Archivo por meses: febrero 2010

Invictus (2009)

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Una característica recurrente en los filmes de Clint Eastwood es la emotividad de las historias narradas. Las tramas que desarrolla son conmovedoras, dramáticas y muy humanas. Los personajes que Eastwood coloca en escena sufren porque se enfrentan a dilemas vitales que no siempre resuelven con éxito, pero que, de todas formas, capturan al espectador por la intensidad con la cual se entregan para concretar sus ideales, lo cual deja la sensación que vencieron, a pesar de perder. Es la lucha y no el resultado lo que define el éxito de su empresa. Sucedió así con la aguerrida boxeadora de Million Dollar Baby, con el soldado japonés de Cartas desde Iwo Jima y los soldados americanos de la cinta complementaria Flags of our fathers, con la madre que busca incansablemente a su hijo en The changelling, con el viejo testarudo y gruñón de Gran Torino, y con tantos otros personajes de la vasta producción de este veterano actor y director.

En el caso de Invictus (2009), la adversidad es superada sobre la base de la entrega de toda una nación por una causa que no todos los involucrados comparten al inicio. La cinta se inspira en un episodio real de la historia reciente de la Sudáfrica post apartheid, luego de que el activista político y defensor de los derechos de la población negra, Nelson Mandela, fuera elegido presidente de su país poco tiempo después de su liberación. Mandela propuso al capitán de los Springboks, Francois Pienaar, ganar la Copa Mundial de Rugby con la finalidad de unir a una nación escindida entre las expectativas de la población negra y los temores de la minoría blanca. Esta historia fue narrada por John Carlin en su libro Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game That Changed a Nation (El factor humano en la edición en español) el cual fue adaptado para el guion de la película.

Eastwood sigue apostando a la fórmula que mejores resultados le ha dado en los últimos años: el desarrollo de una historia dramática que coloca a los protagonistas en situaciones extremas. Es en este punto donde la película destaca notablemente, ya que conmueve e invita a la reflexión: ¿es posible lograr que las personas cambien su perspectiva acerca del otro? ¿qué debe suceder para que el otro no sea percibido necesariamente como una amenaza? ¿es realista aspirar a la reconciliación prescindiendo del perdón y la venganza? Estas interrogantes asaltan al espectador desde las primeras escenas donde se aprecia que las secuelas del apartheid han dejado heridas abiertas en una sociedad en la que la minoría blanca se resiste al cambio inminente y la mayoría negra demanda un giro más agresivo.

No obstante, en lo estrictamente cinematográfico no se encuentra un despliegue técnico desbordante. No es en este aspecto donde deberíamos indagar por las virtudes de Invictus. No quiero decir que técnicamente la película sea deficiente, sino que lo dispuesto funciona dentro de los límites previstos por el director, es decir, ofrecer de la manera más transparente y directa posible la historia a narrar y colocar en primer plano el drama personal del protagonista y el drama social de la nación. Sin embargo, merece destacarse el trabajo de las locaciones exteriores y la dirección de tuvo a su cargo la coordinación de las multitudes en los momentos de mayor trascendencia. Las escenas en los estadios cumplieron con transmitir el efecto emocional y la contundencia propios de un instante en que el fervor ensordecedor de la masa se confundía con el repudio de los que no aceptaban el cambio social.

Además del tema que aborda el filme, otro aspecto destacable tiene que ver con la interpretación de Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela. No es la primera vez que este actor trabaja con Eastwood, pues lo hizo antes en The Unforgiven (Sin perdón) y Million Dollar Baby. En esta ocasión, Freeman le imprime a su personaje todas las marcas que hacen notable su interpretación: parsimonia, determinación, humor nostálgico e ironía. Precisamente, Freeman contó en una entrevista que cuando conoció a Mandela años atrás, este le pidió que lo interpretara si es que, en algún momento, se diera la oportunidad. En segundo lugar, resalta la actuación de Tony Kgoroge en el papel del jefe de seguridad de Mandela, Jason Tshabalala. Su reticencia a olvidar los vejámenes sufridos por la población negra lo lleva a aceptar a regañadientes la orden de trabajar con los agentes de seguridad del ex presidente De Klerk quienes, posiblemente, asesinaron a sus compañeros en la lucha contra la discriminación. Su preocupación por la seguridad el presidente Mandela se convierte en una constante obsesión, la cual lo tensiona e impide que se dé un tiempo para relajarse. Su expresión es dura, sufrida, pero, a la vez, revanchista y transita en medio de la fidelidad a su labor, la búsqueda de una razón que justifique su trabajo o un pretexto que amerite castigar a los oficiales blancos con quienes se rehusó a trabajar en un principio.

