A sus casi 70 años, Socorro Simões es una investigadora llena de vitalidad. Así lo demuestran las dieciséis ediciones ininterrumpidas del IFNOPAP, cuya coordinación asumió desde el inicio del Programa de Estudios Geo-bioculturales de la Amazonía en la Universidad Federal de Pará. Ni la agitación por el año electoral —que torna hipersensibles a las autoridades políticas al momento de solicitar su apoyo para un evento académico— ni la huelga de profesores y personal administrativo en todas las universidades federales del Brasil impidieron que Socorro llevara a buen puerto el XVI Encuentro Internacional IFNOPAP.
El proyecto cuenta con el apoyo de numerosas instituciones locales y estaduales entre las que destacan la Universidad Federal, la Universidad Estadual, que hace dos años se integró a la organización, y el Gobierno del Estado de Pará. Pero IFNOPAP no sería posible sin la participación activa de los estudiantes entre becarios y voluntarios, que año tras año van incrementando el equipo que dirige la Dra. Simões.
IFNOPAP dista mucho de ser un evento académico convencional. Y posiblemente lo académico en estricto sentido sea lo más opuesto a su naturaleza. Socorro ha insistido mucho en el carácter social y descentralizado de este encuentro. Cada año, el congreso itinerante lleva consigo a los médicos de ProPaz a las comunidades más lejanas de Belém para realizar diagnóstico de diabetes, hipertensión arterial, medición de la vista, etc. Las ponencias se dan en los salones de las escuelas estaduales de las ciudades visitadas. Los estudiantes que integran el proyecto apoyan en la recolección de datos o en el registro de información de los pobladores que no poseen documento de identidad. Dictan minicursos para los profesores de las escuelas del lugar en condiciones muy precarias, pero con mucho entusiasmo.
Para alguien acostumbrado al confort de un congreso al que solo se asiste para incrementar la hoja de vida, entablar contactos con eminencias académicas o disfrutar de la vida nocturna IFNOPAP puede no ser muy recomendable. El calor infernal que a mediados de año alcanza 35 grados, la humedad, lluvias súbitas y torrenciales y el inclemente acoso de los mosquitos provocan que algunos invitados apresuren su retorno lo antes posible o se marchen en cuanto culmina su presentación.
Mosqueiro, Vigías, Capanema, Bragança, Viséu y Castanhal fueron las localidades visitadas este año por IFNOPAP. Mosqueiro es una enorme isla cuya vida nocturna es bastante animada en las cercanías a la rivera de río que la rodea; Bragança es conocida por la danza de la «marujada» y su deliciosa gastronomía; y en Vigías los robos al paso están a la orden del día (bastaron unas cuantas horas en el muelle para que, nadie sabe cómo, alguien ingresara al barco que trasladaba a la comitiva y robara una computadora portátil).
Aunque IFNOPAP reúne a especialistas en diferentes materias, como críticos literarios, biólogos, geógrafos, historiadores, médicos, profesores, etc., a todos los participantes los une un interés común por la Amazonía. Esta fue una de las razones que en un principio me llevó a reconsiderar la invitación, pues los estudios amazónicos son una deuda pendiente en mi formación académica, excepto por un ensayo sobre El hablador de Mario Vargas Llosa, escrito como trabajo final para un curso de literaturas orales, y un capítulo de mi tesis de maestría dedicado a la misma novela.
Sin embargo, pensé que un recorrido a través de las novelas en las que Vargas Llosa narra la Amazonía podría interesar a la variopinta audiencia de IFNOPAP. A Socorro le fascinó tanto la idea que decidió colocar mi participación como conferencia inaugural en la ciudad de Bragança, uno de los destinos del congreso en su modalidad de campus fluctuante. Así fue que me dispuse a leer nuevamente, esta vez con lápiz y papel, La casa verde, Pantaleón y las visitadoras, El hablador y El sueño del celta con el fin de comentar la representación de la Amazonía en estas novelas.
