Archivo por meses: junio 2011

El transporte público en Lima en la temprana República, 1820-1840

Con el advenimiento del nuevo orden político, las cosas cambiarían al establecerse un incipiente transporte “masivo” en desmedro de los coches particulares, que primaron durante el Virreinato. En este sentido, el primer ensayo de transporte colectivo se efectuó en 1827, durante el gobierno del mariscal José de La Mar, cuando se estableció una “diligencia” o carruaje público de pasajeros entre Lima y el Callao. La diligencia partía de la Portada del Callao (hoy Plaza Dos de Mayo) a las 4 de la tarde y regresaba a las 9 de la mañana siguiente. El asiento valía 2 pesos y, en 1829, se redujo a 12 reales.

Sin embargo, el viaje no era totalmente seguro por la presencia de salteadores. El historiador Nemesio Vargas cuenta: Desde la salida de Santa Cruz, los ladrones se habían cuadruplicado. Lima y los alrededores estaban plagados de ellos. Los caminos de Chorrillos y el Callao, no ofrecían seguridad de ninguna especie y las diligencias iban casi siempre escoltadas por gendarmes. Para 1831, el aumento de tráfico, obligó a duplicar el servicio de diligencias entre Lima y el primer puerto, pero los asaltos se agravaron al grado que los bandoleros en cierta ocasión, detuvieron el carruaje en algún punto del camino y despojaron a los atribulados pasajeros de 6 mil pesos.

Estas diligencias eran grandes coches cerrados, para 6 a 8 pasajeros y en los avisos de los periódicos de entonces se les llamaba “ómnibus” y “coches”. En 1840, por ejemplo, cuando el marino francés Max Radiguet viajó en “ómnibus” del Callao a Lima, la diligencia hacía tres recorridos diarios, el pasaje costaba medio peso de plata, el alquiler de caballos una pistra y el de un coche un cuarto de onza.

Para viajar de Lima a Chorrillos, también había coches públicos. Por ejemplo, en 1840, había un servicio que partía desde el restaurante más famoso de la época, la fonda de Cóppola, en la calle Espaderos, los sábados a las 4 de la tarde y los domingos a las 9 de la mañana. También había carruajes de 2 a 8 asientos a zonas cercanas como Amancaes, Ate, Lurigancho, Magdalena, Miraflores y Lurín. Un artículo en El Comercio de 1846 pedía de modo urgente una tarifa única para evitar el abuso de los empresarios.
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El transporte público en la Lima colonial

Tal como lo entendemos hoy, el transporte público hizo su aparición en Lima durante el siglo XVII con las “carrozas de punto”, un sistema de postas (o “paraderos”) para el intercambio de caballos o vehículos en los viajes largos al interior de la cuadrícula de la ciudad o para trasladarse a “Abajo el Puente”, el Rímac. Luego, aparecieron las casas de balancines, como la de la calle Beytia (cuadra 3 del Jirón Azángaro), de propiedad del mulato Félix Sarriá, o la de la calle Plateros de San Agustín de García. Estos compartían sus viviendas con carroceros, auxiliares, herreros, costureros, carpinteros, pintores, alabarderos y demás personal dedicado a la operación y conservación de los coches y al cuidado de los animales de tiro.

La calesa era el coche de cuatro ruedas. Tenía mayor distinción y costo que un balancín (de dos ruedas) y solo lo poseían aristócratas o gente de dinero. Eran halados por cuatro mulas, a diferencia del coche del Virrey, que era tirado por seis caballos. Cabe resaltar que tanto las calesas como los balancines y coches llevaban a los costados faroles de aceite o de velas, que iluminaban modestamente las noches limeñas, acostumbradas al traqueteo de sus ruedas golpeteando el pésimo empedrado de la ciudad.

Los balancines eran alquilados para fiestas y para salir fuera de la ciudad, como los paseos por las pampas de Amancaes. Las autoridades del Cabildo no ejercían control alguno de este negocio, quedando la eficiencia del servicio a la buena voluntad del transportista y a la exigencia del cliente. Los usuarios no eran pocos, ya que abundaban las fiestas, los matrimonios, los bautizos, la coronación de un rey, la entrada del nuevo Virrey, las corridas de toros, la canonización de un santo o la celebración de alguna victoria militar. De otro lado, parecen exageradas algunas versione de cronistas y viajeros del siglo XVII que calcularon entre 4 y 5 mil el número de coches y calesas que circulaban por la entonces diminuta Lima.

Un documento de 1801, cuando gobernaba el virrey Avilés, revela que en Lima había 629 calesas, 144 balancines públicos y 170 carretas, sin citar el número de coches. Otra noticia la tenemos en 1815, durante el gobierno del virrey Abascal, cuando, con el fin de implantar nuevos arbitrios, se calculó de la siguiente manera el número de “vehículos” en la Lima colonial: 230 coches particulares, 1500 calesas y 150 balancines públicos; es decir, casi 1900, sin contar las carretas. En contraste, el mismo documento cita que en Arequipa había 83 coches, 115 en el Cuzco, 49 en Huamanga y 150 en “otros sitios”.
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Hace 470 años, fue asesinado Francisco Pizarro: domingo 26 de junio de 1541

Hacia la década de 1520, Francisco Pizarro y sus socios, Diego de Almagro y Hernando de Luque, planearon expediciones al sur de Panamá. Luego de dos viajes, detectaron el Tahuantinsuyo y lo reconocieron como un territorio con una gran población, bien organizado y con evidentes signos de riqueza. En 1529 Pizarro viajó a España y firmó con la Corona la Capitulación de Toledo, en la que formalizó las condiciones de la conquista y quedó como Gobernador, Adelantado y Capitán General de “Nueva Castilla”, como se le llamó al territorio que luego sería el Perú.

En el tercer y definitivo viaje, Pizarro partió sin Almagro, quien se ofuscó por haber quedado relegado de los mayores títulos en la Capitulación de Toledo; amenazó, incluso, en retirarse de la empresa. Luque logró disuadirlo. Como sabemos, Pizarro, con poco más de un centenar de soldados españoles, en su mayoría extremeños, ocupó Cajamarca y capturó al inca Atahualpa (noviembre de 1532). Allí se repartió el producto del primer saqueo de los tesoros, básicamente en oro. Fue en ese momento que llegó recién Almagro desde Panamá con su gente: no solo el mérito de la “conquista” se lo había llevado Pizarro sino también el botín de Cajamarca. Almagro quedaba ahora sí como el “segundón”, el postergado del gran evento histórico. Allí se profundizaron aún más los problemas entre “pizarristas” y “almagristas”. A pesar de estas divisiones, Pizarro pudo avanzar hasta el Cuzco, donde se repartió el segundo gran botín. En este sí fueron incluidos Almagro y su gente.

Fue en este punto donde Almagro, aprovechando la riqueza ganada, planeó invadir y conquistar Chile, donde creyó encontrar otro “Tahuantinsuyo”, otro “Cuzco” y otras riquezas pero ya sin la presencia de Pizarro. Para tal efecto, pidió permiso a la Corona y, de esta manera, le dieron el título de Adelantado de “Nueva Toledo”, como se le conoció Chile en esa época. Corría el año 1535. Lo cierto es que la expedición resultó un fracaso, pues no se encontró ningún “Tahuantinsuyo”, ningún “Cuzco” sino un grupo de indios muy belicosos, los indomables araucanos; Almagro, además, perdió casi todo su patrimonio y murieron muchos de sus hombres. El regreso fue penoso.

Ya en el Perú, con el fracaso y la rabia a cuestas, Almagro anunció que el Cuzco era suyo, que caía dentro de su gobernación, Nueva Toledo. Pizarro y su gente protestaron. Almagro tomó el Cuzco e hizo prisionero a Hernando Pizarro, hermano del conquistador del Perú y gobernador de la ciudad. Empezaba así la guerra civil entre “pizarristas” y “almagristas”. Mucho se ha mencionado que las pretensiones de Almagro sobre el Cuzco derivaban de los confusos límites entre las gobernaciones de Nueva Castilla (Pizarro) y Nueva Toledo (Almagro). En realidad, la disputa no era por la ciudad, sino por toda la zona paralela a la antigua Capital de los Incas.

Recordemos que un hecho paralelo a la Conquista fue el reparto de la población nativa entre los españoles “encomenderos”. Cada encomienda tenía un número de indios y su titular disponía de su trabajo (servicio personal) y cobraba un tributo de ellos; a cambio los indios recibían “protección” y evangelización. A más indios, una encomienda era más “rica”, pues el encomendero podía disponer de más tributo y más fuerza de trabajo. De esta manera, los encomenderos se fueron convirtiendo primera elite del Perú colonial. Empezaron a gozar de un gran poder económico y político, y controlaron instituciones claves los cabildos. ¿Dónde estaban las encomiendas más ricas? Se encontraban en la sierra sur, en la zona de iba desde el Cuzco hasta la actual Bolivia, donde quedó concentrada la mayor cantidad de la población andina.

La batalla de Las Salinas y el hijo mestizo de Almagro.- El primer capítulo trágico de la guerra civil ocurrió con la derrota de Almagro, en manos de Hernando Pizarro, en la batalla de Las Salinas, en las afueras del Cuzco. Almagro fue hecho prisionero y, el 8 de julio, de 1538, Hernando mandó que ajusticiaran al “Adelantado de Chile” en su celda: el verdugo le dio el garrote. Luego, su cuerpo fue sacado al centro de la plaza del Cuzco; apareció de nuevo el verdugo, quien degolló al cadáver. La cabeza cercenada se colgó en la picota. Finalmente, Almagro fue enterrado en la iglesia de La Merced, donde los frailes mercedarios le dieron sepultura de limosna en una cripta de la nave del Evangelio.

Luego de la muerte de Almagro, Pizarro intentó suavizar sus diferencias con los “almagristas”. Al menos, los que se encontraban en Lima, no quisieron aceptar la voluntad de entendimiento y cerraron filas en torno a Diego de Almagro, “El Mozo”, hijo mestizo del malogrado ex compañero del Gobernador del Perú. Pero “el Mozo” era aún muy joven, por lo que Juan de Rada era el que lideraba a este puñado de radicales “almagristas”, que no superaban la docena y que estaban ávidos de venganza. Cuentas las crónicas que pasaban hambre y solo tenían una capa para salir a la calle, por lo que se la turnaban. En sus tertulias destilaban un odio incontenible y decidieron matar al Marqués Gobernador, por lo que empezaron a juntar armas para cumplir su propósito.

Para colmo, Pizarro, en castigo, les confiscó una chacra de maíz en Collique que les dejó el escribano Domingo de la Presa y se la dio a su medio hermano Francisco Martín de Alcántara. Esto encendió aún más el odio de los conjurados, quienes continuaron con sus amenazas de muerte y siguieron reuniendo armamentos. Se alegraron un poco cuando se enteraron que la Corona había dispuesto el envío de un juez para ventilar la culpa de los Pizarro por la muerte de Almagro; luego empezaron a sospechar que el Juez ya venía sobornado. Incluso hubo una entrevista que buscó Pizarro con Juan de Rada que no arrojó ningún resultado. Se cuenta que el marqués “perdonó” a Rada y le obsequió naranjas cortadas con su propia mano, pero los “almagristas” no reconocieron el dulzor de la fruta y solo repararon en lo ácido y amargo.

El asesinato (domingo 26 de junio de 1541).- Por esos días, los agüeros eran malos, como que la luna llena y grande pareció lanzar cuajarones de sangre. Lo cierto es que los informes anunciaban que ese domingo los vencidos, “los de Chile”, como los llamaban, matarían al Marqués.

Enterado de la amenaza, esa mañana, Pizarro no salió a la misa dominical de la Catedral y la oyó en su casa. Los “almagristas” fueron a la Catedral, no encontraron al Marqués Gobernador y decidieron salir a la calle, cruzar la plaza, entrar a la casa gubernamental y matar a Pizarro. Advertido el Conquistador del Perú del riesgo que corría, dejó el comedor (se encontraba almorzando) y a sus amigos que allí estaban, y pasó a armarse a su dormitorio. Cuando regresó al comedor, sus invitados ya habían huido y solo quedaban su medio hermano, Francisco Martín de Alcántara, Gómez de Luna y dos pajes, Tordoya y Vargas. Mientras tanto, los conjurados, al mando de Juan de Rada, subían las escaleras gritando: Viva el Rey, muera el tirano.

La siguiente escena nos la relata el historiador José Antonio del Busto: “Los asesinos, a cuyo frente venía Juan de rada, subieron la escalera y hallaron en su puerta abierta a Francisco de Chaves, quien tenía la orden de mantenerla cerrada. Suprimiendo todo diálogo, lo mataron de una estocada y penetraron al comedor. El viejo Marqués, que por terminar de abrocharse las coracinas había tornado a su dormitorio, salió al encuentro de los intrusos con la espada desenvainada, reuniéndose con sus cuatro leales compañeros y dirigiéndose de modo particular a su hermano para decirle: ¡A ellos, hermano, que nosotros nos bastamos para estos traidores! Los doce almagristas se limitaron a mantenerse en guardia, gritándole con ira y odio: ¡Traidor!”