Matt Damon interpreta del papel de Francois Pienaar, capitán del equipo sudafricano de rugby al que se conoce como los Springboks. Pese a que ocupa un lugar expectante en la trama, la actuación de Damon carece de intensidad. Su participación fue muy discreta; se lo notó distante del personaje, contrariamente a lo expresado por Freeman. No transmitió la vibración y el arrojo propios de un líder o de un caudillo; más bien, se le vio muy sereno y reflexivo. Considero que no es válida la crítica que lo descarta por no poseer el biotipo del verdadero Francois Pienaar (Damon es más bajo de estatura que el capitán de los Springboks). De acuerdo con este argumento, también descalificaríamos la interpretación de Morgan Freeman quien es notablemente más alto que Mandela. Una actuación sobresaliente puede compensar con creces una caracterización que tal vez no haya sido muy exacta con el personaje real.

Invictus es un ejemplo de cómo lo político influye de manera determinante sobre lo sociocultural. Un Estado que no es capaz de reconocer las libertades políticas de sus ciudadanos y que además se encuentre dividido por las diferencias culturales es un Estado inviable y condenado a la fragmentación o a la tensa convivencia. Casi siempre, deriva en un Estado represor en el que las desigualdades sociales se acrecientan dentro de una espiral de violencia en la que las partes enfrentadas obstaculizan la solución del problema. La virtud de Mandela estuvo en su capacidad para moderar las comprensibles demandas de la población negra frente al poder fáctico que, en algunos sectores, todavía era controlado por la minoría blanca. Mandela era conciente de que necesitaba de ellos para iniciar la transición hacia la consecución de las libertades políticas y entre ellas la progresiva reducción del racismo en Sudáfrica.

Para lograr ello es indispensable que los ciudadanos se organicen espontáneamente en torno a instituciones para mediar entre el individuo y el Estado. El acierto de Mandela fue no ceder a la tentación de disolver a los Springboks, a pesar de que el rugby y este equipo eran considerados por la población negra como emblemas del apartheid. Por ello, es que colocó todo su esfuerzo en potenciar el equipo nacional de rugby, pues se trataba de una institución social de amplia base y con una capacidad de convocatoria tan horizontal que atravesaba todos los estratos de la sociedad. Es decir, se dio cuenta de que mientras más amplias e incluyentes sean las instituciones de la sociedad civil, las diferencias particulares se irán diluyendo a favor de un interés grupal mayor. No subestimó las cualidades del deporte como institución social, sobre todo la libre asociación basada en lazos emotivos y en el sentimiento de pertenecer a una nación.

Desde la antropología y el psicoanálisis, se ha explicado el fútbol y otros deportes similares como una sublimación de las luchas tribales. Los individuos dejan de lado sus particularidades y se integran al equipo-tribu para enfrentarse a otro grupo rival. El capitán-caudillo es quien arenga a sus combatientes y quien debe estar al frente y sacrificar su bienestar. Este es el vínculo que permite establecer alianzas entre individuos y grupos adversarios: la comprensión de que existe un rival más poderoso que los amenaza y la existencia de un líder que encausa sus inquietudes.

La impresión más importante que me deja este filme está en la actitud ejemplar de los líderes que cargan con la responsabilidad de conducir cambios sociales impostergables, pero que sopesan la presión social con razón y no con pasión. A esta la dejan para que libremente anime a la población y sirva como instrumento para diluir las diferencias y, por consiguiente, entregarse a un sentimiento universal presente en todos los seres humanos: el compartir la alegría por la victoria

FICHA TÉCNICA

Título: Invictus
Nacionalidad: EE.UU.
Año: 2009
Duración: 134 min
Género: Biográfica, De autor, Drama
Color: Color
Fecha de estreno: 29/01/2010
Director: Clint Eastwood

Guión: Anthony Peckham, basado en el libro “El factor humano” de John Carlin
Intérpretes: Morgan Freeman, Matt Damon, Patrick Mofokeng, Tony Kgoroge, Julian Lewis Jones
Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens
Fotografía: Tom Stern
Montaje: Joel Cox y Gary Roach
Distribuidora: Warner Bros.
Web: http://invictusmovie.warnerbros.com

ENLACES DE INTERÉS

Invictus – Ricardo Bedoya

Invictus (2009) – Blanca Vásquez – Cinencuentro

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La teta asustada entre las nominadas al Óscar

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Es la noticia más gratificante de la semana. Si bien el Perú no estará presente en la Copa Mundial de Sudáfrica 2010, nos sobran motivos de orgullo para creer que el cine nacional puede llegar muy lejos. Cuando Claudia Llosa recibió el Oso de Oro en la Berlinale, los elogios no se hicieron esperar (así como tampoco las críticas mezquinas, tan comunes en nuestro país, y las sobreinterpretaciones políticas y conspirativas). Sin embargo, aquel premio no sería más que el inicio de una serie de nominaciones y triunfos que constantemente reavivarían el interés de una nación sedienta de triunfos por conocer a los artífices de esta existosa cinta: Claudia Llosa y Magaly Solier.

