Calle del Cercado en 1921 con muro al fondo
Los orígenes de la reducción del Cercado se remontan a la segunda mitad del siglo XVI durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo. Con el propósito de proteger y evangelizar a los indios dispersos de Lima, se fundó un pueblo autónomo y cercado con muros altos de adobe con tres puertas, las que se cerraban de noche para impedir que los indios salieran de noche para emborracharse o para evitar que sean molestados por los demás vecinos de la ciudad. De todo esto derivó el nombre de “cercado”. Los responsables de su administración espiritual fueron los jesuitas que, desde 1568, ya estaban establecidos en el Virreinato peruano.
De acuerdo a los documentos, la fundación de este pueblo de indios y de su iglesia fue el 25 de julio de 1571, se allí su nombre Doctrina de Santiago del Cercado. Según el padre Bernabé Cobo, el día de la inauguración hubo una misa celebrada por el cura Alonso de Barzana, quien dio un sermón en español y quechua, a la que asistió el Virrey y todos los miembros de la Audiencia. Luego, en 1615, el virrey Francisco de Borja y Aragón fundaría en este pueblo un colegio para indios nobles, también encomendado a los curas de la Compañía de Jesús.
¿Qué fueron las reducciones? Las reducciones se terminaron de implantar en el Virreinato en la década de 1570. Se trataba de pueblos en los que se “reducía” a la población indígena para cobrarle el tributo, evangelizarla y enviarla a la mita. Era un sistema de control de población. Estos pueblos se ubicaron tanto en la sierra como en la costa y aún hoy podemos ubicar su trazo y ubicación en nuestro territorio. Según Waldemar Espinoza, las reducciones fueron fundadas siguiendo un modelo estandarizado, con calles angostas pero derechas, cortadas en ángulos rectos, como un damero o tablero de ajedrez. Había un espacio para la plaza, en cuyos contornos se levantaba el cabildo y la iglesia. El resto del vecindario estaba distribuido en barrios y, especialmente en las reducciones de la sierra, cada familia de indios tenía un terreno reservado para sus cultivos y pastos para el ganado.
En el caso del pueblo del Cercado de Lima, antes de su fundación, los pocos indios que sobrevivieron a la Conquista vivían dispersos; algunos trabajaban en modestos oficios, otros estaban desvalidos y vivían vagando o emborrachándose y unos pocos se dedicaban a la hechicería, tal como lo informó, en 1568, el gobernador Lope García de Castro. Por ello, según las autoridades, había que proteger a esos indios de los malos tratos de los españoles y reducirlos en un pueblo, tal como se venía haciendo en todo el territorio del Virreinato. En la nueva reducción, los indios podían aprender el cristianismo y estar a salvo de los españoles, quienes no podrían entrar al pueblo. Los primeros pasos para construir el Cercado estuvo a cargo de Alonso Martín de Anaya, corregidor de Lima, y del vecino Diego de Porres Sagredo. Sin embargo, como anotamos arriba, fue el virrey Toledo quien ordenó, finalmente, la construcción del nuevo barrio. Ahora los encargados de planificarlo y construirlo fueron nuevamente Diego de Porres y el doctor Cuenca, oidor de la Audiencia de Lima.
La otra muralla.- Antes de la construcción de la vieja muralla de Lima, ordenada por el virrey Duque de la Palata, a finales del siglo XVII, ya existía en la ciudad un barrio amurallado. En efecto, el pueblo de Santiago tenía un muro de 3 metros de alto, que rodeaba la reducción. Tenía 3 puertas de acceso (una hacia el lado de Lima y dos hacia el campo del valle de Ate) y se construyó para vigilar y controlar mejor a los indios. En su interior, había una plaza en forma de rombo, donde estaba la iglesia, y calles rectas y alineadas a esta plaza. Las casas tenían una sola planta con una pequeña huerta.
