EL TRABAJO LITERARIO DE LA MUJER PERUANA

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Miguel González

Hoy en día, en nuestro país, la mujer goza de un prestigio social y cultural admirable. Cabe recordar que en un inicio sólo unas pocas mujeres resaltaron con su pluma. Tales son los casos de Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera y Angélica Palma, quien publicara sus novelas bajo seudónimos para que su padre, el gran tradicionalista don Ricardo Palma, no se molestara.

Si rastreamos, en los últimos cincuenta años, el inicio de la literatura femenina, dejando por supuesto de lado las obras escritas por hombres, diremos que el punto de partida se da en 1967, año en el que apareció la antología poética dirigida por Esther M. Allison. Escritora que publicó, en 1939, su poemario titulado “Alba Lírica”. Su participación literaria la hizo merecedora, al final de su producción, de varios reconocimientos. Este sería un caso aislado en las letras femeninas.

Posteriormente, marcando la década de los setentas en Lima, destacan ciertos grupos literarios como Hora Zero o la revista Estación Reunida, cuyos integrantes se sitúan en los más altos peldaños de la poesía peruana contemporánea. A Hora Zero se sumaron otros importantes grupos como La Tortuga Ecuestre, Cirle, Collage y Nueva Humanidad.

Toda esta generación de jóvenes escritores privilegió la importancia de la literatura peruana, en especial, la importancia de nuestra poesía. Dentro de los escritores que sobresalieron en esos años podemos mencionar a Rosina Valcárcel, Ana María García, Carmen Ollé y la joven María Emilia Cornejo, cuya poesía suelta fue reunida mucho después de su temprana muerte en el libro “En la mitad del camino recorrido” (1989). Podemos agregar a esta lista a Elvira Roca Rey, Sonia Luz Carrillo, Otilia Navarrete, Cecilia Bustamante y, según la crítica especializada reciente, a la poetisa Josefina Barrón.
En la década de 1980, estas poetisas publicaron obras de reconocido mérito literario. Durante esta década las escritoras tendrán un progreso significativo. Tal el caso de Carmen Ollé que publicó sus importantes poemarios “Todo Orgullo Humea la Noche” (1988) y “Noches de adrenalina” (1981). Tanto Santiesteban como Doris Moromisato fueron también fundamentales. Rocío Silva se inicia con el libro de poemas “Asuntos Circunstanciales” cuya calidad poética irá en ascenso hasta su más logrado poemario “Turbulencias”, a ellos se suman sus artículos periodísticos, ensayos y su libro de cuentos “Me Perturbas”. Doris Moromisato incursionó en la poesía con “Morada donde la luna perdió su palidez” (1988); en su producción se percibe la herencia cultural japonesa, en especial de Okinawa, lugar de donde provienen sus antepasados.

En la literatura peruana, la poetisa más sobresaliente es, sin lugar a dudas, Blanca Varela. Su carrera literaria se inicia en 1959 con la publicación de su poemario “Ese Puerto Existe”, y dentro de sus últimas producciones se cuentan “El libro de Barro” (1993) y “Concierto Animal” (1999). Su reconocimiento internacional llegó en 1986 cuando se editó una antología, “Canto Villano”, que incluyó lo mejor de su producción hasta entonces. El año pasado, por su impecable trayectoria literaria, se le concedió el premio Reina Sofía.

Pocas son las escritoras que se han dedicado a la novela. Podemos mencionar dos casos importantes: Carmen Ollé con “Las Dos Caras Del Deseo” (1994) y “la Pista Falsa” (1999); y Laura Riesco, quien escribió la mejor novela hecha por una mujer “Ximena De Dos Caminos” (1994).
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EL TRABAJO LITERARIO DE LA MUJER PERUANA

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Miguel González

Hoy en día, en nuestro país, la mujer goza de un prestigio social y cultural admirable. Cabe recordar que en un inicio sólo unas pocas mujeres resaltaron con su pluma. Tales son los casos de Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera y Angélica Palma, quien publicara sus novelas bajo seudónimos para que su padre, el gran tradicionalista don Ricardo Palma, no se molestara.

Si rastreamos, en los últimos cincuenta años, el inicio de la literatura femenina, dejando por supuesto de lado las obras escritas por hombres, diremos que el punto de partida se da en 1967, año en el que apareció la antología poética dirigida por Esther M. Allison. Escritora que publicó, en 1939, su poemario titulado “Alba Lírica”. Su participación literaria la hizo merecedora, al final de su producción, de varios reconocimientos. Este sería un caso aislado en las letras femeninas.

Posteriormente, marcando la década de los setentas en Lima, destacan ciertos grupos literarios como Hora Zero o la revista Estación Reunida, cuyos integrantes se sitúan en los más altos peldaños de la poesía peruana contemporánea. A Hora Zero se sumaron otros importantes grupos como La Tortuga Ecuestre, Cirle, Collage y Nueva Humanidad.

Toda esta generación de jóvenes escritores privilegió la importancia de la literatura peruana, en especial, la importancia de nuestra poesía. Dentro de los escritores que sobresalieron en esos años podemos mencionar a Rosina Valcárcel, Ana María García, Carmen Ollé y la joven María Emilia Cornejo, cuya poesía suelta fue reunida mucho después de su temprana muerte en el libro “En la mitad del camino recorrido” (1989). Podemos agregar a esta lista a Elvira Roca Rey, Sonia Luz Carrillo, Otilia Navarrete, Cecilia Bustamante y, según la crítica especializada reciente, a la poetisa Josefina Barrón.
En la década de 1980, estas poetisas publicaron obras de reconocido mérito literario. Durante esta década las escritoras tendrán un progreso significativo. Tal el caso de Carmen Ollé que publicó sus importantes poemarios “Todo Orgullo Humea la Noche” (1988) y “Noches de adrenalina” (1981). Tanto Santiesteban como Doris Moromisato fueron también fundamentales. Rocío Silva se inicia con el libro de poemas “Asuntos Circunstanciales” cuya calidad poética irá en ascenso hasta su más logrado poemario “Turbulencias”, a ellos se suman sus artículos periodísticos, ensayos y su libro de cuentos “Me Perturbas”. Doris Moromisato incursionó en la poesía con “Morada donde la luna perdió su palidez” (1988); en su producción se percibe la herencia cultural japonesa, en especial de Okinawa, lugar de donde provienen sus antepasados.