El Perú no es un mercado que se caracterice por una masiva asistencia a los cines ni por una cultura cinéfila de alta sensibilidad en los espectadores (como sucede en Francia, por ejemplo). Al contrario, nuestra industria cinematográfica se basa en un 90% en la importación de estrenos taquilleros y, recientemente, en la proyección de cintas nacionales, algunas más logradas que otras, pero que, en resumidas cuentas, apuesta por la difusión del cine nacional.

No obstante, los galardones obtenidos por La teta asustada (The milk of sorrow dentro de la nominación al Oscar) podría iniciar un cambio en la sensibilidad de los espectadores promedio en el Perú, cuya gran mayoría consume piratería en la comodidad de su hogar. No se entienda por esto una transformación radical que conduzca al espectador a manifestarse como entendido en la materia, sino por sentirse atraído por ver filmes en su entorno más apropiado: el cine.

Ello también debe llamar a la reflexión a las cadenas de distribución de cintas en las salas peruanas (¿o sobre todo limeñas deberíamos decir?). Es inconcebible que en el Cusco no existan salas de cine que exhiban los estrenos del momento. Argumentar que no es plaza rentable me parecería descabellado. La teta asustada recaudó 720.000 dólares durante todo el tiempo que estuvo en cartelera (la inversión fue de 1.2 millones de dólares). Estoy más que seguro de que, si existieran más salas en las principales ciudades del interior, se hubiera superado.

Respecto a la nominación, me llama la atención que La teta asustada compita bajo el nombre de The milk of sorrow (La leche de la tristeza). ¿Por qué? Cuando Anne Hathaway anunció a la película de Claudia Llosa como una de las nominadas en la categoría de mejor película extranjera, las otras cintas fueron mencionadas según el idioma de procedencia. Cuestiones menores.

El panorama no es muy sencillo para La teta asustada. The white ribbon (Alemania) (Das weisse band), Un prophéte (Francia) y El secreto de sus ojos (Argentina) vienen con muy buenas referencias y premiaciones. No obstante, para la Academia de Hollywood, resulta importante otorgar el premio a una cinta cuya trama y realización diste mucho de lo que caracteriza a la Meca del cine contemporáneo.

De todas formas, la manera en que el Perú observará la premiación del Óscar en este año no será la misma de siempre.
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Vendo mi cuerpo

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Elena De Yta
Editorial Marcapasos
Arequipa, 2009

En los últimos años, la producción editorial independiente en Arequipa ha venido experimentando un notable desarrollo. Algunas editoriales como Cascahuesos y Dragostea han ido más allá del espontáneo deseo de un grupo de amigos que comparten la pasión por la literatura y que se aventuran a publicar sus creaciones, a pesar de las dificultades que ello implica. Dentro de este panorama, continúan apareciendo nuevas editoriales independientes que buscan concretar el anhelo de muchos jóvenes escritores por ver publicados sus escritos. Recientemente, la editorial Marcapasos acaba de publicar Vendo mi cuerpo, primer poemario de Elena De Yta, el cual fue presentado en el marco de la Feria Internacional del Libro de Arequipa. Elena De Yta (Arequipa, 1985) había publicado anteriormente sus poemas en diarios y publicaciones diversas. También, obtuvo premios en narrativa y poesía, en los concursos organizados por la Alianza Francesa y los Juegos Florales Universitarios de la UNSA respectivamente, los que poco a poco fueron confirmando su talento en las letras.

La propuesta de este poemario destaca por el rol que asume el yo poético: la voz de una prostituta que expone con crudeza, amargura, serena resignación e ironía las vicisitudes de una mujer que encuentra en la palabra una forma de manifestar sus sentimientos encontrados. Esto hace de Vendo mi cuerpo un poemario integralmente diseñado bajo un concepto unificado: la exposición del un deseo que no es placentero, sino lacerante. Sin embargo, habría que matizar esta afirmación porque, por momentos, pareciera que el yo poético encontrara satisfacción en lo sórdido o inevitable resignación ante el dolor. Además, mantiene un diálogo en el que sugiere que su propia desgracia se originó en el amor que la unió con un imaginario destinatario. Por ello, es frecuente hallar marcas textuales que aluden a un “tú” inexistente, pero simultáneamente presente en gran parte de los poemas.