Las puertas del Cercado.- Estaban ubicadas a la altura de las siguientes calles:
1. La puerta principal estaba entre las calles del Prado y Carmen Alto (actuales cuadras 11 y 13 del jirón Junín). Antiguamente estaba, en esta zona, la ermita de Nuestra Señora del Prado, propiedad del español Antonio Poblete, al parecer, origen del Monasterio del Prado, que fundara Ángela de Iriarte y Recalde, monja de la Encarnación. En este monetario, en un nicho del presbiterio, fue sepultado el corazón del arzobispo de Lima Pedro de Villagómez, fallecido en 1617. Por su lado, el Monasterio del Carmen fue levantado sobre terrenos rústicos bajo la autorización del rey Felipe IV, solicitada por el vecino Diego Mazuelo; se inauguró el 18 de diciembre de 1643. Su construcción se hizo gracias a la donación de 100 mil pesos que dio Catalina Doria, ilustre dama de la noble familia Doria de Italia. Hacia 1670, en este Monasterio se formó el Hospital de la Convalecencia de Nuestra Señora del Carmen. En una casa de la calle del Prado nació Felipe Pinglo Alva.
2. La segunda puerta estaba en la calle Carmen Bajo (actual cuadra 10 del jirón Junín). Aquí había corrales y viviendas modestas de indios y mulatos. El nombre de “Carmen Bajo” se usó desde fines del siglo XVII, aunque algunos la llamaban “Carmen Abajo” o “Bajada del Carmen”.
3. La tercera puerta del Cercado estaba a la altura de la calle Peña Horadada, también llamada “Cuadra tercera del Cercado” (actualmente cuadra 9 del jirón Junín). Hasta el siglo XVIII, solo había aquí tiendas de oficios mecánicos y aposentos de indios.
La labor de los jesuitas.- Estos padres, administradores del Cercado, construyeron una iglesia (que luego el arzobispo Toribio de Mogrovejo consagraría a la Virgen de Nuestra Señora de Copacabana) y una casona con cuatro cuartos y una huerta.; asimismo, establecieron que las limosnas del colegio de San Pablo sirvieran para la manutención del lugar. Hobo también limeños, como Juan Martínez Rengifo en 1581, que realizaron donaciones para cumplir con este esfuerzo “civilizador”. Otro tema que debieron enfrentar los jesuitas fue el de la evangelización de los indios del Cercado. Comenzaron con un catecismo, muy didáctico, que luego fue mejorado y adaptado para otras reducciones. Era en castellano pero luego sería traducido al quechua por el padre Alonso de Barzana, doctrinero del Cercado, quien, además, llevaba los registros de todos los indios, por edades, condición civil y grado de evangelización. Lo cierto es que la reducción del Cercado se convirtió, por la eficiencia de los jesuitas, en modelo de evangelización y futuros doctrineros venían a ella por ser una buena “casa de lengua”, es decir, escuela donde se aprendía el quechua.
Una crónica anónima de los jesuitas, de 1600, nos cuenta que en la iglesia de Santiago del Cercado se formaron cuatro cofradías, pero solo no da el nombre de dos: Nuestra Señora del Pilar y Santísimo Sacramento. También nos dice que la segunda cofradía, en épocas de fiesta, especialmente en la del Corpus Christi, salía en procesión con muchos cirios y adornaban los altares con velas y flores. También nos advierte la crónica que los padres jesuitas controlaban en estas festividades a los indios para que no se embriaguen.
Otra de las labores que cumplieron los padres de la Compañía de Jesús fue la construcción de un hospital para indios. Se inició como una enfermería, fue creciendo hasta atender no solo a los indios del Cercado sino a de otros lugares, debido al esmero en la atención médica. También crearon una casa de reclusión para hechiceros o “dogmatizadores”, supuestos responsables de daños espirituales hacia la población indígena. La fundación de este recinto se hizo bajo el gobierno del virrey Francisco de Borja y Aragón, el Príncipe de Esquilache. Finalmente, en la escuela de la reducción, llamada Santa Cruz, los jesuitas enseñaban a los indios a leer y escribir, así como el adoctrinamiento de la moral y la doctrina cristiana para alejarlos de sus cultos idolátricos. La escuela de Santa Cruz, en síntesis, buscó concientizar y y propagar una educación católica y humanística, ya que también recibían instrucción en música y canto. Se sabe por ejemplo, que los indios del Cercado eran contratados en fiestas y misas de los alrededores en la que eran remunerados por sus servicios en diversos rituales. En padre Rubén Vargas Ugarte nos dice que era tan buena esta escuela que varios vecinos principales de la ciudad matricularon en ella a sus hijos.
