Para los nuevos

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Cuesta más ser extrovertido en las letras, pero lo cierto es que cualquiera puede serlo en ellas, y eso no es un comentario despectivo, es un atributo democrático y yo sé que existe el mainstream de ser un contracorriente, pero en este caso haré caso a lo enseñado por los profesores, creeré en la democracia, haré un remiendo de mis conceptos y me entregaré a la democracia al cuadrado que es el internet y exponencialmente me escribiré, me editaré y me leeré, y no dejaré a salvo error alguno, todos los criticaré, porque a mí mismo me debo, me debo una gran cuenta de tiempo, de ese que le entrego a mis hijos, a mi trabajo y a las noticias, apártense un momento y déjenme amar a mi amada y odiar al enemigo, porque algo de vida debo encontrar en el arte de mis dedos.

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Victor Renard. Dupont

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Hay que ver su cara de asco cuando le dijeron la persona que iba a ser su compañero de viaje. Ya desde ahí se manchó su chaqueta verde, se pico el ojo con el dedo y se dio de bruces con la puerta de la sala de espera. La caída del príncipe le había deparado nada más que infortunios. Ya no encontraba invitaciones en su correo electrónico. Tuvo que pagarse el hotel el verano pasado en la costa azul. Fue en esa decadencia que conoció a Victor Renard. Renard se había ya retirado. Estaba a tiempo completo en el amor. Su trabajo de detective tenía entonces solo el objetivo de hallar el mejor presente para su musa. El futuro le llegó en esta oportunidad con la alta alcurnia. Rumores de rebelión y chuponeo sistematizado esta vez. Dos Renault para turnar el reglaje y un contacto en Marsella a quien reportar durante este verano. El 30 de setiembre una nueva reunión.

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Cansancio de mí

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Mi familia va muriendo poco a poco de esta tierra, de esta tierra van cada vez más emigrando, la gente va encontrando parejas de las que yo critico, y la noche me atrapa cada día más cerca de la habitación de mi padre, cada uno de ellos con su propio mundo, yo con el grupo de ajenidades que me contemplan durante el cotidiano, ya no confirmo las citas, ya no tecleo rápido las palabras, ya todos están bien perfilados y odian de manera uniforme, ya todos se lavan las manos de la manera en que lo hacían en la habitación del mago que perdona la vida mirando las manos, el que es flaco y sabio, pero que tiene colores claros rosados de muy poca admiraci{on y él está al mando del timón, y en la popa uno sentirse caer caer y pedir permiso para caer, no necesitas permiso para caer!!!

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Clase de Actuación

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Con el micrófono en su mano el recuerdo lo inundó completamente, la lucha interna la perdió y a continuación escuhó su voz partirse y sentir esa fuerza en el pecho, a pesar de la cantidad de años, a pesar de la lejanía, cerró los ojos y volteó hacia su compañero, quien ya se había levantado de su asiento para tomar el micrófono y continuar la historia. La voz fuerte de esa vejez arequipeña terminó la historia con la experiencia de un orador. Y su enjutez se perdió entre esa sonrisa confianzuda con que nos miraba. Ambos se miraron y pensaron en que ese examen final lo aprobarían.

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Alguien que no aparenta

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En sus salidas a correr por el malecón a las 7 de la mañana, en su caminar alegre por los pasillos y su mirada agobiada ante sus papeles, en esas sus llamadas ansiosas por el smartphone algunos minutos antes de la hora de almuerzo, en sus visitas al Pinkberry del Centro Comercial Jockey Plaza, en el desabotonamiento no solo del primero, sino del segundo botón, en su post en el Facebook sobre su viaje a la playa el viernes a las 2 de la tarde con espacio en su auto para las personas que quieran colarse, en sus paseos por la playa a las 6 de la tarde,  bajo el sol total de sábado de gafas oscuras, en su partido de voley, en su lectura erudita del cuerpo principal de El Comercio del domingo y su bohemia lectura de El Dominical, ahí muy fácilmente puedes encontrarle.

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Subsana Observación

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“Se observa el presente título, por cuanto existe título pendiente de inscripción sobre la partida registral en la que corre inscrito el inmueble materia del presente acto”.

“Señor Registrador estoy pidiendo la tacha del expediente. Disculpe por error envié primero el “aporte” cuando debí presentar primero la “transferencia”. Muchas gracias Sr. Registrador”.