Prosigue Del Busto: “La lucha se entabló sin ninguna ventaja para los de Chile. Al tiempo que luchaba, Pizarro enrostraba a sus atacantes. Había tomado el primer puesto en la pelea y tanto era su brío que no había adversario que se atreviera a propasar la puerta. En eso cayó Francisco Martín con una estocada en el pecho, también los dos pajes y Gómez de luna. Solo se puso entonces a defender el umbral, desesperando a sus contrincantes que, acobardados, pedían lanzas para matarlo de lejos. No se retrajo por ello el Marqués, antes bien, pretendiendo desanimar a sus enemigos, siguió combatiendo con más intensidad que antes. Tan animoso se mostró, que Juan de Rada entendió que así no lo vencerían nunca y, recurriendo a un ardid traicionero, tomó a uno de los suyos apellidado Narváez y lo empujó hacia Pizarro; el Marqués lo recibió con su espada, pero el peso del cuerpo lo hizo retroceder, aprovechando entonces los almagristas para penetrar el umbral a la carrera y rodearlo. Pizarro continuó la lucha, ya no atacaba, se defendía. El anillo de asesinos giró con frenesí de odio, lego se cerró con intención de muerte. Cuando el anillo se abrió, el Marqués estaba lleno de heridas, una de ellas en el cuello. Pizarro, caído sobre el brazo derecho, tenía el codo lastimado; sus ropas estaban manchadas de sangre, ésta le manaba a borbotones, pero sin mostrar flaqueza ni falta de ánimo, trató de levantarse para seguir luchando. Sin embargo, las fuerzas no le ayudaron y, todavía consciente, se desplomó sobre el piso ensangrentado. Sintiendo las ansias de la muerte, se llevó la mano diestra a la garganta y., mojando sus dedos en la sangre, hizo la cruz con ellos; luego balbuceó el nombre de Cristo e inclinó la cabeza para darle un beso a la cruz. .. Entonces uno de los asesinos le dio una estocada en el cuello, otro quiso ultimarlo y, tomando una alcarraza, se la quebró en el rostro. El Marqués se desplomó pesadamente y quedó quieto en el suelo. Así, mientras los asesinos salían gritando: ¡Viva el Rey, muerto el tirano!, y los rezagados bajaban fatigados la escalera comentando ¡cómo era valiente hombre el marqués!, arriba –con el rostro hundido en su sangre guerrera- yacía el Conquistador del Perú”.

El informe radiológico del cadáver de Pizarro.- En un minucioso artículo de la doctora Ladis Delpino de Soto, profesora de la Universidad Cayetano Heredia y publicado en la Revista Peruana de Radiología (vol. 3, nº 9) se encuentran los resultados de las investigaciones revelan que la muerte del Marqués no sólo se debió a una estocada, ya que el cuerpo y la cabeza presentan las huellas dejadas por 16 heridas punzo cortantes y penetrantes que debieron ser producidas por cada uno de los atacantes, evidenciándose el ensañamiento con que actuaron los asesinos. Igualmente se encontraron en los huesos lesiones antiguas cicatrizadas que revelan aspectos inéditos de su agitada y azarosa existencia.

Se radiografió el esqueleto casi completo de un adulto cuya edad estaría en los alrededores de los 60 a 70 años, faltando la última vértebra cervical, las dos clavículas, todos los huesos de ambos carpos, algunos metatarsianos y todas las falanges de ambas manos, así como también los huesos tarsianos, exceptuando los calcáneos, algunos metatarsianos y casi todas las falanges de ambos pies. También se hallan incompletas las costillas. Se descubrieron inclusiones de densidad en la cavidad craneana, relacionables al plomo de la caja, absorbido por el hueso en sus zonas de mayor contacto con las paredes del plomo.

La cabeza mostraba trazo fisurario en la base, a nivel del ala mayor del esfenoides izquierdo y en el borde derecho de la apófisis basilar del occipital, con pérdida de sustancia ósea en el esfenoides y en el vértice del peñasco del mismo lado. Pérdida de la continuidad del arco orbitario superior izquierdo hacia su porción interna. Ausencia parcial del arco cigomático derecho. En segunda y tercera cervicales amputación de las apófisis transversas derechas y de la espinosa de C3. En la quinta cervical fisura que compromete su cuerpo y ausencia de la pared anterior del conducto vertebral derecho. Aspecto cuneiforme de los cuerpos de octava y undécima dorsales de probable antigua causa traumática. Manifestaciones espondiloartrósicas vertebrales. Pérdida de sustancia ósea del húmero derecho hacia su porción epífiso-metafisiaria inferior en su borde externo (región epicondilea). Formación exostósica en tibia izquierda. Anquílosis de dos falanges distales del pie. En general, la estructura esquelética muestra compactas delgadas y trabeculación de la esponjosa gruesa y laxa.

Las conclusiones, por la rudeza del esqueleto, conformación pelviana y características estructurales óseas, con compactas delgadas y esponjosa trabecular gruesa, así como por los osteofitos de los cuerpos vertebrales se demuestra un individuo del sexo masculino, de edad madura, por encima de los 60 años.

1. Por la amplitud y profundidad de las superficies articulares de los huesos largos se demuestra que correspondió a un sujeto de gran actividad física.
2. La longitud de sus miembros corresponden a una talla en los alrededores de 1.70 metros.
3. No se ha demostrado patología invalidante que hubiera impedido al sujeto enfrentarse a una lucha cuerpo a cuerpo.
4. Se han estudiado las lesiones punzo-cortantes del esqueleto descubiertas en el estudio ectoscópico demostrándose radiológicamente sólo 8 de las 14 descritas, relacionando a las superficialidad de las restantes su falta de objetividad radiológica.
5. Las lesiones en columna cervical y base de cráneo pudieron ir acompañadas de alteraciones de partes blandas vecinas encefálicas y vasculares de necesidad mortal.
6. El aspecto cuneiforme de dos vértebras dorsales se relacionarían a antiguas fracturas por aplastamiento. (caída desde cierta altura, del caballo por ejemplo).
7. Se ha demostrado la presencia de una formación exostósica de la tibia izquierda, relacionable a tumoración benigna del hueso (osteoma) o a respuesta del hueso a injuria traumática o infecciosa.
8. La anquilosis de dos falanges distales de un dedo del pie correspondería a secuelas de antigua causa inflamatoria o traumática.
9. De las imágenes de densidad metálica de la cavidad craneana, hemos demostrado que corresponden a infiltración de tejido óseo por el plomo de la caja sobre la que permanecieron apoyadas las zonas más prominentes de la bóveda craneana a través de muchos años.
10. El estudio comparativo del esqueleto de don Francisco Pizarro y del adulto joven hallado en la misma caja puso en evidencia de sutil información que el método radiológico es capaz de suministrar. Dos ejemplos demuestran esta observación: Teniendo transpuesto en la clasificación de los esqueletos es esternón y el cubito izquierdo pudimos rectificar la falla reconociendo las características estructurales de uno y otro sujeto.

El accidentado velatorio.- Cuentan los testimonios que, una hora después, una mujer llamada la Cermeña y Lorenzo Hernández de Trujillo, acomodaron el cadáver en su cama. Sin embargo, varios “almagristas” irrumpieron en la habitación con el fin de llevarlo hasta Almagro “el Mozo” y ponerlo en la picota; para ello, arrastraron el cuerpo por las escaleras. El ruego de algunos personajes influyentes impidió tal exhibición en la plaza. Pronto, Juan de Barbarán –antiguo y fiel soldado del Marqués Gobernador- subió el cuerpo por la escalera y lo devolvió ala cama: le puso el hábito de santiago, le cruzó los hombros un grueso tahalí de cuero y le puso en el pecho un bracamarte. Luego le calzó una espuela de acicate; la otra se la puso el conquistador Martín Pizarro, deudo y soldado del Marqués. Dicen que doña María de Lezcano, la mujer de Barbarán, se encargó de organizar el entierro. Toda aquella tarde del domingo, el cadáver fue velado en secreto y, por la noche, aprovechando la oscuridad, descolgado en una manta, fue llevado ala huerta para enterrar.

El entierro y la tumba.- Junto ala Catedral, en el muro de la nave del Evangelio y en un lugar que luego se llamó el Patio de los Naranjos, estaba ya abierta la fosa. Martín Pizarro, Barbarán y Baltasar de Torreglosa llevaron hasta ella a los negros e indios que portaban el cadáver del marqués. Se le depositó en el fondo del hoyo, siempre con el Bracamonte entre las manos, y se echaron unas paladas de cal; finalmente, se decidió terminar de cubrir la sepultura con tierra del mismo suelo.

La crisis de los encomenderos se inició cuando la Corona planeó limitar sus privilegios a través de las Leyes Nuevas (1542). En ellas se prohibía el servicio personal y la condición hereditaria de las encomiendas. La rebelión no tardó en estallar. Ya antes se había desatado la violencia cuando las huestes pizarristas y almagristas se disputaron la posesión del Cuzco. Los partidarios de Almagro asesinaron a Pizarro en 1541 luego de que los hermanos Pizarro vencieron y ejecutaron a Diego de Almagro en la primera guerra civil. La rebelión de los encomenderos se desató con la llegada del primer virrey, Blasco Núñez Vela, en 1544. El caudillo fue Gonzalo Pizarro quien en la batalla de Iñaquito logró ejecutar al propio virrey. Ante el caos, la Corona envió al clérigo Pedro de La Gasca a pacificar el Perú. Gonzalo Pizarro se negó a capitular y fue vencido en Jaquijahuana (1548). Derrotados los encomenderos La Gasca, como presidente de la Audiencia de Lima, pudo dar comienzo a la organización del Virreinato.

La historia de los restos de Pizarro en la Catedral de Lima.- Respecto a este tema, reproduzco el artículo que apareció en El Comercio (18/1/2006):

Durante casi un siglo la catedral albergó los restos de una momia apócrifa como si fueran los restos de Francisco Pizarro. En 1977 unos obreros descubrieron una misteriosa caja de plomo que cambió la historia. Los huesos estaban en perfectas condiciones. La conclusión: estábamos ante un impostor. Parecía evidente, pero la única forma de despejar las críticas era abrir la urna donde yacía el supuesto Pizarro.

El alboroto empezó el viernes 17 de junio de 1977. Ese día un grupo de obreros removía los mausoleos en la cripta bajo el altar mayor de la Catedral de Lima. Al retirar los ladrillos de una pared del nicho principal encontraron un par de cajas que contenían huesos humanos. Nada inesperado. Por la tarde sacaron el desmonte y cerraron el acceso. Al día siguiente, al retirar más ladrillos, descubrieron un ataúd forrado de terciopelo negro con aplicaciones de pasamanería dorada. Había más. En el nivel inferior encontraron una segunda caja de madera que tenía dentro una caja de plomo. Dentro de este último recipiente había un cráneo. En la superficie de la tapa tenía una inscripción en letras antiguas que decía: Aquí está la cabeza del Señor/Marqués Don Francisco Pizarro/que descubrió y ganó estos reinos del Piru/ y puso en la Real Corona de Castilla. El hallazgo fue mantenido en reserva durante un día más, hasta la llegada de expertos del INC: era abrumador.

Cuando los especialistas llegaron, el lunes siguiente, vieron un tesoro: en la primera caja había varios esqueletos, entre los que se distinguía el de dos niños, una mujer anciana, un hombre adulto y el esqueleto sin cabeza de otro anciano. Había un pedazo de espada que debía ser del viejo soldado. En el segundo recipiente, donde estaba la caja de plomo, también había restos humanos, aunque ninguno tan determinante como el cráneo. Cuando lo unieron con el cuerpo decapitado de la otra caja, calzó perfectamente. Tenían heridas que se proyectaban de un hueso a otro en el lugar preciso de las que debió sufrir el cuerpo de Pizarro.

El antropólogo Hugo Ludeña recibió el encargo de determinar la verdad. Tuvo que hacer frente a reacciones encontradas. El historiador Luis E. Valcárcel se pronunció a favor de su tesis. “Yo siempre consideré que esa exhibición era una farsa”, llegó a decir sobre la urna que hasta ese momento se exhibía en la catedral. Pero otros estudiosos, como el antropólogo cusqueño Arturo del Pozo, desestimaron la veracidad del descubrimiento por supuestos problemas de procedimiento al manipular los restos encontrados. Del Pozo disparó cartas furibundas a los diarios y dio una conferencia en la sede de la Logia Masónica. El interés del público se incrementó a medida que la polémica calentaba. La prensa lo llamó ‘el cráneo de la discordia’.

PRIMERAS PRUEBAS: Ludeña se encargó de coordinar estudios sobre los restos encontrados. Dos primeros informes, realizados por el prestigioso médico y antropólogo Pedro Weiss, determinaron que las heridas correspondían a las que se sabía recibió Pizarro. El propio Ludeña viajó a Japón para realizar estudios de talla, edad e índice de robustez, para compararlos con las descripciones históricas del personaje. Dos radiólogos peruanos presentaron informes y radiografías concluyentes, que fueron confirmadas por otro estudioso de la Universidad Complutense de Madrid. Parecía suficiente evidencia, pero las críticas continuaban. La única manera de despejarlas era abrir la urna donde yacía el supuesto conquistador.

Tomó siete años conseguir el permiso. En 1984 dos investigadores llegaron desde Estados Unidos para desentrañar el caso: Robert Benfer, catedrático de Antropología de la Universidad de Missouri, y William R. Maples, un antropólogo forense famoso por resolver extraños crímenes. Este hombre es el mismo que años después estudiaría los restos del zar Nicolás II.

