Archivo por meses: noviembre 2010

La toma de Cajamarca y la captura del Inca (2)

Ayer hablábamos del perfil del conquistador español del siglo XVI, a propósito de la captura del Inca en la plaza de Cajamarca. Otro tema que se desprende es la idea que un puñado de españoles, con sus armas de fuego y 40 caballos, fue suficiente para derribar el tawantinsuto, un enorme imperio de unos 9 millones de habitantes y con un inmenso territorio que abarcaba toda la América andina. La pregunta de hoy es ¿182 españoles contra miles de indios?

Desde Panamá, Francisco Pizarro y sus socios, Diego de Almagro y Hernando de Luque, planearon expediciones al Sur. Luego de dos viajes, llegaron a las costas del Tahuantinsuyo y lo percibieron como un territorio muy poblado, bien organizado y con evidentes signos de riqueza. En 1529, Pizarro viajó a España y firmó con la Corona la Capitulación de Toledo que formalizó las condiciones de la conquista. En el tercer y definitivo viaje, Pizarro, con poco más de un centenar de soldados españoles y 40 caballos, ocupó Cajamarca y capturó al inca Atahualpa (noviembre de 1532). Allí se repartió el producto del primer saqueo de los tesoros, básicamente en oro. El 26 de julio de 1533 Atahualpa fue ajusticiado en Cajamarca y allí terminó el primer momento de la invasión.

Con la llegada de refuerzos provenientes de Panamá, la hueste creció y Pizarro pudo avanzar hasta el Cuzco, donde se repartió el segundo gran botín, y ocupar otras zonas. Un hecho paralelo fue la fundación de las primeras ciudades: Piura, Cuzco, Jauja y, en 1535, Los Reyes (Lima), que sería después la capital virreinal. Luego vinieron Trujillo, Chachapoyas, Huamanga, Huánuco y Arequipa.

Otro hecho fue el reparto de la población nativa entre los españoles “encomenderos”. Cada encomienda tenía un número de indios y su titular disponía de su trabajo (servicio personal) y cobraba un tributo de ellos; a cambio los indios recibían “protección” y evangelización. De esta manera, las ciudades tenían encomenderos como “vecinos” y este grupo se convirtió en la primera élite del Perú colonial. Gozaron de gran poder económico y político y controlaron instituciones claves como los cabildos. Hasta aquí los hechos.

El rápido derrumbe del Tahuantinsuyo no puede explicarse, como antes se pensaba, por la superioridad de las armas de los españoles o porque la población andina se confundió al ver a estos nuevos hombres como dioses. Es cierto que, en un principio, la población andina vio que los invasores eran seres extraños por su apariencia física (blancos, barbados y con armaduras) y tenían poderes similares a los del rayo y al trueno con sus armas de fuego. Venían, además, en grandes embarcaciones, cabalgaban en un animal desconocido, el caballo, y hablaban en una lengua muy diferente. Algunas poblaciones los llamaron “wiracochas”. Si el imperio fundado por Pachacútec se desplomó en pocos años fue porque los españoles pudieron aprovechar dos circunstancias claves. En primer lugar la crisis política derivada de la pugna por el poder entre las élites cuzqueña y quiteña: la guerra entre Huáscar y Atahualpa, que dividió y desconcertó a la población nativa y a sus curacas. En segundo lugar, los invasores contaron con el apoyo de numerosos grupos étnicos que no aceptaban el dominio incaico; el “colaboracionismo” de amplios sectores de la población (como los tallanes, los huancas y los chancas) contribuyó notablemente en el “éxito” de las huestes conquistadoras, ahora integradas no solo por españoles sino por numerosos indios, quienes se sentían “liberados” del yugo cuzqueño.

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Nuevo libro: ‘La Corona rota: identidades y representaciones en las Independencias Iberoamericanas’

La crisis de la monarquía hispánica desembocó en un vertiginoso proceso que abrió un periodo de las guerras de independencia en la América española. El proceso estuvo enmarcado a la vez en una fase de transformación profunda de la concepción de la política y las sociabilidades del propio contexto cultural. Quince ensayos sobre las representaciones políticas, las identidades colectivas, los conceptos de nación y patria, la noción de revolución y la construcción de las memorias de la independencia, vinculadas a los procesos independentistas del Perú, México, Argentina y Venezuela.

Marta Terán, Víctor Gayol (eds.)
La Corona rota. Identidades y represetaciones en las independencias Iberoamericanas, Castellón, Universitat Jaume I, 2010, 357 pp.
ISBN:978-84-8021-753-8

Índice

Bragoni, Beatriz, ¿Nacionalismos sin nación? Experiencias guerreras e identidades políticas en los orígenes de las nacionalidades hispanoamericanas

Hensel, Silke, Mediadores del poder: la actuación de los subdelegados y su significado para el dominio español en la Nueva España, 1787-1821

Bock, Ulrike, Actores territoriales en Yucatán. Conflictos e identidades colectivas

Tecuanhuey Sandoval, Alicia, Los límites de la transformación de los valores políticos Las juras de obediencia en Puebla entre 1808-1821

Berbesí de Salazar, Ligia, Representación política, conflictos y opinión en la construcción de la república. Venezuela, 1808-1812.

Palacio Montiel Celia del, Patria, Nación y Libertad. La evolución de los discursos en la prensa regional mexicana de la Independencia en México. (1808-1817)

Guzmán Pérez, Moisés, La insurgencia mexicana y la elaboración de una nueva pedagogía cívica

Rodríguez Moya, Inmaculada, Lealtad y castigo. Los retratos del poder y las crisis políticas en México (1808-1823)

Dircksen, Katrin, Las proclamaciones de la constitución

Peire, Jaime, Los sentimientos de pertenencia y su evolución en la producción literaria rioplatense entre 1767-1825

Wasserman, Fabio Mito, Metáfora y concepto: la noción de revolución en el Río de la Plata (1810-1830)

Spinoso Arcocha, Rosa María, Las mujeres, la independencia y la prensa en 1828

Rozat Dupeyron, Guy, Pensar la Independencia, construir la memoria nacional, las ambigüedades del Dr. Mora.

Bertrand, Michel, Los usos de la historia: Un análisis de la Crónica oficial de las fiestas del primer centenario de la independencia de México.

Orrego Penagos, Juan Luis, Independencia y memoria: los centenarios de la independencia en la patria nueva de Leguía, 1921 Y 1924 Sigue leyendo

La toma de Cajamarca y la captura del Inca

Un día como hoy, en 1532, se produjo un acontecimiento capital en la historia del Perú y de la América andina en general: Francisco Pizarro, al mando de un puñado de españoles, tómo la ciudad incaica de Cajamarca y, en horas de la tarde de ese día, logró la captura de Atahualpa, último inca del Cuzco; así se iniciaba el colapso del Tawantinsuyo. A propósito de esta fecha, intentaremos esbozar algunos rasgos de la personalidad de los conquistadores “peruleros” del siglo XVI.

La conquista del Perú, auspiciada oficialmente por la Corona en la Capitulación de Toledo, fue, en esencia, una iniciativa privada, financiada y dirigida por Francisco Pizarro y sus socios. Los primeros soldados para realizar la empresa fueron reclutados en Panamá y en Trujillo de Extremadura, tierra de la familia Pizarro. Castellanos, extremeños y andaluces, en su mayoría, estos aventureros no eran ni aristócratas ni gente ilustrada, sino jóvenes guerreros, algunos de ellos pequeños hidalgos, que no tenían medios económicos y que habían pasado al Nuevo Mundo con la ilusión de encontrar grandes riquezas y vivir nuevas aventuras. Cuando llegaron al Tawantinsuyo, tierra que de alguna forma reflejaba la que pintaban las fabulosas novelas de caballería y que algunos cronistas llegaron a comparar con el Imperio Romano, estos soldados de beneficiaron de increíbles botines de oro y plata, especialmente los recaudados en Cajamarca, Pachacamac y Cuzco. Además, en vista de haber colaborado en los decisivos episodios de la conquista, pudieron contar con sus encomiendas de indios, que, gracias a la mano de obra gratuita de los nativos, les permitió aprovechar los recursos naturales de la nueva tierra y construir sólidas fortunas.

