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LIBROS DE TEXAO EDITORES

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Pretextos para marcar la cancha
Carlos Rivera (comp.)
Texao Editores
Arequipa, 2014

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Carlos Rivera viene realizando desde 2010 una nutrida actividad  como gestor cultural a través de la Asociación Cultural La casa de cartón de la cual es fundador y presidente. Ha compilado los textos que integran Arequipa y el escribidor. Homenaje a Mario Vargas Llosa Premio Nobel de Literatura 2010 (Cascahuesos, 2012), Eusebio Quiroz Paz Soldán. Entre Arequipa y la historia (Cascahuesos, 2014) y poco antes de terminar este año, Pretextos para marcar la cancha (Texao, 2014), publicación que además significa el debut de Rivera como editor.

Seleccionar y editar los textos que formarán parte de una publicación colectiva, aunque compartan un tema general, no es tarea sencilla para un compilador. No obstante, en comparación con sus predecesoras, Pretextos para marcar la cancha combina una acertada distribución de secciones cuyos textos se aproximan al fútbol como pasión, drama y controversia. Asimismo, se advierte un cuidado de edición más riguroso.

«Disparo inatajable» de Pedro Novoa nos coloca ante un francotirador que ejecuta a un jugador en el preciso instante en que este va a cobrar un penal. El manejo de suspenso es superlativo en este cuento. «Tiempo suplementario» de Goyo Torres narra la historia de un talentoso futbolista que decide clausurar su carrera de una manera dramática. «Tarek y el Real Madrid», de Giovanni Barletti muestra una perspectiva menos localista y más cosmopolita del fútbol como experiencia globalizada y heterogénea. «El misterioso caso de Cuchito Díaz» de Jasson Ticona nos introduce en la trágica existencia que aguarda a un futbolista que se aleja de lo que mejor sabe hacer. «Bravío corazón», de Hélard Fuentes cierra el gramado literario pero sin el gesto técnico ni la consistencia del resto de cuentos que, aparte de los mencionados, son recomendables.

El futbolista como personaje de su propia historia de vida es el eje temático de las crónicas. Carlos Rivera examina críticamente la trayectoria Messi a contrapelo de Pelé, Maradona y otros genios del balón; Eloy Jáuregui presenta una semblanza de Lolo Fernández, un contrapunto entre sus orígenes, gloria y ocaso. Junto a Leandro Fernández, quien reconstruye la llegada del Santos de Pelé a Arequipa, y la Roberto Castro sobre el portero mistiano Jorge Pardón son las más notables de este apartado titulado «Confesiones de fe».

Entre las lecturas críticas, destaco los ensayos de José Luis Ramos y José Luis Vargas. Ramos interpela el fútbol devenido mercancía de consumo en desmedro de la competencia deportiva; no menos confrontacional, Vargas encuadra el fútbol espectáculo dentro del hedonismo posmoderno.

Pretextos para marcar la cancha, segunda publicación de Texao Editores, nos ofrece una variopinta muestra de relatos y ensayos sobre el fútbol desde una mirada pasional y otras veces, justificadamente crítica.

¿Cómo redactar la tesis y el artículo científico
según el estilo APA?
Aspectos prácticos para su aplicación
Dennis Arias Chávez
Julio César Huamaní Cahua
Texao Editores
Arequipa, 2014

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La producción de artículos científicos en la universidad es una exigencia académica que involucra a cualquier profesional de ciencias experimentales o puras, ciencias sociales y humanidades. Sin embargo, en nuestro país, esta exigencia se cumple de manera muy irregular.

¿Cómo redactar la tesis y el artículo científico según el estilo APA? (Texao, 2014) es un manual útil para el estudiante de pregrado, así como para el profesional interesado en la redacción de textos académicos destinados a publicarse en revistas científicas de alto impacto.

Emplear un estilo estandarizado de citación es mucho más que aplicar un formato a un trabajo de investigación; es, además, un modo de organizar la escritura de un tipo de textos que requieren precisión y rigurosidad en la distinción de lo que aporta el investigador y lo que este acopia durante su trabajo. Con frecuencia, muchos estudiantes  incurren involuntariamente en situaciones de plagio debido a que desconocen las normas básicas  de citado y referencias.

Esta primera publicación de Texao Editores brinda una guía sencilla y didáctica que con certeza interesará no solo a estudiantes y profesionales, sino también a instituciones educativas superiores con proyección a la acreditación académica internacional.

