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Una voz en el silencio

El letargo ha terminado.
El letargo ha terminado hoy
y estoy despierto.
Veo que las cosas han cambiado
y no me importa.

Es como empezar otra vez,
como nacer de nuevo,
como si el silencio
se hubiese roto con el silencio,
porque también en el silencio
se escuchan voces,
voces que hablan y gritan,
que gimen, que suplican, que desgarran.

Y esa voz que brota
del silencio de mi corazón
me suena familiar
aunque no la conozco,
apenas escucho qué me dice
sin saber quién me habla.

Me conoce,
sabe de mis egoísmos y debilidades,
y me entiende.
¿Cómo puede saber tanto de mí
siendo la primera vez que me habla,
como el susurro de una suave brisa,
con el gemir de una letanía
o una plegaria?

No puedo verlo,
solo escucharlo
aunque no pueda descubrir su voz;
es una voz de silencio,
como la que podría percibir un sordo.
Una voz que hace innecesarios
el oído, la vista, los sentidos,
una voz que llega directo al corazón
y lo transforma
una voz que me hace sentirme miserable
y a la vez colmado de riquezas,
tenerlo todo y sentirme nada.

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