Archivo por meses: mayo 2011

La Ermita de Barranco


La Ermita y el Puente de los Suspiros en 1906

Cuenta la tradición, recogida por Juan de Arona, que esta iglesia era una sencilla capilla a la que acudían humildes pescadores y viajeros; su origen se confunde con la leyenda que dio origen a Barranco. ¿Cómo es la historia? Cuentan que, en el siglo XVIII, cierta vez salió un grupo de pescadores a cumplir con su faena pero, como era invierno y la neblina cubría todo el litoral, se desorientaron y se quedaron perdidos varias horas hasta que, a lo lejos, vieron una “luz” resplandeciente a la que se dirigieron logrando llegar a la orilla y salvarse. Al acercarse al lugar donde se originó aquella luz que los había guiado, vieron que se trataba de una cruz. Desde aquella vez, se convirtió en lugar de romería. La capilla primitiva fue erigida en adobe y quincha a mediados del siglo XVIII, gracias al benefactor Caicedo, un panadero cuya esposa era devota a la cruz que allí se veneraba.

Durante la Guerra del Pacífico, fue saqueada e incendiada por el ejército invasor; era el 14 de enero de 1881. Cuenta José Antonio del Busto: Siempre se escuchó, como algo sabido por muchos, que la ocupación de Barranco ocurrió entre las 7 y las 9 de la mañana, procediendo inmediatamente los chilenos a saquear la población. Hecho el robo, comenzó el incendio. Recién entonces los invasores repararon en la ermita. Su puerta fue rota con hachas, luego entró la soldadesca en busca del botín. No encontró –aparte del cáliz, el copón y la custodia- nada de especial valor. Defraudados los saqueadores trajeron leña y la apilaron contra los altares, brotó la chispa maldita y el holocausto empezó. Al momento del crepúsculo la ermita ardía, reverberaba. A las 8 de la noche el incendio del santuario continuaba y sus llamas producían un extraño fulgor. Una hora después se desplomó el techo y entonces los resplandores amenguaron por predominar las chispas y el humo. Así transcurrió el resto de la noche… Al siguiente amanecer la vieja Ermita era sólo un conjunto de muros ennegrecidos y vigas carbonizadas con algo de humo que subía con pesadez. De los altares e imágenes nada se pudo salvar. Con el retablo mayor se quemó la imagen del Santocristo de Barranco, escultura nada notable pero que representaba al Crucificado de la aparición fundacional. Todo estaba consumado.

Meses después, en 1882, fue reedificada por el capellán Manuel de la Fuente Chávez, gracias a diferentes donaciones y colectas públicas. Se levantaron los muros, el cuerpo y los brazos del nuevo templo. Así, estando la iglesia terminada, el ahora presbítero De la Fuente y la población barranquina pidieron, en 1900, que la iglesia sea convertida en parroquia independiente de la de Surco y de la vice-parroquia de Chorrillos. El Arzobispo aceptó la petición y el 12 de diciembre de 1903, el presbítero De la Fuente fue investido primer cura párroco de la nueva parroquia de la Santísima Cruz de Barranco. El párroco murió en 1913 y, según algunos testigos, en olor de santidad; tras su fallecimiento, se le atribuyeron predicciones y milagros. Le sucedió el padre Santiago roca, párroco entre 1914 y 1937 quien, según dicen, también falleció en olor de santidad. Cuando hubo el terremoto de 1940, la vieja Ermita quedó afectada, y se comenzó a considerar la necesidad de trasladar la parroquia a un nuevo emplazamiento que permitiera edificar una iglesia mucho más grande. Fue así como, en 1942, se solicitó al Arzobispado que autorice el proyecto de un nuevo templo parroquial en la plaza municipal. La nueva iglesia quedó lista y consagrada el 1 de junio de 1963 por el arzobispo Juan Landázuri. Actualmente, la Ermita, ubicada en la Bajada de los Baños, se encuentra en proceso de deterioro, por lo que la propuesta es parte de un proyecto ambicioso de conservación que incluye al espacio público circundante y el rescate de las zonas invadidas del conjunto religioso.

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Nuestra Señora del Rosario o “Capillita del Puente’


Fotografía de 1924

Ubicada en la segunda cuadra del jirón Trujillo, mide apenas 8 metros de ancho por 12 de profundidad, por lo que muchos la consideran la iglesia más pequeña del mundo. Sin embargo, los más “puristas” o técnicos dicen que esto no es cierto: es la capilla de Lima que más se asemeja a una iglesia. La “Capilla del Puente” pertenece a la parroquia de San Lázaro, cuya iglesia está a dos cuadras de distancia. Es de adobe, quincha, madera y ladrillo y necesita una buena refacción. La imagen de Nuestra Señora del Rosario aparece en el retablo del altar mayor y sería del siglo XVII; debajo de ella está el Señor del Triunfo. En las paredes laterales encontramos las imágenes de San Judas Tadeo (con muchas placas de agradecimientos por milagros concedidos), San Hilarión, San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima, el Señor Crucificado con la Virgen de la Puerta, Almas Benditas y la Virgen del Carmen. Todas estas imágenes también requieren urgente curación.