Así nació la formación espiritual y social de los conquistadores, quienes llegaron a disfrutar en el Perú de un nivel de vida similar al de los grandes nobles o aristócratas de España. En otras palabras, luego de una etapa “emprendedora”, donde hasta expusieron sus vidas para alcanzar el botín y la gloria, nació una mentalidad “rentista” gracias a los beneficios de las encomiendas. Los encomenderos, que vivían en las ciudades, reprodujeron una vida señorial, con sus concubinas indias y sus esposas españolas, pensando heredar su patrimonio a su nueva prole. Pero el auge de estos primeros “dueños del Perú” duró poco. Su crisis se inició cuando la Corona planeó limitar sus privilegios a través de las Leyes Nuevas, dictadas por Carlos V en 1542. En ellas se prohibía el servicio personal y la condición hereditaria de las encomiendas. La rebelión no tardó en estallar. Ya antes se había desatado la violencia cuando las huestes pizarristas y almagristas se disputaron la posesión del Cuzco, donde estaban las más ricas encomiendas. Los partidarios de Almagro asesinaron a Pizarro el 26 de junio de 1541, luego de que los hermanos Pizarro vencieron y ejecutaron a Diego de Almagro en la primera guerra civil. La rebelión de los encomenderos se desató con la llegada del primer virrey, Blasco Núñez Vela, en 1544. El caudillo fue Gonzalo Pizarro, hermano del Conquistador del Perú, quien, en la batalla de Iñaquito, logró ejecutar al propio Virrey. Ante el caos, la Corona envió al clérigo Pedro de La Gasca a pacificar el Perú. Gonzalo Pizarro se negó a capitular y fue vencido en Jaquijahuana (1548). Derrotados los encomenderos, La Gasca, como presidente de la Audiencia de Lima, pudo dar comienzo a la organización del virreinato, que ahora sería gobernado por funcionarios y burócratas enviados desde España. Sigue leyendo

Las casonas de Trujillo

Según Héctor Velarde, Trujillo fue una ciudad de lujo y reposo a la vez. Sus hermosas casonas, de enormes patios, tienen un aire rural y los interiores de sus salones reflejan la opulencia y estabilidad que vivió la villa. Fue una ciudad donde los señores del campo construyeron sus mansiones y formaron un espíritu de orgullo ciudadano y de altivez de abolengo que produjo una arquitectura de sobria dignidad en su exterior y de magnífica amplitud interior. Las viviendas, generalmente de un piso, muestran en sus lisas y coloridas fachadas la dignidad de una portada con escudo o la maravilla de sus rejas caladas como encajes. En efecto, lo más notable de la arquitectura trujillana son sus ventanas de reja. Son muy grandes, largas y bajas, con sus repisas y sombreros salientes como las de Lima, pero mucho más elegantes. Las portadas son parecidas a las casonas de Lima, así como el uso del adobe, por el carácter costeño de su construcción.

La Casa de los Condes de Aranda.- Su estilo es de barroco mestizo, como lo demuestran sus yeserías en la portada. Allí, sobre dos columnas salomónicas, hay un dintel con abundante follaje y un ángel en la clave. Encima se pueden apreciar una custodia flanqueada por querubines con cornucopias y, finalmente, cerrando en lo alto, un frontón partido con unas medias veneras. La fachada se completa con puertas menores y un pequeño balcón de madera. El conjunto es muy original.

La Casa de los Leones.- Ubicada en la calle Independencia, también se le llama Ganoza Chopitea y destaca por su hermosa portada. La puerta tiene clavos de bronce y está acompañada por pintura al fresco de enredaderas y ramajes y por una colorida efigie del apóstol Santiago a caballo. Encima vemos u n grueso dintel con abundante yesería polícroma. Sobre el cual aparece una coronación triangular junto a la que se ubican el león y la leona sentados que han dado nombre ala casa. Acompañan alas fieras dos columnas salomónicas y un relieve con el monograma de Jesús. En el zaguán de suelo empedrado podemos ver más pinturas murales. Luego se pasa al patio desde donde se accede a las habitaciones principales, decoradas con azulejos y artesonados. También hay un segundo patio y una huerta con pozo. Actualmente esta casona es sede de las Bienales de Arte de Trujillo.

La Casa Urquiaga.- Ubicada en la calle Pizarro, sobre la Plaza de Armas, es famosa porque en ella se alojó Simón Bolívar. En los salones principales hay algunos muebles que usó el Libertador durante su estancia en Trujillo; destaca entre ellos el escritorio de estilo rococó en el que despachaba Bolívar. Sobre el segundo patio, con pileta de mármol, está el comedor, en el que se guarda la vajilla regalada por Bolívar a los propietarios de la casa, y un dormitorio que se conserva como en la época de la Independencia.

La Casa de Orbegoso.- En la quinta cuadra de la calle del mismo nombre, en la plazuela de San Agustín, se puede observar una impresionante fachada de hermosas ventanas balconadas que forma una plazuela esquinera. A ella miran los salones de esta casona que perteneció al mariscal Luis José de Orbegoso y Moncada, Conde de Olmos, presidente de la República y personaje principal de las guerras de Independencia y de la Confederación Perú-Boliviana. En realidad, se trata de un palacete, con portada de estilo neoclásico, adornada con pináculos y una coronación semicircular. La fachada de completa con una serie de ventanas con balaustres y tallas de madera emplazadas a considerable altura y un pequeño balcón de esquina. Este mirador se abre sobre la calle Gamarra y la Plazuela de San Agustín. El patio principal, cuadrado y empedrado, está rodeado por habitaciones sencillas y por una galería, que comunica con los principales salones de la casa y era el lugar preferido cuando hacía mucho calor. Afortunadamente, los ambientes de la casona han sido restaurados y acondicionados con el mobiliario del siglo XIX. En ellos se pueden observar espejos, muebles marqueteados, finas alfombras, retratos de antiguos propietarios y otros recuerdos. En la parte posterior de la casona hay un segundo patio con pozo, caballerizas, depósitos y un pequeño lagar.

La Casa de la Emancipación.- Ubicada en las calles Pizarro y Gamarra, en esta casona se decidió la independencia de Trujillo y, actualmente, es sede del Banco Continental. Es de estilo neoclásico y, edificada sobre una anterior del siglo XVI destruida por el terremoto de 1619, perteneció a Francisco Larrea, luego a Tiburcio Urquiaga y, finalmente, en el siglo XIX, al obispo Pedro Higinio Madalengoitia, quien realizó la remodelación definitiva. En esta casa, el intendente de Trujillo, el Marqués de Torre Tagle, preparó la independencia de la ciudad y, más adelante, se celebraron las sesiones del Congreso Constituyente bajo el gobierno de José de la Riva-Agüero, tiempo en que Trujillo fue capital del Perú. Finalmente, a mediados del siglo XIX, la casa funcionó como Palacio Episcopal.

La Casa Bracamonte o Lizarzaburu.- Ubicada en la Plaza de Armas, presenta una sencilla portada neoclásica; a la derecha, una gran ventana de reja con sombrero que le da aspecto trujillano a la casa; y, a la izquierda, la ventana y el balcón de cajón con celosías. El primer patio muestra un suelo de losas de piedra y está rodeado por una galería elevada, sobre la que se abren las puertas y ventanas de las habitaciones. Estos salones tienen techos artesonados y restos de puntura mural. Entre los diferentes propietarios que ha tenido esta casona destacan el general José María Lizarzaburu y de la Cuadra, personaje de importancia histórica en la región, y, después, la familia Bracamonte.