Maples escribió un libro titulado “Los muertos también hablan”. Allí, entre varios casos, describió el de los restos de Pizarro: “Había nada menos que cuatro estocadas en el cuello. En una de ellas, un arma de doble filo había entrado al cuello por la parte derecha, cortando la primera vértebra cervical. La dirección de la estocada era clara: le había atravesado la arteria vertebral derecha. Aquella era una herida mortal. La segunda estocada, también desde la derecha, era igualmente devastadora: la hoja había golpeado con tremenda fuerza, cortando trozos de vértebras. La tercera estocada en el cuello casi partió por la mitad la médula espinal”.

Las muescas de heridas en los huesos le indicaban el tipo de ataque: “El húmero derecho presentaba un corte limpio y oblicuo, hecho con un arma afilada. Probablemente se usó una espada pesada”, dice en cierto momento. “Un estoque o una daga llegó hasta el cerebro a través del cuello, alcanzando la base derecha del cráneo; el agresor retorció el arma varias veces y la volvió a clavar”, precisa más adelante. La muerte se reveló en esos huesos con más espanto que en las crónicas.

Había entre once y catorce cortes en los huesos y una fractura en la mano. Todas en la parte derecha de la víctima. “Ese es el lado que un espada diestro presentaría a sus adversarios”, explica Maples en su libro. Su lectura de forense le permitió concluir que eran los restos de Francisco Pizarro. Entonces, junto a su compañero y al equipo de especialistas peruanos –entre los que estaba Ludeña– Maples se encaminó a estudiar la momia apócrifa. El equipo de especialistas fue conducido a la biblioteca de la catedral. “En medio de este esplendor, sobre una mesa, yacía la vieja y correosa momia; su piel estaba grasienta y tenía un solo globo ocular en una de las cuencas de su descarnado rostro. Le habían separado la cabeza del cuerpo en 1891 y la habían vuelto a unir con alambres”.

EL IMPOSTOR: La momia del supuesto conquistador fue medida y fotografiada. A la vista de los estudiosos, esos restos correspondían a un hombre que pudo ser todo menos un soldado de la época. Debió medir cerca de 1,65 m, era más bien frágil de contextura, la piel no mostraba ninguna herida parecida a las que debió tener alguien que murió con tanta brutalidad. “No encontramos el menor rastro de fracturas sin soldar, astillas, arañazos o marcas de incisiones. Los huesos estaban casi en perfectas condiciones; cualquier traumatismo habría sido fácilmente visible”, señala Maples en su libro. “La conclusión era ineludible: nos encontrábamos ante un impostor”.

Hugo Ludeña, que actualmente se desempeña como catedrático de Antropología en la Universidad Villarreal, dice más: “Esa confusión fue producto de un fraude científico”. En 1891, a vísperas de los cuatrocientos años del descubrimiento de América, el alcalde de Lima y su concejo quisieron hacer un homenaje al conquistador. Se designó una comisión que extraería los restos de la cripta ubicada bajo el altar mayor de la catedral. Un grupo de historiadores se encargó de elaborar una secuencia histórica de los restos disponibles. Un equipo médico hizo un estudio científico.

“Los médicos que examinaron la momia optaron por ser complacientes con la comisión y dejaron constancia de que la momia presentaba las marcas de los derrames sanguíneos producidos por heridas en la cabeza, el cuello y extremidades superiores coincidentes con las heridas que recibió Pizarro según los cronistas”, señala Ludeña en un artículo sobre el tema que está pendiente de publicación. El supuesto estudio de 1891 ubicó heridas cortantes o punzantes en el cuello, brazo izquierdo y derecho. Las heridas que no aparecen fueron explicadas por la putrefacción de los tejidos dañados.

Pero el punto más grave del informe es la explicación al estado de momificación del cadáver, pese a que la información histórica señala que el cuerpo de Pizarro estaba en los huesos. Se habló de un supuesto hongo recién descubierto que resultaba propicio. “Nada más falso –escribe Ludeña–, porque de acuerdo con las noticias de la época ningún hongo de esas características se había descubierto y hasta ahora no se conoce de un descubrimiento semejante”.

Los resultados del estudio aparecieron en varias publicaciones del Perú y el extranjero. Un mes después del examen, los restos fueron colocados en un sarcófago de mármol blanco. Al costado se colocó un tubo lacrado con copias del informe de 36 carillas. A pesar de las dudas y frecuentes suspicacias de historiadores y estudiosos, la momia permaneció por casi un siglo a la vista de turistas y limeños. En enero de 1985, ocho años después del descubrimiento de la caja, los restos del verdadero Pizarro fueron depositados en la urna que les correspondía.

La momia apócrifa fue enviada de nuevo a la cripta. El propio William R. Maples recuerda en su libro el destino de esos restos. “La momia impostora, la última vez que la vi, yacía innoblemente sobre una tabla de contrachapado sostenida por dos caballetes en la cripta de la catedral, destinada a ser enterrada en las entrañas del templo”. Se supone que fue un monje, tal vez un funcionario público. La ciencia lo puso en su lugar. El largo brazo de la ciencia, cabría decir.

Algunos datos adicionales:

1. Si Pizarro nació el 16 marzo de 1476 ó 1478 y fue asesinado el 26 de junio de 1541, su muerte se produjo cuando tenía 65 ó 67 años. En términos actuales, era ya casi un anciano y, para su época, cuando la expectativa de vida en los varones (el promedio de vida) apenas excedía los 40 años, era un hombre muy mayor.

2. Diego de Almagro “el Mozo” había nacido en Panamá en 1522, era mestizo y su madre fue una india panameña, Ana Martínez. Luego de la muerte de Pizarro, los “almagristas” lo nombraron Gobernador del Perú; tenía apenas 19 años. Para algunos, es el gobernante más joven que ha tenido nuestro país.

3. Otros también opinan que el asesinato de Pizarro y el nombramiento de Almagro “el Mozo” como gobernador del Perú es el primer “golpe de estado” de nuestra historia.

4. La suerte de Almagro “el Mozo” luego del asesinato de Pizarro no fue muy halagüeña. Cuando el juez Vaca de Castro, enviado por la Corona para esclarecer la violencia desatada en el Perú, muchos de sus antiguos partidarios se pasaron al bando del Juez y Comisario Regio para salvar su pellejo y no perder sus encomiendas. Con unos pocos leales, se enfrentó a Vaca de Castro en la batalla de Chupas (16 de septiembre de 1542), cerca de Huamanga, donde fue derrotado. Lo llevaron al Cuzco, donde fue ajusticiado y enterrado junto a su padre en la iglesia de La Merced.

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Hoy, ‘Día de San Juan’, y de la flor del amancae


La “carga de los amancaes” en la Lima del XIX

Respecto al uso generalizado de flores en conventos y casas privadas, el padre Bernabé Cobo nos informa lo siguiente: No se hallaron en este Nuevo Mundo muestras de rosas de Europa, clavelillas, lirios, azucenas y demás diferencia de flores que los españoles han traído… Las flores que corresponden a nuestros lirios y azucenas son las que los indios del Perú llaman “amancaes”… de las cuales al primera y la más hermosa de todas es el amancay blanco. A continuación, nos habla de las distintas variedades de esta flor y añade: Todas las flores que hasta ahora se han traído de España a estas Indias… nacen acá con gran abundancia… aunque son innumerables las diferencias de flore que nacen en estas Indias naturales de acá, casi todas son silvestres y poco odoríferas. Describe luego, entre las flores del Perú, las siguientes: el “ticsau”, el “panti” y la “ulla ulla”. De las flores que los españoles trajeron al Perú, menciona los claveles, las clavelillas, las azucenas, los alhelíes y la malva loca.

Esta planta dio origen al nombre a la famosa Pampa de Amancaes que, al norte del actual distrito del Rímac, era escenario, hasta hace poco más de 40 años, de una de las fiestas costumbristas más enraizadas entre los limeños. Cada 24 de junio, sin distinción de clases social, se reunían los limeños, desde los tiempos virreinales, a festejar la “fiesta de los amancaes”, celebración algo pagana en que abundaba el alcohol y la jarana, y se rendía culto a San Juan Bautista. Una vieja iglesia, aún en pie, da testimonio de la fe de aquellos días, como viviendas informales, a medio hacer, y calles sin asfalto empinándose en los cerros, demuestran el caos con que se ha desarrollado Lima, sepultando tradiciones y avasallando el medio ambiente. Hoy, lamentablemente, el amancay, la flor emblema de Lima, desapareció del Rímac, y la Pampa de Amancaes, en donde se desarrollaba la el culto a San Juan y la jarana criolla, es sólo un recuerdo sepultado por cemento y ladrillo. Tenemos noticias que Manuel Prado y Ugarteche fue el último presidente en acudir a esta Fiesta en 1958, cuando la celebración ya estaba en decadencia, ya era una caricatura.

Cabe explicar que las lomas, “oasis nacidos de las brumas”, son el fruto de un fenómeno natural discontinuo de la costa peruana. Su límite sur es el paralelo 30° y al norte corresponde más o menos ala ciudad de Trujillo. La costa central permanece cubierta durante 6 a 8 meses (mayo noviembre) por nubes situadas a unos 800 metros de alto, que pueden bajar a nivel del suelo durante las mañanas y noches. El aire seco de los vientos alisios se enfría al pasar sobre el mar, que a su vez es enfriado a lo largo de la costa por la emergencia de aguas frías empujadas por el viento. Al enfriarse, la humedad de la costa se condensa y se forma una capa de estratos que no es lo suficientemente espesa para favorecer una verdadera lluvia, sino que cae en forma de llovizna o garúa.

Afortunadamente, hoy, la flor ha sobrevivido en las lomas de Pachacámac. Mauricio Romaña elaboró un proyecto, financiado por Cementos Lima, para implementar el Santuario del Amancay, a 40 kilómetros al sur de Lima, sobre un área de unas 50 hectáreas pertenecientes a la cementera; el proyecto también incluye excavaciones arqueológicas en convenio con la Universidad Católica (mayor información en www.santuariodelamancay.com).

¿Qué es lo que hace tan atractiva a esta planta, aparte de ser emblema de Lima? Lo efímero de su aparición y su belleza. Sólo tres semanas al año puede ser admirada. Tres semanas en que florece sobre el manto verde que desde mayo hasta noviembre cubre las faldas de los cerros limeños. Brota alrededor del 24 de junio y desfallece, porque no muere, a mediados de julio. Luego de tal esfuerzo, la flor se marchita y deja caer su semilla que germinará un año después para perdurar la especie. Es importante añadir que el amancay es una flor endémica de la vegetación de lomas del Perú. Crece en suelos arenosos y pedregosos.

Cabe destacar, por ejemplo, que así era la Tablada, que se encuentra sobre Lomo de Corvina, al sur de Lima. Por ello, algunas personas protestaron cuando, a inicios de los años 70, el gobierno de Velasco decidió reubicar a miles de invasores en dicha Tablada. Pero sobre las calles trazadas a tiza y rodeadas por viviendas de estera, testarudamente siguieron saliendo por años brotes que insistían en seguir viviendo.

Más datos sobre el amancay:

1. Amancaes es un conjunto de cerros que rodean por el norte y en forma semicircular al actual distrito del Rímac. A sus pies, se extiende una explanada de pendiente irregular y a mayor altura con respecto al Centro de la Ciudad.
2. Amancaes es el nombre de una flor de color amarillo, que antaño brotaba en la pampa a partir de Junio, cuando la baja neblina de Lima chocaba con los cerros de Amancaes y los humedecía, permitiendo la aparición –aunque efímera- de algunas variedades de vegetación silvestre, entre estas, la Flor de Amancaes.
3. Amancaes era el nombre de un curacazgo que encontraron los españoles donde hoy está el distrito del Rímac. Los pobladores indígenas de este lugar, se dedicaban a la pesca de camarones en el río Rímac.
4. Al pié de los cerros, se encuentra la iglesia de San Juan Bautista de Amancaes.
5. Cuenta la tradición que, el 2 de Febrero de 1582, una niña indígena llamada Rosario, encontró en Amancaes a un viajero que le entregó una carta dirigida al prior de los dominicos, encargándole edificar un templo en el lugar donde se encuentre grabada la imagen de Jesucristo. Cuando el prior se acercó a Amancaes, presidiendo una romería, encontró la imagen de Jesucristo en una roca, imagen que la niña reconoció como el rostro del viajero que le había entregado la carta.
6. Hasta Amancaes llegaba San Martín de Porras (quién en su juventud vivió con su madre en el Rímac), para dedicarse a la oración y sembrar árboles frutales para los pobres de la localidad.
7. En el siglo XVIII fue el sitio preferido por algunos virreyes como Melchor de Navarra y Rocafull, Duque de la Palata, quién organizaba eventos de caza de venados y palomas con perros y halcones, y que terminaban en meriendas con música al aire libre.
8. La Fiesta de Amancaes se realizaba desde el siglo XVI, cada 24 de Junio, Día de San Juan Bautista, celebración que en Europa se asociaba a rituales de siembra y cosecha. En Amancaes se paseaba la imagen de San Juan Bautista en andas, culminando en grandes comidas y bailes, siendo un evento que reunía a todas las clases sociales de Lima, que acudían a pié, en carretas y a caballo. Cuando regresaban a Lima, los grupos lucían en sus sombreros, trajes, caballos y carros, la famosa Flor de Amancaes.
9. La canción “José Antonio”, de Chabuca Granda, evoca la fiesta en tiempos modernos, relatando cómo un jinete con poncho y sombrero de jipi japa, viene desde Barranco a participar de la fiesta. La canción evoca también a la “fina garúa de Junio” y a “los Amancaes” adornando el sombrero del chalán.
10. En 1927, cuando la fiesta casi se había extinguido, el Alcalde del Rímac, Juan Ríos Alvarado, decidió “revivirla” con concursos de caballos de paso, presentaciones de grupos de danza y música criolla y andina. El invitado especial era Augusto B. Leguía quien, con su presencia, le dio a la fiesta un carácter oficial

A continuación, “Los amancaes”, poema de don Manuel González Prada:

I

Fuimos siete adolescentes,
Siete Vírgenes del Sol,
Que manchamos la inocencia
Con la culpa del amor.