La placa de su puerta señala 1555 como el año de su fundación, pero no hay documentos oficiales que avalen esta información. Lo que sí sabemos es que recién en el siglo XVII se tienen noticias de ella como capilla, siempre dedicada a Nuestra Señora del Rosario. Ismael Portal, en su libro Lima religiosa (1924), señala que la capilla nació en la propiedad de una dama de abolengo y que, en su interior, arzobispos de Lima concedían indulgencias. Por su lado, Ernesto Ascher, en Curiosidades limeñas (1974), dice que la capilla se levantó en un tambo, pero en la propiedad de un duque. ¿Cómo sería esta historia? A mediados del siglo XVII, un español, que llevaba el título de Duque del Infantado, adquirió en la zona varias propiedades, entre ellas un tambo donde se veneraba la imagen de Nuestra Señora del Rosario. Cuando construyó su casa con capilla particular, la hizo con puerta hacia la calle para que, de esta manera, la imagen siga siendo venerada por viajeros y vecinos. La capilla está abierta de lunes a sábado, de 9 a.m. a 12:30 p.m. y de 4 p.m. a 8 p.m.; los domingos está cerrada.
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Iglesia de Santa Liberata


(fotothing.com)

Cuenta la tradición que, con motivo del robo de las Sagradas Formas de la iglesia del Sagrario de la Catedral y del hallazgo de las mismas al pie de un naranjo de la Alameda, se construyó, en 1710, la capilla de Santa Liberata, en un terreno donado por Antonio Velarde y Bustamante para la capilla de Nuestra Señora de la Buenamuerte, imagen que se instaló en el nuevo templo. La iglesia, según Jorge Bernales Ballesteros, demuestra un exquisito gusto y novedad en Lima: cúpula grande sobre pechinas que cubre un templete de 8 columnas que forman el altar mayor sobre cripta en la que se ve un hueco donde se encontraron las Sagradas Formas. A los pies del templo, doble puerta bajo el coro formando un pequeño vestíbulo; del coro nace una tribuna que recorre la iglesia sin crucero ni hornacinas laterales. Por fuera, una fachada de molduras y torrecillas laterales muy pequeñas, todo en adobe y caña, estucados y pintados en el color de Lima: el ocre rosa. En esta iglesia se venera la imagen de El Señor Sacrificado del Rímac, declarado el 15 de enero de 1940 “Patrón del distrito del Rímac”.

Según Óscar Espinar la Torre, en su libro Estampas del Rímac, “Fernando de Hurtado de Chávez, mozo de veinte años, el día 20 de enero de 1711, entró a la iglesia del Sagrario (colindante con la hoy Catedral de Lima), y del altar mayor robó un copón de oro con numerosas hostias consagradas. Luego se encaminó a la Alameda. En la mañana del día 31, se descubrió la sustracción. S.E. el obispo D. Diego Ladrón de Guevara, virrey del Perú, echó en persecución del criminal toda una jauría de alguaciles y oficiales. Al ser capturado, Fernando Hurtado declaró que, asustado por la persecución, había enterrado las sagradas formas, envueltas en un papel, al pie de un árbol en la Alameda de los Descalzos. Sin embargo, la turbación de Fernando fue tanta, que le fue imposible determinar a punto fijo el árbol, cuando un negrito de ocho años de edad llamado Tomás Moya dice: Bajo ese naranjo vi el otro día a ese hombre. Las hostias fueron encontradas y el Cabildo recompensó al esclavo con cuatrocientos pesos. El virrey obispo, en solemne procesión, condujo las hostias a la Catedral”.
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Congreso Internacional sobre el virrey Abascal

Entre los días el 1 y 3 de junio del 2011 se desarrollará en Lima el Congreso Internacional “Abascal y la contra-independencia de América del sur”, en el que se expondrá y debatirá sobre el papel tomado por el virrey José Fernando de Abascal y Sousa (1806-1816) frente a los movimientos independentistas en América del Sur. Está organizado por la Universidad Católica del Perú y el Instituto Francés de Estudios Andinos. Las ponencias se desarrollarán en el Auditorio de Humanidades de la PUCP y Auditorio de la Alianza Francesa del Miraflores. El ingreso es libre, previa inscripción.