La Casa Iturregui.- Ubicada entre la calle del mismo nombre y Pizarro, es actualmente la sede de un club privado (el Club Central). Su fachada de dos plantas destaca por su estilo neoclásico, con 7 ventanas en el frente y 15 en el costado. Se ingresa por un zaguán donde está el gran patio principal donde uno puede imaginarse el gran lujo que se vivía en sus habitaciones. En el segundo patio hay una loggia o comedor abierto hacia ambos lados, que se ha convertido en elemento distintivo de esta casona y muchas veces representa la arquitectura neoclásica trujillana. Los salones se encuentran decorados con mueble santiguos entre los que destacan grandes espejos utilizados en el pasado para dar iluminación a los ambientes durante las veladas.

La Casa Risco.- Ubicada en la esquina de las calles Ayacucho y Junín, esta casona ha ido discurriendo a lo largo de una serie de propietarios que van desde un curaca indio, José Juárez, hasta la familia Risco, quien la vendió al banco de la Vivienda, entidad que restauró el inmueble. En 1995, la junta liquidadora del banco la traspasó a la Universidad de Trujillo para ser sede del Museo arqueológico de la ciudad.

La casa de César Vallejo.- En la esquina de las calles Orgegoso y San Martín se ubica la casa donde se alojó el poeta César Vallejo que, aparte de un notable balcón, presenta una disposición muy original en razón a lo irregular de su planta que no se encuentra muy bien restaurada.

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Notas sobre Trujillo y su historia colonial

Plano de Trujillo y sus murallas

Cuando Francisco Pizarro fundó la Ciudad de los Reyes, el 18 de enero de 1535, tuvo derecho a un solar; sin embargo, terminó con toda una “cuadra”, es decir, con cuatro solares, que corresponden a la manzana que hoy ocupa el Palacio de Gobierno, junto a la ribera del Rímac. ¿Por qué? La razón es que Pizarro, además de fundador y vecino de Lima, ostentaba los títulos de “Gobernador”, “Adelantado” y “Alguacil Mayor”, en virtud de la Capitulación de Toledo, contrato que firmó con la Corona y le dio permiso para conquistar el País de los Incas. Pero Pizarro también fundó otras ciudades, como Piura, Cuzco, Jauja y Trujillo. En cada una de ellas, como le correspondía, tuvo un solar para construir su vivienda.

La fundación de Trujillo y el solar de Pizarro.- Según los documentos coloniales, Trujillo se fundó dos veces. La primera por Diego de Almagro o Martín de Estete, que no está claro quién lo hizo, aunque sí en 1534, y la segunda y definitiva, por Francisco Pizarro, el 5 de marzo de 1535. Donde hoy está la Prefectura, en la Plaza de Armas, correspondió a Pizarro su solar en calidad de fundador de la nueva villa. ¿Por qué se fundó Trujillo? No solo el recuerdo a la tierra que le viera nacer en Extremadura, llevó a Pizarro a fundar esta ciudad. Había que resolver el problema de no existir entre Piura (en el extremo norte) y Jauja y Lima otro centro administrativo. Por otro lado, al igual que Lima, el emplazamiento era excelente, en el delta de un valle, en una llanura con de suave inclinación, con abundante agua y tierras feraces y suficientes para cultivos de panllevar y crianza de ganado, con las que se favorecieron los primeros vecinos.

Fisonomía de la ciudad.- El plano inicial de la villa tuvo como centro la Plaza Mayor, alrededor de la cual se organizaron las manzanas en forma de damero. Cada una de estas manzanas –a diferencia de Lima- fue dividida en tres solares longitudinales. Diez años después de su fundación, Trujillo contaba ya con 300 casas y una población de mil habitantes. Las sucesivas edificaciones se hicieron en solares repartidos gratuitamente por el Cabildo, a petición de los nuevos pobladores.

Desde su fundación, hasta el terremoto de 1619, la arquitectura trujillana fue de carácter defensivo y de estilo gótico isabelino; las casas de los primeros vecinos se construyeron de piedra, con muros altos y almenados, en forma de torre; las ventanas exteriores eran pequeñas y la fachada tenía una gran portada con escudo en la parte superior. La extensión de los solares, como anota el antropólogo Juan Castañeda, permitió viviendas con muchos espacios, que incluían patios, huertos, jardines y caballerizas en la parte posterior. Pero el sismo del 14 de febrero de 1619 dejó a Trujillo completamente destruida, con muy pocos inmuebles en pie. La lenta reconstrucción de la ciudad se hizo bajo los cánones del nuevo estilo manierista. Nuevamente se erigieron grandes casonas, algunas de ellas con capilla propia, que presentaban pinturas murales tanto en su interior como en el exterior. Ya en la segunda mitad del XVII se fue consolidando el barroco mestizo y, en el XVIII, llegaría el rococó.

La muralla.- Fue construida para defender la ciudad de posibles ataques de corsarios, pues en 1686 Eduardo Davis había incursionado en Guayaquil, Paita, Saña y Pisco. La obra fue dirigida por el italiano José Formento, quien la concluyó en 1688. Dicen que costó 84 mil pesos, era de adobe y su trazo casi oblongo; no tuvo ni almenas y torretas. Medía 4 metros de alto por 3 de ancho. Su camino de ronda unía 15 baluartes y corría sobre seis puertas de acceso a la urbe. Estas puertas se llamaron Mansiche, Miraflores, Moche, Huamán, Postigo del Deán y La Sierra.

Pero, en realidad, la muralla terminó cumpliendo un papel decorativo: sus muros no eran suficientemente altos; además, no tenía fosos y terraplenes para hacer una efectiva defensa. De la vieja muralla solo queda un tramo de 100 metros, que se puede encontrar saliendo por el barrio de Santa Teresa; está revestido con yeso y pintado de blanco. Pese a que hoy solo contamos con este tramo, basta con recorrer la avenida España, pues ella, al circunvalar la población antigua, sigue recorriendo delante de lo que fue la muralla de Trujillo.

Trujillo, importancia económica y política.- El cronista Martín de Murúa llegó a Trujillo a principios del siglo XVII y describe así la ciudad: Hay en Trujillo encomenderos y vecinos muy ricos en rentas y en haciendas y creías de ganados mayor y menor, y, sobre todo, famosos ingenios de azúcar, de los que se sacan grandes rentas, y es cierto que, si el puerto de esta ciudad que está a dos leguas de ella, llamado Huanchaco, fuera seguro y fácil para embarcarse y salir a tierra, fuera Trujillo una de las más prósperas y opulentas ciudades del Reino.

En efecto, ciudad eslabón, creada para atenuar la aridez del desierto, Trujillo se convirtió en ciudad de paso, entre San Miguel de Piura y Lima, y fue centro de exportación e importación de la costa norte del Virreinato de diversas mercancías. Por Huanchaco exportó azúcar, cereales, cerdos y cueros; por Chérrepe (puerto de Saña), harinas, tabaco y cordobanes; y por Santa, miel de caña y chancaca. Incluso, Trujillo monopolizó el tráfico mercantil con Panamá; también mantuvo comercio marítimo con Huaura y el Callao, así como con Paita, Guayaquil y Puerto Viejo. También fue un centro redistribuidor a Cajamarca, Chachapoyas y las cabeceras andinas del callejón de Huaylas.

A partir de 1784, Trujillo de convirtió en la capital de la Intendencia del mismo nombre. Esta fue su condición cuando, al conocerse la llegada de la Expedición Libertadora del general San Martín, bajo el liderazgo del intendente José Bernardo de Tagle (el marqués de Torre Tagle), proclamó su independencia el 29 de diciembre de 1820. Fue la primera ciudad del Perú en hacerlo, como lo prueba el Monumento ala Libertad, ubicado en su Plaza de Armas.