En la literatura peruana, la poetisa más sobresaliente es, sin lugar a dudas, Blanca Varela. Su carrera literaria se inicia en 1959 con la publicación de su poemario “Ese Puerto Existe”, y dentro de sus últimas producciones se cuentan “El libro de Barro” (1993) y “Concierto Animal” (1999). Su reconocimiento internacional llegó en 1986 cuando se editó una antología, “Canto Villano”, que incluyó lo mejor de su producción hasta entonces. El año pasado, por su impecable trayectoria literaria, se le concedió el premio Reina Sofía.

Pocas son las escritoras que se han dedicado a la novela. Podemos mencionar dos casos importantes: Carmen Ollé con “Las Dos Caras Del Deseo” (1994) y “la Pista Falsa” (1999); y Laura Riesco, quien escribió la mejor novela hecha por una mujer “Ximena De Dos Caminos” (1994).
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“TITÁN”

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Cuento [texto completo]

José Antonio Sotillo

No, no nos dejan ver televisión, y algo de música se puede escuchar, pero a escondidas…los niños en Titán parecen tristes, son tristes y sólo hay seis, dos niños y cuatro niñas…todos de casi la misma edad, entre siete y nueve años…sus padres trabajan algo de treinta y seis horas diarias y duermen por turnos de cuatro horas…las tardes son eternas y sólo viene un carguero de cuando en cuando…y ese cuando será dentro de 10 horas…Titán es una prisión…donde los terrícolas envían su basura humana—aquí se sobrevive…pero para los niños es injusto y ellos lo saben …si hubiera una forma de sacarlos…hace meses que lo planeo…pero el plan es peligroso…con algunos fragmentos de aquí y de allá he hecho una pistola de rayos…pero sólo tiene dos cargas…y ellos son seis guardias con armas de última generación, de detonación sónica, que en un solo segundo te hacen estallar…

Recuerdo el mar azul, allá en la ciudad…mi hogar…la tibia cama, el aroma a café recién pasado…su blanca piel y sus ojos claros mientras me abrazaba y me decía que me quería…no vayas a trabajar, hoy podemos quedarnos aquí, quédate conmigo papá y veamos aquellos dibujos antiguos del siglo XX…su voz se pierde en mi memoria, muerdo un trozo de pan, si se le puede llamar pan; pero aquí, en este infierno helado, es lo mejor que puedes conseguir después de ese almuerzo medio dulce salado que nos sostiene por diez horas, más el medio litro de agua diaria que nos dan…y es lo mismo con los niños…un día, uno de ellos me preguntó por el chocolate, que qué era…me quedé en silencio…lo habían visto en una vieja revista, no me atreví a contarles…

Después que los científicos entraron de lleno en la política y empezaron a manipular la procreación, genéticamente, para crear “seres perfectos”… algunos padres fuimos seleccionados para “el inicio”, veinte meses después de pruebas y otros deslindes burocráticos, nuestros bebés nacieron…los denominaron “seres alfas”, el mío se llamaba “alfa 5”…pero cariñosamente yo le decía “If”…desde el primer momento demostraron peculiaridades que cualquier ser humano normal no poseía; para cuando tenían 10 años de edad dominaban prácticamente todas las ciencias y escribían ensayos que el mismo Borges, Freud y Einstein, envidiarían; y sobre todos los temas…en especial política, escribieron sobre un nuevo orden, la moral; habían hecho un análisis de la historia y filosofías humanas y a su juicio el hombre debía de ser cambiado…eliminar el mal…tal vez fueron demasiado sinceros…su inteligencia, más que superior, no convino en lo que se aproximaba…y decidieron destruirlos…claro que yo me opuse, ni siquiera consideraron mis argumentos…así que “If”, mi hijo, tenía que morir…¡mejor ellos… que nosotros! Había dicho el consejo.

Tomé mi pequeña nave, cargué lo que pude en ella, y a mi pequeño que aún dormía, no sabía que debajo de su piel habían colocado un chip localizador…nos encontraron…y se lo llevaron…tengo la esperanza de que esté vivo…pero mi corazón dice que no…y a mí me mandaron a Titán como castigo a mi irreverencia…de esto hace ya quince años…

Faltan cinco horas para que llegue el carguero, mi arma está lista, sólo dos tiros…los niños y yo sabemos lo que tenemos que hacer…

Todo es confuso…el reloj en la pared…el aullido de un ser de las tormentas…siempre aúllan cuando una nave se acerca…

El comité de bienvenida se acerca a la explanada, donde yace la nave dando sus últimos rugidos…los ojos del capitán como que se sorprenden porque yo no debería de estar allí…uno de los niños se acerca con una nave de papel entre sus manos…se la muestra…entonces…son como imágenes difusas…ya no las recuerdo bien…el sonido de mi arma…el soldado cayendo…los gritos…la nave de papel haciendo un extraño círculo…los niños…más gritos…destellos…el último tiro de mi arma…el capitán yacía tendido en el suelo…ahora tengo dos armas sónicas…¡te arrepentirás! me dice uno de los caídos…pero ya no importa nada…los niños y yo vamos en un viaje que duraría ocho meses…

Nos sé cómo llamaremos a este nuevo mundo, en las Nubes de Magallanes estamos seguros…los niños ya no lo son…ahora tienen más de veinticinco años…son libres y los recursos de este lugar son abundantes…están creando una nueva sociedad…la que escribieron en sus ensayos los niños alfa, porque yo se los he contado…más allá de la genética, está la genética del corazón y hoy es un día especial porque Claudia ha dado a luz al primer bebé “sapiens” en Magallanes…en la última frontera… aunque los otros humanos que nos arrojaron no lo saben, ya quisieran estar aquí, beber esta nueva agua, montar en un “equs”, algo parecido a un caballo, pero más dócil y más veloz; comer una ”naria”, que me recuerda una manzana sabor a melón, o escuchar cantar a un “tidia”, como suaves y delicados cristales que se tocan y producen la música más hermosa que ningún ser humano haya escuchado…

A veces extraño mi mundo…veo a través del telescopio ínter espacial la Vía Láctea con sus dos brazos principales…antes los hombres creían que tenía cuatro…y busco la Tierra…pero parece que ya no está…sólo se ve una luna solitaria…

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“TITÁN”