Siete Príncipes hermanos
De invencible y dulce voz,
Cautivaron con su hechizo
Nuestro frágil corazón.

Perecimos en las llamas,
Y el benéfico Hacedor
En humildes, tiernas flores
Compasivo nos trocó.

II

Fuimos siete adolescentes,
Siete Vírgenes del Sol,
Y amarillos, solitarios
Amancaes somos hoy.

A los Príncipes llamamos
Con eterno y casto ardor,
Que si perdimos la vida
No perdimos la pasión.

En el día y en la noche,
Con las ansias del amor,
Esperamos, esperamos,
Y Ellos (ay! no vienen, no.

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Notas sobre la fauna de Lima


Escena popular en Lima del XIX (Johann Moritz Rugendas)

Hasta el siglo XIX, más que “ciudad jardín”, Lima era, en realidad, la “ciudad de los gallinazos”, pues estaba inundada de estas poco agraciadas aves carroñeras. En los campanarios de las iglesias, en los techos de las casonas, en las orillas del Rímac y hasta en las mismas calles, “conviviendo” con los transeúntes, uno podía toparse con estos pajarracos ya casi “domesticados” por su convivencia con los limeños.

Como Lima no tenía un adecuado sistema de drenaje o desagüe, y su servicio de “baja policía” era muy deficiente, en las calles y acequias se acumulaba toda clase de desperdicio. No exageramos en decir que Lima parecía un “muladar”. Las toneladas de basura que producían los limeños eran el manjar de los gallinazos. Sin contar los muladares que existían en al ribera del Rímac, en 1858, según Manuel A. Fuentes, había en al ciudad 196 acequias que eran el “comedero” de estas aves negras con cabeza desnuda y arrugada que se dieron el “lujo” de, incluso, dar nombre a una calle: la Calle de los gallinazos, hoy tercera cuadra del jirón Junín. Ya nos imaginamos el número de gallinazos que merodeó por ese lugar para que los vecinos relacionaran aquella calle con estos pajarracos. También existió la Calle de Gallinacitos, actual tercera cuadra de Lino Cornejo (paralela a la tercera cuadra del jirón Pachitea). Aquí se encontraba el antiguo Noviciado de la Compañía de Jesús; en su campanario, solían instalarse muchas de estas aves para “observar” mejor la ciudad y su comida.

¿Qué podemos decir del gallinazo limeño? El más común en nuestra ciudad es el “gallinazo de cabeza negra”. Se trata de un pájaro grande (65 centímetros, aproximadamente), todo negro y con la cabeza desnuda y arrugada, que previene que las plumas se contaminen por comer carroña. Sus patas son color gris claro y están adaptadas a caminar en el suelo aunque no son muy elegantes caminando y dan saltos torpes. Sus picos curvos y fuertes están adaptados a desgarrar carne a la vez que la sostienen con una de sus patas. Estos bichos, de aspecto poco agraciado, están adaptados a comer mucho y muy rápido cuando hay comida disponible, pues pueden pasar varios días sin probar bocado. Están la mayor parte del día planeando, buscando las corrientes ascendentes de aire caliente. Detectan su comida principalmente por su vista (a diferencia del “gallinazo de cabeza roja”, que la detecta por olfato). Su envergadura (que puede llegar a más de 2 metros cuando extiende sus alas) los hace muy visibles a grandes distancias. Vive en grupos ayudándose mutuamente: si llegan a encontrar abundante comida vuelan a buscar a otros de su especie para comunicarles la “buena nueva”, sobre todo cuando había un animal muerto por algún rincón.

Existió en el Perú desde tiempos antiguos. Cuando los españoles llegaron al templo de Pachacámac (1533) vieron en la plaza principal a centenares de “buitres de cabeza negra”; el cronista Pedro Pizarro cuenta que, por orden de los sacerdotes, sus servidores arrojaban muchos pescados (anchovetas y sardinas) para que los gallinazos nunca se alejen del santuario. La historiadora María Rostworowski, por su lado, explica que estas aves carroñeras eran necesarias para que se devoren los cadáveres de los animales y humanos sacrificados en honor al “dios de los terremotos”.

De otro lado, cuentan varios testimonios que ciertos pajarracos estaban tan ambientados a la vida urbana que, a veces, podía verse a uno de ellos siguiendo a alguien por las calles. Esto podía asustar a algunos, pues podía estar pensando que lo perseguía como “bocado”. En realidad, algunos gallinazos podían “encariñarse” con las personas. En realidad, los gallinazos mantenían limpia la ciudad; eran un servicio eficaz de “baja policía”; como su trabajo era “gratis”, estaba prohibido darles muerte.

Tan vinculados estuvieron a Lima que muchos escritores se han ocupado de ellos. Garcilazo de la Vega, Juan de Arona, Abraham Valdelomar, Sebastián Salazar Bondy (quien escribió El señor gallinazo vuelve a Lima, que relata la historia de un ave que regresa a Lima y junto a un niño recorren toda la ciudad) o Julio Ramón Ribeyro (Los gallinazos sin plumas, cuento que recrea la miseria de la condición humana). Asimismo, el ingenio de los limeños relacionó el nombre de gallinazo para apodar a ciertas personas. Pancho Fierro, por ejemplo, retrató a un personaje muy popular en la Lima decimonónica y a quien se le conocía con el apelativo de “Pichón de gallinazo”. De otro lado, hasta hoy existe un conocido aforismo que dice: “Gallinazo no canta en puna” o “Gallinazo en puna no vuela”. Esto alude a que, a pesar de encontrarse en todo el continente americano (en México los llaman zopilotes), el gallinazo no habita en zonas altas; también hace referencia al “mal de altura” que ataca al costeño cuando sube a la Sierra.

Más allá de los gallinazos.- Si bien es cierto que el gallinazo fue, durante siglos, el animal más representativo de Lima, no todo se reduce a esta ave. La fauna autóctona de Lima y la costa central comprende especies marítimas y continental; esta última con especies terrestres y fluviales. Como sabemos, la fauna marina es muy rica y de mucha importancia para la economía de la población. La variedad de peces, por ejemplo, incluye la corvina, el lenguado, el bonito, el atún, el pejerrey o la anchoveta, entre muchas otras; además, cetáceos como los delfines. Respecto a los crustáceos, se encuentran adheridos a las peñas o enterrados en la arena. Estos no solo enriquecen la dieta de los limeños sino también la de las aves guaneras, focas y lobos marinos.

Respecto a la fauna continental, los reyes son las aves. Desde los humildes picaflores, gorriones y jilgueros, hasta los sofisticados gavilán acanelado, lechuza campanaria o la mosqueta silbadora. Entre los mamíferos, tenemos a los zorros y las mucas, y, en las Lomas de Lachay, las vizcachas y venados. Esto sin mencionar a los abundantes insectos y algunos reptiles como víboras, culebras de agua y lagartijas. Por último, en algunos ríos de las partes altas de Lima todavía es posible encontrar lisas y bagres.

LAS AVES.- Pero sigamos con las aves. Si bien el pasatiempo de observar aves aun no es muy común en nuestra ciudad –a pesar de que Perú es el país con la segunda mayor diversidad de aves en el mundo- en algunos parques de Lima, como el Olivar de San Isidro, se pueden observar fácilmente más de 15 especies de aves. Las más comunes son las palomas: la Tórtola Orejuda, la Cuculí (con su distintivo canto mañanero que le da su nombre) y la Tortolita con su pico amarillo.

A pesar de que las palomas y tórtolas, por ser más grandes, son las más notorias, no son las únicas que existen en los parques y jardines de Lima, sino también cotorras y periquitos, garrapateros, lechuzas, vencejos (parecidos a las golondrinas), colibríes, tiranos, atrapamoscas, golondrinas, cucaracheros, calandrias, semilleros, gorriones, picogruesos, saltadores, jilgueros y tordos. Entre los más coloridos está el Turtupilín, con su pecho rojo encendido y siempre haciéndose notar al posarse en los lugares más visibles. Otros de colores son el Botón de Oro color amarillo encendido y la Tángara Azuleja de color celeste. Ahora bien, en el Parque Castilla o en los parques de San Borja y Surco, si buscamos con paciencia, en los árboles veremos a la despeinada y nerviosa Mosqueta Silbadora. Asimismo, en los muros y tejados, pero no por eso menos divertidos de observar, son los Gorriones Americanos y los Gorriones Europeos. Todas estas aves cumplen su rol en el ecosistema de ciudad. Dotadas con diferentes picos y patas, formas y colores, para alimentarse de insectos, granos, polen, semillas, frutos, entre otros nutrientes, que permiten un equilibrio en las poblaciones incluso de estas mismas fuentes.

Paloma.- Amada por algunos, odiada por otros, en los parques y áreas públicas de la ciudad se presenta muchas veces como problema la sobrepoblación de estas aves, que malogran el ornato y que son fuente de transmisión de enfermedades zoonóticas. En la mayoría de parques y jardines de Lima se pueden ver 4 tipos de palomas: paloma doméstica (Columba livia), tórtola melódica o cuculí (Zenaida meloda), tórtola orejuda o rabiblanca (Zenaida auriculata) y tortolita peruana (Columbina cruziana).

La paloma doméstica es la más grande y presenta mucha variedad de colores y suele volar en plazas y parques en grandes bandadas (ponen entre dos y tres veces cada año y cada puesta incluye 2 huevos, que son incubados por 17 a 19 días, lo cual nos da un promedio de 4 a 6 huevos por ave por año). En realidad, está repartida por todo el planeta. Es un ave relativamente grande y tiene distintos colores que incluyen el gris, el marrón y el blanco. Come arroz, maíz, granos y casi todo lo que encuentra a su paso, menos carne. En cuanto se dan cuenta de que hay comida se congrega un buen grupo. Es una de las pocas especies que pueden succionar agua lo que les permite tomar agua sin levantar la cabeza; tienen un gran consumo de agua y toman hasta el 15% de su peso todos los días, por lo que se les ve frecuentemente cerca de fuentes, charcos o acequias.

Por su lado, la tórtola melódica o cuculí, es gris con el borde de los ojos de color azul y el borde de las alas de color blanco; se le conoce por su canto que le da el nombre; la tórtola orejuda es toda gris con puntos negros y pico negro; y la tortolita peruana tiene pico de base naranja y punta negra, con una franja guinda debajo del hombro. Estas tres tórtolas pueden tener entre 1 a 3 huevos por puesta, los que son incubados entre 14 y 16 días.

Las gaviotas.- Si se les ve, están de paso. Hace unos años, cuando todavía abundaban pampas libres en Surco o San Borja podían verse grandes bandadas de estas aves. Está la “gaviota elegante”, de cuerpo esbelto, color blanco y con alas un poco más oscuras que el resto del cuerpo. Sus patas son negras y el pico anaranjado. Se le distingue en vuelo fácilmente por la cola ahorquillada. Se reproduce en el Hemisferio Norte y viene a nuestra costa solo en verano. Por su lado, la “gaviota gris” es totalmente de color gris, aunque los bordes de las alas y la cola son blanquecinos; las patas y pico son negros. Por lo general, se la ve en grupos en las orillas de las playas; come pequeños crustáceos, y alguna vez come sobras de comida dejada por los veraneantes. Finalmente, tenemos a la “gaviota serrana”; su dorsal es gris, el vientre blanco; el pico y las patas son negros. Si bien su hábitat natural son los lagos andinos, durante el invierno suele bajar hacia la costa.

Huerequeque.- Llamado también “chorlo cabezón”, puede medir hasta 40centímetros de altura. Su gran cabeza es desproporcionada a su tamaño; es de color gris ceniza, cejas blancas hasta la nuca y, en la parte posterior de la corona, una línea negra, que le da la apariencia de una ceja. Sus patas largas, de color amarillento, hace que corra de forma parecida a los avestruces. Sus ojos son grandes y amarillos, que indican sus hábitos preferentemente nocturnos. Tiene pico es corto y agudo, de color negro. De noche se reúnen en grupos y gritan fuertemente cuando vuelan o son alterados por algún motivo. De día están en los humedales (Ventanilla, por ejemplo) o en algunos lugares de Surco, cerca de los cerros.

Pelícano.- El año pasado apareció en los periódicos una truculenta noticia. En la costa norte, concretamente en las playas de Santiago de Cao, a los pelícanos se los apreciaba no precisamente por su vuelo, sino por su carne, y eran presa de cazadores que, con extrema crueldad, a cada animal que atrapan, les quitan el pecho (alrededor de un kilo de carne) y luego el resto se lo deja secar hasta que pueda ser usado como señuelo. Si esto ocurría en el norte del país, aquí, en la Costa Verde de Lima, un reportaje reveló que gente muy pobre también utilizaba la carne de esta ave marina como alimento. Sin embargo, hasta relativamente poco tiempo, el pelícano era una ve muy “familiar” para los limeños. No solo se le veía en manadas en los mueles pesqueros de Chorrillos o de Ancón sino en los mercados, hasta en los bien “metidos” de la ciudad, como los de Surquillo, Magdalena o Breña; allí se alimentaban de todos los restos de pescado que les daban los vendedores.