La sociedad trujillana.- Todos los testimonios dan cuenta del carácter señorial y cortesano de Trujillo. Su elite estuvo formada por los encomenderos y sus familias y por los funcionarios de la Corona. Era una ciudad de corregidores, miembros del Cabildo y del clero, los oficiales de milicia y real hacienda, los hidalgos peninsulares y criollos y los indios nobles. Fue Trujillo ciudad de títulos nobiliarios. Aquí vivieron los marqueses de Herrera y Vallehermoso, que también fueron condes de Valdemar de Bracamonte; también los marqueses de Bellavista y los condes de Premio Real, Olmos, San Javier y Casa Laredo. Giraron alrededor de ellos familias identificadas con la ciudad como los Risco, Los Correal y Aranda, los Lizarzaburu, los Cáceda, los Cacho, los Ganoza, los Luna Victoria, los Martínez de Pinillos, los Zurita, los Puente y los Barúa. Las casonas, entonces, nos muestran la vida señorial de estas familias que duró hasta bien entrado el siglo XX.

LAS CALLES ANTIGUAS.- La muralla cercó lo que hoy se conoce por Trujillo antiguo, el aledaño a la Plaza de Armas. Sus calles tienen sabor añejo, pintoresco. Allí están las del Apuro, de la Aduana Vieja, del Cabildo, de las Cajas de Agua, de la Escuela, del Palacio, del Cuartel, de las Ventanas, del Coliseo, del la Huerta de Aranda, de los Bracamontes, de los Callejones y otras. Todas tienen tradición y encanto de barrio. Caminarlas al anochecer, ver encenderse las luces de sus plazuelas, perfilarse los campanarios, apreciar la salida de la luna y asistir al brillar de las estrellas es algo que el viajero no puede perderse. Este encanto se duplica si, caminando lentamente, nos aproximamos a la vieja Caja de Sagua. Allí no solo apreciaremos el conjunto de la tradicional Plazuela del Recreo, sino que veremos al fondo, remodelada, una de las portadas de la muralla.

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II Coloquio ‘Hacia el Bicentenario de la Independencia del Perú’

Los días 15 y 16 de noviembre tendrá lugar el II Coloquio “Hacia el Bicentenario de la independencia del Perú, organizado por el Instituto Riva-Agüero de la PUCP, en colaboración con la Embajada de España y el Centro Cultural de España. En este segundo coloquio participarán importantes historiadores de Lima, provincias y extranjero. Se abordarán diversos aspectos de la vida peruana durante el proceso emancipador, tales como política económica, religiosidad, símbolos patrios, Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, vida militar, negociaciones y algunos frutos del proceso. Estas reuniones buscan mantener la presencia del Bicentenario en la conciencia colectiva hasta la conmemoración de la fecha clave del 2021, con la intención de impulsar en la sociedad la comprensión de los cambios y las promesas que se llevaron a cabo entonces, pero que debemos perfeccionar hoy para preparar el futuro. Introducimos, en esta oportunidad, referencias a los procesos que se desarrollaron en otras partes de América.

Los días del coloquio, 15 y 16 de noviembre, funcionarán cuatro mesas de exposición y debate. EI II Coloquio tendrá lugar en la sede del Instituto Riva Agüero (Camaná 459, Lima) y está coordinado por los profesores Margarita Guerra y Juan Luis Orrego. El ingreso al Coloquio es libre, previa inscripción hasta el viernes 12 de noviembre a los correos electrónicos ira@pucp.edu.pe y dira@pucp.edu.pe o al teléfono: 626-6600, consignando su nombre completo, correo electrónico de contacto y teléfonos. Las vacantes son limitadas. Se entregará constancias de asistencia a quienes participen en ambas jornadas (La expedición de la constancia tiene un costo de 20 soles).

PROGRAMA

LUNES 15 DE NOVIEMBRE

MESA 1: 4:30-5:30 p.m.

Dionisio de Haro Romero, Guerra y moneda durante la Independencia del Perú: un análisis comparativo de las iniciativas monetarias de San Martín y La Serna
Fernando Armas Asín, Iglesia, estado y economía en la coyuntura de la Independencia
Nelson E. Pereyra Chávez, El “Torbellino de la Patria” y la economía regional: aproximaciones a la historia económica de Ayacucho durante la Independencia y la iniciación de la República

Preguntas: 5:30-5:50 p.m.
Intermedio: (5:50-6:00 p.m.

MESA 2: 6:00-7:00 p.m.

Rafael Sánchez-Concha Barrios, La santidad entre el Virreinato y la República: cambio y continuidad de la cultura católica en el Perú, siglos XVIII y XIX
Sandro Patrucco Núñez-Carvallo, Los italianos en la Independencia
Carolina Ponce Calderón, “¡Junta queremos! El comienzo de la emancipación chilena”. Un análisis historiográfico de la Independencia de Chile según tres historiadores liberales del siglo XX.

Preguntas: 7:00-7:20 p.m.
Intermedio: 7:20-7:30 p.m.

CONFERENCIA INAUGURAL: 7:30-8:00 p.m.

MARTES 16 DE NOVIEMBRE

MESA 3: 4:30-5:50 p.m.

César Landa, El rol de la Constitución de Cádiz en la gestación de la Independencia del Perú
Núria Sala i Vila, Ayuntamientos constitucionales y Justicia conciliatoria durante el Trienio Liberal en Perú (1820-1824): el caso de Huamanga
Juan Castañeda Murga La insurrección realista contra la “Patria ladrona”: Otuzco, 1821
Roisida Aguilar Gil, Cusco: elecciones sin representación en las Cortes de Cádiz

Preguntas: 5:50-6:10 p.m.
Intermedio: 6:10-6:20 p.m.

MESA 4: 6:20-7:40 p.m.

Ascensión Martínez Riaza, Las negociaciones con los “disidentes” americanos en la política española del Trienio Liberal (1820-1823)
José de la Puente Brunke, La guerra de Independencia en el Perú: notas sobre los militares realistas y sus discrepancias estratégicas e ideológicas (1816-1824)
Cristina Ana Mazzeo, Del ejército realista al ejército nacional: el reclutamiento de soldados y las deserciones ocurridas el proceso de la guerra de Independencia, 1817 – 1824
Alejandro Rey de Castro, El discurso del desencanto en el Perú a inicios de la República

Preguntas: 7:40-8:00 p.m.

CEREMONIA DE CLAUSURA: 8:00-8:20 p.m.

Embajada de España
Instituto Riva-Agüero
Coordinadores del Coloquio

SUMILLAS

Ayuntamientos constitucionales y Justicia conciliatoria durante el
Trienio Liberal en Perú (1820-1824): el caso de Huamanga

Núria Sala i Vila
Universidad de Girona (España)

Se analizan las consecuencias de la aplicación de la división de poderes, definida en la Constitución de 1812, desde la perspectiva de las reformas judiciales, con especial incidencia en la substitución de la justicia de Antiguo Régimen de los Cabildos por un nuevo modelo de justicia conciliatoria, administrada por los alcaldes de los Ayuntamientos Constitucionales. En el caso de Huamanga, permitirá situar los cambios locales, con aquellos que se dieron en lo regional o virreinal en la administración judicial.

Las negociaciones con los “disidentes” americanos en la política española del Trienio Liberal (1820-1823)
Ascensión Martínez Riaza
Universidad Complutense de Madrid (España)

Durante el Trienio Liberal, la negociación con los “disidentes” fue la gran apuesta del segundo liberalismo ante el avance de la insurgencia. El estudio analiza cómo abordaron esta alternativa los poderes centrales, tanto el ejecutivo (Rey y Gobierno) como las Cortes. Se calibra su importancia en el contexto de las otras opciones que se barajaron, la pacificación militar y el reconocimiento de la independencia. Se plantea su proyección en América, con atención al Virreinato del Perú, y se hace balance de las razones de su fracaso.

Guerra y moneda durante la Independencia del Perú: un análisis comparativo de las iniciativas monetarias de San Martín y La Serna
Dionisio de Haro Romero
Universidad Rey Juan Carlos (España)

Siendo la ecuación de la fuerza y el dinero frágil en un sistema precapitalista, las casas de moneda y la acuñación de metales se convierten, en la campaña de 1820-1824, en un elemento clave en el desarrollo de la región, no exento de interesantes iniciativas reformistas que pretendían dar respuesta a un complejo entorno monetario dominado por las urgencias de la guerra. La ponencia analiza las iniciativas monetarias desarrolladas por las autoridades enfrentadas y el papel desempeñado por las cecas peruanas durante la independencia.

