Te recuerdo entrando en el aula
con muchos años sobre la espalda,
las arrugas de tus manos
contaban los años
que habías pasado.
Tu mirada espiaba furtiva
nuestras mil chiquilladas tardías;
las gafas oscuras
contemplaban locuras
que ahora añoramos.
Tu sonrisa pegada en los labios,
cuando salían bien nuestras cosas;
los ojos llorando
de rabia y de furia
si no escarmentábamos.
Tus palabras eran consejos
caso omiso nuestras acciones
a la larga vería
nuestra terquedad
que tenías razón.
Con nosotros siempre tú estabas,
en las buenas como en las malas;
en las horas de pena,
dolor y tristeza
nunca nos fallaste.
Eras tan humilde y tan bueno,
nunca nos negaste lo imposible,
siempre nos ayudabas
aunque a veces
ni te dábamos gracias
Te recuerdo como maestro,
como maestro de la vida;
Te recuerdo como amigo,
como amigo del alma dolida;
Te recuerdo como padre
que nunca me falló;
Más que maestro, un amigo,
más que amigo, un padre
que hoy quiero recordar.