Héctor Velarde Bergmann (Lima 1898-1989). Como su padre era diplomático, pasó la mayor parte de su niñez y juventud en el extranjero; regresó al Perú en 1928. Su etapa escolar la pasó en Brasil y Suiza y, sus estudios universitarios de ingeniero-arquitecto, en la École des Travaux Publics du Bâtiment et de Industrie de París. Luego, trabaja en algunos proyectos arquitectónicos en Buenos Aires y Washington. A su retorno a nuestro país, además de dedicarse a las tareas propias de la profesión, Velarde inicia una actividad que lo destacaría a lo largo de su vida: la docencia. En efecto, fue maestro de varias generaciones de arquitectos y artistas en la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Escuela Nacional de Ingenieros (luego UNI), la Escuela Militar de Chorrillos, la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad de Lima. Como complemento esta labor, publicó una serie de textos relativos a sus cursos, como Nociones y elementos de Arquitectura (Lima, 1933), La Arquitectura en Veinte Lecciones (Buenos Aires, 1937) y Geometría Descriptiva (Lima, 1949). También escribió varios libros y, sobre todo, artículos de difusión sobre temas de arte, arquitectura y actualidad, todos escritos con fina ironía y espíritu conciliador, que le permitieron ofrecer un punto de vista crítico y constructivo; también escribió poemas. Entre sus libros de difusión de temas de arte destacan Arquitectura Peruana (México, 1943) e Itinerarios de Lima, un clásico para el conocimiento de la arquitectura de nuestra ciudad. Cabe destacar que, luego del terremoto de 1940, colaboró con Rafael Maquina, quien estaba a cargo del Consejo Nacional de Restauración y Conservación de Monumentos Arquitectónicos.
Como arquitecto, luego de diseñar diversas viviendas particulares, Velarde, con un claro interés por valorar lo local, establece una continuidad entre la modernidad y la tradición y desarrolla una notable labor en la vertiente neocolonial, y en ciertos casos en las variantes que surgirían próximas a él como el neoperuano. Así tenemos, en Lima, el diseño del Museo de Antropología en Pueblo Libre (1935-1940); su participación en el Monumento a Fermín Tangüis, junto a Manuel Piqueras (1938); el proyecto para la nueva Basílica de Santa Rosa en Lima, junto también a Piqueras (1939); la Nunciatura Apostólica (1940-1942), donde trabajó con Paul Linder, en la avenida Salaverry; y la capilla del Seminario de Santo Toribio (1948). Muchos de estos proyectos fueron publicados en El Arquitecto Peruano. También estuvo, junto a otros profesionales, en diseñar la sede de la Universidad de Lima.
Pero hubo otro rubro en el que destacó Velarde: la restauración de monumentos antiguos. Por ejemplo, trabajó en la restauración de la Casa Riva-Agüero en el jirón Camaná, propiedad de la PUCP; de la iglesia de San Pedro en el jirón Azángaro, de la Compañía de Jesús; y de la Plaza de Acho, en colaboración con el arquitecto Luis Ortiz de Zevallos y otros profesionales; del Convento de las Monjas del Patrocinio en la plazuela de Santo Domingo; los interiores de la Escuela de Bellas Artes de Lima, con Manuel Ugarte Eléspuru y el arquitecto Carlos de Martis; el teatro Segura; el local del Museo Taurino; la Casa de Osambela; el Convento e Iglesia de las Nazarenas; la Sala Alcedo; la Casa de Pilatos en el jirón Ancash; el Museo de Arte, junto a otros arquitectos; y Casa Negreiros. Por ello, como anota el arquitecto Luis Villacorta, la vida de Héctor Velarde es no sólo un ejemplo de destreza profesional, dedicación al estudio o producción cultural, es sobre todo una muestra de integridad personal que se refleja en cada momento de su vida y de su obra, en su producción arquitectónica, contemporánea y arraigada en sus raíces, en su trato con los colegas y la profesión, siempre más bien conciliador y con ánimo constructivo que excluyente o dogmático, en sus escritos, en sus reflexiones, en su búsqueda de, a través de sus obras, contribuir a generar siempre mejores condiciones de vida (en al amplio sentido que ello significa) para los miembros de la sociedad en la que le tocó vivir.
Si mal no recuerdo, es el Arq. Rafael Marquina y no Maquina como anotas. Buena reseña sobre sus intervenciones en restauraciòn. Fidel.