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Eres pequeña, suave, como el frágil capullo
de una pequeña rosa temprana;
delicada como un rayo de sol en la mañana,
que tu madre cuida y acaricia con orgullo.
Eres sencilla y hermosa como el arrullo
de un ruiseñor en casa cercana,
como el canto del agua en la fontana
acompasado por el mío y por el tuyo.
Es el entrañable cariño de tu madre
y la sombra protectora de tu padre
lo que resalta más tu infantil belleza.
Te llevarás para siempre la tristeza,
las penas y amarguras de este hogar
porque donde estés tú, para ellas no habrá lugar.