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Jaime David Abanto Torres

 

Me llamas… Para decirme que te marchas,
Que ya no aguantas mas,
Que ya estas harta…..
(…)
De domingos de fútbol, metida en casa
(José Luis Perales Me llamas)

Confieso que desde pequeño me gustó el fútbol. Un día un tío carnal me regaló la camiseta número 5 de Orlando “Chito” La Torre integrante de la selección nacional que llegó al Mundial de México 70. Me quedaba enorme, pero mi madre tuvo la paciencia de entallármela. Viví muchos años en el Rímac en la casa de mi abuelo y con mi tío, hinchas de la “U”, otro tío del Cristal y otro del glorioso Defensor Lima, hasta que tuve que mudarme con mis padres a un campamento minero en Cajamarca. Estando allí a mi corta edad, era el momento de resolver la cuestión trascendental de decidir de qué equipo sería hincha. Mi padre no era hincha de ninguno. Yo le pregunté a mi madre de qué equipo era hincha mi tío carnal. Ella me respondió que era del Alianza Lima. Y desde entonces decidí ser blanquiazul. Meses después, de regreso en Lima, descubrí mi error. Mi tío era crema hasta la médula. Pero para mí la decisión estaba tomada y para mí era irrevocable. Alianza Lima es el Perú, tenía a Cueto el poeta de la zurda, a Cubillas el máximo goleador en los mundiales, a Duarte, al patrón Velásquez, a Caico Gonzáles Ganoza, los potrillos y un largo etcétera.

Pero mi tío sutilmente quiso hacerme cambiar mi decisión. Varias veces me llevó al estadio invitado por jugadores de los equipos rivales para ver perder a mi equipo. Yo igual gritaba desde el banco de suplentes los goles del Alianza. Inocencia infantil, imprudencia temeraria para algunos. Lejos estaban las barras bravas, el vandalismo y el delito disfrazado de fanatismo. Las familias enteras podían ir a los estadios. Otra tarde mi tío me fue a buscar donde estaba jugando con mis amigos y en el acto nos fuimos a Matute. Esa tarde el Alianza rompió el Cristal, para las iras de mi tío.

Me acuerdo que mi padre me regaló la camiseta número 13 del equipo de la empresa donde trabajaba. Me la envió en una encomienda con una carta en la que me decía que no fuera supersticioso. Ya llevo ocho años trabajando en el piso 13 de uno de los edificios más altos del Centro de Lima. Pero pese a mi entusiasmo nunca fui muy bueno con la redonda. Recuerdo que jugaba fulbito con mis amigos del barrio en medio de la pista, con arcos marcados con ladrillos, o con piedras, sobre el asfalto. O bien utilizando las bancas centrales de un parque como arcos. Y era siempre de los últimos en ser elegido. Pese a mi empeño, y sudar la camiseta no entendía el sentido del juego. Corría tras la pelota como una flecha y trataba de meterla en el arco contrario. Tan sencillo como eso. Hasta que una tarde gloriosa me puse en el arco y tapé de todo. Cría fama y tírate a la cama. Pero la siguiente tarde no fue tan buena.

Recuerdo que fui a terminar la primaria a Chosica. En un encuentro de fulbito entre alumnos nuevos contra alumnos antiguos, éstos nos dieron una soberana paliza. Desde allí no quise saber nada con el deporte. En mi adolescencia, un amigo organizó un equipo de fútbol y me incluyó. Entrenábamos desde las 4 hasta las 6 de la mañana, a oscuras, en una cancha de arena. No era muy veloz pues tenía los pies planos, me cansaba pronto y la pelota me pesaba una tonelada, pero me sobraba el entusiasmo. Hasta que mis notas comenzaron a bajar y mi madre le puso punto final al fútbol.

Cuando llegué al tercero de secundaria asumió la dirección del colegio un Hermano que promovía el deporte. Inscribió al Colegio en Adecore, y estableció las Olimpiadas. Los tres años de secundaria estuve en el equipo de fútbol “C”. En tercero con los colores de Brasil, con el número 3. En Cuarto y Quinto usamos camisetas blancas y pedí el número 24. Todos corríamos como flechas tras la pelota sin plan de juego. Recuerdo que cuando estaba en Quinto, jugando con mis resbalosas zapatillas logré anotar un gol, para algarabía del resto de la promoción. En ese entonces estuvo de moda un futbolista uruguayo Cabañas que usaba el número 24. Cosas de la vida.