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Y QUÉ IMPORTA EL AUTOR…

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Publicado en Diario Noticias de Arequipa, lunes 22 de abril de 2013

En “¿Qué es un autor?”, Michel Foucault trazó una genealogía del concepto. Allí expuso que esta idea adquirió importancia no hace mucho en realidad, sino a partir del siglo XVIII como consecuencia de sancionar eventualmente al responsable de la escritura de un texto cuando el contenido se considerase peligroso para el poder.  Antes de ese periodo, no importaba mucho quién había producido un texto, salvo para refrendar el valor de un texto propio apelando a una figura de autoridad. Foucault sostiene que la función autor consiste en agrupar un corpus textual bajo la pertenencia a un sujeto, a quien se le atribuye la propiedad, creación y sentido del texto. Su aparición, explica, se debió a la necesidad de identificar al sujeto que produjo un texto cuyo contenido se considerase una amenaza, a fin de sancionarlo. Pero acota que no a todos los textos por igual se les asigna la función autor, pues en ello influyen «una serie de operaciones específicas y complejas». Es decir, que la importancia de saber quién es el autor de un texto se limita a satisfacer, primero, la pregunta por el origen del sentido textual, segundo, la eventual sanción si es que tal sentido constituyera una amenaza, y tercero, que la asignación de autoría es un proceso instaurado desde el poder. Asignar la pertenencia de uno o varios textos a un autor sirvió, entre otras cosas, para justificar cierta homogeneidad en el sentido y estilo, un aire de familiar sobre un cuerpo de textos. Foucault concluye que la función autor obstaculiza el análisis de los modos de enunciación de un discurso.

Foucault hace hincapié en el estatuto otorgado por la función autor. Digamos que Esquilo no fue un autor en el mismo sentido que lo fue Zola. Hubo algo a través de la historia que dio densidad a la función autor. Fue la convicción moderna de que la razón facultaba al ser humano de un conocimiento total de la realidad. Por ello no es casual que la función autor emergiera a finales del siglo XVIII y principios del XIX, durante el apogeo del Iluminismo. La crisis del Iluminismo y su confianza en que el ser humano dotado de razón podía conocerlo todo contribuyeron a que la apelación al autor para interpretar la obra fuera progresivamente sustituida a favor del texto, el contexto, el inconsciente, el lector, etc. De modo que la invocación al autor para explicar el sentido de un texto es un resabio de la fe perdida en la razón iluminista.

La polémica “andinos vs. criollos” suscitada hace un par de años durante el Encuentro de Narradores Peruanos en Madrid dejó un saldo nada favorable para los autores involucrados. Las que sí quedaron indemnes, felizmente, fueron sus obras. Incluso críticos como Julio Ortega, Alonso Alegría y José Miguel Oviedo ingresaron a la espiral de diatribas, dimes y diretes. Esa polémica evidenció una de las batallas discursivas más intensas en el campo intelectual contemporáneo: la condición de ser-escritor. Hay muchos autores, pero no todos son escritores. El estatuto otorgado al autor fue precisamente la condición de escritor. Esta condición, lejos de estar definida unilateralmente por el autor, es resultado de cierta demanda social que el aspirante a escritor no puede ignorar. En otras palabras, el modo cómo se valora al sujeto escritor revela más, mucho más, de la manera en que se organiza una sociedad en torno a la producción de saberes que del significado de sus obras. Revela, entre otros aspectos, que aún no se supera la fe en hallar un sentido primordial, en responsabilizar una falta, en corporeizar lo que se interpreta como transgresión o simplemente desagradable; en síntesis, los procedimientos que limitan el acceso al estatuto de escritor.

En Campo de poder, campo intelectual, Pierre Bourdieu desarrolla ampliamente la idea de que el autor no se conecta de modo directo a la sociedad, ni siquiera a su clase social de origen, sino que existe una interfaz, el campo intelectual, que funciona como mediador entre el autor y la sociedad. Y ese campo intelectual es la condición “autor-escritor”, como mencioné anteriormente, espacio donde se libran intensas confrontaciones que se resumen en “¿quién es (puede/merece) ser o no escritor?”.

Y Roland Barthes también aporta lo suyo. En “La muerte del autor”, anota que “la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe”. Luego de explicar que la noción de autor fue resultado del culto moderno al individuo, y de criticar su vigencia, propone que el que habla es el lenguaje y no el autor. No es el autor el que nos ofrece sus confidencias a través de la literatura, sino que cuando comienza a escribir “la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte […]”. “Darle a un texto un Autor es imponerle un seguro, proveerlo de un significado último, cerrar la escritura”.

