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Dijo una paloma en la mañana
al Padre Eterno de los cielos:
“¿Por qué el poeta ya no escribe más sus anhelos,
sus esperanzas, sus ideales, sus victorias;
por qué no nos deleita más con sus historias
que enmudecieron hace más de una semana?”

“Sí, Padre, rostro níveo de ternura,
el poeta joven ya no canta,
con palabras nuestro sueño más no encanta,
no lo arrulla, ni acaricia ni acompaña
gran cariño ya no nos entraña”
-dijo una triste golondrina con dulzura.

¡Infinita luz entre tinieblas,
guía nuestro en lo mundano!,
el poeta ya no canta a lo cercano,
en el silencio yace adormecido,
vuestro poeta ahora está dormido,
más no en el mundo que de humanos pueblas.

El poeta yace inerte,
víctima de sus imposibles anhelos,
tres metros debajo de los suelos,
en una profunda fosa,
donde impávido reposa
su cuerpo acostado sobre el lecho de la muerte.

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