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Señor, si fue pecado mío
el haberme enamorado de ella,
que cese su brillo toda estrella
y se sumerja el universo en lo sombrío.
Señor, no fue pecado mío
el haber encontrado su alma bella,
como sol radiante que destella
las caricias que llenan mi vacío.
Entonces, Señor, si no es pecado,
no la alejes de mi lado,
ni me quites nunca su cariño.
Que puedo llorarla como un niño;
porque difícilmente se olvida
al gran amor que se halla en la vida.