La pregunta por cómo se conducen los escritores en su vida pública o cuan modestos o petulantes son no reviste ninguna importancia —salvo anecdótica en cuyo caso biógrafos y cronistas disponen de un vasto material— para la crítica literaria. Los vicios o virtudes de un artista no deberían ser criterio para valorar sus obras. ¿Dejaremos de leer Ser y Tiempo de Martin Heidegger porque fue militante del partido Nazi y delator de colegas judíos en la universidad? ¿A Borges porque no emplazó con firmeza la dictadura de la Junta Militar en Argentina mientras desaparecían intelectuales disidentes? ¿A Céline por su antisemitismo? (Por lo menos en estos casos se suele descalificarlos por cuestiones muy serias y no por su vestimenta, carisma o antipatía). Quienes se dedican a la creación artística deberían tener bien claro que una vez puesta en circulación sus obras, en cierto sentido, dejan de pertenecerles y que el significado otorgado durante el proceso creativo no es cosa juzgada, porque será el lector o espectador quien con toda su experiencia acumulada renegociará el sentido de la obra.

Detrás de esa pregunta subyace otra: ¿quién merece ser llamado escritor? No obstante, la pregunta final de Carlos Rivera, “¿Y la poesía arequipeña cómo está?”, coloca la agenda crítica en un camino más fructífero que evaluar el atuendo de los poetas. Porque prolongar esta discusión postergará todavía más un diagnóstico urgente sobre la producción literaria surperuana que tiene en Arequipa uno de los centros editoriales más importantes de la región. Pero si, por el contrario, creadores y lectores se empecinan en superponer la figura del autor a su obra, la crítica se convertirá en una colección de agravios, chismes, y lo que es peor, en un intercambio sensiblero de moralina, ni siquiera sobre el texto, lo cual es ya bastante inocuo, sino sobre la conducta de su autor, es decir, el revés de la crítica.

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MARIO YA TIENE QUIEN LE ESCRIBA

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Arequipa y el escribidor. Homenaje a Mario Vargas Llosa
Premio Nobel de Literatura 2010
Carlos Rivera (compilador)
Arequipa, 2012
Cascahuesos

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En marzo de 2011, Carlos Rivera tuvo la gentileza de invitarme a participar de un conversatorio en torno al pensamiento político de Mario Vargas Llosa. Se trataba de un encuentro posterior a otro en el que se abordaron los aspectos literarios de su obra. En ese instante surgió una gran amistad que tuvo como bisagra nuestra común admiración, aunque sin concesiones, por la obra de Mario Vargas Llosa. Un mes después me extendió otra invitación para colaborar en el libro homenaje Arequipa y el escribidor (2011), con motivo del Premio Nobel de Literatura otorgado al autor de La ciudad y los perros, cuya compilación de artículos estuvo a su cargo.

Sin embargo, la prisa por llevar adelante la edición en el tiempo más breve se revirtió en su contra. En aquella oportunidad, se imprimió el libro con muchos errores tipográficos y sin un adecuado trabajo de edición. Si bien Carlos Rivera fue responsable de la publicación, lo cierto es que el presupuesto destinado por el Gobierno Regional no cubría los gastos que exigía la edición y publicación del libro homenaje.

Poco más de un año después, Carlos relanza una segunda edición revisada y ampliada. Algunos textos fueron reemplazados y otros incorporados, como es el caso del discurso que el Dr. Eusebio Quiroz Paz-Soldán leyera durante el homenaje a Mario Vargas Llosa en su primera visita a Arequipa luego de obtener el Premio Nobel de Literatura 2010. Yo participo con un ensayo en el que sustento una relación que pasó desapercibida para la crítica literaria: el pensamiento político y la teoría de la novela de Mario Vargas Llosa. El siguiente ensayo de Henry Rivas rastrea la relación del individuo frente al poder a través de algunas novelas emblemáticas como La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral y El paraíso en la otra esquina. Juan Carlos Valdivia Cano polemiza con el crítico Willard Díaz acerca de las lecturas jurídicas de la literatura. Y pese a que no se trata de un tema directamente vinculado a la obra de Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Valdivia recurre a algunos tópicos vargasllosianos, discutibles desde la teoría literaria contemporánea, como la crítica biográfica. Orlando Mazeyra nos ofrece una crónica sobre la biblioteca de Mario Vargas Llosa en su casa de Barranco, escrita con denodada pasión. Mario Rommel Arce traza una semblanza de Belisario Llosa, un ilustre antepasado de Mario Vargas Llosa, a través del cual se pueden seguir las inquietudes político-literarias que constituyen las coordenadas de su obra. La escueta semblanza de Ángela Delgado merecía un desarrollo más amplio y menos frívolo a mi modo de ver. Los textos que posiblemente resulten más atractivos para el lector interesado en el ser humano detrás del novelista son las crónicas de Carlos Rivera, Jose Luis Vargas, Cristhian Ticona y Jorge Turpo Rivas. Las entrevistas de Juan Carlos Soto y José Carlos Mestas completan el panorama con aproximaciones a tópicos bastante explorados sobre la vida y obra de Mario Vargas Llosa. Un relato del escritor César Augusto Álvarez Téllez, extraído de su libro Pimienta caliente, cierra este libro homenaje.

