que la fidelidad histórica es un ideal inalcanzable pese a la existencia de documentos, ya que las fuentes dan cuenta de datos contradictorios y diversos. La literatura, concretamente la novela, se ubica, por consiguiente, en una posición desde la cual subvierte la propuesta cientificista de que la realidad, en este caso un hecho histórico, pueda revelarse en toda su complejidad y, además, de que la magnitud del acontecimiento deba necesariamente justificar su narratividad. La obsesión científica del Dr. Bacamarte deja el plano individual para convertirse en un asunto de interés social por cuanto altera el curso de la cotidianeidad de la gente de Itaguaí, un pequeño poblado marginal en contraste a la metrópoli de Río de Janeiro.

¿Acaso la obsesión científica no es también pasible de calificarse como insania mental? ¿Es la razón es único medio para lograr la comprensión de la realidad y la explicación a todos los problemas humanos? La lectura de El alienista nos confronta con esta y otras interrogantes dentro de las cuales la más evidente es: ¿quién es el loco de Itaguaí? Sigue leyendo

TRAVESÍA LIBRESCA

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Salí en busca de un café para darme tiempo de organizar las notas que tomé sobre Río de Janeiro durante las últimas tres semanas y de una librería para adquirir las crónicas de Carlos Drummond de Andrade, últimamente reeditadas por la editorial Cosac Naify: Confissões de Minas (1974) y Passeios na ilha (1975). Esta pesquisa me condujo a la librería Travessa de Ipanema. Este local y el de Shopping Leblon son amplios, bien organizados y muy surtidos de libros. El de Ipanema es más pequeño, pero no menos acogedor y atractivo. De todas sus sucursales en Río, ambas merecen una visita obligatoria si nos animamos a una incursión libresca poco convencional. Luego de comprar los libros de Drummond (el poeta y cronista itabirano se está convirtiendo en una obsesión literaria como lo fueron César Moro y Mario Vargas Llosa) subí al Bazzar y no resistí la tentación de escribir una nota sobre el lugar, pese a que inicialmente vine con otros propósitos.

Travessa se ubica en la quinta cuadra de la Rua Visconde de Pirajá, una avenida que discurre por el sector más comercial y noctámbulo de Ipanema (la avenida Larco sería su equivalente miraflorino). Las áreas temáticas son diversas y están bien clasificadas, el catálogo virtual está a disposición de los visitantes y el personal de sala es atento y cordial. Cualquier lector interesado puede tomar un libro y leerlo tranquilamente en los confortables sofás cercanos a las estanterías sin mayor compromiso que cuidarlo y devolverlo a su lugar de origen. El que los libros no estén sellados por una cubierta plástica facilita su acceso a quien desee leerlos o simplemente darles una hojeada. En este sentido, lo más cercano a esta librería en Lima es El Virrey de Miguel Dasso en San Isidro. En contraste con El Crisol de Lima, la propuesta de Travessa es de lejos superior y mucho más interesante, ya que, a pesar que lo intenta reiteradamente, aquella sigue un modelo convencional de librería: solo vende libros u otros productos similares. Ofrece lo que le gusta a la gente, lo que circula en el mercado comercial limitado a unas cuantas editoriales, títulos y autores taquilleros que aseguren una venta fija.

Por el contrario, el concepto de Travessa va más allá de la venta de libros, pues fusiona las letras, la música, las artes visuales y la gastronomía. Y es que esta simpática librería es tanto o más visitada por el Bazzar Café que está en el segundo nivel, que por sus libros, CDs y películas. Si se nos antojara un despertar intelectual se puede desayunar un café da manhã, mientras se lee el diario o un libro, o disfrutar de una gustosa merienda a media tarde. El tiempo no apremia: las sucursales de Leblon e Ipanema atienden hasta las 23 horas. El nivel de la música ambiental no perturba, sino más bien complementa agradablemente la conversación y la lectura. Y no se piense que sólo se escucha bossanova, MPB, samba o pagode. En el preciso instante que trazo estas líneas, acaban de pasar de João Gilberto a Motown. En general, el ambiente es muy agradable y propicio para charlar a cualquier hora del día.

En el local principal del restaurante Bazzar en la Rua Barão da Torre se ha iniciado un proyecto que fusiona la gastronomía y las diversas formas de arte explorando los puntos de encuentro entre estas representaciones culturales. Para ello se ha montado la muestra «Bazzar em foto», donde diferentes artistas que utilizan la fotografía como lenguaje transportaron sus obras a un enorme panel localizado en la entrada del restaurante.

Los libros en promedio son caros. Pero también hay librerías de anticuarios que ofrecen una alternativa más económica con el agregado de una experiencia más íntima y retrospectiva. Si se gusta de los libros viejos y primeras ediciones hay que visitar Mar de Histórias en la calle Francisco Sá, Copacabana. Hace unos meses compré ediciones antiguas de las crónicas y poesías de Drummond y los cuentos completos de Rubem Fonseca. En esta ocasión, encontré Seleta en prosa e verso una edición crítica que reúne crónicas y poesía seleccionadas por el autor. El dueño me mostró la primera edición de Fazendeiro do Ar (1955) editada por José Olympio, agotada y aun no reeditada, y otra edición príncipe autografiada de Contos de aprendiz (1951). Ambos ejemplares se vendían a casi el doble de lo que cuestan otras reediciones de Drummond en las librerías. El librero me comentó que los nietos de Drummond, quienes viven a un par de cuadras en el departamento que habitara el poeta a la altura del puesto 6 de Copacabana, visitan a menudo su librería.

Ahora me dispongo a terminar las tareas pendientes, me quedan unos cuantos días más en Río para redondear notas, artículos y crónicas, y con ello doy fin a mis travesías en la «Ciudad Maravillosa» temporalmente. La próxima semana nos vemos desde la «Ciudad de la Furia»: Buenos Aires.

Ipanema, 3 de enero de 2012 Sigue leyendo