Listado de Ponencias

– Rossana Barragán (Archivo de La Paz)
“La Tea de la Revolución”: la construcción política del enemigo en el enfrentamiento de 1809 en Charcas.
– Christiana Borchart de Moreno
Palo y zanahoria. La política de Toribio Montes, presidente de la Audiencia de Quito.
– Beatriz Bragoni (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza)
Identidades patrióticas en disputa: el Río de la Plata en revolución.
– Joëlle Chassin (Universidad de París-III)
La guerra de la información entre Buenos Aires y Lima (1808-1812).
– Marcela Echeverri (NY University)
Abascal, Cádiz y el realismo popular en Popayán.
– Cristián Guerrero Lira (Universidad de Chile)
Acción contrarrevolucionaria de Abascal en Chile.
– Jairo Gutiérrez Ramos (UIS, Bucaramanga)
Disidencia y lealtad en la nueva Granada en tiempos del virrey Abascal.
– Brian Hamnett (The University of Essex, UK)
El virrey Abascal y sus cinco homólogos novohispanos, 1806-16: un estudio comparativo.
– Elizabeth Hernández García (Universidad de Piura)
Autonomía y monarquismo en un espacio regional: Piura en la consideración de Fernando de Abascal.
– Jeffrey Klaiber S. J. (PUCP)
El clero ilustrado en vísperas de la independencia: México y el Perú.
– Georges Lomné (IFEA)
El expediente de Nuñez del Arco (Quito, 1813): un afán de pacificación absoluta.
– Itala de Mamán (Archivo de Cochabamba)
Acciones del ejército realista en la región de Cochabamba 1810-1816.
– Gabriel di Meglio (Instituto Ravignani. UBA-CONICET)
La participación popular en la política hispanoamericana durante la década de Abascal.
– Scarlett O’Phelan (PUCP)
Abascal y el fantasma de las conspiraciones.
– Paul Rizo Patrón (PUCP)
Un cuerpo militar noble: el regimiento de la Concordia del Perú y su conformación en tiempos del virrey Abascal.
– Jaime Rodríguez (Universidad de California)
El virrey de Perú y el Reino de Quito.
– Claudia Rosas (PUCP)
Opinión pública, periodismo y política contrarrevolucionaria en tiempos del virrey Abascal.
– Lizardo Seiner Lizárraga (Universidad de Lima)
Una rebelión a la deriva: fisuras y represión realista en Tacna, 1811.
– María Ximena Urbina Carrasco (Universidad Católica de Valparaíso)
Los chilotes fidelistas en la contra-independencia de Chile durante el tiempo del virrey Abascal.
– Juan Ignacio Vargas Ezquerra (Universidad Abat Oliba-CEU, Barcelona)
Las iniciativas de un ministro ilustrado.
– Geneviève Verdo (Universidad de París-I)
Guerra y soberanía: el noroeste del Río de la Plata durante la guerra de independencia (1810-1820).
– Fabio Wasserman (Instituto Ravignani. UBA-CONICET)
La revolución encuentra sus límites. De Suipacha a Huaqui: la política de Castelli en el Alto Perú (1810-1811
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El Panteón de los Próceres (iglesia San Antonio Abad)


(panoramio.com)

Lo que hoy es el Panteón de los Próceres, en el Parque Universitario, fue la iglesia San Antonio Abad, fundada por Antonio Correa, y que perteneció al Noviciado jesuítico del mismo nombre y que se ubicaba donde hoy está la Casona de San Marcos. Cuando se expulsó a los jesuitas (1767), se la bautizó con el nombre de San Carlos, en homenaje al monarca Carlos III, y fue el templo del antiguo Convictorio Carolino. La construcción que ha llegado a nosotros data de esa época, y es contemporánea a la iglesia de los Huérfanos (ambas, obra de Cristóbal de Vargas). Se llamó así hasta que, durante el Oncenio de Leguía, se decidió darle otro uso. Así, se “desacralizó” el templo para convertirlo en un “altar de la patria”, en el “Panteón de los Próceres”. Según los arquitectos de la época, era, por su tamaño, forma, riqueza de líneas, obras talladas y por su situación contigua a la Universidad de San Marcos, la más apropiada para convertirse en el monumento que guardara las cenizas de los próceres de la Patria. Las obras de remodelación y adaptación para su nueva función, con motivo del Centenario de la batalla de Ayacucho (1924), fueron realizadas por el arquitecto Claudio Sahut, quien escogió el color de todas sus partes, los vitraux grabados en los dos extremos del crucero, las pinturas de José Sabogal, las decoraciones de azulejos polícromos, los bajo-relieves en bronce, el Cristo de Bistolfi, los bustos de San Martín y Bolívar de Tadolini y el tono de pintura que transformó el antiguo y casi desapercibido templo en una joya artística. Sabogal fue autor de los dibujos y pinturas de las pechinas de la cúpula, embellecida en su parte alta con decoraciones que representan las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.