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José Antonio Sotillo

No, no nos dejan ver televisión, y algo de música se puede escuchar, pero a escondidas…los niños en Titán parecen tristes, son tristes y sólo hay seis, dos niños y cuatro niñas…todos de casi la misma edad, entre siete y nueve años…sus padres trabajan algo de treinta y seis horas diarias y duermen por turnos de cuatro horas…las tardes son eternas y sólo viene un carguero de cuando en cuando…y ese cuando será dentro de 10 horas…Titán es una prisión…donde los terrícolas envían su basura humana—aquí se sobrevive…pero para los niños es injusto y ellos lo saben …si hubiera una forma de sacarlos…hace meses que lo planeo…pero el plan es peligroso…con algunos fragmentos de aquí y de allá he hecho una pistola de rayos…pero sólo tiene dos cargas…y ellos son seis guardias con armas de última generación, de detonación sónica, que en un solo segundo te hacen estallar…

Recuerdo el mar azul, allá en la ciudad…mi hogar…la tibia cama, el aroma a café recién pasado…su blanca piel y sus ojos claros mientras me abrazaba y me decía que me quería…no vayas a trabajar, hoy podemos quedarnos aquí, quédate conmigo papá y veamos aquellos dibujos antiguos del siglo XX…su voz se pierde en mi memoria, muerdo un trozo de pan, si se le puede llamar pan; pero aquí, en este infierno helado, es lo mejor que puedes conseguir después de ese almuerzo medio dulce salado que nos sostiene por diez horas, más el medio litro de agua diaria que nos dan…y es lo mismo con los niños…un día, uno de ellos me preguntó por el chocolate, que qué era…me quedé en silencio…lo habían visto en una vieja revista, no me atreví a contarles…

Después que los científicos entraron de lleno en la política y empezaron a manipular la procreación, genéticamente, para crear “seres perfectos”… algunos padres fuimos seleccionados para “el inicio”, veinte meses después de pruebas y otros deslindes burocráticos, nuestros bebés nacieron…los denominaron “seres alfas”, el mío se llamaba “alfa 5”…pero cariñosamente yo le decía “If”…desde el primer momento demostraron peculiaridades que cualquier ser humano normal no poseía; para cuando tenían 10 años de edad dominaban prácticamente todas las ciencias y escribían ensayos que el mismo Borges, Freud y Einstein, envidiarían; y sobre todos los temas…en especial política, escribieron sobre un nuevo orden, la moral; habían hecho un análisis de la historia y filosofías humanas y a su juicio el hombre debía de ser cambiado…eliminar el mal…tal vez fueron demasiado sinceros…su inteligencia, más que superior, no convino en lo que se aproximaba…y decidieron destruirlos…claro que yo me opuse, ni siquiera consideraron mis argumentos…así que “If”, mi hijo, tenía que morir…¡mejor ellos… que nosotros! Había dicho el consejo.

Tomé mi pequeña nave, cargué lo que pude en ella, y a mi pequeño que aún dormía, no sabía que debajo de su piel habían colocado un chip localizador…nos encontraron…y se lo llevaron…tengo la esperanza de que esté vivo…pero mi corazón dice que no…y a mí me mandaron a Titán como castigo a mi irreverencia…de esto hace ya quince años…

Faltan cinco horas para que llegue el carguero, mi arma está lista, sólo dos tiros…los niños y yo sabemos lo que tenemos que hacer…

Todo es confuso…el reloj en la pared…el aullido de un ser de las tormentas…siempre aúllan cuando una nave se acerca…

El comité de bienvenida se acerca a la explanada, donde yace la nave dando sus últimos rugidos…los ojos del capitán como que se sorprenden porque yo no debería de estar allí…uno de los niños se acerca con una nave de papel entre sus manos…se la muestra…entonces…son como imágenes difusas…ya no las recuerdo bien…el sonido de mi arma…el soldado cayendo…los gritos…la nave de papel haciendo un extraño círculo…los niños…más gritos…destellos…el último tiro de mi arma…el capitán yacía tendido en el suelo…ahora tengo dos armas sónicas…¡te arrepentirás! me dice uno de los caídos…pero ya no importa nada…los niños y yo vamos en un viaje que duraría ocho meses…

Nos sé cómo llamaremos a este nuevo mundo, en las Nubes de Magallanes estamos seguros…los niños ya no lo son…ahora tienen más de veinticinco años…son libres y los recursos de este lugar son abundantes…están creando una nueva sociedad…la que escribieron en sus ensayos los niños alfa, porque yo se los he contado…más allá de la genética, está la genética del corazón y hoy es un día especial porque Claudia ha dado a luz al primer bebé “sapiens” en Magallanes…en la última frontera… aunque los otros humanos que nos arrojaron no lo saben, ya quisieran estar aquí, beber esta nueva agua, montar en un “equs”, algo parecido a un caballo, pero más dócil y más veloz; comer una ”naria”, que me recuerda una manzana sabor a melón, o escuchar cantar a un “tidia”, como suaves y delicados cristales que se tocan y producen la música más hermosa que ningún ser humano haya escuchado…

A veces extraño mi mundo…veo a través del telescopio ínter espacial la Vía Láctea con sus dos brazos principales…antes los hombres creían que tenía cuatro…y busco la Tierra…pero parece que ya no está…sólo se ve una luna solitaria…

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Jordán y el “Moqueguazo”

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El presidente García declaró ante los medios de comunicación que el general Jordán se entregó mansamente en Moquegua. Criticó que el contingente dirigido por el general PNP no estuviera provisto de armas disuasivas, lo cual permitió a los agitadores reducir con facilidad a los policías. El presidente tuvo algunas frases muy duras contra el general Jordán a quien, prácticamente y en vivo y en directo a todo el país, calificó de cobarde: “Una persona que tiene miedo físico es mejor que no se meta en estas cosas”.

Diversos analistas se manifestaron acerca de la ineptitud del ministro Alva Castro respecto al “moqueguazo”, lo que no es novedad, ya que en otros conflictos sociales similares (Ayacucho, Chimbote) brilló por su ausencia. Hace mucho tiempo que a Alva Castro el oficialismo y sus eventuales aliados fujimoristas y de Unidad Nacional le arrojan un salvavidas para evitar la vergüenza de la censura a un ministro aprista. Sin embargo, a medida que este blindaje aumenta, también se incrementa el descrédito del Congreso y la aprobación presidencial. Alva Castro representa un lastre muy pesado como para cargar con él gratuitamente, a sabiendas que no suma nada, en absoluto, a los logros económicos que viene obteniendo el Ejecutivo.

Pero lo sustancial aquí son las declaraciones del presidente en torno a las responsabilidades sobre el desborde popular en Moquegua. García volvió a salvar a su correligionario al enfilar sus baterías contra el general Jordán, como si este tuviera a su cargo la estrategia de prevención de conflictos sociales que, como el de Moquegua, eran previsibles. No, señor presidente, Alva Castro ha demostrado con creces que es un inútil en materia de seguridad interna y que está más interesado en otras carteras -publicar artículos sobre economía es una señal muy sutil- puesto que durante los momentos más críticos de la protesta en Moquegua, se escondió y no dio la cara, salvo para referirse a Fernando Rospigliosi con quien sostiene un diferendo de larga data.