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El Circo Rapusil

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Se comentó en latinoamérica del viejo oeste, se sintieron los tonos quedos, se relataron los pueblos desiertos, legendarios, las pistolas en los cintos, se paró el hombre sin exalar nada del aire, en el horizonte divisó la caravana, vio el polvo levantarse en estela, botó su cigarro al piso, lo aplastó lentamente, un niño espectador desde las sombras hizo caer una copa, el hombre tomó el hecho como señal, el siglo XX llegó con los golpes tonales, la batería en compás rápido, el vaquero hispanohablante, la voz narrando los movimientos del hombre, algo inclinado, empuñando el revólver, con la caravana ya a toda velocidad dentro del pueblo disparó por fin, repitió y repitió inmutable disparos a ese tren de carretas y caballos, de carpas y animales, disparó y recargo de nuevo, terminó las balas, un momento pequeño, extrajo un nuevo cigarro, antes de poder encenderlo, el circo rapusil, con todo su polvo, su vida y su velocidad, se lo llevó de encuentro.

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Good vibration. Entre cabezas de pescado

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Solo tú comprenderías lo que es un mercado de Wanchaq, solo tú comprenderías que camine con el tesoro y me detenga a la altura de la Compañía de Bomberos ante la primera canasta de tunas de Paruro, que pregunte a cuánto están, que escoja las de 3 por un sol y que presencie a la señora pelarlas sin ningún tipo de guante y alcanzármela para tomarla con mi mano, hacer lo propio con el tesoro y volver a hacerlo conmigo. Que como medida de higiene la señora reciba la moneda de frente en el bolsillo delantero de su mandil. Que subamos las amplias gradas en cuyos costados se encuentren las señoras que venden los platitos de huevo y papa sancochados, las que venden los maicillos, los niños que venden flores y un abogado con voz de locutor absolviendo la consulta de una pareja. Que crucemos los puestos de lustrado de zapatos y que en la esquina de objetos de plástico la señora exclame “cómprame casero, cómprame”. Que al llegar a la zona de comidas las chicas que preparan jugos nos llamen a viva voz a su puesto blandiendo su carta de jugos como espantando a las moscas, ese movimiento ya parte de la costumbre. Que nos sentemos en el puesto de escabeche de “La Quillabambina”. Lo que es un escabeche de por acá. Que yo tome un sol y vaya corriendo a las gradas de la entrada a comprar un platito de huevo y papa con sal y mucho ají. Que al llegar a sentarme al puesto de escabeches un par de compadres me pregunten en qué parte vendían lo que yo tenía en la mano. Que el tesoro se casque los huesos hasta destrozarlos en pedazos para llegar al interior de ellos. Que al salir de la zona de comidas sin reparos compremos una bolsa de capulí, bajo la promesa de que ya estén bien lavados. Que en el puesto de quesos, compremos el más caro de todos, un queso Don Bosco de la prelatura de Ayaviri. Que solo al tesoro le pasen estas cosas: que al pasar por los pescados bote en un balde la servilleta que tenía en su mano sin darse cuenta de que también tenía en su mano un par de monedas de cinco soles. Que al reparar en ello, la señora rompa en carcajadas porque era el balde de cabezas de pescado. Que el tesoro tuviera que recibir sus monedas mojadas en sus manos y correr a la pileta a lavar manos y monedas. Que la pileta estuviera trabada con un candado y que solo la vendedora de chicha se apiadara del tesoro y le regalara algo de agua. Que antes de irnos del mercado dijeramos “salud” con un par de vasos de chicha de quinua para calmar la sed y las carcajadas del paseíto real maravilloso entre cabezas de pescado. Sigue leyendo

Barbarie. Carnes

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El árbitro de partidos amateurs llegó a la reunión. Se sentó un minuto en las gradas contra los reclamos de los jugadores listos para jugar. Se sentó hablando por el celular rechazando oferta tras oferta. Esto es Argentina después de todo. Ser un jugador de fútbol frustrado fue sacarse la lotería. Ahora se da el lujo de negarse a arbitrar partidos. Hoy le dijo al Sr. López: “Que cuánto cobro? Cuánto tenés de presupuesto? A ver mirá, dame 25 pesos por partido y nos olvidamos del tema, no, no, ése es el precio, podés ir a buscar a tu socio Corrales, pero quiero ver cómo te sale el campeonatito, ok, entonces en eso quedamos, me voy me voy”. Corta el teléfono y llama a los jugadores a dejarles en claro a punta de virilidad, las reglas del partido de fútbol. No son cosas del fútbol. Sigue leyendo