El rol de la Constitución de Cádiz en la gestación de la Independencia del Perú
César Landa
Pontificia Universidad Católica del Perú

La Constitución de 1812 es un punto de arranque para el asentamiento del patriotismo constitucional, al encontrar las ideas liberales del gobierno limitado y del respeto a las libertades naturales tierra fértil en el pensamiento pre-constitucional de las élites criollas y en las demandas regionales contra las autoridades locales hasta llegar a la Independencia de 1821. Las ideas de la
Constitución gaditana, restaurada en España entre 1820 y 1822, se expresaron en la primera Constitución del Perú de 1823.

Iglesia, estado y economía en la coyuntura de la Independencia
Fernando Armas Asín
Universidad del Pacífico-Instituto Riva-Agüero

La ponencia aborda la desvinculación de bienes llevada a cabo, tanto por la Corona como por el naciente estado republicano, en las postrimerías de la época colonial y en los años de la independencia del Perú. Esta política afectó el patrimonio de la Iglesia y le permitió al Estado aprovecharlo para satisfacerse y satisfacer apetencias políticas. Aunque en el largo plazo no pudo retener dichos bienes, pues ventas y desvíos de propiedades terminaron tergiversando su sentido original.

La santidad entre el Virreinato y la República: cambio y continuidad de la cultura católica en el Perú, siglos XVIII y XIX
Rafael Sánchez-Concha Barrios
Pontificia Universidad Católica del Perú

La ponencia aborda el proceso histórico de la santidad a través de ejemplos de
vidas de virtuosos en el Perú virreinal tardío y en las primeras décadas de la
etapa republicana. Asimismo, pretende destacar los cambios en la percepción
sobre el hombre con fama de bienaventurado entre 1750 y 1850, que incluye,
especialmente, el tiempo de la Independencia Nacional.

Los italianos en la Independencia
Sandro Patrucco Núñez-Carvallo
Pontificia Universidad Católica del Perú

Se analizará la presencia de los nativos de la península itálica en el Perú durante la Independencia. La “colonia italiana” estaba presente desde la época del descubrimiento y la conquista, pero la población italiana al momento de la emancipación tenía características diferentes a los de sus antecesores, muchos de ellos habían salido de la península itálica por motivos políticos y tendrían una participación activa en la formación de las nuevas repúblicas hispanoamericanas.

Del ejército realista al ejército nacional: el reclutamiento de soldados y las deserciones ocurridas el proceso de la guerra de Independencia, 1817 – 1824
Cristina Ana Mazzeo
Pontificia Universidad Católica del Perú

Se considera que los indios no integraron el ejército realista, dado que había la orden de no utilizarlos para no sacarlos de sus actividades agrícolas y perjudicar el abastecimiento de la ciudad como del ejército. La ponencia propone que el ejército de reserva estuvo formado por reclutas de distintas regiones, y que no pudieron ser únicamente vagos, mestizos o gente desocupada. Esta ponencia tratará de demostrar el proceso de reclutamiento llevado a cabo por ambos bandos y establecer las causas de las deserciones.

El discurso del desencanto en el Perú a inicios de la República
Alejandro Rey de Castro

Los primeros años de vida independiente fueron de inestabilidad política. El caudillismo militar y la anarquía reinaron, lo cual impidió que la modernidad política se instale en nuestro país: el Perú calzaba en lo que Bolívar denominó una república “imperfecta”. Todo este contexto adverso generó una gran frustración entre intelectuales y políticos. Se analizarán los sentimientos que estos personajes experimentaron y las ideas que plantearon para contrarrestar esta situación que, en gran parte, fue heredada del Virreinato.

El “Torbellino de la Patria” y la economía regional: aproximaciones a la historia económica de Ayacucho durante la Independencia y la iniciación de la República
Nelson E. Pereyra Chávez
Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga/Pontificia Universidad
Católica del Perú

¿Qué pasó en Ayacucho después de la batalla de Ayacucho? Recientes trabajos resaltan la polarización entre campesinos del Norte y del Sur en los primeros años de la República. ¿Se puede efectivamente hablar de una “crisis secular” en la región luego de la independencia? ¿Acaso la guerra por la independencia afectó la estructura productiva de Ayacucho, puesto que la zona fue teatro de operaciones de la campaña final? ¿Existe alguna relación entre polarización social y el movimiento de la economía regional a inicios de la etapa republicana? La presente ponencia pretende responder estas interrogantes.

La insurrección realista contra la “Patria ladrona”: Otuzco, 1821
Juan Castañeda Murga
Universidad Nacional de Trujillo

Proclamada la independencia en Trujillo, hubo diferentes reacciones en la sierra trujillana. Mientras Huamachuco manifestaba su adhesión a la causa patriota, los pueblos de Otuzco mostraron su renuencia a aceptarla. Se examina el papel del actor principal de esta protesta, Ramón Celedonio Noriega y Rivero, y de sus colaboradores, así como las consecuencias del develamiento esta rebelión en la consolidación de la independencia del norte peruano.

La guerra de Independencia en el Perú: notas sobre los militares realistas y sus discrepancias estratégicas e ideológicas (1816-1824)
José de la Puente Brunke
Pontificia Universidad católica del Perú

Para entender la derrota realista en Ayacucho, se abordarán el factor ideológico (las supuestas discrepancias entre militares absolutistas y liberales); la cuestión estratégica (los desacuerdos con respecto a las tácticas bélicas para enfrentar a los patriotas); y el factor peninsular (la situación política en España, y su efecto en las campañas bélicas). Plantearemos algunos matices con respecto al modo como por lo general han sido ponderados estos factores por la historiografía, especialmente en el caso de la variable ideológica.

Cuzco: elecciones sin representación en las Cortes de Cádiz
Roisida Aguilar Gil
Pontificia Universidad Católica del Perú

El presente estudio intenta responder a la interrogante ¿Por qué los diputados elegidos por Cuzco no pudieron representar a la población cusqueña en las Cortes de Cádiz? Se explicarán los factores externos e internos que impidieron la presencia de los diputados cuzqueños en dichas Cortes. El trabajo se desarrolla en el marco del contexto político de 1810 a 1814, periodo en el que visualizaremos, además, el proceso electoral, los candidatos y votantes y cómo se contaron los votos.

“¡Junta queremos! El comienzo de la emancipación chilena”. Un análisis historiográfico de la Independencia de Chile según tres historiadores liberales del siglo XX.
Carolina Ponce Calderón
Universidad Católica de Chile

Se analizan las interpretaciones de tres historiadores de la escuela liberal chilena del siglo XX sobre el hito fundacional de la historiografía de este país: la independencia. Dichos académicos, Sergio Villalobos, Julio Heise y Alfredo Jocelyn-Holt, habrían interpretado la creación de la Primera Junta Nacional de Gobierno de 1810 y el proceso de la independencia de Chile como la expresión del liberalismo y el paso definitivo hacia la modernidad. Una mezcla de tradición y reformas, la independencia habría sido para ellos un agente de cambio.