El valor de Arequipa y el escribidor radica en la puesta en escena de lo que cada autor decidió mostrar a partir de nuestra admiración por Mario Vargas Llosa. En cierto sentido, cada uno de nosotros pone al alcance del lector una versión personal del Mario Vargas Llosa que nos cautiva: el novelista, el crítico, el político, el ser humano, el periodista, el intelectual generador de debates, etc. Carlos Rivera, a pesar de las dificultades, logró rectificar la primera edición, y concentrar este sincero esfuerzo de su parte como compilador, la dedicación de José Córdova como editor y de los autores que llevamos adelante una iniciativa que no podía ignorarse.

No es que desee clausurar el tema Vargas Llosa, pero urge descentralizar la atención hacia otros autores y textos que también merecen estudios y discusión, pues Mario ya tiene quien le escriba desde Arequipa.
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LA CULTURA ES LA SONRISA

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A Carlos Rivera y a los entusiastas integrantes de La casa de cartón

A los pocos días que llegué a Córdoba, una compañera del doctorado me llevó al Cine Club Municipal Hugo del Carril, donde una entusiasta asociación de amigos colabora con la sostenibilidad del cine club. Y lo hacen muy bien, pues cada mes se exhibe un atractivo ciclo de películas organizadas temáticamente y por director (para este mes está programado un excelente ciclo de Jean-Luc Godard, David Lynch y una muestra de cine rumano contemporáneo). También se imparten cursos sobre el cine y su relación con otras artes dictados por profesores universitarios y especialistas en la materia. La Asociación Amigos del Cine Club Municipal, fundada en marzo de 2002, es una entidad civil sin fines de lucro que apoya la administración de este espacio cultural cuyo emprendimiento fue una iniciativa de la Municipalidad de Córdoba. Luego de diez años, están plenamente convencidos de que con creatividad, talento y voluntad es posible superar los escollos que usualmente encuentran quienes emprenden una tarea a favor de la cultura.

El Cineclub Municipal Hugo del Carril abrió sus puertas en marzo del 2001, continuando la conocida tradición cineclubista cordobesa y devolviendo a la comunidad una propuesta periférica al circuito de exhibición comercial, única en el país. El proyecto incluyó la recuperación de un edificio histórico de la ciudad, con una ubicación privilegiada, se acondicionó la sala de exhibiciones con capacidad para 200 personas y se la equipó con la tecnología necesaria para proyectar hasta cinco formatos diferentes, ofreciendo al espectador la misma experiencia cinematográfica que cualquier sala del país. La inscripción anual cuesta 115 pesos, 70 soles aproximadamente, y la mensual 35 pesos, que serían alrededor de 20 soles. Ese pago permite a los socios asistir a las funciones cuantas veces quisieran abonando solamente 1 peso (70 céntimos) por concepto de impuestos. Aparte, dispone de una biblioteca con abundantes libros sobre cine y películas que los socios pueden consultar en sala o en domicilio. En el «Quentin Cafe», pequeño pero acogedor, se puede conversar mientras se espera la función o comentar el filme acabado de ver. La página web está muy bien diseñada y correctamente actualizada. Me llamó mucho la atención el lenguaje metafórico y las referencias cinéfilas: «Gimnasio cinematográfico Cero en Conducta», «Biblioteca Los 39 escalones», Ciclo «Pasión de los fuertes», «Extraños en el paraíso», para indicar la presencia de los músicos en el cine, etc.