También llamado alcatraz, el pelícano es un ave marina grande que tiene un gran pico con una “bolsa” (llamada bolsa gular); se caracteriza por su vuelo de aleteos lentos. Es de color marrón oscuro con motas gris claros, frente blanca y cuello blanco en el invierno y parcialmente negro en el verano. Los pelícanos jóvenes tienen el vientre blanco. Se alimenta de peces que captura mientras nada o zambulléndose tras de ellos. Muestra preferencia por las anchovetas y las lisas. En primavera y verano se reúne en colonias numerosas para anidar y reproducirse. Suele ver volar en grupos de 3 a 10 individuos, alineados en la típica “v” y en vuelo rasante sobre el mar.

Piquero.- El piquero de la costa peruana tiene alas color marrón oscuro con jaspes blancos. Su cola es marrón con las plumas centrales blancas. Su tamaño es de 75 centímetros, aproximadamente, y su cabeza, cuello, pecho y partes inferiores son color blanco. Su pico es gris oscuro y largo; y las patas son cortas y de color negro azulado; los jóvenes son color marrón cenizo. Se alimenta de peces en general aunque prefiere las anchovetas. Pesca lanzándose en picada de donde viene su nombre común. Es gregario y anida en grandes colonias en costas rocosas de islotes o zonas planas.

Lagartijas.- ¿Quién no ha visto alguna vez en algún campo o arenal cerca de Lima a estos pequeños reptiles? Pequeñas, de cuerpo alargado y patas ágiles son estupendas trepadoras o escaladoras de rocas. Muy rápidas, con la capacidad de “soltarse” la cola cuando son capturadas, para luego correr, sin ningún problema, ya que la cola les vuelve a crecer. Entre algunas especies, tenemos a la “Lagartija de las Huacas” una familia endémica que está desapareciendo. Su caso es muy peculiar, y ha ido desapareciendo sistemáticamente por la urbanización de Lima. Esta lagartija se fue retrayendo al único espacio que las nuevas zonas urbanas han respetado: las huacas. El problema es que han formado colonias tan reducidas que el material genético se está agotando y pronto degenerarán hasta desaparecer.

Los gatos del parque Kennedy de Miraflores.- Casi medio centenar de gatos viven libres caminando por el parque, la iglesia, los cafés y demás del parque de Miraflores. No se sabe muy bien cómo llegaron. Al parecer los primeros eran de las casas cercanas que salían a jugar y pasear por el parque; con el tiempo, hubo gente que empezó a abandonar gatos y el número aumentó. Hoy se pueden ver gatas paseando sus crías enseñándoles a cazar palomas (que hay de sobra). Viven de las palomas del parque y de la comida que la gente les da; algunos les llevan alimentos balanceados o comida casera e, incluso, ayuda veterinaria. Durante el día, los gatos caminan por el parque, juegan, saltan, cazan, duermen y ronronean; en las noches, algunos se quedan a pedir comida a la gente que transita por ahí. Pasan la noche en la iglesia y utilizan la iluminación como “cama” para calentarse durante la oscuridad.

Hay una página en Facebook titulada “Los gatos del Parke Kennedy” que dio lugar a una noticia publicada en RPP en octubre de 2010: No son “Los Felinos Cósmicos” ni pertenecen a la pandilla del célebre “Don Gato”. No son amigos del afamado Garfield y tampoco son conocidos por tener bolsas mágicas como las del añejo “Gato Félix”, sin embargo, estos “lindos gatitos” (como le decía Piolín a Silvestre de los Looney Tunes) han robado más de un suspiro a los limeños e incluso ya se han hecho conocidos en Internet. Los gatos del parque Kennedy, tradicional centro de esparcimiento del distrito limeño de Miraflores, tienen más de seis mil seguidores en la página que un usuario ha creado en la red social Facebook. “Este es un espacio para los amantes de los gatitos que viven en el Parque Kennedy, para todos los que les dan comida y de beber. También no pierden oportunidad de hacerles mimos cuando los ven, porque esos felinos te roban el corazón por lo maravillosos que son”, escribió el creador de la página. Miraflores, distrito y balneario limeño que es conocido por sus zonas comerciales, tradicionales, turísticas y por acoger una agitada vida nocturna gracias a los locales que rodean precisamente al parque Kennedy, tiene ahora una razón más de atracción: La gran cantidad de felinos que conviven con los visitantes de la zona. La página cuenta incluso con más de 160 fotografías tomadas por los usuarios. Toda una especie de culto para estos animales que de forma curiosa le dieron aún más calidez a una de las más populares zonas miraflorinas.

Los murciélagos.- La fantasía popular ha hecho que estos pequeños animales tengan una fama terrible debido, en parte, a su pariente, el vampiro, que tampoco tiene nada de demoniaco. Estos “ratones con alas” se alimentan de insectos o frutas y néctares. De esta manera, cumplen un papel muy importante en la fecundación de las plantas, en la dispersión de semillas y en el control de insectos dañinos. Nunca muerden a los humanos, como algunos creen, tampoco tienen comillos. A veces, al salir volando espantados suelen toparse con las personas y, sin querer, las arañan con el dedo que tienen en el extremo del ala, armado con una uña la que les ayuda a colgarse de las rocas y árboles. Se guía en su vuelo por un sistema de emisión de ondas ultrasónicas y detectando la posición de los objetos por el eco recibido. ¿Hay en Lima? Por las noches, cerca de árboles floreciendo, los veremos volar. La gente piensa que son golondrinas o mariposas nocturnas; sin embargo, su vuelo aparentemente errático, y sus alas membranosas y semitransparentes al traslucir la luz los delatan. Ojo que están por todos lados.

Los monos y el organillero.- Hasta hace unas décadas, los organilleros formaban parte del paisaje urbano de Lima; plazas, parques y algunas calles eran ocupados por estos personajes que, con su mono (generalmente el “machín”), divertían y “adivinaban” la suerte de grandes y chicos. Durante muchos años, para nuestros padres y abuelos el monito de la caja de música era un personaje muy familiar. Hoy ya casi han desaparecido. La familia de los monos “machín” está repartida en toda la selva de Sudamérica. Por el color del pelo que tienen en el pecho, los hay blancos, negros y pardos.

Los Pantanos de Villa.- Si hasta el siglo XIX fue refugio de bandoleros y cimarrones o lugar para la caza de patos hasta bien entrado el siglo XX, lo cierto es que los Pantanos de Villa (ubicado al sur de la hacienda colonial del mismo nombre, hoy Chorrillos), a partir de la década de 1960 se vieron afectados por la utilización de sus suelos en la agricultura, el pastoreo, la extracción de junco y totora y, sobre todo, la urbanización; asimismo, en los últimos 30 años, se ha incrementado la cantidad de materiales sólidos, generalmente desmonte, que sirve como relleno o con el fin de deshacerse de la basura. Sin embargo, a pesar de estas amenazas, aún sigue siendo una de las reservas naturales más importantes que los limeños aún podemos disfrutar. Además, en 1989, se declaró a los Pantanos de Villa como “Zona Reservada” para la conservación de flora y fauna silvestre; luego, en 1997 fue reconocido como un humedal de gran importancia nacional e internacional por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

La fauna silvestre de este ecosistema limeño está representada por unas 210 especies de aves, en su mayoría migratorias (70%), que vienen del hemisferio norte, otras de la región alto andina del país y unas pocas del sur. Asimismo, hay unas 10 especies de peces y algunos reptiles y roedores. Entre las aves “residentes”, las más importantes son los polluelos de agua, los patos zambullidores, gallinazos, huerequeques y pelícanos; entre las “migratorias”, tenemos gaviotas de franklin, águilas pescadoras, garzas blancas, halcón peregrino, cigüenelas y parihuanas, entre otras. Hay también murciélagos, lagartijas, culebras, sapos, ranas y un sinfín de insectos; entre los peces, tenemos lizas, tilapias y mojarras, entre otros.

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Entrevista sobre Víctor Andrés Belaunde

Entrevista a Juan Luis Orrego aparecida en la introducción del libro de V.A. Belúnde, La Realidad Nacional en la colección “Biblioteca Imprescindibles Peruanos” publicada por el diario “El Comercio”. LIma, 2010.

Como parte de la generación del 900, ¿cuáles fueron las coincidencias y diferencias de Belaunde con sus contemporáneos?

Para entender el ánimo de este grupo de intelectuales (Riva-Agüero, los hermanos García Calderón, Belaunde y José Gálvez, entre otros) es necesario recordar las dramáticas consecuencias morales y materiales que dejó la derrota frente a Chile, la guerra civil que enfrentó a Cáceres e Iglesias y la imposibilidad del país en conseguir recursos foráneos para iniciar la Reconstrucción Nacional. Todos ellos nacieron y crecieron en ese difícil contexto. No pudieron evadir el marco de un país sumido en la postración. La idea que dominaba entonces entre la juventud es que el Perú había entrado en una nueva etapa: era necesario sacudirse de ese pasado y construir una verdadera nación. Entre sus maestros, fueron tributarios del la evocación histórica y literaria de Ricardo Palma y del legado político de Manuel Pardo y Nicolás de Piérola. Por ello, quisieron introducir nuevas ideas que agitaran el marasmo de la sociedad peruana, inspirados en los grandes maestros del nacionalismo francés y español, que reaccionaron radicalmente tras la derrota de Francia ante Prusia (1871) y la pérdida de España de sus últimos dominios coloniales (1898). No olvidemos, además, la influencia del uruguayo José Enrique Rodó que, en su libro Ariel construyó la idea de que la unidad espiritual del continente debía estar a cargo de las juventudes universitarias. A lo largo de su vida, Belaunde escribió 25 libros y más de 500 artículos. Fue el más fecundo escritor de su generación; a diferencia de Riva-Agüero o de los hermanos García Calderón, escribió sus principales obras en su madurez y no en su etapa juvenil. Además, mientras los García Calderón se exiliaron en Europa y Riva-Agüero abrazó ideas reaccionarias o ultramontanas, Belaunde, luego de la caída de Leguía, siguió bregando en el campo político e intelectual, siendo el portaestandarte de un catolicismo progresista, tributario de la Doctrina Social de la Iglesia.

Al margen de la respuesta a Mariátegui, ¿cómo Belaunde fue construyendo una imagen del Perú antes de escribir La Realidad Nacional?

Belaunde no fue ni el primero ni el último en señalar los problemas estructurales del país a partir de la historia. En El Estado Social del Perú durante la dominación española (1894), Javier Prado, uno de los maestros de esta generación, buscó los orígenes y las causas de la crisis peruana a partir de la Conquista del siglo XVI. Asimismo, recoge el ejemplo de su compañero generacional Francisco García Calderón, quien publicó El Perú contemporáneo (París 1907), el primer intento moderno por ofrecer una visión global -síntesis e interpretación- del Perú. Escrito en francés, reclamaba la existencia de una clase dirigente que reclutara a sus miembros no sólo por su riqueza y abolengo, sino también por su inteligencia. Una oligarquía abierta e ilustrada que entendiera la necesidad de reformar el país para modernizarlo y ubicarlo en el camino del progreso. Pero el destino del país no era quedar al remolque de los Estados Unidos, sino había que reconocer el carácter latino del Perú y aproximarlo más a Francia e Italia. Por ello, era preciso fomentar una política de inmigración atrayendo a europeos para que poblaran el país, pues requería nuevos brazos para su agricultura. Paralelamente había que ampliar la frontera agrícola impulsando las irrigaciones. Estas tareas debían ser emprendidas por un Estado eficiente en el que esa oligarquía supiera incorporar a los grupos marginados. De esta manera el indio tenía que ser transformado, de siervo o campesino sumiso, en obrero moderno o en propietario respetando sus costumbres. Este colosal proyecto, si fuera preciso, debía ser guiado por un líder excepcional. Dentro de esta perspectiva, Belaunde pronunció, en 1914, su discurso La crisis presente, en el que se refiere al ensombrecimiento en el que había caído el país por causas políticas (el personalismo del Presidente), económicas (el peligroso endeudamiento), parlamentarias (crisis de representatividad), sociales (la postración de la clase media) y éticas (la debacle moral de la clase dirigente). Concluyó su discurso con esta frase “¡Queremos patria!”. Finalmente, tenemos Meditaciones peruanas, un conjunto de artículos publicados en 1917, en el que postula que la crisis del país es, sobre todo, psíquica y señala el “anatopismo”, es decir, que las aspiraciones colectivas estaban ajenas a la realidad. Dice que se percibe una ausencia de intuición para descubrir el ser peruano geográfico, histórico y social.

¿Cuál es la principal crítica de Belaunde a Mariátegui?