Por aquellos caprichos del destino, mientras navegaba entre los ríos y la floresta, me sumergí en el universo de la casa verde de Anselmo, La Chunga y los Inconquistables; los bares de la Mangachería y los médanos del desierto piurano, en contrapunto con las conversaciones entre Fushía y Aquilino; las correrías de las monjitas en Santa María de Nieva preocupadas por la huida de las jóvenes aguarunas o las tropelías de las fuerzas armadas contra los aguarunas en el Alto Marañón. Las excentricidades del capitán Pantaleón Pantoja y su obsesión porque el servicio de visitadoras fuera todo un éxito amenizaban las prolongadas tardes en que el navío «Clívia» surcaba la bahía de Marajó y resultaba imposible echarse una siesta por el intenso calor. Menos emotivo fue mi reencuentro con Saúl Zuratas y el hablador machiguenga, quizás porque en el tiempo quedó más fresca su imagen en mi memoria. En cambio, un sabor especial significó la revisión de El sueño del celta, por lo que implicaba mi visita a Belém do Pará, la última ciudad donde Roger Casement desempeñó funciones diplomáticas en el Brasil antes de ser comisionado para investigar las denuncias formuladas contra la Peruvian Amazon Company del magnate peruano Julio C. Arana. Nunca antes dispuse de este tiempo y tranquilidad para organizar mi notas rodeado por el mismo paisaje en el que los personajes vargasllosianos luchaban contra el influjo de la barbarie amazónica. Como se puede ver mi primera experiencia amazónica fue algo contrastante. Presencialmente fuera del Perú, pero literariamente muy cerca de él.
Durante los días previos a la conferencia, leía casi todo el día, excepto entre las 12 y las 3 de la tarde cuando el calor alcanzaba niveles realmente insufribles. En esos instantes, me vinieron a la mente algunos pasajes de Cien años de soledad, El coronel no tiene quien le escriba y El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, donde se cuenta que la vida en esos andurriales entraba en receso a esas horas debido al intenso calor. No es muy diferente por aquí. A excepción de bares y bodegas, el resto de negocios permanecen cerrados.
Si bien a diario me desenvuelvo en portugués cuando visito el Brasil, no me sentía lo suficientemente seguro como para exponer mi artículo por completo en la lengua de Camões, así que lo hice en español, pausado, sin leer, procurando ser lo más claro y ameno posible para atenuar en algo la dificultad de la lengua. La versatilidad de Neil Safier, historiador de la Universidad de Vancouver, quien como pez en el agua transitaba del inglés, al portugués y al español sin mayor dificultad, me despertaba cierta sana envidia, aún mayor al conocer su itinerario posterior a IFNOPAP: una semana en Belo Horizonte, otra más en Río de Janeiro, vuelta a Canadá y luego alistar maletas para iniciar un estancia posdoctoral en la Universidad de Cambridge en Londres. Y es que a diferencia de los profesores universitarios en el Perú, cuya gran mayoría sin temor a equivocarme son cada vez más enseñantes autómatas que investigadores comprometidos con su profesión, en Europa y Estados Unidos la investigación es una labor remunerada y de dedicación exclusiva.
Es la tercera ocasión que las fiestas patrias, de la nación y de la patria chica, Arequipa, me encuentran fuera del Perú y en el mismo país, Brasil. Y acabo de enterarme que también el 15 de agosto, aniversario de la Ciudad Blanca, en Pará se celebra su integración a la República del Brasil, que durante algunos años no estuvo dispuesta a aceptar, pues los paraenses deseaban mantenerse fieles al reino de Portugal. Al parecer, paraenses y arequipeños tenemos históricamente en común contravenir la voluntad del gobierno central.
Al término de estas líneas estoy por hacer maletas para retornar momentáneamente al Perú rumbo a Córdoba, Argentina. Han sido tres largas semanas en Belém y al final de la jornada la única certeza que tengo es que soy una estrella distante: siempre lejos, ausente y apenas visible por poco tiempo.
Belém do Pará, 15 de agosto de 2012
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