El Cercado tras la expulsión de los jesuitas.- Lamentablemente, toda esta labor en bien de los indios se vio afectada cuando en 1767 la Corona española decidió la expulsión de la Compañía de Jesús, tanto en la Península como en las colonias. Luego de la infausta decisión, la reducción fue encomendada a los curas de la iglesia de Santa Ana, con lo que el Cercado quedó como vice-parroquia, situación que se prolongó hasta 1882, cuando nuevamente se levantó como parroquia. Lo cierto es que, con el retiro de los jesuitas, comenzó la decadencia moral del barrio: se descuidó la atención espiritual de los indios y el abandono material de su templo. También fueron destruidos los muros de adobe y el Cercado devino en un suburbio de Lima, poblado de gente pobre y espiritualmente abandonada. De otro lado, al encontrase el Cercado en una zona elevada, con buen clima, con huertas y campos abiertos, fue convertida por los limeños en zona de recreo o lugar para celebrar meriendas, pachamancas, baile y juegos; hasta riñas y algunas muertes se registraron por estos desenfrenos: Parece que el demonio había sentado sus reales en este lugar, comenta un cronista.
El manicomio del Cercado.- El 16 de diciembre de 1859, por iniciativa del gran médico José Casimiro Ulloa, se abrió el Manicomio del Cercado, diseñado por el arquitecto Cluzeau. Antes de la inauguración de este moderno centro de atención de salud mental, los “insanos” de Lima eran atendidos en los hospitales de San Andrés (varones) y Santa Ana (mujeres) en condiciones escandalosas, a tal punto que la Beneficencia las calificó como “verdaderas pocilgas”. El nuevo manicomio representó un “avance de la civilización”, a la necesidad imperiosa de poner punto final a una relación con los enfermos mentales que venía desde antiguo, basada en el maltrato y la reclusión. La vocación humanitaria de Ulloa luego sería continuada por su discípulo Manuel A. Muñiz. Cuentan los testimonios que el nuevo centro funcionó en la antigua casa de formación y adoctrinamiento que fundaron los jesuitas. El local fue ampliado y acondicionado con camas, servicios higiénicos, ventilación, luz, alimentación regular y patios de recreo. Cuando la escritora argentina Juana Manuela Gorriti lo visitó, en 1876, dejó estas impresiones: En el lindo pueblecito del Cercado, lugar sombroso y romántico, situado como un apéndice de Lima, entre el circuito de sus murallas, elévase este suntuoso y lúgubre edificio rodeado de huertos, jardines y fuentes. Envuélvelo profundo silencio, tan solo interrumpido allá, de vez en cuando, por algún extraño grito que aleja a los paseantes de aquel ameno sitio, y desgarra el corazón a aquellos que vagan atraídos por el amor de seres queridos encerrados entre sus fúnebres muros. El manicomio del Cercado era considerado, a fines del siglo XIX, como uno de los mejores de América del Sur. Pero la situación del barrio del Cercado cambió cuando se inauguró, el 10 de mayo de 1920, el Asilo-Colonia de la Magdalena, más conocido como el Hospital Víctor Larco Herrera. El antiguo manicomio se mudó del Cercado.
Llegan los padres Carmelitas Descalzos (1920).- El 10 de mayo de 1920, durante el gobierno de Leguía, los padres Carmelitas Descalzos, liderados por el padre Hilarión, tomaron posesión de la Parroquia de El Cercado. El primer párroco fue el padre Eduardo de Santa Teresa y, en 1922, quedó constituida la primera comunidad. De esta forma, se iniciaron las reparaciones del antiguo templo (torres, fachada, y ventanas); también se construyó el convento donde vivirían los padres. Toda la obra se inauguró el 15 de mayo de 1927 y el diario “El Comercio” informó así: Agrada a la vista la fisonomía actual de la iglesia del Cercado. Se la ve renovada, pero felizmente sin haber perdido el encanto de sus pasados tiempos. La casa parroquial es amplia y desde todo punto de vista adecuada a la finalidad para que ha sido construida.