Todos los trabajos de piedra artificial y su colocación, así como el de las escaleras, el piso de mármol de estas y el interior de la bóveda los ejecutó el arquitecto Martín Eloy. Carlos Wehril fabricó los mosaicos, azulejos y el viteaux que decoran el techo de la cripta y las dos ventanas del crucero; estos mosaicos muestran en el techo de la cripta los nombres de las jornadas de Pichincha, Zepita, Junín y Ayacucho. Daniel Casafranca, alumno de Bellas Artes, fue autor de los bajorrelieves que decoran los costados de la escalera que conduce a la cripta. Uno de los grandes representa la raza india dominada y el otro el instante de la libertad, que ostenta guerreros triunfantes. El tiempo que se empleó en todo el trabajo demandó cuatro meses y su costo fue de 25 mil libras peruanas.

Fueron los restos mortales de Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, los que primero se llevaron al nuevo Panteón (diciembre de 1924). Rodríguez estaba enterrado en la iglesia del pueblo de Amotape (Piura) y fueron trasladados y enterrados aquí en solemne ceremonia presidida por el presidente Leguía. Hoy ya no están, pues fueron repatriados a Caracas en la década de 1950 a pedido del entonces dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez (el dictador peruano de entonces, Manuel A. Odría, accedió a la solicitud).
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Capilla de Nuestra Señora de la O

Ubicada junto a la iglesia de San Pedro, fue construida en 1615 por la Cofradía o Congregación Mariana de Nuestra Señora de la Expectación del Parto, conocida como Nuestra Señora de la O (por la “O” admirativa con que comienzan las antífonas latinas del Magnificat los 8 días que preceden a la Natividad); el director de esta congregación era el padre Juan de Córdova. Su primera descripción corresponde al padre Bernabé Cobo, quien dijo que tenía 38 metros de largo y 16 de ancho. Contaba con una sola nave cubierta de madera a tres paños formando un semi-exágono decorado con florones, piñuelas, pinjantes y molduras doradas. Asimismo, zócalos de azulejos y, frente al altar mayor, tres tribunas en el sitio del coro con baluastres verdes y dorados; tres órdenes de asientos en forma de teatro, pues también era capilla para actos literarios; finalmente, añade Cobo, en el altar mayor, un magnífico Cristo Crucificado de la escuela montañesina (es decir, parecido al Señor de Burgos). Con los diversos sismos que ha soportado Lima, la Capilla ha recibido varias remodelaciones y hoy es casi irreconocible a la descripción que nos dejara el padre Cobo. Por ejemplo, los cambios al neoclásico (retablos) que le aplicó el presbítero Matías Maestro hacia 1798. Hasta la expulsión de la Compañía de Jesús (1767), el Colegio San Pablo, de la orden jesuita, la usó como capilla, aunque siempre se consideró que era propiedad de la Congregación Mariana de Nuestra Señora de la O. Es notable el magnífico lienzo de La Virgen de la Candelaria, del Bernardo Bitti, que se encuentra en la sacristía de la Capilla. Sigue leyendo

La iglesia de La Soledad


La iglesia de La Soledad en 1910

Muy deteriorada debido a un incendio (5 de junio de 2005), ya en 1604 tenemos noticias de la existencia de esta pequeña iglesia, fundada por la Cofradía del mismo nombre. Por esos años, el templo era bajo, oscuro y avanzaba hacia la plazuela de modo que afeaba la vista y el conjunto franciscano. Por ello, según Jorge Bernales Ballesteros, el Comisario Cervela la mandó derribar y construir a la altura de la portería del convento colindante, y así la plazuela quedó amplia, empedrada y con perspectiva. La primera piedra fue colocada en 1664 por el virrey Conde de Lemos. La traza de la capilla se atribuye a Constantino de Vasconcelos, pero fue dirigida desde 1669 por fray Carlos de la Concepción y, como obrero mayor, estuvo fray Juan de Benavides. Según Bernales Ballesteros, los terremotos posteriores y la furia del neoclásico se recrearon en desfigurar esta pequeña iglesia, que pese a todo mantiene, con las magníficas portadas del conjunto franciscano, un digno aire de discreción, que no desdice de este evocador rincón limeño, uno de los pocos en los que todavía se puede vislumbrar la belleza de esa Lima de antaño. Pese al último incendio, podemos advertir que su interior es neoclásico; sus retablos y púlpito son atribuidos al presbítero Matías Maestro. La unidad estilística de su interior contrasta con el barroco de su arquitectura. En su altar mayor se encuentra la imagen fundadora de Nuestra Señora de la Soledad, una de las más veneradas de la ciudad desde hace cuatro siglos. Sigue leyendo

Basílica de la Veracruz (Lima)


(panoramio.com)

