Cuando los relojes casi marcaban las 4 de la tarde del domingo 31 de agosto de 1969, el Perú entero estallaba de emoción: nunca antes una selección de fútbol tuvo esperanzas tan fundadas de clasificar a una Copa del Mundo, ni contó tampoco , hasta tal punto, con el respaldo popular. Aquellos jugadores, autores de la hazaña de la “Bombonera”, terminaron respondiendo a esa confianza. Con el empate a 2, con los ya casi míticos goles de “Cachito” Ramírez, sellaba su pasaporte a México 70. Era, además, la primera vez que una selección nacional clasificaba, por mérito propio, a un Mundial. Recordemos que para la primera Copa del Mundo, en Uruguay, en 1930, el combinado nacional había acudido por invitación, como las demás selecciones.
No bien terminó el partido, contemplado en vivo y en directo a través de la televisión gracias a la comunicación por satélite –meses antes se había instalado la estación terrena de Lurín-, miles de limeños se lanzaron a las calles. Se organizaron numerosas caravanas que recorrieron las calles de nuestra ciudad. En realidad, nunca antes Lima había vivido una euforia deportiva como la de aquel domingo (la última jornada que se recordaba fue cuando arribó el seleccionado de fútbol que participó en las Olimpiadas de Berlín de 1936). Gente de toda condición social invadió calles, avenidas y plazas públicas para gritar Perú campeón… Arriba Perú… Perú a México y otras expresiones llenas de emoción. Otros pintaron sus automóviles, camiones, “micros” y hasta motos y bicicletas con leyendas alusivas al triunfo peruano y los nombres de los jugadores más destacados y salieron a las calles gritando, tocando pitos, matracas y bocinas hasta bien entrada la madrugada del lunes 1 de septiembre.
Recordemos, además, que el Perú vivía por entonces los efectos de las reformas del casi recién inaugurado “Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas”, presidido por el general Juan Velasco Alvarado. El discurso “nacionalista” que había arropado a la toma de los yacimientos de la Brea y Pariñas y a la aplicación de la Reforma Agraria había desatado todo un ambiente de “orgullo” y de “dignidad”. Como sucede en estos casos, no sólo en el Perú sino en todo el mundo, el gobierno de entonces aprovechó políticamente el acontecimiento deportivo. Esos muchachos, en la cancha de la “Bombonera”, habían demostrado que los peruanos eran capaces de realizar grandes hazañas.
En fin, luego de las 4 de la tarde, en toda Lima casi se paralizó el tránsito porque las calles estaban copadas por el público y los vehículos que dejaron escapar su emoción por este galardón que supieron conquistar aquellos grandes jugadores como Challe, La Torre, Cubillas, “Perico” León, Chumpitaz, o “Cachito” Ramírez en tierras lejanas luchando bravamente contra todos los obstáculos, como el árbitro, el público hostil y los propios jugadores argentinos que trataron en todo momento de liquidar el poderío peruano empleando recursos antideportivos.
“ASALTO” A LA CASA DEL PRESIDENTE
Todo el Perú debe recibir al equipo con los brazos abiertos, dijo el general Juan Velasco Alvarado, ante una multitud que, de manera espontánea, se reunió frente a su casa en la urbanización Aurora, y que lo obligó a salir tres veces a dirigirle la palabra.
En efecto, cientos de personas prácticamente “asaltaron” el aquel tranquilo barrio miraflorino a compartir con el Presidente la gesta deportiva. La multitud interrumpió repetidas veces el discurso improvisado de Velasco con los gritos de Perú… Perú… Perú…, que también coreaba en Presidente agitando, desde el balcón de su residencia, los brazos en alto. Señalando a la multitud, Velasco dijo: Esta espontánea y apoteósica demostración es digno ejemplo para muchos chicos…. El Perú está vibrando desde la capital a las fronteras. Ahora estamos formando un verdadero impacto, de un Perú digno y soberano, todo es posible obtener y esos once corazones peruanos han obtenido un triunfo fuera de nuestras fronteras y los seguiremos obteniendo… Y, dentro de poco, vamos a obtener triunfos significativos, finalizó; la muchedumbre rompió en una salva de aplausos.