Belaunde considera que la aplicación del “materialismo histórico” en los 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana es verdadera por lo que afirma pero falsa por lo que niega. Expliquemos. Es verdadera porque pone énfasis en los factores económicos, que son el problema más evidente, demostrable, de la realidad total. Pero es falsa cuando niega o minimiza el peso de los factores vitales y espirituales en la historia del Perú. Para Belaunde, todo el análisis no puede reducirse a lo económico. Por ejemplo, afirma que el “materialismo histórico” no puede explicar satisfactoriamente algunos procesos como la Conquista del siglo XVI o las guerras de Independencia. Si bien encuentra que el principal mérito de Mariátegui fue abordar el problema del indio y relacionarlo con el problema de la tierra, esto es una solución parcial a los grandes desafíos del país. La solución, entonces, no es el indigenismo sino una síntesis verdaderamente nacional de la tradición histórica, con los nuevos enfoques económico, técnico y pedagógico. No hay que olvidar que, años después, cuando publica Peruanidad (1942) definió al Perú como una síntesis viviente: “síntesis biológica, que se refleja en el carácter mestizo de nuestra población; síntesis económica, porque se han integrado la flora y la fauna aborígenes con las traídas de España, y la estructura agropecuaria primitiva con la explotación de la minería y el desarrollo industrial; síntesis política, porque la unidad política hispana continúa la creada por el Incario; síntesis espiritual, porque los sentimientos hacia la religión naturalista y paternal se transforman y elevan en el culto de Cristo y en el esplendor de la liturgia católica. No concebimos oposición entre hispanismo e indigenismo… los peruanistas somos hispanistas e indigenistas al mismo tiempo”.

Belaunde como pensador católico

Cuando Belaunde planteó su polémica con Mariátegui no lo hizo como una defensa del liberalismo frente al marxismo, sino desde el punto de vista del catolicismo y con tendencias sociales progresistas. Por ello, con la aparición de La Realidad Nacional se inició el renacimiento del pensamiento católico peruano. Dicho en otras palabras: no se inspiró en el liberalismo laico sino en el fermento dinámico y social que vive al interior del cristianismo, planteando así los fundamentos de una nueva actitud para los católicos inteligentes en una “ofensiva” de carácter social-progresista por transformar el país. Belaunde, a diferencia de los intelectuales del 900 y de los del Centenario, rescató el horizonte religioso y espiritual en la formación histórica y cultural del Perú. Es el impulso religioso el que cohesiona a la sociedad y a la cultura. Por ello, Belaunde coloca, sobre muchos otros temas, a la fe católica como principal motor en la formación del Perú y de la conciencia nacional desde el siglo XVI. En este sentido, a lo largo de muchos de sus textos, hace un recuento de la labor evangelizadora y de la defensa de la dignidad humana que propagaron los misioneros a lo largo y ancho del territorio. Si bien reconoce las diferencias de enfoque entre las distintas órdenes religiosas que llegaron al Perú y de los problemas y excesos que hubo en la difícil tarea de la evangelización, Belaunde siempre trató de rescatar la crucial transformación social y cultural que generó este proceso.

¿Cuál fue la relación entre Belaunde y el Oncenio de Leguía?

Ya desde sus primeros ensayos o discursos, Belaunde se declaró opuesto al autoritarismo presidencial. En este sentido, La crisis presente (1914) es una crítica al estilo político del primer Leguía y de Guillermo Billinghust. En 1919, cuando Leguía sumen el poder mediante un injustificado golpe de estado, Víctor Andrés inicia un periplo de conferencias a 40 universidades y colegios en Estados Unidos. A su regreso, al año siguiente, asumió una oposición cerrada al líder de la Patria Nueva, que se hizo evidente cuando abogó por los presos políticos y censuró la expropiación del diario La Prensa (1921). Ello le valió la deportación. Regresó a los Estados Unidos donde enseñó en las universidades de Virginia, Miami y Chicago; también fue funcionario del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las Naciones. Pero su oposición a Leguía era también una cuestión familiar. Su hermano Rafael (padre de Fernando Belaunde Terry, futuro presidente del Perú), cuando se planteó la reelección de Leguía, fue confinado en la isla San Lorenzo y deportado en 1924. Ambos regresarían al país en 1931, un año después de la caída del líder del Oncenio. Como vemos, la relación de los Belaunde con Leguía fue de total oposición. Sin embargo, a diferencia de Haya de la Torre o Jorge Basadre, también críticos de Leguía, pero que moderaron sus opiniones años después sobre lo que ocurrió en el Perú entre 19191 y 1930, la posición de Belaunde se mantuvo firme hasta el final.

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Notas sobre el mito de Inkarri

Retrato idealizado de Túpac Amaru I

En 1572, en la plaza de armas del Cuzco, el último de los incas de Vilcabamba, Túpac Amau I, fue decapitado por órdenes del virrey Francisco de Toledo. Cuentan los testimonios que el verdugo –un indio cañari– fue el encargado de cumplir con la orden. Dicen que el Inca puso su cabeza en el degolladero y el cañari le aferró el cabello con la mano izquierda, levantó el arma con la derecha y la dejó caer para cercenar el cuello. Separada la cabeza del tronco, la levantó triunfante para que fuera vista por la multitud. En ese momento, rompieron a doblar todas las campanas del Cuzco y la cabeza quedó clavada en la picota. La multitud indígena quedó quieta, petrificada. El cuerpo del Inca fue llevado a casa de doña María Cusi Huarcay, esposa del decapitado monarca y la enterró luego en la capilla mayor de la Catedral de la antigua capital de los incas. Sucedió entonces que, con los días, los indios iban a venerar la cabeza del Inca. Alarmadas las autoridades, en secreto, se ordenó retirar la cabeza para enterrarla, posiblemente, junto al cuerpo. Como la multitud india no vio nunca la unión del cráneo con el cuerpo, muchos imaginaron que había sido llevada a Lima.

Ese sería el origen del mito de Inkarri y no, como algunos piensan, la muerte de Atahualpa en la plaza del Cajamarca. ¿En qué consiste el mito? El término “inkarri” es una contracción de “Inka Rey” y se trataría de un dios del mundo andino posterior a la conquista, influido por el mesianismo y milenarismo cristianos, y con cualidades de suprema deidad, es decir, creador de todos lo que existe y fundador del Cuzco. Inkarri fue apresado, martirizado y muerto por los españoles, quienes “dispersaron” sus miembros por los cuatro lados que conformaron el Tahuantinsuyo y su cabeza fue enterrada en el Cuzco.

Sin embargo –según la creencia popular en los Andes- esta cabeza está viva y el cuerpo se está regenerando bajo tierra. Cuando se reconstituya el cuerpo de Inkarri, la divinidad volverá, derrotará a los españoles y restaurará en Tawantinsuyo y todo el orden del mundo quebrado por la invasión europea del siglo XVI. Cabe destacar que hay varias versiones del mito y, en algunas de ellas, se habla que cuando regrese Inkarri será el fin del mundo y el juicio final; en este tipo de versiones se nota la clara influencia del discurso cristiano. Es muy probable que el mito naciera en los tiempos de la ejecución de Túpac Amaru I y que se fue extendiendo por los Andes hasta el siglo XVIII, coyuntura del resurgimiento de la cultura inca y de las rebeliones indígenas, especialmente cuando estalló el gran movimiento de Túpac Amaru II. En este sentido, el martirio y ejecución de José Gabriel Condorcanqui en 1781, también en la plaza del Cuzco, reforzaría el mito de Inkarri. Pero con la sentencia de Areche y el advenimiento de la República, el mito fue ignorado por historiadores y otros especialistas. Recién, en 1955, fue recogido de la tradición oral en la región de Paucartambo (Cuzco) por una expedición etnológica dirigida por Óscar Núñez del Prado e integrada, entre otros, por Josafat Roel Pineda y Efraín Morote Best. Luego, el escritor y antropólogo José María Arguedas rescató otra versión del mito en Puquio (Ayacucho). A inicios de la década de 1870, diversos estudiosos ya habían descubierto hasta 15 relatos del mito de Inkarri, con ligeras variaciones, incluso en pueblos de la amazonía peruana. Sigue leyendo

Tres ensayos de Germán Carrera Damas sobre la Independencia de Colombia y Venezuela


(Pintura de Martín Tovar y Tovar)

En vísperas de la fecha conmemorativa del 5 de Julio de 1811, consagrado como el de la Declaración de Independencia, y viendo cernirse oscuras nubes de patrioterismo oficial, me ha parecido razonable cumplir con el precepto de la responsabilidad social del historiador, proponiéndole a la vapuleada conciencia histórica del venezolano de nuestros difíciles días, algunas dosis de antídoto crítico, contenidas en los siguientes esquemas para charlas que he dictado recientemente (Caracas, 13 de junio de 2011.)

¿MONARQUÍA, REPÚBLICA O ABOLICIÓN SELECTIVA DE LA MONARQUÍA?
Germán CARRERA DAMAS
Escuela de Historia
Facultad de Humanidades
y Educación de la UCV.

Mis palabras, que serán breves, aspiran a despertar alguna inquietud, críticamente fundada, en medio del amodorramiento de la conciencia histórica inducida a los venezolanos de hoy.
Es obvio que la comprensión histórica de lo sucedido en Caracas el 19 de abril de 1810 requiere que se le ubique en el largo período de la historia de Venezuela republicana. Atendiendo a este criterio, estimo que la cuestión central, que motivó esos acontecimientos, fue la urgencia de preservar la estructura de Poder interna de la sociedad colonial. Este ordenamiento social era expresión del Poder colonial, en el que se combinaban el Poder político metropolitano, representado por nuestra Corona; y el Poder social, representaba por el los estamentos más altos de la sociedad implantada colonial. Con el propósito de preservar la estructura de Poder interna de la sociedad se atendía a tres fuentes de preocupaciones:

1.- Unas preocupaciones brotaban de conflictos endógenos de la sociedad implantada colonial:
– Con sectores de pardos, sobre todo con los que ejercían oficios de relativa significación social y económica, que pretendían conquistar áreas de igualdad social. En este empeño chocaban con el sistema jurídico-social de la estructura de Poder interna de la sociedad, cuyos fundamentos primordiales eran la propiedad excluyente de la tierra económicamente rentable, y la bien preservada, y celosamente vigilada, discriminación social y racial.
– Con lo esclavos en lucha por su libertad; situación inherente a toda sociedad en la cual la esclavitud desempeñase papel importante, como capital productivo. Aunque envuelto en una trama de medidas opresivas y preventivas, era constante el temor a las revueltas de esclavos.
– A lo que se añadía la condición de virtual servidumbre impuesta a los aborígenes tributarios.
De manera general, los conflictos con los pardos, ventilados institucionalmente; y las esporádicas manifestaciones de rebeldía de los esclavos, consecuentemente magnificadas por las autoridades represoras; al igual que la suerte de los aborígenes tributarios, habían sido objeto, en los artículos 32, 33, 34 y 35 de las Ordenanzas compuestas por los conjurados de La Guaira, de 1797, de un tratamiento basado en la igualdad, la abolición de la esclavitud y la libertad; llevado al extremo de proclamarlos “nuevos ciudadanos”…. Lo que bastaría para comprender el fervor demostrado por los notables súbditos de Su Majestad en la defensa de la institucionalidad colonial.

2. Las preocupaciones generadas por estas amenazas a la estructura de Poder interna de la sociedad implantada colonial, brotadas de su seno, se vieron potenciadas en las mencionadas Ordenanzas de Picornell, Gual y España, de 1797. Y acentuadas por la Proclamación de Francisco de Miranda, dada en Coro el 2 de agosto de 1806, al prometer: “QUE los buenos é inocentes Yndios, así como los bizarros Pardos, y morenos libres crean firmemente, que somos todos Conciudadanos, y que los Premios pertenecen exclusivamente al mérito, y á la Virtud-en cuya suposición obtendran en adelante infaliblemente, las recompensas militares y Civiles, por su merito solamente”. Alo que se añadió: “PARA llevar este Plan á su debido efecto, con seguridad y eficacia, serán obligados los Ciudadanos sin distinción de Clases, estado ni Color”…..”de conformarse estrictamente a los Artículos siguientes”…. No parece posible documentar la difusión alcanzada por el contenido de esos documentos. Pero bien cabe suponer que de ello se encargarían el rumor y el nerviosismo de quienes se sentían así amenazados en sus intereses y privilegios socioeconómicos.

3.- En esas condiciones, es comprensible que se perdiese confianza en que el Poder político metropolitano, presa de una crisis que llegó a ser pronosticada como insuperable, pudiera seguir contribuyendo a la preservación y el confiable funcionamiento del sistema jurídico-social del Poder Colonial.
Estas preocupaciones inspiraron decisiones como la adopción circunstancial de la fórmula del cabildo ampliado, permitiendo la incorporación de una representación del Gremio de pardos; el dictado por la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, del Decreto de prohibición de la trata, para refrenar el crecimiento de la población esclava; y luego la formulación de una Ordenanzas de Llanos, dirigida a establecer una suerte de régimen de trabajo forzado en los hatos.
Estas preocupaciones, agudizadas por la pérdida de confianza en la continuidad y la eficacia del Poder metropolitano, indujeron a una aspiración autonomista que la historiografía patria ha querido calificar, desde su inicio, como independentista. La realización de esa aspiración autonomista llevó a la formación de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII; vale decir de nuestra Corona. Esta aspiración autonomista dio lugar al hecho de que, observa Carole Leal Curiel en reciente publicación, el Congreso que el 2 de marzo de 1811 se juramentase …..”como cuerpo conservador de los derechos de Fernando VII”….

4.- La estructura de Poder interna de la sociedad implantada colonial fundaba su eficacia en la simbiosis entre el Poder político metropolitano y el Poder social criollo. Pero su legitimidad derivaba del acatamiento de la voluntad divina, constituida en nuestra Corona. En esta simbiosis era clave la aptitud del Poder político metropolitano. Comprometida esa aptitud por el abandono de nuestra Corona, la sociedad implantada colonial entraba en estado de orfandad, -como se señaló en su momento-, al verse privada de la protección hasta entonces eficaz en el manejo de los mencionados conflictos; creándose una situación que se vio agravada por la cesión de la Corona a Napoleón, quien era visto como portador de los principios, socialmente disolventes e impíos, de la denominada Revolución francesa. ¿Buscaron entonces los criollos, justamente alarmados, Independencia y Libertad; o procuraban seguridad mediante la preservación de la estructura de Poder interna de la sociedad implantada colonial?