Ubicada al costado de la iglesia de San Domingo, fue construida en 1565 y se llamó capilla de “Santiago”; en 1570 cambió de nombre cuando pasó a manos de la Cofradía de la Veracruz de Caballeros del Perú (fundada por Francisco Pizarro) para rendir culto a un Lingun Crucis: guarda una astilla de la cruz en que fue crucificado Cristo, enviada por el Papa Pablo III en 1540 con la esperanza de que con la llegada de la reliquia terminaran las guerras civiles entre los conquistadores. Tuvo portada mudéjar, ejecutada por el maestro Alonso de Morales en 1570, toda de ladrillo visto; esta portada desapareció en 1613, cuando fue sustituida por la actual, labrada por Diego Guillén, al estilo Bajo Renacimiento (o clasicismo tardío) implantado en Valladolid por la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias. Si bien no se ha mutilado del todo la portada, ha mantenido, hasta hoy, la sobriedad con que fue concebida. A fines del siglo XVII, se le añadió una gran cúpula que, según fray Juan de Meléndez, era “gran maravilla, por sus cuatro ventanas entre relieves, linterna y pechinas”. El terremoto de 1746 dañó sus bóvedas, pero respetó su vieja y austera portada, lo más interesante del templo. En 1806 fue restaurada en su interior, sin mayor valor artístico, salvo su altar de mármol (hay pocos en Lima de este material) y sus anodinos retablos. Es una de las pocas iglesias de Lima que no tiene torres. Sigue leyendo

Nuevo libro: ‘Cuatros y billetes. Crisis del sistema monetario peruano (1821-1879)’

Cuatros y billetes. Crisis del sistema monetario peruano (1821-1879)
Alejandro Salinas
Instituto de Estudios Peruanos/ Banco Central de Reserva del Perú
IEP: Historia Económica, 12
ISBN: 978-9972-51-294-0
Páginas: 289
Nuevos Soles: S/. 35.00

El sistema monetario peruano tuvo una historia complicada e inestable a lo largo del siglo XIX. La apertura comercial y las importaciones generaron la fuga de la moneda del país. La salida de los españoles significó, además, el desorden en la emisión de monedas; la región andina fue inundada por la moneda feble boliviana, que contenía menor cantidad de plata que la oficial, pero sirvió para aliviar la escasez monetaria, consecuencia del desbalance del comercio exterior. Con el apogeo del guano nacieron los bancos y, con ellos, los billetes bancarios. Esto, junto con la difusión de la moneda feble, incubó una inflación de precios que perjudicó a los asalariados y perceptores de rentas fijas. En vísperas de la guerra del salitre, el gobierno se sumó al carnaval monetario y garantizó los billetes bancarios a cambio de préstamos para resolver su déficit, convirtiéndolos en billetes fiscales. La vida de estos terminaría inmisericordemente en la posguerra, acabando a la vez con la riqueza de muchas familias.

Alejandro Salinas Sánchez, historiador peruano graduado en la Universidad Nacional de San Marcos e investigador en esa casa de estudios, da cuenta de ese tema. La historia monetaria no es un género muy cultivado en el país, por lo que este volumen constituye un significativo aporte al conocimiento de nuestro pasado económico y del impacto que este tuvo en la configuración de nuestra realidad nacional.

Contenido

INTRODUCCIÓN

1. DEL “PERÚ LIBRE” AL “CUATRO” BOLIVIANO

MONEDAS Y BILLETES DE LA INDEPENDENCIA
LA MONEDA CONFEDERADA Y EL “CUATRO” SANTACRUCINO
POLÍTICA MONETARIA DEL CAUDILLISMO
CONVERSIÓN PARCIAL DEL “CUATRO” BOLIVIANO

2. DEL BILLETE DE BANCO AL BILLETE FISCAL

PRIMEROS BANCOS DE EMISIÓN
AUGE Y CRISIS DEL BILLETE BANCARIO
EL BILLETE FISCAL

CONCLUSIONES

BIBLIOGRAFÍA
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La reducción del Cercado de Lima


Calle del Cercado en 1921 con muro al fondo

Los orígenes de la reducción del Cercado se remontan a la segunda mitad del siglo XVI durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo. Con el propósito de proteger y evangelizar a los indios dispersos de Lima, se fundó un pueblo autónomo y cercado con muros altos de adobe con tres puertas, las que se cerraban de noche para impedir que los indios salieran de noche para emborracharse o para evitar que sean molestados por los demás vecinos de la ciudad. De todo esto derivó el nombre de “cercado”. Los responsables de su administración espiritual fueron los jesuitas que, desde 1568, ya estaban establecidos en el Virreinato peruano.

De acuerdo a los documentos, la fundación de este pueblo de indios y de su iglesia fue el 25 de julio de 1571, se allí su nombre Doctrina de Santiago del Cercado. Según el padre Bernabé Cobo, el día de la inauguración hubo una misa celebrada por el cura Alonso de Barzana, quien dio un sermón en español y quechua, a la que asistió el Virrey y todos los miembros de la Audiencia. Luego, en 1615, el virrey Francisco de Borja y Aragón fundaría en este pueblo un colegio para indios nobles, también encomendado a los curas de la Compañía de Jesús.

