Una muerte más de César Vallejo
Por Jaime Abanto Padilla
“He nevado tanto, para que duermas.”
Hoy se cumplen 73 años de la muerte del más grande de los poetas peruanos, aquel que murió en la pobreza y perseguido por la justicia; una injusticia que solo hace unos meses recién el Poder Judicial decidió ponerle fin como una manera de desagravio al más connotado representante de las letras peruanas dell siglo XX. Vallejo murió el 15 de abril de 1938 a las 9.20 a.m., a los 46 años de edad.
Vallejo no fue solo el hito en la poesía modernista, significó también el muchacho provinciano que llegó a las esferas más altas de la literatura y la cultura europea. Fue parte del núcleo generador de la cultura peruana de su época junto a Víctor Raúl Haya de la Torre, Antenor Orrego, Alcides Spelucín, Oscar Imaña, Camilo Blas y otros grandes exponentes de la cultura peruana en las primeras décadas del 1900.
Perseguido y encarcelado, libre y enamorado, enamorado de la mujer que vendía chicha en su pueblo, enamorado de la hija de su hermano mayor, – a quien le hizo bellos poemas que fueron clandestinos un tiempo – enamorado de varias francesas después; bebedor y seductor, mujeriego y galante, pero sobretodo un poeta con una fuerza indomable y una nostalgia que se hizo casi una patología que lo crucificó en los maderos curvos de su angustia y su pena insondable por su Santiago de Chuco y el Perú.
La poesía de César Vallejo nació fortalecida por el sentimiento andino y la influencia de los clásicos que había leído sumado a la efervescencia de sus tertulias con los ilustres amigos con los que frecuentaba. Pero se fortaleció más en Europa donde no solo se fortaleció literariamente, sino que asumió un rol decisivo en la compleja situación en que vivía España, por ejemplo, o sus viajes a Rusia y a otros países con políticas distintas, en donde se nutrió ideológicamente de conceptos filosóficos nuevos.
César Vallejo murió sin saber a exactitud la trascendencia que tendría su obra, muchos años antes de viajar a Paris, antes aún de conocer a Georgette soñó que velaban su cadáver en una habitación casi desierta donde solo había una mujer gorda con sombrero llorando – años después, así fue el escenario de su muerte -.
Georgette Philippart, la última mujer de Vallejo, ha sido satanizada por los amigos del poeta. La defensa que hizo siempre de él la convirtió en una mujer intratable. Después de la muerte de Vallejo se peleó con muchos de los amigos del poeta, cacheteó a más de un editor y se enfrascó en dimes y diretes con todo aquel que osaba hablar de Vallejo en forma despectiva. – durante un evento público Georgette le dio una bofetada al editor Carlos Milla Batres, debido a que éste incumplió su promesa de publicar una foto de Vallejo en la carátula del “Homenaje internacional” al poeta consagrado por la revista “Visión del Perú”. En lugar de la foto, Milla Batres colocó un óleo de Macedonio de la Torre, con una representación irreconocible del poeta-
Para Geogette Vallejo era su “Cholo sano y sagrado” y sin duda tenía una similitud con Eliane Karp y Alejandro Toledo, había asumido luego de la muerte de Vallejo una facilidad única para caerle mal a la gente. Era la Florinda Meza de Chespirito, una mujer odiosa e insoportable, pero tierna al fin para enamorar al poeta.
Pero a Georgette le debemos el rescate de la obra de Vallejo, de la póstuma literatura que conocemos de él, aquella que se pudo perder para siempre y que pudo condenarlo al olvido. Georgette le dio a Vallejo una tumba y fue también la que se opuso al traslado de sus restos al Perú. “Porque en su tierra le dieron de palos, lo maltrataron y yo soy obediente a su voluntad.” Había dicho alguna vez. Georgette fue la continuación de Vallejo por muchas décadas. En el epitafio de la tumba de Vallejo escribió “He nevado tanto, para que duermas.” Ella murió en 1984, sus restos están enterrados en el cementerio de la Planicie de Lima, a miles de kilómetros del Vallejo que ella amó como no lo hizo nunca el Perú. Lejos, muy lejos como esa mañana de 1938 cuando se ahogó en su pena cuando Vallejo partió a la gloria para siempre.