Desde el principio, los carmelitas dieron especial importancia a la catequesis dominical de los niños; en 1924, por ejemplo, se consiguió la primera máquina de cine, que se empleó en los catecismos parroquiales. La catequesis no se limitaba a la instrucción religiosa, sino también procuraba aliviarlos en sus necesidades, como darles libros escolares, visitas a los enfermos y proporcionarles medicamentos. Ese entusiasmo, les llevó a organizar la primera academia parroquial de mecanografía. Como vemos, los objetivos de la pastoral eran la atención espiritual y social a la feligresía de uno de los barrios más pobres y populosos de Lima. En 1934, comenzó a funcionar en el Salón Parroquial una Academia y, al año siguiente, un Centro Obrero de Madres de Familia. En 1936, se coronó la imagen del Niño Jesús de Praga y, en 1937, se modernizó el cine con un nuevo equipo parlante. Finalmente, con el fenómeno de la migración interna, a la parroquia del Cercado le nacen nuevas barriadas y población que atender: El Agustino, Independencia, Progreso, Santoyo y Ancieta, lo que duplicó el trabajo de los padres.
Las necesidades obligaron, en 1967, al padre José María Goicoechea, a abrir el Colegio Parroquial, que llegó a tener más de 500 alumnos; hoy sigue funcionado, gracias al trabajo de las Carmelitas Misioneras. En 1979, se aprovechó un local abandonado detrás de la iglesia y se construyó una Posta Médica; hoy sigue funcionando, gracias a la Vicaría de la Caridad. Finalmente, en 1985, el padre Félix Perea construyó y organizó, en la barriada de Santoyo, anexo a la Capilla existente, un Comedor Infantil, en el que se daría diariamente desayuno y almuerzo a más de 200 niños; esta actividad continúa, gracias a la colaboración de las Carmelitas Misioneras.
La plazuela y la iglesia del Cercado.- Ubicada en el cruce de los jirones Conchucos y Desaguadero (Barrios altos), la historia de esta plazuela se remonta a finales de la década de 1560, cuando el gobernador Lope García de Castro ordenó instalar el pueblo de indios. El Cercado, como sabemos, era una pequeña ciudadela que se extendía desde la puerta principal del barrio hasta la plaza de Santa Ana (hoy Plaza Italia.). La plazuela aparece en los primeros planos de Lima y tenía forma circular, con una gran cruz de madera al centro; luego, se cambió la cruz por una pila para el abastecimiento de agua del vecindario. A principios del siglo XX, se colocaron en las esquinas de plaza cuatro bellas esculturas de mármol italiano (falta una) que originalmente estuvieron en el antiguo Parque de la Exposición. Asimismo, en uno de sus extremos se ubica el templo, de clara matriz barroca, de Santiago Apóstol del Cercado, que sufrió grandes daños por el terremoto de 1940. Fue reconstruido y hoy la plaza luce, en su parte central, la antigua fuente de bronce. En esta iglesia fue bautizado Felipe Pinglo Alva.
Durante el mandato del arzobispo Toribio de Mogrovejo (1581-1606), se consagró la iglesia del Cercado a la modesta Virgen de Nuestra Señora de Copacabana. Este culto representó un símbolo de integración social para muchos indios e indias de Lima, a través de un secretismo religioso: el poder femenino se proyectó en la figura de María en sustitución de las antiguas divinidades, como la Pacha Mama (o Madre tierra), cuyo culto es pan-andino y de origen muy anterior a los Incas. La percepción de María como intercesora y mediadora de las comunidades nativas ante la Santísima Trinidad revela el aumento de la devoción popular en la Lima de finales del siglo XVI.
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