¿Qué fueron las reducciones? Las reducciones se terminaron de implantar en el Virreinato en la década de 1570. Se trataba de pueblos en los que se “reducía” a la población indígena para cobrarle el tributo, evangelizarla y enviarla a la mita. Era un sistema de control de población. Estos pueblos se ubicaron tanto en la sierra como en la costa y aún hoy podemos ubicar su trazo y ubicación en nuestro territorio. Según Waldemar Espinoza, las reducciones fueron fundadas siguiendo un modelo estandarizado, con calles angostas pero derechas, cortadas en ángulos rectos, como un damero o tablero de ajedrez. Había un espacio para la plaza, en cuyos contornos se levantaba el cabildo y la iglesia. El resto del vecindario estaba distribuido en barrios y, especialmente en las reducciones de la sierra, cada familia de indios tenía un terreno reservado para sus cultivos y pastos para el ganado.

En el caso del pueblo del Cercado de Lima, antes de su fundación, los pocos indios que sobrevivieron a la Conquista vivían dispersos; algunos trabajaban en modestos oficios, otros estaban desvalidos y vivían vagando o emborrachándose y unos pocos se dedicaban a la hechicería, tal como lo informó, en 1568, el gobernador Lope García de Castro. Por ello, según las autoridades, había que proteger a esos indios de los malos tratos de los españoles y reducirlos en un pueblo, tal como se venía haciendo en todo el territorio del Virreinato. En la nueva reducción, los indios podían aprender el cristianismo y estar a salvo de los españoles, quienes no podrían entrar al pueblo. Los primeros pasos para construir el Cercado estuvo a cargo de Alonso Martín de Anaya, corregidor de Lima, y del vecino Diego de Porres Sagredo. Sin embargo, como anotamos arriba, fue el virrey Toledo quien ordenó, finalmente, la construcción del nuevo barrio. Ahora los encargados de planificarlo y construirlo fueron nuevamente Diego de Porres y el doctor Cuenca, oidor de la Audiencia de Lima.

La otra muralla.- Antes de la construcción de la vieja muralla de Lima, ordenada por el virrey Duque de la Palata, a finales del siglo XVII, ya existía en la ciudad un barrio amurallado. En efecto, el pueblo de Santiago tenía un muro de 3 metros de alto, que rodeaba la reducción. Tenía 3 puertas de acceso (una hacia el lado de Lima y dos hacia el campo del valle de Ate) y se construyó para vigilar y controlar mejor a los indios. En su interior, había una plaza en forma de rombo, donde estaba la iglesia, y calles rectas y alineadas a esta plaza. Las casas tenían una sola planta con una pequeña huerta.

Las puertas del Cercado.- Estaban ubicadas a la altura de las siguientes calles:

1. La puerta principal estaba entre las calles del Prado y Carmen Alto (actuales cuadras 11 y 13 del jirón Junín). Antiguamente estaba, en esta zona, la ermita de Nuestra Señora del Prado, propiedad del español Antonio Poblete, al parecer, origen del Monasterio del Prado, que fundara Ángela de Iriarte y Recalde, monja de la Encarnación. En este monetario, en un nicho del presbiterio, fue sepultado el corazón del arzobispo de Lima Pedro de Villagómez, fallecido en 1617. Por su lado, el Monasterio del Carmen fue levantado sobre terrenos rústicos bajo la autorización del rey Felipe IV, solicitada por el vecino Diego Mazuelo; se inauguró el 18 de diciembre de 1643. Su construcción se hizo gracias a la donación de 100 mil pesos que dio Catalina Doria, ilustre dama de la noble familia Doria de Italia. Hacia 1670, en este Monasterio se formó el Hospital de la Convalecencia de Nuestra Señora del Carmen. En una casa de la calle del Prado nació Felipe Pinglo Alva.

2. La segunda puerta estaba en la calle Carmen Bajo (actual cuadra 10 del jirón Junín). Aquí había corrales y viviendas modestas de indios y mulatos. El nombre de “Carmen Bajo” se usó desde fines del siglo XVII, aunque algunos la llamaban “Carmen Abajo” o “Bajada del Carmen”.

3. La tercera puerta del Cercado estaba a la altura de la calle Peña Horadada, también llamada “Cuadra tercera del Cercado” (actualmente cuadra 9 del jirón Junín). Hasta el siglo XVIII, solo había aquí tiendas de oficios mecánicos y aposentos de indios.

La labor de los jesuitas.- Estos padres, administradores del Cercado, construyeron una iglesia (que luego el arzobispo Toribio de Mogrovejo consagraría a la Virgen de Nuestra Señora de Copacabana) y una casona con cuatro cuartos y una huerta.; asimismo, establecieron que las limosnas del colegio de San Pablo sirvieran para la manutención del lugar. Hobo también limeños, como Juan Martínez Rengifo en 1581, que realizaron donaciones para cumplir con este esfuerzo “civilizador”. Otro tema que debieron enfrentar los jesuitas fue el de la evangelización de los indios del Cercado. Comenzaron con un catecismo, muy didáctico, que luego fue mejorado y adaptado para otras reducciones. Era en castellano pero luego sería traducido al quechua por el padre Alonso de Barzana, doctrinero del Cercado, quien, además, llevaba los registros de todos los indios, por edades, condición civil y grado de evangelización. Lo cierto es que la reducción del Cercado se convirtió, por la eficiencia de los jesuitas, en modelo de evangelización y futuros doctrineros venían a ella por ser una buena “casa de lengua”, es decir, escuela donde se aprendía el quechua.

