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Decidí entrar al primer café que vi señores. Ya me encontraba cerca, la esquina de la Rue de Vaugirard con la Rue de la Convention, aunque lejos tan lejos sin amigo ni teléfono. El café tenía una lamentable cara de bar americano, seguramente por contagio del McDonalds que estaba cruzando la calle. Aguanté el aire mientras me guarecía de las altisonancias de esa hora. Por acá los comunes no habían recibido noticias todavía, no tenían necesidad de entrar en pánico. Y los más rápidos mensajeros aún no habían llegado. Me senté en la mesa más unipersonal de todas y comencé a observar la calle. Pronto me hablaron ellas dos. Estuvieron dentro todo el tiempo. Observando. Me.