Debemos agradecer a la “mansedumbre” del general Jordán que no tengamos muertos que lamentar. ¿Qué hubiera sucedido si, efectivamente, los policías enfrentaban con sus armas a los manifestantes? Simplemente una masacre similar a la del Frontón. Señor presidente, ¿acaso no aprendió usted las lecciones del pasado? ¿Cuál es la deuda que usted o el APRA tienen con Alva Castro? Los dos muertos en Ayacucho levantaron una andanada de críticas al procedimiento de que emplea la policía contra los manifestantes e hizo trastabillar al ministro del Interior, quien supo salir airoso como siempre.

Jordán brindó una lección de sensatez y prudencia a pesar de que el costo profesional para él mismo haya sido elevado. La represión con armas de fuego, los muertos regados a lo largo del puente Montalvo y los policías ajusticiados por la turba jamás podrían ser compensados por algún reconocimiento presidencial al valor. Pero la lección que deja a las fuerzas de orden: nada justifica el atropello a los derechos humanos ni la ley ni la fuerza de las armas. El diálogo debe imponerse hasta agotar todos los recursos. De no haber sido por la que sí fue una fallida intervención de la DINOES quienes dispararon bombas lacrimógenas durante el diálogo con los manifestantes, posiblemente, los policías no hubieran sido secuestrados. Si bien Jordán está asumiendo las consecuencias de su decisión, sabe que puede dormir tranquilo sin cargar en la conciencia con el peso de cientos de muertos, algo que dudamos, pueda hacer el presidente García.
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Jordán y el “Moqueguazo”

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El presidente García declaró ante los medios de comunicación que el general Jordán se entregó mansamente en Moquegua. Criticó que el contingente dirigido por el general PNP no estuviera provisto de armas disuasivas, lo cual permitió a los agitadores reducir con facilidad a los policías. El presidente tuvo algunas frases muy duras contra el general Jordán a quien, prácticamente y en vivo y en directo a todo el país, calificó de cobarde: “Una persona que tiene miedo físico es mejor que no se meta en estas cosas”.

Diversos analistas se manifestaron acerca de la ineptitud del ministro Alva Castro respecto al “moqueguazo”, lo que no es novedad, ya que en otros conflictos sociales similares (Ayacucho, Chimbote) brilló por su ausencia. Hace mucho tiempo que a Alva Castro el oficialismo y sus eventuales aliados fujimoristas y de Unidad Nacional le arrojan un salvavidas para evitar la vergüenza de la censura a un ministro aprista. Sin embargo, a medida que este blindaje aumenta, también se incrementa el descrédito del Congreso y la aprobación presidencial. Alva Castro representa un lastre muy pesado como para cargar con él gratuitamente, a sabiendas que no suma nada, en absoluto, a los logros económicos que viene obteniendo el Ejecutivo.

Pero lo sustancial aquí son las declaraciones del presidente en torno a las responsabilidades sobre el desborde popular en Moquegua. García volvió a salvar a su correligionario al enfilar sus baterías contra el general Jordán, como si este tuviera a su cargo la estrategia de prevención de conflictos sociales que, como el de Moquegua, eran previsibles. No, señor presidente, Alva Castro ha demostrado con creces que es un inútil en materia de seguridad interna y que está más interesado en otras carteras -publicar artículos sobre economía es una señal muy sutil- puesto que durante los momentos más críticos de la protesta en Moquegua, se escondió y no dio la cara, salvo para referirse a Fernando Rospigliosi con quien sostiene un diferendo de larga data.

Debemos agradecer a la “mansedumbre” del general Jordán que no tengamos muertos que lamentar. ¿Qué hubiera sucedido si, efectivamente, los policías enfrentaban con sus armas a los manifestantes? Simplemente una masacre similar a la del Frontón. Señor presidente, ¿acaso no aprendió usted las lecciones del pasado? ¿Cuál es la deuda que usted o el APRA tienen con Alva Castro? Los dos muertos en Ayacucho levantaron una andanada de críticas al procedimiento de que emplea la policía contra los manifestantes e hizo trastabillar al ministro del Interior, quien supo salir airoso como siempre.

Jordán brindó una lección de sensatez y prudencia a pesar de que el costo profesional para él mismo haya sido elevado. La represión con armas de fuego, los muertos regados a lo largo del puente Montalvo y los policías ajusticiados por la turba jamás podrían ser compensados por algún reconocimiento presidencial al valor. Pero la lección que deja a las fuerzas de orden: nada justifica el atropello a los derechos humanos ni la ley ni la fuerza de las armas. El diálogo debe imponerse hasta agotar todos los recursos. De no haber sido por la que sí fue una fallida intervención de la DINOES quienes dispararon bombas lacrimógenas durante el diálogo con los manifestantes, posiblemente, los policías no hubieran sido secuestrados. Si bien Jordán está asumiendo las consecuencias de su decisión, sabe que puede dormir tranquilo sin cargar en la conciencia con el peso de cientos de muertos, algo que dudamos, pueda hacer el presidente García.
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¿Puede el subalterno hablar?

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Los fines de semana suelo leer “Rincón del autor”, columna de Hugo Guerra en El Comercio, cuyas apreciaciones previas a la del último sábado 7 de junio, se caracterizaban por la precisión y la claridad en la forma que exponía sus ideas. Grande fue mi sorpresa al leer su artículo titulado “La tuerca que debe ajustarse”, en la cual tiene frases nada halagüeñas respecto a Evo Morales. Me recordó a una editorial de Aldo Mariátegui en la que luego calificar a los reservistas etnocaceristas como ignorantes, los conminaba a leer la carta que Miguel Grau escribió a la viuda de Arturo Prat, como ejemplo de respeto al rival caído. Curiosa la persuasión de Aldo: insulta primero y luego sustenta la idea del respeto al adversario.