Una crónica anónima de los jesuitas, de 1600, nos cuenta que en la iglesia de Santiago del Cercado se formaron cuatro cofradías, pero solo no da el nombre de dos: Nuestra Señora del Pilar y Santísimo Sacramento. También nos dice que la segunda cofradía, en épocas de fiesta, especialmente en la del Corpus Christi, salía en procesión con muchos cirios y adornaban los altares con velas y flores. También nos advierte la crónica que los padres jesuitas controlaban en estas festividades a los indios para que no se embriaguen.

Otra de las labores que cumplieron los padres de la Compañía de Jesús fue la construcción de un hospital para indios. Se inició como una enfermería, fue creciendo hasta atender no solo a los indios del Cercado sino a de otros lugares, debido al esmero en la atención médica. También crearon una casa de reclusión para hechiceros o “dogmatizadores”, supuestos responsables de daños espirituales hacia la población indígena. La fundación de este recinto se hizo bajo el gobierno del virrey Francisco de Borja y Aragón, el Príncipe de Esquilache. Finalmente, en la escuela de la reducción, llamada Santa Cruz, los jesuitas enseñaban a los indios a leer y escribir, así como el adoctrinamiento de la moral y la doctrina cristiana para alejarlos de sus cultos idolátricos. La escuela de Santa Cruz, en síntesis, buscó concientizar y y propagar una educación católica y humanística, ya que también recibían instrucción en música y canto. Se sabe por ejemplo, que los indios del Cercado eran contratados en fiestas y misas de los alrededores en la que eran remunerados por sus servicios en diversos rituales. En padre Rubén Vargas Ugarte nos dice que era tan buena esta escuela que varios vecinos principales de la ciudad matricularon en ella a sus hijos.

El Cercado tras la expulsión de los jesuitas.- Lamentablemente, toda esta labor en bien de los indios se vio afectada cuando en 1767 la Corona española decidió la expulsión de la Compañía de Jesús, tanto en la Península como en las colonias. Luego de la infausta decisión, la reducción fue encomendada a los curas de la iglesia de Santa Ana, con lo que el Cercado quedó como vice-parroquia, situación que se prolongó hasta 1882, cuando nuevamente se levantó como parroquia. Lo cierto es que, con el retiro de los jesuitas, comenzó la decadencia moral del barrio: se descuidó la atención espiritual de los indios y el abandono material de su templo. También fueron destruidos los muros de adobe y el Cercado devino en un suburbio de Lima, poblado de gente pobre y espiritualmente abandonada. De otro lado, al encontrase el Cercado en una zona elevada, con buen clima, con huertas y campos abiertos, fue convertida por los limeños en zona de recreo o lugar para celebrar meriendas, pachamancas, baile y juegos; hasta riñas y algunas muertes se registraron por estos desenfrenos: Parece que el demonio había sentado sus reales en este lugar, comenta un cronista.

El manicomio del Cercado.- El 16 de diciembre de 1859, por iniciativa del gran médico José Casimiro Ulloa, se abrió el Manicomio del Cercado, diseñado por el arquitecto Cluzeau. Antes de la inauguración de este moderno centro de atención de salud mental, los “insanos” de Lima eran atendidos en los hospitales de San Andrés (varones) y Santa Ana (mujeres) en condiciones escandalosas, a tal punto que la Beneficencia las calificó como “verdaderas pocilgas”. El nuevo manicomio representó un “avance de la civilización”, a la necesidad imperiosa de poner punto final a una relación con los enfermos mentales que venía desde antiguo, basada en el maltrato y la reclusión. La vocación humanitaria de Ulloa luego sería continuada por su discípulo Manuel A. Muñiz. Cuentan los testimonios que el nuevo centro funcionó en la antigua casa de formación y adoctrinamiento que fundaron los jesuitas. El local fue ampliado y acondicionado con camas, servicios higiénicos, ventilación, luz, alimentación regular y patios de recreo. Cuando la escritora argentina Juana Manuela Gorriti lo visitó, en 1876, dejó estas impresiones: En el lindo pueblecito del Cercado, lugar sombroso y romántico, situado como un apéndice de Lima, entre el circuito de sus murallas, elévase este suntuoso y lúgubre edificio rodeado de huertos, jardines y fuentes. Envuélvelo profundo silencio, tan solo interrumpido allá, de vez en cuando, por algún extraño grito que aleja a los paseantes de aquel ameno sitio, y desgarra el corazón a aquellos que vagan atraídos por el amor de seres queridos encerrados entre sus fúnebres muros. El manicomio del Cercado era considerado, a fines del siglo XIX, como uno de los mejores de América del Sur. Pero la situación del barrio del Cercado cambió cuando se inauguró, el 10 de mayo de 1920, el Asilo-Colonia de la Magdalena, más conocido como el Hospital Víctor Larco Herrera. El antiguo manicomio se mudó del Cercado.