En Córdoba hay varios multicines. Nada los diferencia de los que hay en Arequipa o Lima, tanto en los costos, la masiva asistencia de público y la monótona cartelera comercial que posterga «ese otro cine» que mucha gente quisiera ver, porque no es cierto que el acceso al cine, la literatura, el teatro y las artes en general tenga que ser oneroso para el bolsillo del ciudadano o que este posea una formación erudita que lo califique para asistir.

Entonces, ¿qué sucede en países como Argentina, Venezuela, Cuba, por citar algunos ejemplos, donde la crisis económica no ha obstaculizado el emprendimiento de actividades culturales de gran envergadura? La Feria del Libro de Buenos Aires figura entre las más importantes del mundo, así como el Festival de Jazz de La Habana que anualmente convoca en la isla a destacados músicos de todo el planeta. ¿Por qué a pesar de la notable recuperación económica nos encontramos tan rezagados al respecto?

Ocurre que en el Perú durante mucho tiempo las artes y las letras han sido entendidas como un gasto, un lujo, un producto suntuoso solo para gente bien educada y de refinado gusto. En consecuencia, la gestión cultural ha sido malentendida por quienes han tenido o tienen a su cargo una función pública relacionada con la difusión cultural. El reciente desarrollo económico que ha conllevado la emergencia de un amplio sector de la población que ha salido de la pobreza no se ha traducido en una masificación del acceso de la ciudadanía a la cultura ni en la reducción sustantiva de los preocupantes índices de comprensión de lectura ni en la mejora de la educación pública escolar o universitaria. El argumento de que la calidad depende del precio es desbaratado por la triste realidad en la que están sumidas la educación y la cultura hoy en el Perú: las universidades particulares creadas al amparo de una ley promulgada durante el fujimorato que promovía la inversión privada en educación ofrecen una formación muy endeble y más bien han convertido en un negocio muy rentable la necesidad aspiracional de ser universitario en el Perú. En suma, el crecimiento económico ha sido inversamente proporcional a la democratización del acceso a los espacios culturales.

Que en Trujillo se haya recuperado la feria del libro, que en Lima la Casa de la Literatura Peruana se mantenga muy activa o que Arequipa cuente con una feria internacional del libro rumbo a su cuarta edición no debería hacernos perder la perspectiva del abandono en que se halla la cultura por parte del Estado. (A riesgo de ser malinterpretado, aclaro que utilizo una noción bastante reductiva de cultura para referirme a la producción artística en general. Porque ningún ser humano carece de cultura en el sentido de experiencia de la realidad). Y menos aún si considerásemos a Mistura como el non plus ultra de nuestra identidad cultural.

La manera como desde el Estado se ha abordado la cultura recientemente va por el lado de la imagen y el mercado. La designación de Susana Baca como ministra de Cultura lamentablemente no fue la mejor elección: un artista que aprecie su arte debe ser artista a tiempo completo, lo mismo que un funcionario del Ejecutivo. El legado cultural del gobierno aprista —muy bien acogido por el empresariado nacional— ha sido convertir al Perú en una marca para beneplácito del capital y de la opinión pública que se siente muy cómoda depositando su identidad en una copa de pisco o en un plato de bandera.

Algunas iniciativas ciudadanas han sido importantes, pero aportan todavía muy poco, pese al denodado entusiasmo que anima a sus integrantes, si es que no se articulan con las instituciones de la sociedad civil. Durante los años universitarios, fui testigo del empuje de varios compañeros que se las ingeniaban para sacar adelante conciertos, recitales, presentaciones de libros, seminarios y congresos nacionales. Y después lo constaté en mis esporádicas visitas con la aparición de colectivos literarios en Arequipa que periódicamente organizaban eventos en los que se encontraban diversos grupos y artistas jóvenes de la ciudad. Una de las iniciativas más activas que conozco es la de La casa de cartón, asociación cultural dirigida por Carlos Rivera, quien junto a varios jóvenes voluntarios constantemente organiza eventos culturales en los que en varias oportunidades tuve el placer de participar. El apoyo brindado por los centros culturales dio mayor continuidad a estos proyectos. Es así que el mayor esfuerzo en Arequipa a favor de la cultura confluyó en Artequipa, una asociación sin fines de lucro que integra a instituciones académicas y culturales de la ciudad.

Un verdadero trabajo de gestión cultural —como el que viene realizando La casa de cartón y Artequipa— persuade a la ciudadanía acerca del lugar que debería concederle a la cultura en su vida diaria: un encuentro con la diversidad que nos rodea y una forma de educarnos en el saber como vivencia del otro. Sigue leyendo