Ahora les ruego que con tranquilidad represen a sus hogares. Antes de retirarse, cantaron el Himno Nacional, al que también se unió Velasco. Como vemos, ya Velasco estaba capitalizando, a favor del régimen y sus reformas, el triunfo deportivo. Ya estaba anunciando, además, cómo debían ser recibidos y tratados los muchachos del seleccionado nacional.
GRAN FIESTA EN LA PLAZA DE ARMAS
El primer acto “anecdótico” en la Plaza se dio cuando una pareja acababa de contraer matrimonio justo cuando se dio por terminado el partido. La emoción embargó a los asistentes a la iglesia de “El Sagrario” de la Catedral a tal punto que los felices contrayentes dieron la vuelta en torno a la Plaza de Armas lanzando “vivas” por la victoria nacional. Se trató, sin lugar a dudas, de su mejor regalo de bodas.
Con el correr de la tarde, en la Plaza de Armas de Lima se formó una congestión de centenares de vehículos y el grueso público obstaculizó la fluidez del tránsito. Pero no importaba: los ocupantes de los carros se lanzaron a la calle para bailar alegres canciones nacionales. Hubo otra nota simpática, y llena de emoción, cuando un grupo iba cantando el Himno Nacional y los demás se unieron por el jirón de la Unión y en multitud compacta cantaba con paso marcial el “himno patrio” con todo fervor hasta, casi, derramar lágrimas.
Hubo, de otro lado, un adolescente que se envolvió con la bandera peruana y se subió a las rejas del Palacio de Gobierno y comenzó a gritar con todas sus fuerzas Perú… Perú… Perú, Viva el Perú y la gente respondió igual.
Luego, casi al anochecer de aquel memorable domingo, un grupo de damas se reunió en la esquina de la Plaza San Martín, al que pronto se unió otro del sexo masculino, siguieron por el jirón de la Unión cantando y bailando alegremente el Carnaval limeño. El resto de la gente iba tocando latas y panderetas, hasta llegar a la Plaza de Armas, donde continuó la fiesta. Asimismo, desde los balcones de las casas, la gente arrojaba papel picado de colores al paso de los automóviles que con sus bocinas a todo vuelo celebraba la gran hazaña del elenco peruano de clasificar campeón del grupo X para el Mundial de México, que se celebraría al año siguiente.
EL ANUNCIO DEL ARRIBO A LIMA
Pronto se confirmó la gran noticia: a las 9 de la noche del martes 2 de septiembre, en vuelo de APSA (la desaparecida “Aerolíneas Peruanas”), arribaría la Selección Nacional de Fútbol al aeropuerto Jorge Chávez. En automóviles descubiertos, los triunfadores harían su recorrido entre el terminal aéreo y la Plaza de Armas tomando el siguiente recorrido: la avenida Elmer Faucett, luego la avenida Colonial, la Plaza Dos de Mayo, la avenida Nicolás de Piérola, la Plaza San Martín, el jirón de la Unión y, finalmente, Plaza de Armas. La delegación en pleno presentaría su saludo al Presidente de la República.
EL TRIUNFAL ARRIBO Y LA “PEREGRINACIÓN” A PALACIO
Como podríamos imaginar, el recibimiento que Lima brindó a la Selección tuvo caracteres de apoteosis. Para empezar, testigos cuentan que las terrazas, el hall y las pistas del aeropuerto resultaron estrechas para albergar a los miles de aficionados que esperaban impacientes y con ininterrumpidos gritos de Arriba Perú y Perú Campeón; además de “urras” con los nombres de cada uno de los futbolistas nacionales que plasmaron la clasificación en la temida “Bombonera”. Banderas, serpentinas y papel picado embarcaban el ambiente, siendo casi imposible desplazarse en cualquiera de las zonas de nuestro elegante primer aeródromo, mientras que la avalancha de vehículos de todo tipo seguía arribando de todas direcciones. En realidad, los cordones policiales resultaron impotentes.