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Arquitectura y arquitectos en Lima: Fernando Belaunde Terry


Foto de Caretas

Fernando Belaunde Terry (Lima, 1912-2002).- En 1924, su familia se fue del país, pues tanto su padre (Rafael) como su tío (Víctor Andrés) eran opositores del régimen de Leguía. Por ello, FBT culminó sus estudios escolares en Francia y luego viajó a los Estados Unidos, en plena época del New Deal de Roosevelt, a estudiar arquitectura en la Universidad de Texas. Regresó al Perú cuando tenía 24 años. Como anota Miguel Cruchaga, Había regresado al Perú en 1936. Encontró apenas un puñado de arquitectos; la mayoría de ellos venidos de estudiar fuera. La Universidad, hasta hace poco Escuela de Ingenieros, agregaba un curso adicional a los estudios de ingeniería civil, para otorgar el titulo de “Ingeniero–Arquitecto”. Era insuficiente. Había que ofrecer una formación más completa y convertirla en una profesión independiente, como ocurría en Europa y en los EE UU. Además, promover entre los graduados el espíritu de cuerpo e introducir la nueva profesión al país. Sus primeras iniciativas, orientadas a responder a estos desafíos, fueron: publicar una revista de arquitectura, incorporarse a la enseñanza universitaria y contribuir a la creación de una asociación profesional. Las tres con un claro sesgo institucional. Belaunde estaba convencido que la mejor manera de promover el desarrollo consiste en amalgamar dos factores complementarios: el espíritu de emprendimiento de la iniciativa privada y la capacidad reguladora y subsidiaria del Estado. Estaba convencido que no es posible alcanzar un progreso verdadero sin la interacción concertada de ambos.

La revista El Arquitecto Peruano (en adelante EAP), fundada por Belaunde en 1937, es la publicación más importante en temas urbanos en el Perú en el siglo XX (EAP no fue la primera revista especializada en temas urbanos; durante los años veinte, circuló Ciudad y Campo). Bajo la dirección de FBT (1937-1963), EAP publicó un total de 202 números. Hasta 1950, fue una publicación mensual; luego, apareció cada dos meses y, desde 1958, cada cuatro. Como sostiene Antonio Zapata (El joven Belaunde: historia de la revista El Arquitecto Peruano. Lima, 1995), esta publicación no solo fue una revista especializada en urbanismo, sino también un órgano de expresión política, en la cual el joven arquitecto fue construyendo su carrera política. En efecto, Belaunde, durante sus dos mandatos presidenciales pudo realizar varias de las ideas urbanísticas que EAP había discutido en los años previos a los triunfos presidenciales de su fundador.

Los años que FBT dirigió la publicación coinciden con la primera fase de las grandes migraciones internas, el hecho demográfico más importante de la historia de nuestro país (y de Lima), que modificó el patrón histórico de ocupación del territorio. El Perú, básicamente rural y serrano hasta el censo de 1940, pasó a ser un país urbano y costeño. Según Zapata, EAP fue completamente consciente de este fenómeno y de sus enormes repercusiones para el desarrollo urbano en el Perú. Por lo tanto, la importancia de la revista radica en su intento por elaborar soluciones para conducir la explosión urbana por la vía de la planificación, ciencia que apenas se conocía en nuestro medio.

La planificación implica la noción de una autoridad que impone prioridades que se hallan por encima de los intereses económicos individuales y por encima también de las reglas del libre mercado.

EAP abogó por la modificación de la norma liberal que había guiado al estado peruano desde los años de la “República Aristocrática”. La revista defendió la tesis de promover el desarrollo a través de un crecimiento hacia adentro; fue partidaria, por lo tanto, del proceso de “sustitución de importaciones” y contraria al modelo exclusivamente exportador. EAP llamaba a los empresarios a impulsar la inversión de capital para la ampliación del mercado interno. En este sentido, para FBT había que producir en el Perú fierro, cemento, vidrio y madera, ya que un país sin industrias básicas no podía aspirar al desarrollo.

En las elecciones de 1945, en las que triunfó la opción reformista de Bustamante y Rivero, FBT salió elegido diputado por Lima. En esta primera responsabilidad política, el joven arquitecto impulsó, desde el Congreso, e inspirado en las ideas de EAP, cuatro importante leyes:

1. La propiedad horizontal del suelo.- De acuerdo a la ley vigente, solo podía haber un dueño por edificios, por lo que los departamentos solo podían alquilarse (por ello, había pocos en Lima). La nueva ley autorizaba al propietario de un departamento a inscribir su propiedad en forma independiente y compartir el suelo con los dueños de los otros departamentos de su edificio. Esta norma fue un mecanismo indispensable para estimular los edificios por departamentos en nuestra ciudad.
2. La constitución de la Oficina Nacional para la Planificación Urbana (ONPU).- Era la oficina del estado encargada de la formulación de los planes de desarrollo urbano de todas las ciudades del país, empezando por Lima; así, el estado se involucraba directamente en el desarrollo nacional. Esta institución fue el antecedente del Instituto Nacional de Planificación.
3. La creación de la Corporación Nacional de Vivienda (CNV).- Tenía como propósito la construcción de viviendas para los sectores medios y populares. La principal obra, en estos años, de la CNV fue el proyecto global de las unidades vecinales.
4. Los centros climáticos de invierno.- Bajo esta ley se construyó la colonia vacacional de Huampaní.

Como vemos, Belaunde lideraba una generación de arquitectos que, aparte de diseñar residencias particulares (tema que no hemos tocado), centró su visión de Lima sobre dos pilares:

a. La planificación urbana.- La elaboración de un plan de desarrollo urbano se apoyaba sobre dos herramientas técnicas: la zonificación y los reglamentos de construcción. La primera separa espacialmente las distintas partes de la ciudad, distinguiendo las zonas residenciales de las industriales y comerciales. En el caso de las zonas residenciales, había que construir barrios o distritos socialmente homogéneos; esto último separó a los ricos y a las clases medias de los pobres. De igual manera, el reglamento de construcción termina sancionando la división socio-económica de la ciudad, ya que impone normas diferentes para la construcción en cada lugar de la ciudad, con costos diferenciados lo que obliga a cada familia elegir su barrio de residencia según sus posibilidades económicas. Sin ser este el deseo de esta generación de arquitectos, como la mayor parte de las urbes latinoamericanas, Lima, también logró separar al máximo a los pobres de los ricos. Finalmente, los que más se favorecieron con este proceso fueron los dueños de las haciendas del valle de la antigua ciudad de los virreyes, quienes realizaron un gran negocio urbano vendiendo lotes sin invertir mucho dinero.

b. La arquitectura social.- Durante los años 40 y 50, FBT concentró buena parte de su atención a proyectos urbanos para los sectores populares, teniendo en cuenta el agudo problema de vivienda como consecuencia de las migraciones internas. La idea era dar soluciones masivas a este problema, abandonando un poco la arquitectura de casas para los grupos pudientes. Para este tema, como vimos, FBT impulsó la Corporación Nacional de Vivienda que se encargó de construir las famosas unidades vecinales para las clases medias y populares. Ya desde EAP, se pensó que las viviendas para los sectores populares debían estar en edificios por departamentos, ya que no había otro medio para abaratar el costo del suelo urbano. Teniendo en cuenta proyectos de viviendas que venían funcionando en México y Brasil, se aportó por la unidad vecinal: un superblock de edificios de cuatro pisos como parte de un proyecto global que incluía áreas de servicios, tanto sociales (educación y salud), comerciales (todo tipo de tiendas pequeñas) y estatales (correos y policía). Como anota Zapata, Así, se trataba de un diseño integral que incluía la vivienda y su equipamiento, pero que no consideraba el trabajo. En ella, la circulación sería básicamente a pie. La idea era crear unidades de vivienda casi autodependientes, en las cuales el niño durante todo el día y el adulto después de trabajar, encontrarían todo lo que requiriesen sin necesidad de automóvil. La unidad vecinal quería que todos disfrutaran de la condición de peatón, presentada por la revista como la condición por excelencia del ser humano.

Como sabemos, la primera unidad vecinal fue la número tres (UV3), diseñada por un equipo de arquitectos en el que no estaba FBT. Belaunde participó como miembro del directorio de la CNV, comprometido en una labor de promoción de la idea. Ese fue su rol habitual: más que diseñador de proyectos fue un urbanista de gran iniciativa. Tras esta primera obra, la CNV nombró a Santiago Agurto como arquitecto jefe de la institución. Así, Agurto (egresado de la Universidad de Cornell y más cercano al modelo mexicano de vivienda popular) fue responsable de las unidades vecinales posteriores a laUV3: Matute, Mirones y Rímac, entre otras. Como concluye Zapata, En esta época quedó entonces definido el esquema de crecimiento que los urbanistas preveían para Lima. Este esquema se resume en la ciudad-jardín para los más acomodados, quienes vivirían en chalets unifamiliares situados en barrios de baja densidad.. Por otro lado, el esquema de crecimiento de la capital preveía que los sectores populares ocuparían distritos con densidades más altas, ya que vivirían básicamente en edificios.