Similar actitud tuvo Mario Vargas Llosa al comentar la visita de Evo Morales a España poco después de ser elegido presidente de Bolivia: “ardilla trepadora”, “peinado de fraile campanero”, “sus chompas rayadas con todos los colores del arco iris, las casacas de cuero raídas, los vaqueros arrugados y los zapatones de minero se convertirán pronto en el nuevo signo de distinción vestuaria de la progresía occidental. Excelente noticia para los criadores de auquénidos bolivianos y peruanos, y para los fabricantes de chompas de alpaca, llama o vicuña de los países andinos, que así verán incrementarse sus exportaciones ”. Si bien más adelante Vargas Llosa modera sus frases y elabora una argumentación más sólida frente al nacionalismo emergente en América Latina, estas apreciaciones no hacen más que encender la pradera, oscurecer la comprensión del problema y convertir su imagen en blanco de ataques, es decir, el objetivo mayor que consiste en criticar alguna postura totalitaria se desvirtúa cuando se recurre a las mismas estrategias arteras de quienes son criticados.

Esta es la actitud que me sorprendió al leer el artículo de Hugo Guerra: “Quizá esté emulando a su paradigmático Hugo Chávez, o tal vez desde su psicología de subalterno acomplejado pretenda convertirse en una suerte de gorila andino. Y esto no es uso de adjetivos azarosos, porque quien lo haya observado en las reuniones internacionales, advertirá que mezcla la hipocresía formal con el ataque artero”. ¿Acaso esta apelación a complejos de inferioridad y a la fisonomía andina no son “ataques arteros”? Parece que Guerra olvidó las fallidas palabras del padre de Lourdes Flores, a quien la lideresa de Unidad Nacional le debe el no haber llegado a la segunda vuelta electoral en 2002.

Es cierto que los comentarios de Evo Morales sobre la obesidad y el antiimperialismo de Alan García estuvieron fuera de lugar, toda vez que un mandatario invitado a una cumbre debe guardar las formas que corresponden a su investidura. También es cierto que Morales, lamentablemente, no puede zafarse de la impronta bolivariana y pareciera que asumir actitudes desafiantes en los eventos internacionales fuera una manera de imitar a Hugo Chávez. Sin embargo, cuando Guerra plantea su crítica a Morales en los términos citados líneas arriba, difícilmente logrará persuadir a aquellos que consideran a Evo Morales como un modelo de reivindicación de los derechos de las minorías indígenas. A propósito de esto, escribí un extenso ensayo sobre el Arequipazo, en el cual sostengo que más que un reclamo contra la privatización, la protesta popular en la Ciudad Blanca estuvo amparada por la indignación de la ciudadanía frente a los insultos del ministro del Interior, Fernando Rospigliosi.

La hipocresía formal que Guerra adjudica a Evo Morales también la tuvo Alan García en similares circunstancia y ante Hugo Chávez. Luego de que aquel fuera calificado como “ladrón de siete suelas” por el presidente venezolano, en la cumbre de Santa Cruz, ambos de estrecharon la mano para la fotografía. Al ser consultado por la prensa, García declaro que “hay química”. Más integro fue Rafael Correa en Lima, ya que de ninguna manera iba a prestarse a fingir que con Álvaro Uribe podría existir un simple borrón y cuenta nueva.

En otra sección del artículo, Guerra dice: “frente al enfoque radical de Evo Morales sobre la relación con el Perú, es hora de reaccionar con prudencia pero con energía”. Plenamente de acuerdo, señor Guerra, aunque cabe decir que el tono que utiliza en su texto más enérgico que prudente. Revocar las facilidades de acceso de Bolivia al mar de Ilo, militarizar la frontera con Bolivia (ud. critica a Chávez pero propone lo mismo que él frente a Colombia).

Entonces, ¿debemos tolerar los exabruptos de Chávez y Morales? En absoluto; lo que debemos hacer es combatirlos con buenas ideas. Ello significa solidez en los argumentos y desapasionamiento. Impregnar de emotividad a nuestras opiniones es casi inevitable, pero lo que sí podemos —y debemos evitar— es convertirnos en fanáticos del antifanatismo.

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¿Puede el subalterno hablar?

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Los fines de semana suelo leer “Rincón del autor”, columna de Hugo Guerra en El Comercio, cuyas apreciaciones previas a la del último sábado 7 de junio, se caracterizaban por la precisión y la claridad en la forma que exponía sus ideas. Grande fue mi sorpresa al leer su artículo titulado “La tuerca que debe ajustarse”, en la cual tiene frases nada halagüeñas respecto a Evo Morales. Me recordó a una editorial de Aldo Mariátegui en la que luego calificar a los reservistas etnocaceristas como ignorantes, los conminaba a leer la carta que Miguel Grau escribió a la viuda de Arturo Prat, como ejemplo de respeto al rival caído. Curiosa la persuasión de Aldo: insulta primero y luego sustenta la idea del respeto al adversario.

Similar actitud tuvo Mario Vargas Llosa al comentar la visita de Evo Morales a España poco después de ser elegido presidente de Bolivia: “ardilla trepadora”, “peinado de fraile campanero”, “sus chompas rayadas con todos los colores del arco iris, las casacas de cuero raídas, los vaqueros arrugados y los zapatones de minero se convertirán pronto en el nuevo signo de distinción vestuaria de la progresía occidental. Excelente noticia para los criadores de auquénidos bolivianos y peruanos, y para los fabricantes de chompas de alpaca, llama o vicuña de los países andinos, que así verán incrementarse sus exportaciones ”. Si bien más adelante Vargas Llosa modera sus frases y elabora una argumentación más sólida frente al nacionalismo emergente en América Latina, estas apreciaciones no hacen más que encender la pradera, oscurecer la comprensión del problema y convertir su imagen en blanco de ataques, es decir, el objetivo mayor que consiste en criticar alguna postura totalitaria se desvirtúa cuando se recurre a las mismas estrategias arteras de quienes son criticados.

Esta es la actitud que me sorprendió al leer el artículo de Hugo Guerra: “Quizá esté emulando a su paradigmático Hugo Chávez, o tal vez desde su psicología de subalterno acomplejado pretenda convertirse en una suerte de gorila andino. Y esto no es uso de adjetivos azarosos, porque quien lo haya observado en las reuniones internacionales, advertirá que mezcla la hipocresía formal con el ataque artero”. ¿Acaso esta apelación a complejos de inferioridad y a la fisonomía andina no son “ataques arteros”? Parece que Guerra olvidó las fallidas palabras del padre de Lourdes Flores, a quien la lideresa de Unidad Nacional le debe el no haber llegado a la segunda vuelta electoral en 2002.

