Réaumur – Sébastopol

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Ahí estás, ahí estás, dónde te habías metido, ahí estás dando paso firme, con la barbilla levantada y sin hacer sonido por lo esponjoso de tus patas, ahí estás, persiguiendo a lo que se mueve, a todo lo que se mueve, en ese cuadrado pequeñito que me hiciste dibujar con tiza blanca en el suelo. Ese nuestro suelo de patio en pendiente. En pendiente para la lluvia claro está. Y como tú has dicho ahí cabe todo, tus hijos, tu cama, tu máquina y tres juguetes. Y desde ahí abajo te haces escuchar, siempre con la primera letra del abecedario. Ahora, solamente desde este año hay que reconocer, creemos en la identidad. Creemos en las formas y en el pasado, en el pasado que tú siempre propugnaste, pero que ahora conocimos y acogimos. Hoy día es un domingo y, sin embargo, es diferente a cualquier otro domingo, de los que pasamos aquí, allá o acullá, es un domingo de cambios, de estaciones de paso, de cambio de trenes, de mirar en la pantalla de salidas, de decifrar el andén y tratar de acercarse al primer vagón de segunda clase, porque en ese hay puerta al último de primera clase. Eso le haces tú a los domingos, a los lunes también y a los viernes una que otra vez. Vaya uno a saber en qué tren te despedirás mañana.

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