Estaba sentado en los sillones nuevos, esos sillones que fueron la última gota de buen gusto que se le pudo exprimir a mi papá antes de que comprara tan treintañeros muebles de sala. Los sillones sí que se echan y te invitan a dormir, y yo medio que acepté la invitación y me puse a dormitar, empecé a recrear y deformar en mi mente a medio andar todas aquellas circunstancias que escuchaba de la televisión, ya una tragedia, ya una premiación y en el momento de empujar un poco los párpados para no quedar definitivamente dormido, me encontré encima mío a un lúgubre pajarraco, todo negro, flaco, decrépito que se disponía a planear sobre mí abriendo sus alas deshechas, mi corazón paró, no salió sonido mayor de mi boca, el miedo lo sentí solamente posicionarse en mis ojos. Ahí es que escuché tus carcajadas, ahí es que vi tu mano sosteniendo tu cabello encima de mí para asustarme, ahí es que nos acercamos de nuevo los dos, ahí es que te encontré de nuevo fantasma.
Mr. Cat
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