Me encontré solo sobre mis pies en ese país extraño que era el no centro de la ciudad, reparé en ese momento en las pocas previsiones que tomé para la situación de que no hubiera alguien esperándome. Intenté prender un cigarro pero no pude accionar el nuevo encendedor. Eso me restó puntos entre los observadores pensé así que me apuré a comprar algo de comida de los ambulantes y carretilleros. Y una vez más como si hubiera estado mirando nerviosa desde la casa de sus padres, apareció ella en el camino de tierra. Me besó con sigilo y me quitó de esa calle por sus padres minada y caminamos en dirección de las rieles. Observé los metales oxidados, los cables empolvados y en marañas. Cruzamos un puente peatonal solamente para levantar la vista sobre las casas y apreciar el paisaje de pobreza y finalmente visitamos una iglesia que era distracción y vida para las personas, un poco de organización que hacía tanta falta después de aquel desastre, y eso fue todo lo que nos pudo ofrecer un domingo de sol. Después de despedirme me subí a ese bus destartalado para al menos llegar a una zona menos desconocida. Seguí observando las calles en el trayecto. La gente era feliz y sacaba pecho en ese día de sol.