Es cierto que los comentarios de Evo Morales sobre la obesidad y el antiimperialismo de Alan García estuvieron fuera de lugar, toda vez que un mandatario invitado a una cumbre debe guardar las formas que corresponden a su investidura. También es cierto que Morales, lamentablemente, no puede zafarse de la impronta bolivariana y pareciera que asumir actitudes desafiantes en los eventos internacionales fuera una manera de imitar a Hugo Chávez. Sin embargo, cuando Guerra plantea su crítica a Morales en los términos citados líneas arriba, difícilmente logrará persuadir a aquellos que consideran a Evo Morales como un modelo de reivindicación de los derechos de las minorías indígenas. A propósito de esto, escribí un extenso ensayo sobre el Arequipazo, en el cual sostengo que más que un reclamo contra la privatización, la protesta popular en la Ciudad Blanca estuvo amparada por la indignación de la ciudadanía frente a los insultos del ministro del Interior, Fernando Rospigliosi.

La hipocresía formal que Guerra adjudica a Evo Morales también la tuvo Alan García en similares circunstancia y ante Hugo Chávez. Luego de que aquel fuera calificado como “ladrón de siete suelas” por el presidente venezolano, en la cumbre de Santa Cruz, ambos de estrecharon la mano para la fotografía. Al ser consultado por la prensa, García declaro que “hay química”. Más integro fue Rafael Correa en Lima, ya que de ninguna manera iba a prestarse a fingir que con Álvaro Uribe podría existir un simple borrón y cuenta nueva.

En otra sección del artículo, Guerra dice: “frente al enfoque radical de Evo Morales sobre la relación con el Perú, es hora de reaccionar con prudencia pero con energía”. Plenamente de acuerdo, señor Guerra, aunque cabe decir que el tono que utiliza en su texto más enérgico que prudente. Revocar las facilidades de acceso de Bolivia al mar de Ilo, militarizar la frontera con Bolivia (ud. critica a Chávez pero propone lo mismo que él frente a Colombia).

Entonces, ¿debemos tolerar los exabruptos de Chávez y Morales? En absoluto; lo que debemos hacer es combatirlos con buenas ideas. Ello significa solidez en los argumentos y desapasionamiento. Impregnar de emotividad a nuestras opiniones es casi inevitable, pero lo que sí podemos —y debemos evitar— es convertirnos en fanáticos del antifanatismo.

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Aproximación al pensamiento liberal de Mario Vargas Llosa

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Debate en el CEPS

Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Gracias a la invitación de Gonzalo Gamio profesor de filosofía de la PUCP, es que, desde finales del año pasado, asisto mensualmente a las reuniones del Círculo de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) que agrupa a profesionales y estudiantes de ciencias sociales y humanidades. En un principio, las reuniones tenían lugar en la casa de algunos de los miembros; pero, a medida que se iba incrementando el número de participantes, se vio por conveniente realizarlas en la sede de Transparencia. La sesión del sábado 10 de mayo estuvo dedicada al pensamiento liberal del escritor peruano Mario Vargas Llosa en la cual tuve la oportunidad de compartir la mesa de debates con Héctor Ñaupari, ex dirigente del movimiento Libertad y notable activista del liberalismo en el Perú. (Grande fue mi sorpresa, ya que lo conocí dos años antes como poeta en La Noche de Lima y luego en una charla informal en la que debatimos acerca del feminismo).

La discusión fue clara y alturada, salpicada por momentos, con la vehemencia propia de aquellos que defienden sus ideas con la convicción estar en lo cierto. Héctor inició la primera ronda del conversatorio delimitando la noción de liberalismo, en relación a sus diversas tendencias y en contraste con el marxismo. Luego, continuó con la caracterización del pensamiento liberal de Vargas Llosa al cual calificó como “insular”, debido a sus peculiaridades, las cuales condujeron al notable escritor a sostener discrepancias no solo con adversarios conservadores de derecha, sino con aquellos liberales que, supuestamente, compartirían su postura.

Mi intervención giró en torno a los nexos entre la teoría de la novela de Vargas Llosa y su ideología política liberal. Sostuve que en el liberalismo político del autor de La ciudad y los perros tiene sus raíces en la concepción individualista del creador literario, por lo cual se deduce que el giro ideológico socialismo-liberalismo no representó una reformulación estructural de la ideología política vargallosiana, sino una reorientación de las mismas inquietudes pero hacia otro frente.

Las discrepancias afloraron, como era de esperarse, durante la ronda de comentarios y réplicas: ¿Es Vargas Llosa un liberal o un neoliberal? ¿Su noción de libertad es eurocentrista? ¿Su prestigio como novelista lo avala como analista político? ¿Fue acertado su apoyo a la guerra en Irak? ¿Qué significa que en cada vez que se halla en Israel se sienta de izquierda? ¿Por qué el movimiento Libertad se unió a Acción Popular y al PPC y cómo pudo albergar en sus filas a individuos tan reaccionarios y conservadores como Rafael Rey, Manuel D’Ornellas, Patricio Ricketts y Eduardo Calmell del Solar? El análisis de estas y otras cuestiones relativas a la posición política de Vargas Llosa sirvió como punto de entrada para discutir otros temas como el de Cuba, la situación de la izquierda en el Perú, los errores en la campaña presidencial del 90, pluralismo, relativismo cultural y tolerancia, universalidad de los derechos humanos, etc.

Héctor sindicó a la izquierda como la gran responsable de la debacle política y social en el Perú durante la década de los 80 además de cómplice del aprismo y el fujimorismo en la derrota de Vargas Llosa: en el periodo 85-90 la izquierda y el aprismo votaron juntos en el congreso a favor de la estatización de la banca y en el 90 fue la primera vez que la izquierda y el APRA votaron juntos por el mismo candidato para cerrar las filas al “enemigo común”. Lo que no previeron fue la traición de Fujimori: “fujishock” y autogolpe.

