KATHERINE LA ROSA CASTILLO (*)
En mi experiencia como magistrada observé penosas experiencias en que los padres pelean en costosos juicios de régimen de visitas a fin de “ganar” a costa del otro, sin percatarse que el perdedor real es el niño que al final es visto como “trofeo de guerra”.
La Convención sobre los Derechos del Niño y el Adolescente reconoce que los jóvenes tienen derecho a mantener un vínculo personal y directo con los padres, aun cuando estos estuvieran separados o divorciados. Esto va dirigido a mantener una natural y adecuada comunicación del hijo con los padres con quien no vive, consolidándose el vínculo materno o paterno filial y el contacto que existía cuando la familia estaba unida. Asimismo encuentra su fundamento en la importancia que el contacto con ambos padres tiene que ver con el desarrollo psíquico y moral del joven.
Sin embargo vemos que en la realidad, muchas veces esta relación se ve ensombrecida por conflictos entre los padres que al final perjudican a su hijo. Cuando algunas parejas se divorcian hay un periodo de dificultades, apareciendo discusiones muy antagónicas, pero, a pesar de ello, se debe realizar el mayor de los esfuerzos como padres para lograr preservar vínculos amicales, los cuales pueden ser traducidos en dos palabras claves: compromiso y trabajo conjunto de los padres.
La palabra “visita” no puede ser entendida literalmente, pues no se trata sólo de ver periódicamente a una persona, sino de mantener una relación afectuosa y que el padre o madre se involucre en el proceso formativo de su hijo; implica coincidencia de valores de los progenitores.
En el proceso judicial de visitas no puede haber perdedores y ganadores, sino padres responsables que trabajan conjuntamente por el bienestar de su hijo, porque, cuando hay conflicto, para el niño es imposible relacionarse libremente con el padre con el que no convive toda vez que siente que rompe un pacto con el progenitor con el que convive; por ende, ambos padres deben asumir la necesidad de tolerar la presencia del otro en la vida del hijo y que los hijos experimenten un espacio en casa y en la vida de ambos progenitores. Por ello, la visita debe enfocarse a las áreas habituales de la vida del niño (educación, salud y recreación); concluyendo con las palabras de Jesús “Por sus hechos os conoceréis”.
(*) Jueza integrante del programa social “Justicia en tu Comunidad” de la Corte de Lima