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Con el micrófono en su mano el recuerdo lo inundó completamente, la lucha interna la perdió y a continuación escuhó su voz partirse y sentir esa fuerza en el pecho, a pesar de la cantidad de años, a pesar de la lejanía, cerró los ojos y volteó hacia su compañero, quien ya se había levantado de su asiento para tomar el micrófono y continuar la historia. La voz fuerte de esa vejez arequipeña terminó la historia con la experiencia de un orador. Y su enjutez se perdió entre esa sonrisa confianzuda con que nos miraba. Ambos se miraron y pensaron en que ese examen final lo aprobarían.