En este punto, el consenso es inevitable. La izquierda —si bien hoy no está unida, ya sea por ausencia de líderes o por su desprestigio como opción política— no deslindó posiciones con Sendero Luminoso ni con el MRTA. Pero hablar de la izquierda como un movimiento compacto y sin matices conduce al equívoco. Cierto es que los políticos de izquierda no censuraron todos de la misma manera el accionar de los movimientos terroristas. Sin embargo, como lo mencioné en el debate, en el Perú y en Latinoamérica existen dos izquierdas: la democrática y la autoritaria; la que respeta el estado de derecho y el libre mercado, y la que pretende llegar al poder por el fusil. Por otro lado, recordemos que fue la izquierda —aunque no solo ella— la que colaboró en el diseño de la Constitución del 79, de carácter humanista y social. En síntesis, la gran deuda de la izquierda peruana es recuperar su imagen progresista ante la población, tan venida a menos puesto que se le identifica solo con el violentismo. Por ello, considero que Ñaupari se equivocó al señalar a la izquierda como un todo cuando, en realidad, aglutina a tendencias en conflicto y porque olvidó a la izquierda democrática que, de alguna manera, saldó parte de su deuda con la nación a través del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

La tolerancia y el relativismo cultural también generaron polémica en relación al artículo en el que Vargas Llosa abordó la prohibición del velo islámico a las mujeres musulmanas en Francia. Ñaupari, en la línea de Vargas Llosa y, supongo, de la mayoría de liberales, sostuvo que ciertas prácticas culturales deben ser erradicadas si atentan contra la cultura de la libertad democrática. A propósito de esto, Vargas Llosa considera que la cultura de la libertad es una creación de Occidente y un aporte del mismo a la humanidad. En consecuencia, extenderla hacia otras sociedades siempre será beneficioso para ellas, ya que las conducirá hacia el progreso tal como sucedió en Europa y los Estados Unidos. Pero ¿debe imponerse la democracia liberal a otras sociedades solo en virtud de las ventajas que representó para las sociedades donde se originó? ¿si es racional no importa por la fuerza? Equiparar el uso del velo islámico con la castración femenina puede ser muy útil en términos pragmáticos, pero sería como confundir a un fiel devoto de la beata Melchorita con un fanático religioso quákero: en ambos casos subyace una actitud de rechazo hacia creencias distintas a la propia, pero en grados diferentes. Considero que si el liberalismo desea consolidarse no solo como una forma de gobierno o regulación económica, sino como “actitud vital” del ser humano, debe recurrir a la ética intercultural. De esta manera, podrá dialogar con el sentido común de la gente, con lo que esta piensa, siente y actúa. Para ello, será menester que el liberalismo tome en cuenta las particularidades culturales de las sociedades donde pretende afianzarse (véase el artículo “Liberalismo y ética intercultural: ¿libertad por la razón o por la fuerza?”) debido a que discurso e ideología son modelados por la cultura y el lenguaje; en otras palabras, el liberalismo debe abandonar la actitud soberbia y perdonavidas que caracteriza a buena parte de sus representantes quienes lo impregnan con un manto de suficiencia y superioridad cultural, los cuales dificultan la recepción de sus contenidos y, contrariamente, provocan mayor rechazo. Por lo tanto, Vargas Llosa sobredimensiona las posibilidades de la cultura de la libertad al estilo occidental si se obvia el hecho de que Occidente, más que una región geográfica, es un estilo de vida y la representación de una cultura a la cual le costó “sangre, sudor y lágrimas” forjar un sistema político-económico. ¿Deben correr el resto de culturas la misma suerte que Europa atravesó durante siglos solo para alinearse con ella? No. Cada cultura debe forjar su liberalismo “sin calco ni copia”.

La cuestión de la libertad no estuvo ausente. En contraste con la postura de Ñaupari, manifesté que la libertad negativa (Isaiah Berlin desarrolló este concepto en su célebre ensayo Dos conceptos sobre la libertad) —aquella que consiste en la no interferencia del otro en el ámbito de la autonomía personal, es decir, de no coacción— es incompleta mientras no tienda puentes para establecer lazos solidarios con el otro, o sea, que si el otro es solo visto como una potencial amenaza frente a mi autonomía, este ensalzamiento de la libertad negativa de parte de cierto sector del liberalismo más radical se convertirá en un obstáculo para la formación de una sociedad solidaria, ya que fomentaría el individualismo y la atomización de las relaciones sociales. Por ello, no se debe confundir autonomía con individualismo: la autonomía liberal basada en el principio de la libertad negativa no debe recaer en un simple individualismo egocéntrico sino complementarse con la solidaridad, la cooperación y la justicia social.

Al término del debate, muchas ideas quedaron en el tintero y, por cuestiones de tiempo, algunas preguntas del auditorio no fueron absueltas. Sin embargo, Héctor se comprometió a participar en cualquier otro debate sobre el liberalismo que tuviera lugar en el CEPS. Finalmente, coincidimos en que, a pesar de los exabruptos ocasionales de nuestro laureado escritor, debemos reconocer —como dijera alguna vez— que “la política no se debe separar de la moral” y ello, Vargas Llosa lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria como “novelista, ensayista, ciudadano y político”.
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Aproximación al pensamiento liberal de Mario Vargas Llosa

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Debate en el CEPS

Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Gracias a la invitación de Gonzalo Gamio profesor de filosofía de la PUCP, es que, desde finales del año pasado, asisto mensualmente a las reuniones del Círculo de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) que agrupa a profesionales y estudiantes de ciencias sociales y humanidades. En un principio, las reuniones tenían lugar en la casa de algunos de los miembros; pero, a medida que se iba incrementando el número de participantes, se vio por conveniente realizarlas en la sede de Transparencia. La sesión del sábado 10 de mayo estuvo dedicada al pensamiento liberal del escritor peruano Mario Vargas Llosa en la cual tuve la oportunidad de compartir la mesa de debates con Héctor Ñaupari, ex dirigente del movimiento Libertad y notable activista del liberalismo en el Perú. (Grande fue mi sorpresa, ya que lo conocí dos años antes como poeta en La Noche de Lima y luego en una charla informal en la que debatimos acerca del feminismo).

La discusión fue clara y alturada, salpicada por momentos, con la vehemencia propia de aquellos que defienden sus ideas con la convicción estar en lo cierto. Héctor inició la primera ronda del conversatorio delimitando la noción de liberalismo, en relación a sus diversas tendencias y en contraste con el marxismo. Luego, continuó con la caracterización del pensamiento liberal de Vargas Llosa al cual calificó como “insular”, debido a sus peculiaridades, las cuales condujeron al notable escritor a sostener discrepancias no solo con adversarios conservadores de derecha, sino con aquellos liberales que, supuestamente, compartirían su postura.

Mi intervención giró en torno a los nexos entre la teoría de la novela de Vargas Llosa y su ideología política liberal. Sostuve que en el liberalismo político del autor de La ciudad y los perros tiene sus raíces en la concepción individualista del creador literario, por lo cual se deduce que el giro ideológico socialismo-liberalismo no representó una reformulación estructural de la ideología política vargallosiana, sino una reorientación de las mismas inquietudes pero hacia otro frente.

