Los entendidos recomiendan el regreso a las actividades cotidianas como distracción contra la tristeza. Los aludidos manifiestan que lo cotidiano no representa reemplazo alguno de los ausentes (precisando en este punto que las tristezas están íntimamente definidas como ausencias) y que la vuelta a dichas actividades se trata más que usualmente de un puro cumplimiento del deber. Los entendidos replican que nunca quisieron hablar de reemplazo, sino que se limitaron a mencionar un mecanismo de pasajera distracción. Los entendidos y los aludidos llegan a un punto de encuentro. Ahí y en ese momento es que los suscritos nos hemos dado cuenta que los entendidos no solo dan en el clavo, sino que lo hacen por casualidad, o cuando mucho inductivamente, quizás muy en el fondo encontrando una reconexión de un conocimiento personal, en carne propia, más que el de un mero observador neutral. Esto porque incluso los entendidos al referirse a los aludidos, por poca alusión que crean hacer hacia ellos, son personas mortales e hijos de personas mortales, y esa alusión que, en sinceridad, ronda silenciosa entre nosotros, les espera más cerca o más lejos, pero siempre con certeza. Y a pesar de ello, se colocan su estetoscopio y salen a trabajar de entendidos, distrayéndose al máximo de la tristeza, viviendo su vida con un rotundo estado de negación, al lado de los aludidos tan afirmativos. Bien dicen los portadores de estetoscopios que el origen evolutivo de la etapa de negación en la psicología de respuestas, es la necesidad de ignorar lo finible de la vida propia y de la de los que nos rodean, práctica tan permanente y necesaria como la de respirar.
Los Portadores de Estetoscopios
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