En mi barrio chosicano jugué el primer y el último partido de un campeonato infantil. Los dos los perdimos, Ya para entonces sin saberlo, era muy miope, y era muy delgado. En aquellos tiempos la pelota pesaba más que ahora y me era difícil patearla con fuerza más de dos metros. En la Universidad formamos un equipo de fulbito para un campeonato intercolleras que más parecía un círculo de estudios. Si mal no recuerdo el equipo se llamaba Lesión Grave. Aparte de la goleada que nos propinaron, llevé la peor parte en un choque y caí de bruces al piso. Un compañero que veía el partido desde el segundo piso del pabellón contiguo a la cancha me gritó. ¡Anda recoge tus huesos! Por poco le hice honores al nombre del equipo.

Recuerdo que mi esposa le compró a mi pequeña hija una de esas calabacitas del día de las brujas. Mi hija la vio en el suelo y le metió un puntapié y dijo “gol”. Mi hijo Gonzalo tenía una pequeña pelota de plástico y decía “coy” antes de decir papá. Luego vendrían sus pelotas más grandes. Recuerdo que una vez metió un cañonazo que rompió un fluorescente y lo tiró abajo con todo y aparato. Felizmente salió ileso. Pero le vi pinta de cañonero. Un Lolo Fernández vestido de blanquiazul.

Luego vendrían las Olimpadres del colegio de mi hija, donde uno de los líderes de la APAFA me enseñó a jugar de defensa y sin estorbar al arquero. Fueron los tiempos Los dolores de piernas después de los partidos. Después vendría la miniserie Perú Campeón que recordaba los tiempos de la selección peruana que por primera vez llegó a un mundial de fútbol por derecho propio. Recordemos que Perú asistió al primer Mundial de Fútbol de Uruguay por invitación. Tuve la suerte de ver la clasificación a los mundiales de Argentina 78 y España 82, con su triste despedida con goleada. 6 a 0 y 5 a 1.

Luego vendrían los años del colesterol, los triglicéridos y los kilos de más. Es así que unos colegas me invitaron a jugar fulbito en una cancha de césped sintético. El primer raspón solo puede ser descrito por Dostoievsky, como diría nuestro recordado Sofocleto. De allí en adelante comencé a jugar con buzo. Lo intenté de defensa pero no era un Chito La Torre, así que una buena tarde me puse bajo los tres palos con anteojos. Todo estaba bien, hasta que recibí un cañonazo en la cara, que felizmente no tuvo mayores onsecuencias, pues la pelota salió al corner. No fue un K.O., pero si sufrí un ligero rasguño en el tabique nasal, y por la mano de Dios, mis anteojos no se rompieron.

Desde entonces, uso anteojos especiales para jugar como medida de protección. Y juego de vez en cuando con mis colegas, de cara a las Olimpiadas del Colegio de mi hijo en la disciplina de minifútbol.

Mi hijo menor sigue adorando la pelota. Ojalá el pueda ser lo que yo no fui. Un gran arquero que ataje penales o un buen delantero, que forme parte de un buen equipo que lleve al Perú al Mundial. Mientras tanto, lo veremos por televisión cantando con Shakira: Samina mina ¡eh! ¡eh!, Waka Waka ¡eh! ¡eh!,  Samina mina sam ¡aleguah!, porque esto es Africa2.

Hoy es domingo, y voy a ver mi partido por televisión y escucharlo por la radio que es más emocionante. ¡Arriba Alianza Corazón! Y si algún día el Alianza Lima se transformara en Sociedad Anónima Abierta, tengan por seguro que adquiriría al menos una acción3.

 

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1 En El día en que ‘Gabo’ se hizo hincha del fútbol. En
http://elcomercio.pe/ediciononline/html/2009-01-03/el-dia-que-gabo-hizo-hincha-futbol.html.
2 SAMINA MINA SAM (AFRICA – FIFA WORLD CUP 2010 SONG). Es la melodía introductoria de El negro no puede, de Las Chicas del Can y una versión actualizada de Zamina de la agrupación camerunesa Golden Sounds Pueden escuchar las tres melodías en http://blog.pucp.edu.pe/item/185058/waka-waka
3 CIEZA MORA, Jairo ¡Sí se puede! (…) transformar las asociaciones en sociedades anónimas. Apropósito de la propuesta para cambiar el fútbol peruano y las recientes resoluciones del Tribunal Registral. En Dialogo con la Jurisprudencia, Abril 2005, Número 79. Lima, Gaceta Jurídica, p. 137-160. Asi mismo, ver la Ley 29504 Ley que promueve la transformación y participación de los clubes deportivos de fútbol profesional en sociedades anónimas abiertas. En http://www.congreso.gob.pe/ntley/imagenes/Leyes/29504.pdf.

 

Pinto posó con camiseta de Alianza al final del triunfo épico

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