I
Por el clamor de poemas sin título
que solía escribirte cunado era niño,
recordé aquellos versitos
que te diera la primera vez.
Ahora ha pasado el tiempo
y con él muchas cosas también;
pasaron los días, vinieron las canas
pero aún no te dejé de querer.
Hará tal vez medio siglo (un poco más)
cuando un cariño de infante
vestido con uniforme albiplomo
se sembró al perecer sobre roca.
Pero presto los relojes andaron
y al basurero fueron
los calendarios a parar:
tal vez nuestro cabello blanco
y las arrugas cual pliegues diminutos,
avivaron como la leña
el fuego de nuestro amor.
Pareciera que rondamos
los cuatro lustros de soñar,
los cuatro decenios de crecer y madurar…
Fue todo hace tanto tiempo
mil problemas, malos momentos,
dolor y tristeza}y aún así
no te puedo dejar de querer.
El invierno llegó hace mucho,
la tarde ya está muy lejos
¿se viene el final
o esto es solo el comienzo?
¿Quien dijo que muere el amor?
¿Quién dijo que el amor no existe?
¿Quién dijo que un anciano,
con el paso de los años
ya se muere en el amor?
II
Están equivocados.
Yo siento correr por mis venas
y en mi respiración,
ese aire que vivifica
el corazón,
esa brisa transparente
que ilumina como el sol,
ese soplo ce ternura,
transparente y sin color.
Yo lo veo en tí
y en tu retrato,
lo percibo al recostarme
con la cabeza
apoyada en tu regazo
como un niño, esperando
a que acaricies mis cabellos.
Yo lo veo contigo
cuando ahora,
al igual que hace tantos años
tomamos nuestras manos
y dalos juntos
-aunque lentos-
cientos de pasos.
Yo lo veo en tí,
en aquellos ojos
de sol que se va apagando
y se resiste a lo inminente,
y sol quiere ser
para seguir iluminando.
¿Acaso olvida el becerro
la fragancia de los prados,
acaso olvida el hombre
a la madre que lo tuvo,
con cariño,
en tiernos brazos?
¿Acaso olvida el poeta
su primera estrofa,
que aunque mala,
que aunque coja,
le recuerda
como en todo,
la imperfección
de los primeros pasos?
¿Acaso olvida la noche
el tiempo en que solo había sombras,
acaso olvida el piano
los diestros dedos
que pasearon por sus teclas?
¿Acaso crees que puedo olvidarte
por arrugas y otras simplezas,
por cabellos blancos,
por los pliegues de tus manos?
¿Acaso se olvida
a la que fue amiga,
amiga y también compañera,
acaso se olvida el primer amor,
o la primera ilusión?
III
Déjame tomar tu mano,
y vayamos juntos,
como en los tiempos lejanos
otra vez,
sentados al pie de un árbol,
viajemos por el tiempo
recordando el feliz ayer.
Vivamos hoy el pasado,
sigamos siendo felices,
déjame gritar que te amo
como cuando tenía dicisiete años,
teniendo tan solo a un paso
un barranco
y muy por debajo un río,
los montes semihelados
surcando los cielos,
destrozando las nubes
en lo alto,
cuando el exo repetía incesante
lo que siempre te repito
desde no sé cuántos años:
“te amo”. (29/08/85).