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Estoy sentado en un café en la Plaza de Armas, leyendo bien atento una novela prestada, mexicana como me gustan estos días desde que me he involucrado intelectualmente con el narcotráfico, leía leía con la vista de los portales, los que se encuentran al frente de la catedral, esa catedral a la que momentos antes fui a pedirle por tu salud y tu recuerdo, por tus ojos que verán por nosotros dos la catedral de Florencia, y en esos momentos de lectura y de paisaje apareciste así como apareces cada vez, impresionador de impresionadores, cómo? El Mambo Nro. 5 empezó a sonar en el ambiente. Inmediatamente te vi bailándolo, te vi cruzando tus brazos y moviéndote graciosamente de lado a lado con la pizca de timidez que expresan tus pómulos cuando te observo observo, inmediatamente gatito vi tus largos dedos tecleando tecleando a mil por hora como lo hacen siempre tecleando el nombre de Pérez Prado el día que me presentaste este mambo y nos invitaste a imaginar un Joaquín con su traje de mambo miniatura cruzando cruzando los brazos de lado a lado, y rápido rápido termino de escribirte esto porque quiero que sepas que sin pensarlo un instante empecé a escribirte al comenzar el mambo y pondré mi punto no final sino solamente seguido con el último trompetazo.