Según Miguel Cruchaga Belaunde, Las ‘unidades vecinales’, se inspiraron en una idea británica: la ‘ciudad jardín’. En la versión peruana, conjuntos de mediana altura, apostados en el perímetro de un gran terreno, cuentan con parques, campos deportivos, escuela, centro comunitario, iglesia, etc., Es el caso de la UV 3, San Felipe, Angamos, Santa Marina, Mirones, Matute, Torres de San Borja, Limatambo, Julio C. Tello y Santa Rosa, en Lima e infinidad de conjuntos similares en las ciudades más importantes del país. Al quedar el automóvil limitado al estacionamiento periférico, las familias y los niños recorren el vecindario libres de peligro. Producen un habitat agradable en el que las áreas verdes compensan adecuadamente la densidad de los multifamiliares. Cabe comparar la diferencia que existe entre esos conjuntos y los densos edificios que se construyen ahora, saturando de cemento la integridad de los terrenos y cargando el panorama urbano de un aspecto crecientemente agobiante.

Lo paradójico de todo esto que, 50 años después, a finales del siglo XX, el resultado fue inverso: mientras la inmensa mayoría de los pobres viven en pequeñas viviendas unifamiliares, los edificios se multiplican en los antiguos barrios residenciales para las clases altas y medias. Por otro lado, lamentablemente, como sabemos, la proliferación de las barriadas, producto de las migraciones, hizo fracasar las soluciones urbanísticas que propuso Belaunde y EAP.
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Arquitectura y arquitectos en Lima: Héctor Velarde

Héctor Velarde Bergmann (Lima 1898-1989). Como su padre era diplomático, pasó la mayor parte de su niñez y juventud en el extranjero; regresó al Perú en 1928. Su etapa escolar la pasó en Brasil y Suiza y, sus estudios universitarios de ingeniero-arquitecto, en la École des Travaux Publics du Bâtiment et de Industrie de París. Luego, trabaja en algunos proyectos arquitectónicos en Buenos Aires y Washington. A su retorno a nuestro país, además de dedicarse a las tareas propias de la profesión, Velarde inicia una actividad que lo destacaría a lo largo de su vida: la docencia. En efecto, fue maestro de varias generaciones de arquitectos y artistas en la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Escuela Nacional de Ingenieros (luego UNI), la Escuela Militar de Chorrillos, la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad de Lima. Como complemento esta labor, publicó una serie de textos relativos a sus cursos, como Nociones y elementos de Arquitectura (Lima, 1933), La Arquitectura en Veinte Lecciones (Buenos Aires, 1937) y Geometría Descriptiva (Lima, 1949). También escribió varios libros y, sobre todo, artículos de difusión sobre temas de arte, arquitectura y actualidad, todos escritos con fina ironía y espíritu conciliador, que le permitieron ofrecer un punto de vista crítico y constructivo; también escribió poemas. Entre sus libros de difusión de temas de arte destacan Arquitectura Peruana (México, 1943) e Itinerarios de Lima, un clásico para el conocimiento de la arquitectura de nuestra ciudad. Cabe destacar que, luego del terremoto de 1940, colaboró con Rafael Maquina, quien estaba a cargo del Consejo Nacional de Restauración y Conservación de Monumentos Arquitectónicos.

Como arquitecto, luego de diseñar diversas viviendas particulares, Velarde, con un claro interés por valorar lo local, establece una continuidad entre la modernidad y la tradición y desarrolla una notable labor en la vertiente neocolonial, y en ciertos casos en las variantes que surgirían próximas a él como el neoperuano. Así tenemos, en Lima, el diseño del Museo de Antropología en Pueblo Libre (1935-1940); su participación en el Monumento a Fermín Tangüis, junto a Manuel Piqueras (1938); el proyecto para la nueva Basílica de Santa Rosa en Lima, junto también a Piqueras (1939); la Nunciatura Apostólica (1940-1942), donde trabajó con Paul Linder, en la avenida Salaverry; y la capilla del Seminario de Santo Toribio (1948). Muchos de estos proyectos fueron publicados en El Arquitecto Peruano. También estuvo, junto a otros profesionales, en diseñar la sede de la Universidad de Lima.

Pero hubo otro rubro en el que destacó Velarde: la restauración de monumentos antiguos. Por ejemplo, trabajó en la restauración de la Casa Riva-Agüero en el jirón Camaná, propiedad de la PUCP; de la iglesia de San Pedro en el jirón Azángaro, de la Compañía de Jesús; y de la Plaza de Acho, en colaboración con el arquitecto Luis Ortiz de Zevallos y otros profesionales; del Convento de las Monjas del Patrocinio en la plazuela de Santo Domingo; los interiores de la Escuela de Bellas Artes de Lima, con Manuel Ugarte Eléspuru y el arquitecto Carlos de Martis; el teatro Segura; el local del Museo Taurino; la Casa de Osambela; el Convento e Iglesia de las Nazarenas; la Sala Alcedo; la Casa de Pilatos en el jirón Ancash; el Museo de Arte, junto a otros arquitectos; y Casa Negreiros. Por ello, como anota el arquitecto Luis Villacorta, la vida de Héctor Velarde es no sólo un ejemplo de destreza profesional, dedicación al estudio o producción cultural, es sobre todo una muestra de integridad personal que se refleja en cada momento de su vida y de su obra, en su producción arquitectónica, contemporánea y arraigada en sus raíces, en su trato con los colegas y la profesión, siempre más bien conciliador y con ánimo constructivo que excluyente o dogmático, en sus escritos, en sus reflexiones, en su búsqueda de, a través de sus obras, contribuir a generar siempre mejores condiciones de vida (en al amplio sentido que ello significa) para los miembros de la sociedad en la que le tocó vivir.
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Arquitectura y arquitectos en Lima: Enrique Seoane Ros


Ministerio de Educación

Enrique Seoane Ros (Lima, 1915-1980).- Estudió en el colegio de La Inmaculada y siguió los cursos de arquitectura en al Escuela Nacional de Ingenieros. Se diplomó de ingeniero-arquitecto en 1944 y fue profesor del Departamento de Arquitectura de la UNI y de la Universidad Federico Villarreal. En sus inicios como profesional, trabajó con varios arquitectos y participó en proyectos de varias residencias en Lima y en lo concursos para los hoteles de turistas del Cuzco y Arequipa que, al final ganaron con su propuesta neocolonial. Desde ese momento, Seoane se identificó plenamente con ese estilo (inspirado en el barroco del siglo XVIII) y se convirtió en uno de sus principales exponentes en el país. El neocolonial, muy en boga en los años 30 y 40, tuvo la virtud de desplazar a los estilos académicos, básicamente de corte francés, y uniformizar la arquitectura en nuestro país, además de despertar el interés por la arquitectura del pasado, en este caso de los tiempos virreinales. Dentro de esta tendencia estilística, Seoane diseñó varias viviendas particulares y el Edificio Rizo Patrón (1939-40). Se trata de una construcción triangular de siete niveles más un sótano, ubicada en la prolongación de la avenida Tacna con Garcilaso de la Vega. El edificio fue premiado por la Municipalidad de Lima en las Fiestas Patrias de 1940.

