Terminé el pájaro-que-da-cuerda, pensé que debía decírtelo. Al fin y al cabo, tú me lo compartiste. No puedo dejar de vincular mi historia y, como ya te dije, nuestra historia con ésta y las demás historias que él ha escrito. Pienso en eso cada vez que voy a comer solo a algún lugar. Especialmente cuando pido una cerveza o me siento en una barra. Felizmente tenemos a una ciudad tan profunda como Tokyo.
Bueno, y si tienes un minuto, pienso que el pájaro-que-da-cuerda era él mismo. Era un contraste intencional ese de asignarle la tarea de dar cuerda al mundo a una persona aparentemente mediocre y desempleada. Al final del día, no se trata, pues, de una persona común y corriente. Se trata de alguien tan poderoso que podría bien equipararse al líder de la secta de las alturas de Yamanashi. En su mente tenía la capacidad de conjeturar lo suficiente como para descubrir el secreto más profundo de las personas. A través de su historia se había dotado para ello de herramientas que, aunque circunstanciales, eran vitales para poder penetrar en el mundo paralelo de la prisión en que se encuentran esas personas, atrapadas por Noboru Wataya. Por eso pienso que Ushikawa lo admiraba sinceramente, Ushikawa siempre fue un tipo sincero en ese tipo de temas, no podía ocultar su impresión aún frente a sus enemigos asignados. Y creo que fue justamente Noboru Wataya el que, al mismo tiempo, lo subestimaba al extremo y le mantenía un miedo profundo de que le partiera la cabeza con un batazo. De algún modo, la conspiración de Noboru Wataya lo obligó a adentrarse en esa vocación, empujándolo a ir descubriendo esas herramientas, especialmente el pozo, e ir perfeccionando esa técnica de penetración de mentes. Como es obvio, si podía penetrar mentes desde tan lejos, solo adentrándose en un pozo, por supuesto que podía hacerlo, con mayor efectividad colocando sus dedos en las sienes de esas señoras platudas. Por otro lado, las historias del Teniente Mamiya y el padre de Nutmeg eran una suerte de convencimiento, apelando a anteriores avatars, de que él era realmente el pájaro lector, que da cuerda al mundo, el llamado a librar a ese su mundo personal de Noboru Wataya, el sofista. Finalmente, las hermanas Kanoo hacen las veces de heraldos que le comunican su entrada en esta etapa de descubrimiento personal de lo sobrenatural de sus habilidades. Por eso es que ellas están vinculadas a ambos extremos de la mesa, conocen o han conocido a Noboru Wataya y Tooru. Y antes de que me olvide, May Kasahara, posiblemente la mitad que unida, fusionada con Kumiko, forman esa persona que eres tú, de acuerdo a esta mi interpretación personal de la historia, muerte y falta de remordimiento, seguridad para rechazar y espontaneidad para escapar. Todo ello como un lugar desconocido en lo alto hacia donde mira anhelante ese pájaro estático condenado a darle cuerda a su propio mundo. Kumiko.
Lee conmigo esta dedicatoria a las ranas que responden tan inmediatamente con un no a mis preguntas introductorias:
“¿O no será, tal vez, que en el mundo hay diferentes tipos de personas y que para unos la vida y el mundo son coherentes al estilo chawan-mushi mientras que para los otros todo va al buen tuntún a la manera de los macarrones gratinados? Yo no lo acabo de entender. Pero imagino que si las ranas de mis padres pusieran chawan-mushi instantáneo en el microondas y, al hacer “tin”, saliesen macarrones gratinados, se dirían: “Nos hemos equivocado. Lo que habíamos puesto eran macarrones gratinados”, o quizá sacaran macarrones gratinados y se dijeran a sí mismos intentando convencerse, “No, no, esto, a simple vista, tal vez parezca un plato de macarrones gratinados, pero en realidad esto es chawan-mushi”. Y, por más que les explicara con toda amabilidad: “A veces, aunque pongamos chawan-mushi instantáneo en el microondas, salen macarrones gratinados”, este tipo de personas seguro que no se lo creerían, sino que, por el contrario, se enfadaría mucho. Señor pájaro-que-da-cuerda, ¿entiendes lo que te estoy queriendo decir?”
Me encantó el pájaro que da cuerda al mundo. Gracias