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Estoy solo y agotado,
tendido sobre mi lecho,
en mi habitación,
y con las luces apagadas.

Los ojos cerrados,
la mente confusa
retozando entre miles de ideas,
entre miles de cosas;
yo te recuerdo,
y recuerdoque te ví,
luego de los libros
de la Biblioteca,
luego de los expedientes
del Juzgado,
luego del bullicio
y del cansancio,
en mi imaginación,
en mi recuerdo,
y en una mezcla
de ambos.

Recuerdo el tiempo
que hoy está tan lejano,
el tiempo de aquellos años
entre la frescura del viento,
y el calor de la mañana
y el retroceder de una noche,
entre el despertar
y el “hasta mañana”…

Te recuerdo, y recuerdo también aquel día,
como si fuera el último,
como la palma de mis manos,
como las caricias de mi madre,
como las cartas que solía escribir a mi padre
entre sollozos y entre llanto,
como las veces
que te volvía a ver de nuevo,
después de los años,
y te encontraba distinta,
diferente, maravillosa,
y a la vez tan distinta…

Dudo mucho, vacilo, titubeo,
temo quererte, tema enamorarme
porque comprendo que tú no estás
preparada para eso,
porque entiendo y porque temo
que no llegues nunca a amarme.

Te quiero, y siempre te quise,
y te seguiré queriendo,
pero son cosas que no comprendo,
por que sé que querer a alguien como yo
es difícil,
porque soy un esclavo del tiempo,
y de mis casos.

Te extraño, y te agradezco
esos gratos momentos,
que siendo escasos
robarnos al Padre-Tiempo,
aquellos instantes
que supe valorar
como el calor del fuego,
las caricias de tus manos
y el candor de tu silencio.

Te quiero,
y te quiero este momento,
éste instante,
no quiero pensar
en mañana más tarde,
te agradezco este instante,
este tiempo presente y el de antes,
me enamoré de tí sólo una vez
y desde entonces no puedo olvidarte,
y no podré olvidarte jamás. (1986)

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