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Qué suave rumorean las aguas
de aquel caprichoso río.
Qué dulzura sentir las caricias
del silencio quebrantado por las aguas.
Es más, esas aguas color de chocolate
arrastrando desperdicios,
me recuerdan a mi corazón y sus latidos.

Y el agua sigue corriendo
por el lecho del río,
así como los años van pasando
arrancando los cabellos de mi cabeza.

Y los cabellos que van quedando
se tornan níveos con los años,
se ponen color de luna llena
y se parecen a las aguas cristalinas
que persiguen a las negras.

Casa poca de agua
arrastrada por el río
me recuerda los días
pasados de mi vida…
días que se van
y no regresan jamás.

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