En 1947, Seoane apoyó, aunque no firmó, el “Manifiesto de la Agrupación Espacio” en el que un grupo de arquitectos, liderados por Luis Miro Quesada, demandó dejar atrás el eclecticismo imperante y propiciar y difundir el arte, la arquitectura y el urbanismo contemporáneos; el “Manifiesto” fue publicado en El Comercio y en la revista El Arquitecto Peruano. De acuerdo a este llamado, Seoane ingresa a un periodo de evolución en el que utiliza ciertos elementos del neocolonial y los combina con el racionalismo de las corrientes modernistas. De esta época de transición (1945-50), sin contar las casonas particulares que diseñó, rescatamos los siguientes edificios:

a. Edificio Tacna-Nazarenas (1945-46).- Ubicado en la esquina de Tacna y Huancavelica, destaca por su tratamiento del último piso, tratado en forma cóncava.
b. Edificio Wilson (1945-46).- Ubicado en la esquina de Garcilaso de la Vega con Rufino Torrico, derivado del anterior, resalta por su fachada simétrica y la coronación del edificio con relieves geométricos inspirados en los dibujos de las culturas prehispánicas de la costa.
c. Edificio La Fenix (1945-48).- Ubicado en la Plazuela Elguera, tuvo el premio nacional de fomento a la cultura Chavín en arquitectura (1950).
d. Edificio La Nacional (1947-48).- Ubicado en al esquina de Camaná con Emancipación.


Edificio “La Fenix”

Entre 1951 y 1960, la fama de Seoane aumentó y su profesionalismo cobró reconocimiento. Su estudio de arquitectos, además, se organizó con gran nivel técnico y tuvo como colaboradores a muchos de sus alumnos que luego destacarían como valiosos profesionales. De este periodo, destacamos:

a. Edificio Ostolaza (1951-53).- En la esquina de Tacna con Huancavelica, para comercio, oficinas y vivienda; le valió su segundo premio “Chavín” y es considerado uno de los más destacados en la historia de la arquitectura contemporánea peruana. .
b. Ministerio de Educación (1951-56).- Entre Piérola y Abancay, edificio emblemático de la Lima contemporánea y el rascacielos más alto de Lima hasta la construcción de la Torre del Centro Cívico.
c. Colegio León Pinelo (1952-53).- En la esquina de Pezet con los Manzanos.
d. Edificio Diagonal (1952-54).- En la esquina de Óscar R. Benavides y Pasaje Olaya (Miraflores).
e. Residencial Limatambo (1953-54).- Otro emblemático edificio en al esquina de Paseo de la República con Javier Prado, con el aviso de Coca-Cola en lo alto.
f. Colegio Santa María (1957-65).- En Chacarilla del estanque.
g. Banco Wiese (1957-65).- En la esquina de Emancipación con Lampa.


Edificio “Limatambo”

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Arquitectura y arquitectos en Lima: Rafael Marquina

Rafael Marquina y Bueno (Lima, 1884-1964).- Cuando culminó sus estudios escolares, viajó a Estados Unidos y logró el título de arquitecto en la Universidad de Cornell (1909). Entre sus méritos, figura el haber sido el primer peruano con aquel título profesional. De regreso a Lima, enseñó arquitectura en la Escuela de Bellas Artes y en la Escuela de Ingenieros; también estuvo entre los fundadores de la Sociedad de Arquitectos en 1937. Paralelamente, inició una serie de proyectos, entre los cuales citamos:

a. Colegio Nuestra Señora de Guadalupe (1911-20).- El origen de este edificio se remonta a 1898 cuando se convocó a un concurso para dotar al emblemático colegio de un local adecuado. El proyecto inicial lo ganó Máximo Doig (arquitecto de la Casa de Correos) pero la obra fue concluida por Rafael Marquina, ex alumno guadalupano. De estilo neoclásico, el bloque frontal se concluyó en 1909; la capilla y el bloque posterior, en 1911. El local fue concebido para satisfacer el sistema educativo de modelo francés; por ello, su traza es de retícula conformando 5 patios, cada uno de ellos destinados a una actividad escolar: patio de honor, patio de actividades recreativas, auditorio, capilla y tres patios de aulas; en el segundo nivel se emplazaba el internado, área de servicios generales-maestranza, comedor, talleres de instrucción, almacenes, etc. La obra fue concluida en 1920. El inmueble es de ladrillo en su planta baja y los techos y carpintería en general, de madera.

b. Estación Desamparados (1912).- Fue la primera obra pública proyectada por Marquina. El edificio tiene tres plantas y, en su construcción, se aplicaron métodos y materiales modernos, como el concreto armado con estructuras de hierro y los telares de malla metálica. En su interior, destacan las bancas de hierro forjado con madera, la estupenda farola de vitral art nouveau y la escalera principal. La fachada es “ecléctica”, pues hay columnas dóricas, almohadillado, plintos, órdenes gigantes, entablamentos partidos y balaustres continuos, aunque la forma de presentarlos es académica.

c. Puericultorio Pérez Araníbar (1917-30).- Se trata de un centro de carácter asistencial para albergar a 1.200 niños. Su construcción se inició en 1917 bajo el diseño planteado por Marquina; luego, el arquitecto alemán Werner Benno Lange realizó algunas modificaciones. El Puericultorio tiene una forma suburbana, con construcciones organizadas a partir de un planteamiento simétrico y siguiendo un esquema basado en la conformación de patios interiores y áreas libres que articula los distintos pabellones. En la obra se emplearon materiales y técnicas de construcción tradicionales como el adobe, la quincha y la madera, con revestimiento de yeso. Fue inaugurado el 9 de marzo de 1930 por Augusto Pérez Araníbar. Para su construcción, se buscó la ayuda de personas generosas como Víctor Larco Herrera, Tomás Valle, Miguel Echenique e Ignacia Rodulfo de Canevaro, entre otros. Actualmente se hospedan en él unos 600 niños y niñas.

d. Hospital Arzobispo Loayza (1922-24).- Ubicado en la cuadra ocho de la avenida Alfonso Ugarte, fue inaugurado por el presidente Leguía el 11 de diciembre de 1924, y reemplazaba al antiguo Hospital de Santa Ana. De estilo neoclásico (similar al Palacio de Justicia), con reminiscencias del urbanismo francés de principios del siglo XX en su distribución interna, la obra fue diseñada por Marquina e impulsada por la Sociedad de Beneficencia de Lima en un terreno propiedad de la misma institución y con una partida de 30 mil libras peruanas otorgada por el Congreso de la República. En ese entonces, Manuel Montero Tirado era director de la Beneficencia y el presidente de la Comisión de Obras, Augusto Pérez Araníbar. Al momento de su inauguración, el director de la Beneficencia era Manuel Augusto Olaechea. Los encargados de su ejecución fueron los ingenieros Enrique del Solar y Alejandro Garland.

e. Hotel Bolívar (1924).- El imponente edificio de seis plantas, sobre un terreno de 4 mil metros cuadrados, en el cruce de la avenida Nicolás de Piérola y el jirón de la Unión, frente a la plaza San Martín, es ejemplo de la influencia modernista en la arquitectura peruana. El hotel fue concebido para alojar a presidentes y dignatarios; por ello, su mobiliario y sus acabados constituyen una ostentación del lujo de la época. Las columnas y los pisos de sus salones principales son de mármol importado de Italia y la mayoría de las lámparas que lo iluminan fueron adquiridas en Francia. En su libro, Cipriano A. Laos menciona la linda rotonda circundada de columnas y con soberbia farola de finísimo ‘vitreaux’, la iluminación y decorado es realmente atrayente; mueblería confortable y elegante de la casa inglesa Waring Gillow. Como vemos, no se escatimó en los gastos. Por ejemplo, se adquirieron muebles antiguos para el salón dorado, compuesto por espejos, consolas, canapés, sillones y sillas, y otros juegos de salón de madera exquisitamente tallada y con aplicaciones en bronce. Como dato curioso, podemos mencionar que en el Bolívar están los dos primeros ascensores que funcionaron en el Perú.

f. Capilla del cementerio Presbítero Matías Maestro (1930).- Clásico.

g. Conjunto de la Plaza San Martín (1926 y 1935-45).- A la primera etapa corresponden los portales Zela y Pumacahua (neohispano) y, a la segunda, la elevación de los edificios del Cine Metro, Fénix, Boza y Sudamérica, estos dos últimos de estilo neocolonial.
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