La República brotó como uno de los términos de la alternativa suscitada por la declaración de Independencia. El otro término era, obviamente, la Monarquía independiente, fuese absoluta, fuese constitucional. Aunque la persistencia de la monarquía absoluta, aun independiente, chocaba con el creciente rechazo del despotismo, cuando ella fue restablecida por José Tomás Boves y consolidada por Pablo Morillo, no suscitó rechazos significativos conocidos, pues satisfizo, de hecho y de derecho, el requerimiento básico de 1810. En cambio, la instauración de la República, dado que significaba implícitamente la abolición de la Monarquía, encendió la guerra civil, permitiendo concluir, según testimonio de Simón Bolívar en el denominado Manifiesto de Carúpano, del 7 de septiembre de 1814, que era ciegamente monárquica la masa de la sociedad. Las consecuencias de esta evolución no pudo ser más contradictoria respecto de los propósitos iniciales, al verse profundamente trastornada la Estructura de Poder interna de la sociedad que se había intentado preservar en 1810-1811.

La abolición selectiva de la Monarquía rigió la República de Colombia, moderna y liberal, porque quienes la erigieron comprendieron, realista y lúcidamente, que lo que se proponían edificar requería el previo restablecimiento la Estructura de Poder interna de la sociedad, que ahora se quería republicana. ¿Realizando la aspiración de los caraqueños del 19 de abril de 1810, o corrigiendo la subestimación en que habían incurrido de la condición religiosamente monárquica de la sociedad? ¿Los caraqueños que huyeron hacia Oriente en 1814, lo hicieron por sustraerse al restablecimiento de la monarquía o espantados por el rumor, bien cultivado por los republicanos, de que el primer caudillo venezolano proclamaba el exterminio de los blancos?

La solución colombiana de tan compleja cuestión, que he caracterizado como meter al Rey en la República, perduró en Venezuela una vez que rompimos la República de Colombia, conformando nuestra República liberal autocrática. Esta primera versión de la República ya sólo venezolana, siempre estuvo, pese a su estructura institucional, más cercana de la monarquía absoluta que de la constitucional; y menos aún de la República colombiana. Esta, que fue la solución eficaz a la alternativa que planteó Simón Rodríguez cuando incitaba a los americanos recién emancipados a decidir si querían una república monárquica o una monarquía republicana, perduró en Venezuela hasta 1946, cuando se dio el gran paso institucional en la que denomino la Larga Marcha de la sociedad venezolana hacia la Democracia, disponiendo la instauración de la República liberal democrática, hoy asediada por los reivindicadores del absolutismo, aunque conceptualmente andrajoso.
Caracas, abril de 1011.

Ponencia presentada en las II Jornadas “Reflexiones de la Venezuela histórica”. Venezuela y sus orígenes republicanos: 5 de julio de 1811. Universidad Montávila. 3-5 de mayo de 2011.

PERIPECIA HISTÓRICA DE LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA
Germán CARRERA DAMAS
Escuela de Historia
Facultad de Humanidades
y Educación de la UCV.

Advertencia:
Comprendo que el título de esta charla causará cierta sorpresa. Nuestra conciencia histórica republicana ha sido erigida sobre la piedra fundamental de un documento denominado “Acta de la Independencia” o “Acta de la Declaración de Independencia”, suscrita por los padres de la República, en Caracas, el 5 de julio de 1811. Examinemos la cosa un poco más de cerca.
Sin embargo de lo antedicho, creo correcto denominar peripecia la suerte corrida, históricamente, por lo proclamado en tan venerable documento.

I.- Los conjurados de La Guaira, del 12 de julio de 1797, elaboraron unas Ordenanzas, cuyo artículo 17 no sólo da por sentada la Independencia, sino que, en cierta forma, elabora la que hoy denominaríamos la hoja de ruta luego seguida, al pautar que las autoridades revolucionarias, por establecerse, …..”tomaran quantas providencias juzguen de luego convenientes para asegurar mas y mas el acto de la Yndependencia que será declarada en la ciudad de N, para cuyo efecto”…..”se comboca y combida á todas las Povincias, Comandancias, Corregimientos &-á qe”…..”envíen sus Diputados con amplios poderes para la declaracion de la Yndependencia,”….. ¿Habría sido ésta la primera versión de la que sería el Acta de la Independencia?

II.- El testigo incuestionable, universalmente acatado, de nuestra Independencia, Simón Bolívar, afirmó el 19 de abril de 1820: “¡Soldados! ¡El 19 de abril nació Colombia!”, argumentando que el 19 de Abril de 1811 fue el día primero de nuestra libertad. Así lo refrendó la Academia Nacional de la Historia, por unanimidad, el 7 de mayo de 1909. De ser así las cosas, la denominada Acta del 19 de abril, de 1810, firmada por un grupo de ilustres patriotas, sin embargo encabezados por el Capitán General Vicente de Emparan, sería el documento inicial de nuestra existencia republicana, y por lo mismo de nuestra Independencia, puesto que la República de Venezuela se consagró, definitivamente, en el ámbito de la República de Colombia, en Angostura en 1819; y se constituyó, en el ámbito de esa misma República, en La Villa del Rosario de Cúcuta, en 1821.

III.- Pero si por una vez desacatamos la autoridad testimonial de El Libertador, – que cabe suponer algo sabía de Independencia-, el documento inicial sería el Acta de la Independencia, suscrita el 5 de julio de 1811, suscrita por los copistas de los códigos …..”que han formado ciertos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas”….., labraron el infortunio de la naciente República, -según sentenció el mismo Simón Bolívar en el denominado Manifiesto de Cartagena, fechado en el 15 de diciembre de 1812. Los firmantes del que fuera considerado tan poco venturoso documento, encabezados por “Isidoro Antonio López Méndez, diputado de la ciudad de Caracas”, lo suscribieron luego de afirmar que lo hacían …..”a cinco días del mes de julio del año de 1811, el primero de nuestra independencia”…. Cotejando las dos actas, es decir la descalificada por El Libertador y la que según él debió ser, cabría sacar conclusiones que dejo a la audacia de ustedes.

IV.- Las historiografías patria y nacional, no han gustado mucho de fijar su atención en la que podría ser considerada una tercera declaración de Independencia, denominada convenientemente Declaración de Angostura. Fue formulada una vez “Reunidos en junta nacional el consejo de Estado, la alta corte de justicia, el gobernador, el vicario general de este obispado sede vacante, el estado mayor general y todas las autoridades civiles y militares”…. En este documento, promulgado por …..”S.E. el Jefe Supremo Simón Bolívar”…., el 20 de noviembre de 1818, se reafirmaron …..”los sentimientos y decisión de Venezuela”…., que …..”se han manifestado en la República desde el 5 de julio de 1811”…..; y se subrayó la determinación de rechazar todo intento de reconciliación con la que seguía siendo, jurídicamente, nuestra Corona. ¿El añadir esta coletilla no significaba enmendar la Declaración original, hasta el punto de transformarla en la que según el ahora Jefe Supremo debió ser?

V.- La Ley Fundamental de Colombia, promulgada por “Su Excelencia el Presidente de la República”, Simón Bolívar, el 17 de diciembre de 1819, no declara explícitamente la Independencia de la nueva República, existente …..”desde este día”…. Pero sí lo hizo la Ley Fundamental de la Unión de los Pueblos de Colombia, promulgada en Cúcuta el 18 de julio de 1821, en la que se lee “Art. 3º La Nación Colombiana es para siempre é irrevocablemente libre é independiente de la monarquía española, y de cualquiera otra potencia o dominacion extrangera”…. Lo que fue ratificado, textualmente, por la Constitución de la República de Colombia, promulgada también por Simón Bolívar el 6 de octubre de 1821. ¿Se declaraba de nuevo la Independencia de Venezuela?

VI.- Sin embargo, los constituyentes que elaboraron la Constitución del Estado de Venezuela, promulgada por el Gral. José Antonio Páez el 24 de septiembre de 1830, reprodujeron en el Art, 2º de la Constitución de la República de Colombia, cambiando sólo la mención de la “Nación” Colombiana por la de la “nación venezolana” ¿Fue la aprobada en la República de Colombia nuestra definitiva declaración de Independencia? ¿Por qué se consideró, en 1830, necesaria una nueva Declaración de la Independencia?

VII.- Después de estas reiteradas declaraciones de la Independencia, faltaba por cumplir un requisito cuya formulación documental cabe preguntarse si se diferencia, en lo esencial, de una Declaración de Independencia. El 30 de marzo de 1845 fue suscrito en Madrid el Tratado de Paz y Reconocimiento. Aprobado por el Poder legislativo y ratificado por el Ejecutivo en ese mismo año, fue canjeado el 22 de junio de 1846. Reza el Tratado: “Art, 1º. S.M.C., usando de la facultad que le compete por decreto de las Cortes generales del Reino de 4 de diciembre de 1836, renuncia por sí, sus herederos y sucesores, la soberanía, derechos y acciones que le corresponden sobre el territorio americano, conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de Venezuela.” ¿Dónde quedaban el Art. 1º de la Ley fundamental de la Unión de los pueblos de Colombia; también primero de la Constitución de la República de Colombia, ambos de 1821; y 2º de la Constitución del Estado de Venezuela, de 1830? No parece del todo descabellado preguntarse sobre si lo actuado en Madrid no significaba, también, que habíamos reconocido de nuevo nuestra Corona; aunque fuese como requisito para que se perfeccionase jurídicamente nuestra reiterada declaración unilateral de la Independencia. ¿No significaría esto, igualmente, que de nuestra parte admitíamos el haber sido hasta ese instante súbditos rebeldes?

VIII.- Pero el cuento no terminó allí: los cortesanos de del Gral. Juan Vicente Gómez Chacón saludaron como el verdadero logro de la Independencia de Venezuela el pago de la deuda externa. ¿Un acto administrativo como Declaración de la Independencia?

IX.- Rómulo Betancourt, luego de formular la doctrina de las tres independencias –nacional, política y económica-, consagró la Ley de Reforma Agraria, suscrita en el Campo de Carabobo el 5 de marzo de 1960, con estas palabras: “Conciudadanos: No puedo ocultar cómo ha sido trance singular de mi vida este de hoy, en que en calidad de Jefe de Estad libremente electo por el pueblo, he estampado mi firma en un documento para ser leído por los nietos de nuestros nietos como una segunda Acta de la Independencia de Venezuela.”

X.- A partir de la tercera década del Siglo XX, los venezolanos comenzamos a ver en el dominio del petróleo, por las grandes empresas norteamericanas y angloholandesas, la pérdida de nuestra independencia nacional. Hasta el punto de que Rómulo Betancourt, en su esencial antiimperialismo, llegó a concebir que probablemente se requeriría un nuevo Ayacucho para rescatar el petróleo, y poner así en marcha la independencia económica que sería base de la genuina y plena Independencia nacional, al hacer posible la independencia económica. ¿Significaría esto que el Decreto de nacionalización de la industria petrolera, dictado por el Presidente Carlos Andrés Pérez, equivaldría a una Declaración de Independencia? Decir esto puede sonar como un exabrupto, pues algunos economistas de pobre sentido histórico sostienen hoy que tal nacionalización fue un mal negocio. ¿Quienes tal cosa dicen ignoran que muchos venezolanos, y aun historiadores, vista la cuestionable ejecutoria de la República durante nuestro terrible siglo XIX, llegaron a dudar de que la Independencia hubiese sido un buen negocio?

XI.- Según el opresivo régimen militar-militarista, ¿hoy día la Declaración de Independencia sería el acta de patriotero mal gusto denominado Juramento ante el Samán de Güere?

XII.- ¿O lo será la que consagrará el habernos independizado, separándonos de ese engendro de la geopolítica denominado Cubazuela; y/o librándonos de la dominación del capital extranjero, al cual hemos sido hipotecados, nosotros y nuestros nietos, cuando menos?

XIII.- Dejo a ustedes la consideración de estas dos últimas interrogantes. Me limitaré a decir que, para mí, la más significativa declaración de la Independencia será la que registre el habernos independizado del despotismo, recurrente, contra el que luchamos desde 1797.

XIV.- Aunque, quizás deba felicitarlos y felicitarnos por una circunstancia de la que seguramente Uds. no están conscientes. Tal parece que estamos en vísperas de la definitiva declaración de independencia, a juzgar por la historiografía seudosocialista. En lo que me concierne, parece que se me ha aclarado súbita, si no portentosamente, una duda. Es la siguiente: La desestimación de la declaración de independencia formulada por los conjurados de La Guaira, en 1797, se ha justificado por la inclusión de éstos en los denominados precursores de la Independencia, compartiendo honores con personajes semejantes a ellos, según el Considerando del Decreto No. 7.375 del Presidente Hugo Chávez Frías, que reza: “Que el pensamiento universal de Simón Bolívar “El Libertador” y del “Generalísimo” Francisco de Miranda, precursores de nuestra Independencia [subrayado por mí], representan la base ideológica de la Revolución Bolivariana, y en consecuencia su archivo contiene la documentación fundamental de su legado revolucionario y liberador para los pueblos de Nuestra América y el Mundo.” (Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Caracas, 13 de abril de 2010, No. 39.402). ¿Estamos, por consiguiente en vísperas de la definitiva declaración de Independencia? Uds. dirán.
Caracas, abril-mayo de 2011

Esquema para una charla en la Casa de la Historia, el miércoles 11 de mayo de 2011; y en la Escuela de Sociología de la UCV, el miércoles 25 de mayo de 2011.