César Vallejo : Reseña de un poeta universal
Por Francisco Távara Córdova
Jefe de la Oficina de Control de la Magistratura
Vocal Titular de la Corte Suprema de Justicia
Discurso pronunciado en la ceremonia de “Homenaje al poeta César Vallejo”, el día 2 de agosto de 2006, en el salón de Juramentos del Palacio Nacional de Justicia , como parte del ciclo de actos programados por el “Día del Juez”
En http://ocma.pj.gob.pe/contenido_archivos/boletin/055-056.pdf
pp. 15-20
De César Vallejo a la ética en días de Facebook
Por Antonio Rodriguez Lobatón
Esta entrada se debiera titular: “En La Florida, los jueces no pueden aceptar como amigos en Facebook a abogados litigantes“, pero era un nombre muy largo y decidí por algo más breve aunque dijera menos. La entrada es sobre jueces y cómo es que se entiende la ética judicial desde las dos orillas del Río Grade. Pero antes, giremos hacia atrás algunos decenios.
En mayo de 1920, César Vallejo (1892 – 1938) regresa a Santiago de Chuco. Apenas unos meses después ya andaba metido en problemas. En agosto, desconocidos incendian y saquean la casa de la familia Santamaría ubicada en el pueblo. Nuestro crédito nacional es acusado de participar en el suceso y va a parar a la cárcel de Trujillo donde permanece enjaulado 112 días entre 1920 y 1921. Durante ese tiempo, como Cervantes, Marco Polo o Sade, Vallejo se dedica a escribir los poemas de Trilce.
Noventa años después, una universidad peruana decide “desagraviar” al poeta, y no sólo eso, estima que este acto debe hacerse no en los claustros limeños o en la tierra de Vallejo. No, debe hacerse a todo pasto a los pies de su tumba en París. El homenaje se realizó en la Casa de América Latina (Maison de l’Amérique Latine) de la ciudad del Sena. Como fue nuestro Poder Judicial el que encauzó y condenó a Vallejo, se invita a participar de la ceremonia parisina a dos vocales de la Corte Suprema.
Que la Universidad Alas Peruanas decida y realice este descabellado fasto parisino no tiene más importancia que la de evidenciar los delirios de quienes la dirigen. Sin embargo, no es tan anecdótico cuando se revela que esta institución discute más de un centenar de procesos ante el Poder Judicial y solventó los gastos de viaje y estadía, no sólo de los magistrados supremos, sino también de sus esposas. No parece por tanto que nos encontremos ante un accionar muy ético, por decir lo menos (la noticia en El Comercio y José Miguel Cárdenas en enfoqueDERECHO).
Casi al mismo tiempo que nuestros vocales supremos viajaban a París gracias a la generosidad de un litigante, en los Estados Unidos el Comité Asesor de Ética Judicial (Judicial Ethics Advisory Committee) de la Corte Suprema de la Florida discutía como debían proceder los magistrados frente a las redes sociales como Facebook, MySpace o LinkedIn.
Producto de estas deliberaciones el Comité decidió que los jueces con página abierta en una de estas redes sociales deben evitar aceptar como “amigos” a abogados litigantes. Tampoco los jueces pueden ser “amigos” virtuales de abogados.
El razonamiento que se esconde detrás de esta proscripción es evitar que se genere la impresión que estos abogados “amigos” están en la capacidad de influenciar en las decisiones del juez. Esto último considerando que las listas de amigos tienen un importante grado de publicidad en las redes sociales.
Para el Comité, la aceptación de la solicitud de amistad de un abogado litigante viola el artículo 2B del Código de Conducta Judicial del Estado (Code of Judicial Conduct), que dice: “Un juez no prestará el prestigio del cargo judicial para promover intereses privados del juez o de terceros; un juez tampoco dará ni permitirá que otros den la impresión de que están en una posición especial para influir en el juez “.
Cuestión de matices, por el contrario sí se permite que un abogado se declare “fan” de un juez. Para el Comité ello es posible en la medida que las redes sociales no otorgan las herramientas para que el juez pueda aprobar explícitamente al litigante o la facultad de rechazarlo.
Un tema interesante, cómo responderían las autoridades judiciales locales frente a retos como el que acabo de describir. Pero antes, bien podrían registrar en los códigos limitaciones del tipo: “Un juez no se prestará al desprestigio de la carrera judicial aceptando viajes pagados con el dinero de los litigantes“.