Después de aterrizar el avión de APSA, la ola de entusiasmo y gritos deportivos tomó proporciones de huracán. En la pista se había congregado una nube de fotógrafos y camarógrafos que daban trabajo ininterrumpido a sus máquinas. Apenas empezaron a desembarcar los deportistas se escuchó ensordecedora ovación, confundida con sonidos de las bocinas de automóviles, sirenas, pitos y matracas.
Los que asistieron a esa noche de desenfreno patrio recuerdan las únicas “armas” de la multitud eran el lema Arriba Perú y la letra de la pegadiza canción del músico-dentista, Félix Figueroa, “Perú Campeón”. Con ellas, y con un entusiasmo jamás visto, la enfervorizada multitud se lanzó, como a una batalla, sobre la pista donde el avión que traía a los héroes de la “Bombonera” todavía carreteaba y sus absorbentes turbinas rugían amenazadoramente. No importaba el riesgo propio ni ajeno; solo el deseo de toda una ciudad de mostrar a sus ídolos el más ruidoso agradecimiento por una clasificación que se había convertido en un asunto, como anota la revista Caretas, de honor nacional, en una razón de estado. No es difícil imaginar que los jugadores, al bajar por la escalinata, fueron “prácticamente, “asaltados” por la muchedumbre. Tanto fue así, que uno de ellos, Julio Baylón, se quedó sin zapatos.
Al salir de las instalaciones de CORPAC, todos los jugadores fueron embarcados en autos descubiertos para iniciar el camino al centro de Lima, acompañados por una impresionante caravana de carros, que no cesaba de atronar el espacio con el vibrar de sus bocinas. Detrás quedaba el orgulloso aeropuerto Jorge Chávez mostrando sus lunas rotas, sus asientos destrozados, en suma, los restos de la mayor alegría que recordaba la ciudad.
Al paso de la caravana, por todas las avenidas del recorrido, un impresionante gentío vivaba a los ídolos y pugnaba por acercarse a cada vehículo, debiendo realizar grandes esfuerzos la policía para mantener el orden y así librar a los futbolistas de ser arrebatados para transportarlos en hombros en lugar de los coches. Se calcula que unas 250 mil personas fueron partícipes de este paseo triunfal de los mundialistas.
Y el momento cumbre llegó. Aquella noche, la Plaza de Armas resultó pequeña para la gran multitud que se congregó vibrante y emocionada; las cifras hablan de casi 200 mil personas que, desde las primeras horas de la noche, aguardaban a sus héroes. El Presidente, acompañado por su Gabinete y de todos los jugadores, apareció en el balcón principal de Palacio de Gobierno, a las 00.57 minutos de la madrugada. Una cerrada y estruendosa ovación partía de la masa humana. Al iniciarse el homenaje, el Himno Nacional fue cantado. Velasco, con visible emoción dijo estas palabras:
Peruanos: ellos sabían que tenían un deber sagrado que cumplir, y lo cumplieron en los campos de Buenos Aires como verdaderos peruanos. En estos momentos la emoción que todos sentimos no es otra cosa que el renacer de un nuevo Perú. Este triunfo es motivo de orgullo nacional. Nuestros jugadores tuvieron coraje y fe en su capacidad deportiva. Supieron sentir la emoción de ser peruanos. Nuestro seleccionado triunfó porque los alienta la confianza de su pueblo que siente el orgullo de haber conquistado la dignidad nacional.
PD. Queda claro que ni con Chemo ni con Burga ni con esta selección iremos jamás a un Mundial…
Gol de “Cahito” Ramírez en la Bombonera
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