Arrinconado me siento cuando alguien me apunta y me dice: “abogado!”. Es verdad, trabajo en un estudio jurídico, uso corbata, hablo en difícil y todo lo demás; ciertamente, ¿de algo se tiene que vivir en la vida no?. Pero pero pero, ¿es eso todo? gracias a dios no. El derecho de verdad, ese del que no conocen los especialistas en redactar contratos, en presentar escritos judiciales, en revisar partidas registrales, es un libro, un libro de conocimientos de derecho: es uno que está en el mismo estante que el libro de conocimientos de historia, de filosofía, de economía, etc. ¿Cuál es su contenido? es un libro que contiene el estudio de las soluciones creadas por el hombre para el tremendo problema sartreano de haber sido “arrojados” a un mundo con un puñado de otros individuos. Y como todos los demás libros del estante, están colocados ahí para que nosotros, los usuarios, les demos una rápida mirada a todos o a uno de ellos o a un par, en realidad, a los que nuestros escasos 80 años (como dijo el gato negro) nos permitan revisar. Todo esto mientras los que sí se merecen ser etiquetados de “abogados” pierden su tiempo en una computadora tipeando “OTROSÍ DIGO:…”.
El infierno son los otros
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