Las discrepancias afloraron, como era de esperarse, durante la ronda de comentarios y réplicas: ¿Es Vargas Llosa un liberal o un neoliberal? ¿Su noción de libertad es eurocentrista? ¿Su prestigio como novelista lo avala como analista político? ¿Fue acertado su apoyo a la guerra en Irak? ¿Qué significa que en cada vez que se halla en Israel se sienta de izquierda? ¿Por qué el movimiento Libertad se unió a Acción Popular y al PPC y cómo pudo albergar en sus filas a individuos tan reaccionarios y conservadores como Rafael Rey, Manuel D’Ornellas, Patricio Ricketts y Eduardo Calmell del Solar? El análisis de estas y otras cuestiones relativas a la posición política de Vargas Llosa sirvió como punto de entrada para discutir otros temas como el de Cuba, la situación de la izquierda en el Perú, los errores en la campaña presidencial del 90, pluralismo, relativismo cultural y tolerancia, universalidad de los derechos humanos, etc.

Héctor sindicó a la izquierda como la gran responsable de la debacle política y social en el Perú durante la década de los 80 además de cómplice del aprismo y el fujimorismo en la derrota de Vargas Llosa: en el periodo 85-90 la izquierda y el aprismo votaron juntos en el congreso a favor de la estatización de la banca y en el 90 fue la primera vez que la izquierda y el APRA votaron juntos por el mismo candidato para cerrar las filas al “enemigo común”. Lo que no previeron fue la traición de Fujimori: “fujishock” y autogolpe.

En este punto, el consenso es inevitable. La izquierda —si bien hoy no está unida, ya sea por ausencia de líderes o por su desprestigio como opción política— no deslindó posiciones con Sendero Luminoso ni con el MRTA. Pero hablar de la izquierda como un movimiento compacto y sin matices conduce al equívoco. Cierto es que los políticos de izquierda no censuraron todos de la misma manera el accionar de los movimientos terroristas. Sin embargo, como lo mencioné en el debate, en el Perú y en Latinoamérica existen dos izquierdas: la democrática y la autoritaria; la que respeta el estado de derecho y el libre mercado, y la que pretende llegar al poder por el fusil. Por otro lado, recordemos que fue la izquierda —aunque no solo ella— la que colaboró en el diseño de la Constitución del 79, de carácter humanista y social. En síntesis, la gran deuda de la izquierda peruana es recuperar su imagen progresista ante la población, tan venida a menos puesto que se le identifica solo con el violentismo. Por ello, considero que Ñaupari se equivocó al señalar a la izquierda como un todo cuando, en realidad, aglutina a tendencias en conflicto y porque olvidó a la izquierda democrática que, de alguna manera, saldó parte de su deuda con la nación a través del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

La tolerancia y el relativismo cultural también generaron polémica en relación al artículo en el que Vargas Llosa abordó la prohibición del velo islámico a las mujeres musulmanas en Francia. Ñaupari, en la línea de Vargas Llosa y, supongo, de la mayoría de liberales, sostuvo que ciertas prácticas culturales deben ser erradicadas si atentan contra la cultura de la libertad democrática. A propósito de esto, Vargas Llosa considera que la cultura de la libertad es una creación de Occidente y un aporte del mismo a la humanidad. En consecuencia, extenderla hacia otras sociedades siempre será beneficioso para ellas, ya que las conducirá hacia el progreso tal como sucedió en Europa y los Estados Unidos. Pero ¿debe imponerse la democracia liberal a otras sociedades solo en virtud de las ventajas que representó para las sociedades donde se originó? ¿si es racional no importa por la fuerza? Equiparar el uso del velo islámico con la castración femenina puede ser muy útil en términos pragmáticos, pero sería como confundir a un fiel devoto de la beata Melchorita con un fanático religioso quákero: en ambos casos subyace una actitud de rechazo hacia creencias distintas a la propia, pero en grados diferentes. Considero que si el liberalismo desea consolidarse no solo como una forma de gobierno o regulación económica, sino como “actitud vital” del ser humano, debe recurrir a la ética intercultural. De esta manera, podrá dialogar con el sentido común de la gente, con lo que esta piensa, siente y actúa. Para ello, será menester que el liberalismo tome en cuenta las particularidades culturales de las sociedades donde pretende afianzarse (véase el artículo “Liberalismo y ética intercultural: ¿libertad por la razón o por la fuerza?”) debido a que discurso e ideología son modelados por la cultura y el lenguaje; en otras palabras, el liberalismo debe abandonar la actitud soberbia y perdonavidas que caracteriza a buena parte de sus representantes quienes lo impregnan con un manto de suficiencia y superioridad cultural, los cuales dificultan la recepción de sus contenidos y, contrariamente, provocan mayor rechazo. Por lo tanto, Vargas Llosa sobredimensiona las posibilidades de la cultura de la libertad al estilo occidental si se obvia el hecho de que Occidente, más que una región geográfica, es un estilo de vida y la representación de una cultura a la cual le costó “sangre, sudor y lágrimas” forjar un sistema político-económico. ¿Deben correr el resto de culturas la misma suerte que Europa atravesó durante siglos solo para alinearse con ella? No. Cada cultura debe forjar su liberalismo “sin calco ni copia”.

La cuestión de la libertad no estuvo ausente. En contraste con la postura de Ñaupari, manifesté que la libertad negativa (Isaiah Berlin desarrolló este concepto en su célebre ensayo Dos conceptos sobre la libertad) —aquella que consiste en la no interferencia del otro en el ámbito de la autonomía personal, es decir, de no coacción— es incompleta mientras no tienda puentes para establecer lazos solidarios con el otro, o sea, que si el otro es solo visto como una potencial amenaza frente a mi autonomía, este ensalzamiento de la libertad negativa de parte de cierto sector del liberalismo más radical se convertirá en un obstáculo para la formación de una sociedad solidaria, ya que fomentaría el individualismo y la atomización de las relaciones sociales. Por ello, no se debe confundir autonomía con individualismo: la autonomía liberal basada en el principio de la libertad negativa no debe recaer en un simple individualismo egocéntrico sino complementarse con la solidaridad, la cooperación y la justicia social.

Al término del debate, muchas ideas quedaron en el tintero y, por cuestiones de tiempo, algunas preguntas del auditorio no fueron absueltas. Sin embargo, Héctor se comprometió a participar en cualquier otro debate sobre el liberalismo que tuviera lugar en el CEPS. Finalmente, coincidimos en que, a pesar de los exabruptos ocasionales de nuestro laureado escritor, debemos reconocer —como dijera alguna vez— que “la política no se debe separar de la moral” y ello, Vargas Llosa lo ha demostrado a lo largo de su trayectoria como “novelista, ensayista, ciudadano y político”.
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