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A medida que iba entrando gente curiosa al recinto, iba considerando el revolucionario que sería escuchado por la cantidad suficiente de burgueses. Cuando vio entrar incluso a un coronel de la vieja guardia civil, se dijo “listo” a sí mismo y plantó su silla contra la pared norte de la sala. Los visitantes en el contexto de la feria le vieron como una atracción más mientras pronunciaba su manifiesto gatista: “Esto no es arte, esto es pinceladas de burro, esto no es arte y esto también es arte acaso, pararme en esta silla con los ojos entornados y los labios apretados de la concentración, esto no puede ser arte porque a mí no me han contratado, esto no puede ser arte porque yo dibujé sonrisas y me regalaron un mercedes, de colección”.