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Dr. Sergio Salas Villalobos[1]

Hace más de un año opté por dejar la carrera judicial, la que me trajo sabores en lo profesional y sinsabores en lo personal. ¿Hasta donde se puede sacrificar los tesoros personales por el éxito profesional? Me di cuenta tarde, pero aún a tiempo de recomponer mi destino. Sin embargo la visión externa que ahora poseo del sistema me reafirma que en cuanto a transformaciones sistémicas estructurales –por no usar el término de Reforma Judicial que está desacreditado por su uso indiscriminado lleno de errores- hemos avanzado poco.

Mi salida del Poder Judicial, paradójicamente se ha dado junto a la de un grupo de Jueces que estuvieron inmersos en los momentos quizá más emblemáticos del mismo en los últimos cuarenta años; después del Velazcato, donde destacaron los últimos jueces democráticos defensores del sistema. No es sino hasta el post fujimorismo, en donde la lucha judicial contra la corrupción, dejó sentado el compromiso de los componentes de la nueva corriente de aquellos jueces democráticos, a los que se sumó un grueso importante. Sin embargo, pasada la euforia y recompuesto nuestro país en la senda democrática, parece que aquel compromiso ha ido perdiendo fuerza, al igual que la generación de liderazgos judiciales; indispensables para cualquier cambio sostenido.

Nadie duda de las capacidades personales y profesionales de los dos más destacados líderes institucionales que gobiernan nuestro sistema judicial nacional y local: San Martín Castro y Lama More.

Por el contrario, destacan por sus compromisos propios para la institución no ahora, sino hace muchos años. San Martín a base de lucha regresó al Poder Judicial por todo lo alto, readquiriendo su prestigio injustamente despojado por el poder político. Lama More, es uno de los sobrevivientes de aquella Asociación de Jueces para la Justicia y Democracia gestada precisamente durante la dictadura, y que también adquirió la categoría de líder nato de la Corte de Lima; aquella que impulsó los grandes cambios.

Sin embargo, la pregunta es ¿Quiénes acompañan a estos líderes próximos a concluir sus mandatos?

En toda organización medianamente ordenada, se plantean óptimos; esto es, la generación de planes estratégicos para la consolidación de sus fines y metas. Esto implica la necesidad de mantener una marcha sostenida de los planes ejecutados y los por ejecutarse. Ello a su vez requiere el compromiso para mantener esa marcha. Sin embargo, todo ello requiere del convencimiento que los objetivos son los necesarios y deseados: creer en lo que se hace. No hacerlo por que es mi trabajo, sino para crear un estado de cosas que sea útil para el colectivo. En el caso de la justicia: mejorar el sistema en su integridad.

Los liderazgos judiciales por tanto, son indispensables para esta meta. Jueces no solo comprometidos con estos planes, sino conocedores objetivamente del sistema. Ese conocimiento del sistema al que pertenecen, les dará la capacidad de gestión y gobierno que requiere el Poder Judicial. Lo contrario es la improvisación, cuyo abuso es una de las principales causas de la generación de crisis institucional.

Es cierto que el Poder Judicial peruano no está en crisis. Sin embargo, se percibe cierto grado de falta de compromiso institucional, a pesar del último Congreso Nacional de Jueces de Tarapoto. El proceso de regeneración de liderzazos no ha sido constante y se advierten pocos jueces que en esencia conocen el sistema. Ello se advierte de las conversaciones que amicalmente se sostienen, en donde los problemas siguen siendo los mismos de hace once años: la sobrecarga procesal, la falta de personal y medios logísticos, la carencia de presupuesto y cosas comunes. Si se hubiera sostenido un plan estratégico sostenido, no estaríamos conversando los mismos temas de hace once años.

De nada vale la ejecución de proyectos impulsados por la cooperación internacional, si estos no han nacido del seno del sistema como producto de la creación de los propios jueces. La imposición ellos por dicha cooperación, no hace sino resaltar la ausencia de productos propios y agentes que los desarrollen. Finalmente, puede ocurrir lo usual: que no siempre estos productos son los adecuados para la optimización de lo requerido por el sistema. Hace falta la generación de productos propios, ó al menos, que se den a conocer los realmente elaborados.

Los líderes se forman en la propia institución. No son producto improvisado de generación espontánea. Son resultado de todo un proceso de aprendizaje y desarrollo de capacidades debidamente motivadas. Aún estamos a tiempo y tanto San Martín como Lama More, tienen el reto de generar jueces comprometidos con el cambio. El sosiego que otorga la estabilidad democrática del país, no es pretexto para interrumpir el sostenimiento institucional del Poder Judicial en la generación de liderazgos.

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[1] Ex Presidente de la Corte Superior de Lima y ex Juez Supremo Provisional. Abogado. Socio del Estudio Benites, Forno, Ugaz & Ludowieg, Andrade. Abogados
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