Notas sobre la clase alta peruana (1)

Entre 1890 y 1930, la oligarquía peruana, al igual que las demás en Latinoamérica, intentó buscar en las culturas europea y norteamericana el modelo a imponer en el país y pretendió el desarrollo de una sociedad similar a aquéllas, muchas veces menospreciando lo nativo. La juventud de esta élite, sobre todo, quedó fascinada por los aires de modernidad que traían los extranjeros, o por su propia experiencia: a partir del 900 la formación de muchos de ellos incluía un viaje al Viejo Mundo, es decir, a la “civilización”. En el caso peruano, esta oligarquía pudo consolidar su dominio debido a que la clase media era aún numéricamente reducida y “dependiente”, mientras que los sectores populares seguían siendo heterogéneos y sin casi ninguna identidad de “clase” o vínculos de solidaridad.

Hacia 1895, en Lima, según los calculos de Joaquín Capelo, la clase alta sobrepasaba las 18 mil personas. Formaba un grupo cerrado unido por lazos familiares y de afinidad. El parentesco y el matrimonio fueron siempre su fuerza cohesiva. En este sentido la familia fue una entidad casi santificada y sus miembros debían mantener una constante armonía por encima de cualquier diferencia, especialmente al momento de la repartición de las herencias. La vida de este grupo era tediosamente feliz. El aburrimiento terminó siendo un componente importante como resultado de estos matrimonios entre pares y de vidas definidas desde la infancia.

La élite se mantuvo unificada, además, por la existencia de barrios exclusivos, clubes (Club Nacional, Club de la Unión, Lima Polo & Hunt Club, Jockey Club o el Country Club), iglesias parroquiales preferidas y algunos balnearios como Ancón o Chorrillos. Una serie de asociaciones, como la Beneficencia Pública, fortalecía la idea que la prosperidad en los negocios o la fortuna familiar debían tener como base la caridad cristiana, es decir, la preocupación por los más menesterosos. La necesidad de realizar “buenas obras” ayudarían a preparar el camino hacia la salvación personal.


Country Club de San Isidro, inaugurado en 1927

De otro lado, los colegios donde se educaban los hijos e hijas de la élite (Inmaculada, La Recoleta, San Pedro o Belén) eran de suma importancia porque en ellos se reforzaban y establecían las relaciones y amistades que debían durar toda la vida. Muchos hábitos como los paseos por el Jirón de la Unión, el Paseo Colón o la Plaza Dos de Mayo, o las fiestas frívolas en los clubes formaban también parte sus vidas. Una confitería ubicada en pleno Jirón de la Unión, el Palais Concert -a imitación del parisino Cafè de la Paix– era muy concurrida por este grupo, aunque también por algunos intelectuales de clase media como Abraham Valdelomar.

Al hablar del Partido Civil, núcleo polìtico de la oligarquía, Jorge Basadre describió así la composición y el estilo de vida de esta élite: “Generalmente (con algunas excepciones notorias) pertenecían a este partido los grandes propietarios urbanos, los grandes hacendados productores de azúcar y algodón, los hombres de negocios prósperos, los abogados con los bufetes más famosos, los médicos de mayor clientela, los catedráticos, en suma la mayor parte de la gente a la que le había ido bien en la vida. La clase dirigente se componía de caballeros de la ciudad, algunos de ellos vinculados al campo, algo así como la adaptación del gentelman inglés. Hacían intensa vida de club, residían, residían en casa amobladas con los altos muebles de estilo Imperio y abundantes en las alfombras y los cortinajes, de un tiempo que no amaba el aire libre y vestían chaqué negro y pantalones redondos fabricados por los sastres franceses de la capital. Vivían en un mundo feliz, integrado por matrimonios entre pequeños grupos familiares; los compañeros de juegos infantiles eran luego camaradas en el colegio y en la universidad, las cátedras de éstas en las ciencias jurídicas y en las disciplinas literarias, históricas o filosóficas podían serles adjudicadas más o menos fácilmente”.

A partir de la década de 1920, la clase alta empezó a migrar a los barrios del sur, cuando el Centro de Lima se fue poblando de grupos medios y populares. Esto hizo reverdecer Barranco, originó Miraflores y San Isidro, y las mnsiones que rodearon a la avenida Arequipa abierta por el presidente Leguía. Las nuevas residencias siguieron imitando el gusto europeo. Finalmente, como anota Margarita Guerra, “esta clase alta será la que empiece a introducir, además, los modelos euroeos en ideas, en costumbres y en la misma gestión económica, pero en diversas oportunidades carecerá de la experiencia o de la intuición para una mejor asimilación de su propia realidad, quizá por el exceso de frivolidad o superficialidad con la cual examina incluso los problemas más serios”.


El Paseo Colón


El Cefè de la Paix de París, a cuya imagen y semejanza se diseñó el Palais Concert de Lima (fotos de Juan Luis Orrego)

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Comentarios

  1. Emperador del Perú escribió:

    A partir de los años 70 la clase alta del Perú comenzo a

    mudarse al distrito de La molina. El nuevo balneario para

    la elite esta en el kilometro 108 rumbo al sur Asia. ¡Bien

    incapaces de dare un buen nombre, hasta Grecia

    hubiese sonado más OCCIDENTAL!!!!

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