Llegan los padres Carmelitas Descalzos (1920).- El 10 de mayo de 1920, durante el gobierno de Leguía, los padres Carmelitas Descalzos, liderados por el padre Hilarión, tomaron posesión de la Parroquia de El Cercado. El primer párroco fue el padre Eduardo de Santa Teresa y, en 1922, quedó constituida la primera comunidad. De esta forma, se iniciaron las reparaciones del antiguo templo (torres, fachada, y ventanas); también se construyó el convento donde vivirían los padres. Toda la obra se inauguró el 15 de mayo de 1927 y el diario “El Comercio” informó así: Agrada a la vista la fisonomía actual de la iglesia del Cercado. Se la ve renovada, pero felizmente sin haber perdido el encanto de sus pasados tiempos. La casa parroquial es amplia y desde todo punto de vista adecuada a la finalidad para que ha sido construida.

Desde el principio, los carmelitas dieron especial importancia a la catequesis dominical de los niños; en 1924, por ejemplo, se consiguió la primera máquina de cine, que se empleó en los catecismos parroquiales. La catequesis no se limitaba a la instrucción religiosa, sino también procuraba aliviarlos en sus necesidades, como darles libros escolares, visitas a los enfermos y proporcionarles medicamentos. Ese entusiasmo, les llevó a organizar la primera academia parroquial de mecanografía. Como vemos, los objetivos de la pastoral eran la atención espiritual y social a la feligresía de uno de los barrios más pobres y populosos de Lima. En 1934, comenzó a funcionar en el Salón Parroquial una Academia y, al año siguiente, un Centro Obrero de Madres de Familia. En 1936, se coronó la imagen del Niño Jesús de Praga y, en 1937, se modernizó el cine con un nuevo equipo parlante. Finalmente, con el fenómeno de la migración interna, a la parroquia del Cercado le nacen nuevas barriadas y población que atender: El Agustino, Independencia, Progreso, Santoyo y Ancieta, lo que duplicó el trabajo de los padres.

Las necesidades obligaron, en 1967, al padre José María Goicoechea, a abrir el Colegio Parroquial, que llegó a tener más de 500 alumnos; hoy sigue funcionado, gracias al trabajo de las Carmelitas Misioneras. En 1979, se aprovechó un local abandonado detrás de la iglesia y se construyó una Posta Médica; hoy sigue funcionando, gracias a la Vicaría de la Caridad. Finalmente, en 1985, el padre Félix Perea construyó y organizó, en la barriada de Santoyo, anexo a la Capilla existente, un Comedor Infantil, en el que se daría diariamente desayuno y almuerzo a más de 200 niños; esta actividad continúa, gracias a la colaboración de las Carmelitas Misioneras.

La plazuela y la iglesia del Cercado.- Ubicada en el cruce de los jirones Conchucos y Desaguadero (Barrios altos), la historia de esta plazuela se remonta a finales de la década de 1560, cuando el gobernador Lope García de Castro ordenó instalar el pueblo de indios. El Cercado, como sabemos, era una pequeña ciudadela que se extendía desde la puerta principal del barrio hasta la plaza de Santa Ana (hoy Plaza Italia.). La plazuela aparece en los primeros planos de Lima y tenía forma circular, con una gran cruz de madera al centro; luego, se cambió la cruz por una pila para el abastecimiento de agua del vecindario. A principios del siglo XX, se colocaron en las esquinas de plaza cuatro bellas esculturas de mármol italiano (falta una) que originalmente estuvieron en el antiguo Parque de la Exposición. Asimismo, en uno de sus extremos se ubica el templo, de clara matriz barroca, de Santiago Apóstol del Cercado, que sufrió grandes daños por el terremoto de 1940. Fue reconstruido y hoy la plaza luce, en su parte central, la antigua fuente de bronce. En esta iglesia fue bautizado Felipe Pinglo Alva.

Durante el mandato del arzobispo Toribio de Mogrovejo (1581-1606), se consagró la iglesia del Cercado a la modesta Virgen de Nuestra Señora de Copacabana. Este culto representó un símbolo de integración social para muchos indios e indias de Lima, a través de un secretismo religioso: el poder femenino se proyectó en la figura de María en sustitución de las antiguas divinidades, como la Pacha Mama (o Madre tierra), cuyo culto es pan-andino y de origen muy anterior a los Incas. La percepción de María como intercesora y mediadora de las comunidades nativas ante la Santísima Trinidad revela el aumento de la devoción popular en la Lima de finales del siglo XVI.

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