Una vez más, debemos haber sido los últimos peregrinos en salir de Portomarín. En alimentos no escatimamos y, como es costumbre, tomamos un buen desayuno, esta vez no solo por la cantidad sino por el sabor: un jamón curado en una cubierta de tomate y café con leche. Sí que se come muy bien en este pueblo (¿en general en toda España?). El Restaurant Pérez, nombre muy original, es también una pensión para peregrinos. Ya nos lo habían recomendado desde Sarria y no había cómo pasarlo por alto pues el check in al albergue se hace en el mismo restaurant. Anoche comí ahí un Caldo Gallego, una Ternera Estofada, Natillas de postre y una copa de Rioja para tomar. Épico. No puedo dejar de pensar en esos platillos. Tal vez será más interesante esta bitácora si empiezo a hablar de culinaria española en lugar de derecho. Ya voy más de un mes de viaje en Europa y lo que comí en este pueblo está al menos en el podio de ganadores (junto con los salmones de Estocolmo y los mercados de comida de Helsinki). En fin, salimos últimos a caminar, pero con el estómago feliz. Ya en el Camino, seguí utilizando un pdf en mi celular que contiene una crónica hecha por alguien en la página “Camino de Santiago” de la Fundación Eroski. Es un relato que te va llevando por los hitos principales de cada tramo. En un trayecto tan largo como estos, te encuentras con esos hitos cada media hora o cada hora. No podrías describir cada edificio, puente o cuesta. Quien lo haya escrito tuvo fina pluma para combinar una descripción detallada del Camino y una pizca de storytelling y humor. En el tramo de ayer y en el de hoy, de cuando en cuando, la guía sugería echar una mirada a los “hórreos” al costado del Camino. ¿Qué son los hórreos? El resultado de la rápida búsqueda Google que hice hablaba de una especie de graneros sobre cuatro columnas que no me quedó muy claro qué eran. Entonces, al caminar cuando veía cualquier construcción grande en forma de depósito pensaba “esos deben ser los hórreos”, graneros cuadrados. De otra parte, lo que no veía explicado en la guía era un tipo de construcción que había visto desde ayer, una suerte de alacena de piedra, con rejas de madera (ladrillo en otros casos), construida sobre unos pilotes de piedra. Lo más llamativo es que llevaba — en el caso de los ejemplares más grandes — una cruz en su techo a dos aguas. Una belleza de algún modo misteriosa porque no sabía qué exactamente eran, qué función cumplían, si eran una forma de jaula de pájaros o tal vez una forma de altar religioso familiar al estilo Shinto. Ya fue por la mitad del trayecto cuando vi lo que aparece en la foto y se me ocurrió que estos objetos desconocidos podían ser este tipo de graneros llamados “hórreos”. Era tan obvio y no me había dado cuenta antes. No eran cualquier construcción, tenían un ornamento especial y muchos eran de piedra muy antigua. Tenía sentido que aparecieran en la guía. De ahí para adelante no dejé de buscarlos, observarlos y fotografiarlos en cada pueblo o caserío. Algo haré algún día con esta colección. Aparentemente tienen protección como patrimonio material en España y el tipo que ví son los hórreos típicos de Galicia. En Asturias, Cantabria y Navarra son algo diferentes. También existen algunos en León. Hace un tiempo Adriana Scaletti me enseñó lo que era una “espadaña” cuando vimos una en la iglesia de Huaro, en Cusco. Me pregunto si ella sabe de los hórreos, sería interesante por una vez hablarle de algo que no haya estudiado con detalle ella o los amigos del grupo Patrimonio Arquitectónico de la PUCP. Uno de esos lugares en que había un hórreo era Ventas de Narón, ubicado en una de las partes más altas de todo el trayecto. Ahí paramos a eso de las tres de la tarde para comer un almuerzo que fuimos retrasando cada vez tratando de hacer un pequeño esfuerzo más. No sé si este pueblo (o, más bien, grupo de casas) está todavía dentro de la jurisdicción de Portomarín, pero, a juzgar por la comida, debemos estar en el mismo municipio. Del menú para el día, escogí una Empanada Gallega como entrada, Merluza de plato de fondo y, otra vez, Natilla de postre. Y venía con una bebida a escoger. Al pedir vino la mesera me trajo una copa y una botella de vino local, de la provincia de Lugo, una botella casi llena entrecerrada con un corcho. Me quedé en la duda. ¿Vendría la chica a servirme en unos momentos o podría servirme lo que quisiera? Espere a que pase cerca para ver si lo hacía y no me sirvió. No pareció querer recoger la botella tampoco. Entonces ese fue mi momento, me tomé 2 copas y media con el almuerzo y ya no quise aumentarme porque la gente en otras mesas ya empieza a ser algo familiar, hemos caminado juntos. Fue un gran almuerzo, nada combina mejor con la comida que el vino. Eso tomaba la gente en estas rutas en el medioevo, eso quiero creer. La última parte del trayecto fue dura, otra vez no tanto por el esfuerzo físico, sino porque por la hora ya casi no había gente atrás o delante de nosotros. Los pocos grupos con los que habíamos coincidido al mismo ritmo en el día anterior se quedaron aparentemente en albergues de Ventas de Narón. Llegamos a las 6 y 12 a Palas de Rei, más de 8 horas después de haber salido de Portomarín. Esta vez es un albergue que no aparecía en Booking.com, en el que solo reservamos por teléfono. Está en la misma plaza del pueblo y acá me encuentro escribiendo antes de salir a dar una probada a la comida local. Palas de Rei parece más grande que Portomarín pero algo menos que Sarria. Es viernes y los locales y peregrinos están en los parques y plazas, hablando muy fuerte y cantando. La experiencia del Camino han sido también estas tarde-noches en las terrazas de los bares-cafe.