¿LA DEFINITIVA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA?

Germán Carrera Damas
Escuela de Historia
Facultad de Humanidades. UCV

Comprendo que les pido un esfuerzo al obligarlos a analizar críticamente textos constitucionales y hechos históricos. Me anima a hacerlo la convicción de que ustedes no me han invitado a que venga a echarles de nuevo el cuento. Y si lo creyeron, cúlpense ustedes mismos.
Veamos los textos constitucionales que propongo que comparemos:

1.- El primer texto constitucional reza: “La nación venezolana es para siempre é irrevocablemente libre é independiente de toda potencia ó dominación extrangera, y no es ni será nunca el patrimonio de ninguna familia ni persona”. Tal proclama el artículo 2º de la “Constitución del Estado de Venezuela, formada por los diputados de las provincias de Cumaná, Barcelona, Margarita, Caracas, Carabobo, Coro, Maracaibo, Mérida, Barínas, Apure y Guayana”, aprobada en Valencia, el 22 de septiembre de 1830; promulgada por el “Presidente del Estado”, José Antonio Páez, el inmediato 24; y refrendada por “El secretario interino del despacho del interior, Antonio Leocadio Guzmán y por el secretario de Estado en los despachos de guerra y marina, Santiago Mariño”…..

2.- Este primer texto constitucional sucedía a dos textos constitucionales de la República de Colombia. Reza el primero: “La nacion colombiana es para siempre é irrevocablemente libre é independiente de la monarquía española, y de cualquiera otra potencia ó dominación extrangera. Tampoco es, ni será nunca patrimonio de ninguna familia ni persona”. Tal proclama el Artículo 3º de la Ley fundamental de la Unión de los pueblos de Colombia”, aprobada en la Villa del Rosario de Cúcuta, el 12 de julio de 1821; y promulgada el inmediato 18.

3.- Y el segundo texto constitucional: “La Nacion Colombiana es para siempre é irrevocablemente, libre é independiente de la monarquía española, y de cualquiera otra potencia ó dominación extrangera: y no es, ni será nunca el patrimonio de ninguna familia ni persona.” Así lo proclama el Artículo 1º de la Constitución de la República de Colombia, aprobada en la Villa del Rosario de Cúcuta, el 30 de agosto de 1821, y promulgada el 6 octubre del mismo año por Simón Bolívar.

4.- Incidentalmente, apunto que en el Art. 2 de la Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz, el 19 de marzo de 1812, se halla el precepto clave que rigió la abolición de la Monarquía en la República de Colombia: “La Nación española es libre e independiente, y no es, ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona.” ¿Era esta declaración conciliable con la conservación de la Monarquía? Así se desprende del Art, 3, que reza: “La soberanía reside esencialmente en la Nacion, y por lo mismo pertenece á esta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales”….Y la Nación española resolvió adoptar la monarquía constitucional. ¿Habría sido ilógico que los venezolanos, entonces españoles de América, optaran por lo mismo? ¿La cuestión no radicaba en la Monarquía como régimen sociopolítico, sino en la naturaleza mixta del Poder colonial y en la crisis de la porción del mismo representada por el Poder político metropolitano, que legalizaba y legitimaba la porción criolla de ese Poder?

Observaciones:

1.- Lo primero que llama la atención es el hecho de que se considerara necesaria, en 1830, hacer una declaración de Independencia. Caben dos preguntas: Primera: ¿Por qué no afirmar, pura y simplemente, que Venezuela era independiente desde el 5 de julio de 1811? Segunda: ¿Se quería proclamar que Venezuela se había independizado de una República de Colombia que había sido fundada mediante decisión recogida en la Ley fundamental de Colombia, aprobada por el Congreso de Venezuela, reunido en Angostura, el 17 de diciembre de 1819, y promulgada por Simón Bolívar en el mismo día? Recuérdese el Artículo 1º: “Las Repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedan desde este día reunidas en una sola bajo el título glorioso de República de Colombia.” De ser respondida afirmativamente esta segunda pregunta, resultaría que nos estábamos declarando libres e independientes de la obra del Libertador, ¿considerada para el caso como dominación extranjera? Creo que ante la sola consideración de esta comprobación cualquier patriota bolivariano clamaría: ¡Blasfemia!

2.- Lo segundo que llama la atención, es que los constituyentes colombianos declararon la independencia de su nación respecto de la monarquía española. Lo que suscita dos preguntas. La primera: ¿No era la monarquía española nuestra monarquía? La segunda: De no haber sido parte integrante de la monarquía española; ¿Éramos ya, en su seno, república? No parece posible escapar de esta disyuntiva.

3.- En tercer lugar, llama la atención el hecho de que los constituyentes de 1830 declararon a Venezuela independiente de la monarquía española; y, de hecho y al mismo tiempo, también de la República de Colombia. Esto último se desprendía, obviamente, de la promulgación de la Constitución, pero cabe hacerse una pregunta: ¿Por qué, luego de cuando menos tres declaraciones de Independencia, era necesario el reconocimiento de nuestra Independencia? ¿No contábamos ya, como consta en la aprobación de la Constitución del Estado de Venezuela, el 22 de septiembre de 1820, con veinte años de independencia? Pero ¿Contados a partir de cuando? Si nos atenemos al Decreto de reorganización del Gobierno, dado por el Gral. José Antonio Páez, el 13 de enero de 1830, nos encontramos con los siguientes considerando: “1º Que por el pronunciamiento de los pueblos de Venezuela, ha recobrado su soberanía.” Y el “3º. Que siendo Venezuela un Estado soberano”….. Añádase a esto el hecho de que al estar fechado este Decreto en el “13 de enero de 1830, 20.-1º.” ¿Deberíamos interpretar este señalamiento como una reiteración, por partida doble, -respecto de la monarquía española y respecto de la República de Colombia-, de la declaración de Independencia?

4.-En cuarto lugar, llama la atención un hecho: se comprende que el reconocimiento de la Independencia era un requisito a satisfacer para desenvolverse en un escenario internacional donde prevalecía entonces la monarquía. El Tratado de paz y reconocimiento, firmado en Madrid el 30 de marzo de 1845, y ratificado por el Ejecutivo venezolano el 2º de mayo, reza en su artículo 1º “S.M.C. usando de la facultad que le compete por decreto de las Cortes generales del Reino de 4 de diciembre de 1836, renuncia por sí, sus herederos y sucesores, la soberanía, derechos y acciones que le corresponden sobre el territorio americano, conocido bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de Venezuela”. Cabe hacerse dos preguntas: Primera: ¿En virtud de ese artículo, hasta ese momento éramos súbditos rebeldes? Segunda pregunta: ¿Para recibir la gracia del reconocimiento por la Corona no era imprescindible el haberla reconocido, a nuestra vez y siquiera por instantes, como detentora de una soberanía que reiteradamente habíamos declarado nuestra? A su vez, el artículo 2º del Tratado reza: “A consecuencia de esta renuncia y cesión. S.M.C. reconoce como nación libre, soberana e independiente la República de Venezuela”….. ¿Significaría esto que el reconocimiento de la Independencia de Venezuela fue admitido como un acto de soberanía de nuestra Corona, y no como la admisión de nuestra soberanía y de la consiguiente abolición de la monarquía?

5.- En quinto lugar, hagamos una comparación, aunque somera, entre el texto del Tratado de paz y reconocimiento fechado en Madrid el 30 de marzo de 1845, y el texto del Tratado de París, que se comenzó a negociar el 30 de noviembre de 1782 y se concluyó el 3 de septiembre de 1783, mediante el cual Jorge III, de Gran Bretaña, reconoció la Independencia de los Estados Unidos de América, declarada el 4 de julio de 1776. No parece muy aventurado pensar que este último pudo haber servido de modelo para el primero. Me ha llamado la atención la diferencia entre los términos del reconocimiento de la independencia de Venezuela y los términos del reconocimiento de la independencia de los Estados Unidos de América. Veamos estos últimos: “Su majestad británica reconoce a los mencionados Estados Unidos”….(los enuncia)….”como estados libres, soberanos e independientes, y trata con ellos como tales, y por sí y por sus herederos y sucesores renuncia a toda pretensión [claims] sobre gobierno, propiedad y derechos territoriales sobre ellos y todas sus partes.”

6.- Cabe observar que si bien en ambos tratados se prestó particular atención a las contenciosos jurídicos relativos a deudas y confiscaciones de propiedades, estas materias aparecen tratadas más detalladamente en el caso del tratado suscrito con Venezuela. Sin embargo, mi colega y amigo, el destacado historiador John V. Lombardi me apunta: “Yo creo que el compromiso de pagar las deudas internacionales y mantener un comercio bastante libre con el resto del mundo fueran elementos esenciales en la formación de la nación nuestra. Estos factores eran tan importantes para el éxito del gobierno dentro de las EE UU como las relaciones internacionales”. Pareciera tener fundamento la comprobación de que los aspectos contenciosos relacionados con la propiedad, las deudas y las confiscaciones, revelan la materialidad del nexo colonial, y el cómo esta realidad se sobreponía a la trascendencia de la contienda política y militar y a sus proyecciones ideológicas.

7.- Cabe preguntarse si la negociación del reconocimiento de la Independencia de Venezuela se desarrolló tomando en consideración el hecho de que desde la exitosa invasión de la Nueva Granada, previa a los efectos legitimadores de la Ley Fundamental de Colombia, promulgada el 17 de diciembre de 1819, se habían dado las condiciones políticas y militares para que cambiara el carácter de la contienda, tanto en lo militar como en lo político. Así lo interpretó Caracciolo Parra Pérez: ….”Guerra civil, social, o como quiera llamársela, guerra entre venezolanos, cobijados unos con la bandera de la Patria, otros con la del Rey, y que no vendrá a tomar cariz internacional, sino cuando los españoles entren a tratar de un armisticio, reconociendo con ello la beligerancia del ejército colombiano.” (Mariño y la Independencia de Venezuela, Vol. 1, p. 255). Efectivamente, el 25 de noviembre de 1920 fue firmado el Tratado de armisticio, que se abre en significativos términos conciliadores: “Deseando los Gobiernos de Colombia y de España transigir las discordias que existen entre ambos pueblos; y considerando que el primero y más importante paso para llegar a tan feliz término es suspender recíprocamente las armas para poderse entender y explicar”…. A este Tratado le acompañó el denominado de regularización de la guerra, cuyo extraordinario alcance humanitario es al mismo tiempo un crudo reconocimiento de la pasada barbarie: “Deseando los Gobiernos de Colombia y de España manifestar al mundo el horror con que ven la guerra de exterminio que ha devastado hasta ahora estos territorios convirtiéndolos en un teatro de sangre; y deseando aprovechar el primer momento de calma que se presenta para regularizar la guerra que existe entre ambos Gobiernos, conforme a las leyes de las naciones cultas y a los principios más liberales y filantrópicos, han convenido….Art. 1º La guerra entre Colombia y España se hará como la hacen los pueblos civilizados”….. Tuve ocasión de conversar con el Dr. Caracciolo Parra Pérez sobre su interpretación de estos tratados, sometiendo a su consideración la posibilidad de que pudiesen ser interpretados como una suerte de pre reconocimiento de la Independencia, puesto que no cabía negociar con súbditos rebeldes en otros términos que no fuesen el sometimiento a la autoridad real y la apelación a la gracia del Rey (por lo mismo, nuestro Rey).

8.- En octavo lugar, debo felicitarlos y felicitarnos por una circunstancia de la que seguramente Uds. no están conscientes. Tal parece que nos hallamos en vísperas de la definitiva declaración de independencia, a juzgar por la historiografía seudo socialista. En lo que me concierne, tal parece que se me ha aclarado súbita, si no portentosamente, una duda. Es la siguiente: La desestimación de la declaración de independencia formulada por los conjurados de La Guaira, en 1797, se ha justificado por la inclusión de éstos en los denominados precursores de la Independencia, compartiendo honores con personajes semejantes a ellos, según el Considerando del Decreto No. 7.375 del Presidente Hugo Chávez Frías, que reza: “Que el pensamiento universal de Simón Bolívar “El Libertador” y del “Generalísimo” Francisco de Miranda, precursores de nuestra Independencia [subrayado por G.C.D.], representan la base ideológica de la Revolución Bolivariana, y en consecuencia su archivo contiene la documentación fundamental de su legado revolucionario y liberador para los pueblos de Nuestra América y el Mundo.” (Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Caracas, 13 de abril de 2010, No. 39.402). ¿Estamos, por consiguiente en vísperas de la definitiva declaración de Independencia? Uds. dirán.

9.- En noveno lugar: incidentalmente vale la pena observar que la directa y expresa declaración de nuestra independencia está asociada con la constitución de una realidad histórica que las historiografías patria y nacional venezolana desdeñan, si no pretenden ignorarla: la República de Colombia; es decir nuestra más trascendental creación geopolítica, que fue clave para el logro y la consolidación de nuestra Independencia. ¿Por qué? Dejo la respuesta a Ustedes.

Conclusión:

Pareciera que, al menos en alguna ocasión, más valdría dejar tranquila la Historia.

Caracas, mayo de 2011
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