A partir del análisis del título, tenemos que el cuerpo femenino es simbolizado como una mercancía que se ofrece al mejor postor. La entrega del cuerpo no es expuesta necesariamente como una tragedia, sino como un castigo que se sobrelleva con mucha ironía, estrategia que atenúa el impacto de lo sórdido que resulta ser testigo de la invasión del cuerpo por amantes no deseados. Al respecto, el amante, interlocutor ausente para el yo poético, encuentra su presencia solo a través de diálogos indirectos que lo aluden: “Cuando tus carnes / Aderezan las mías” [Angustia]; “Alrededor tuyo / Circundándote / Fingir / Sentir / Un orgasmo / Pleno” [Existencia ideal].

Los méritos que hallo en Vendo mi cuerpo están en el desarrollo de un concepto orgánico que articula los poemas, en la cadencia rítmica de sus versos y en la atmósfera que sugieren algunos pasajes que, sin recurrir a un lenguaje complejo, se las arregla para plantear al lector escenas, cuadros, fotografías de momentos que el yo poético evoca para convertir al lector en un cómplice de su drama. Otro punto para destacar es el registro del lenguaje utilizado. No encontraremos en Vendo mi cuerpo un vocabulario impostado o ad hoc a la posible expresión de un personaje que, de primera intención, para muchos lectores está vinculado a una prostituta. Mi hipótesis partiría por asumir que no solo no se trata de un disfraz, sino que ni siquiera pretende la voz del poema disfrazarse de prostituta, sino que, en el juego metafórico, ese rol es susceptible de ser interpretado por cualquier individuo que experimente emociones tales, es decir, el “sentirse como” se convierte en “actuar como” dentro de la ficción. En este sentido, Vendo mi cuerpo no es el diario íntimo de una prostituta, sino la exposición abierta y sincera de un yo poético que construye un personaje para apropiarse de la proyección de su imagen y transmitir sentimientos, emociones y acciones, pero, insisto, no mediante la estrategia confesional del diario en prosa poética que presenta un recuento detallado de la intimidad: por ello, tales acciones son, en realidad, fotografías o estampas de un momento. Tampoco hallaremos una recatafila de palabras de grueso calibre que quieran reforzar la idea de lo grotesco, lo sórdido o visceral y ese es, conciente o inconcientemente, un mérito que vale la pena resaltar. El tono del lenguaje reserva su agresividad para momentos oportunos, pero cuando amerita rendirse, aunque fuera solo por unos instantes, al sentimentalismo lo hace de manera que no luce sentimental (en el peor sentido), sino melancólico.

Al respecto, el poema más logrado desde mi punto de vista, acorde con la poética del texto, es el que cierra el poemario: “Oración a Sarita Colonia para antes de salir”. En este —uno de los pocos o tal vez el único poema en el que los amantes y el amante ausente no son aludidos— se presenta una breve escena en la que el personaje implora protección ante la santa del pueblo.

El tiraje de la publicación fue reducido y el diseño de portada es sugestivo. Sin embargo, urge una segunda edición que corrija algunas erratas que no afectan en mayor grado el contenido, pero que, en un contexto en el que nuevos lectores se interesan en autores emergentes, vale la pena cuidar esos detalles para mantenerse competitivo en el mercado editorial. Posiblemente, Elena De Yta nos sorprenda en adelante con una nueva reimpresión o reedición de Vendo mi cuerpo, o porque no, de un nuevo libro.

Oración a Sarita Colonia, para antes de salir

Sálvanos dulce niña, santa, virgen milagrosa
Tú que sufriste en carne propia
La experiencia desgarradora
Líbranos del abuso de los hombres
Protégenos en esta triste oscuridad
En la que entregamos nuestros cuerpos por pan
Exponiéndonos al robo y odio de la gente.

Guarda nuestros corazones del falso amor
De los cuervos uniformados también
Sálvanos, Sarita, y si nos atrapan, proporciónanos
El abrigo suficiente para sobrevivir la fría celda
Logra el perdón de nuestras madres
y transfigura nuestros rostros para que ellas
Queden lejos de la humillación y la vergüenza.

A ti rogamos Sarita, que también fuiste mujer
Acompáñanos siempre para que de tu mano podamos
Al fin encontrar la luz y valentía necesaria para poder
Enmendar nuestras vidas.
Amén.

Mutatis mutandis

He pecado cuantas veces he podido
Y la absolución
Nunca la he buscado
No puedo estar en comunión
No sé donde diablos
Está Dios

Y sin pedir perdón
A nadie
He vivido
Con mucho gozo porque he amado
Después sufrido
Y también llorado

Como un menesteroso
He fingido
Como puta
He traicionado
Y casi siempre
He perdido
Pero en oportunas
Veces ganado

Aunque
Al final
No sepa a cuantos
He jodido
Seguramente
A los que
Me han amado

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