Es noche de navidad.
No nieva, tan sólo hace frío,
las caritas tiemblan
al soplar del viento
que estremece
los cuerpos y los brazos.
En una pequeña casa,
oculta en el interior
del coloso urbano,
una pequeña familia
espera la medianoche.
La víspera es grata
para los niños y la madre:
el padre no piensa lo mismo,
el padre medita,
el padre soy yo.
Es navidad.
Absorta la mirada
en el nacimiento
al pie del árbol,
sus luces parpadeando
sus colores de semáforo,
Las ramas ya cediendo
Al paso de los años.
De noche.
segundo tras segundo,
cruzándose los pasos,
las manos que se estrechan,
se prodigan los abrazos,
los niños juguetean y
retozan en el patio.
Hace frío.
Abiertas las ventanas,
el viento me estremece,
pese al grueso de mi saco;
las miradas se pasean
y recorren lado a lado,
todos los rincones,
las paredes,
y el cielo raso,
los rostros de los demás,
la mesa servida
y los regalos.
Recuerdo el ayer.
Al ver a mis hijos jugando
veo qué pronto pasan los años,
Ayer yo vestía uniforme,
Hoy me persiguen las canas,
las arrugas, el silencio.
Veo mi pasado
y me estremezco.
No quisiera que ellos pasaran
lo que yo he pasado,
no los quisiera ver derramar una lágrima.
no los quisiera ver ocultar un sollozo,
no los quisiera ver acallar un gemido.
Son como yo.
Y no lo acepto.
No quiero que sufran como yo sufrí,
no quisiera ver sus caritas de angustia,
no quisiera tenerlos lejos,
no quisiera negarles el cariño,
no quisiera ser el porqué de sus lágrimas.
Los veo jugar.
Están sonriendo.
Y me alegro y me tranquilizo,
y los sigo queriendo,
no quisiera faltarles nunca,
no quisiera que musitaran “papá”
a escondidas de su madre,
no quisiera que me odiaran,
tras la sombra de un padrasto,
no quisieran que me sufrieran
con un triste desengaño.
Por primera vez
sé que es sentirse necesario,
por primera vez sé por quienes vivir,
por primera vez sé a quienes donarme.
¿Y la fiesta y los regalos?
¿qué mejor fiesta,
qué mejor regalo
que estar todos juntos,
Ella, yo y nuestros hijos?