Archivo por meses: agosto 2010

Los nombres de América: Brasil


Rio de Janeiro en el siglo XIX

En este breve ensayo, el historiador brasileño José Murilo de Carvalho, de la Universidad Federal de Río de Janeiro y miembro de la Academia Brasileña de las Letras, nos relata la sorprendente historia de los nombres de Brasil desde el inicio del siglo XVI hasta nuestro días a partir de una gran paradoja literaria. Murilo analiza la relación entre mito y país, utopía y realidad, progreso y devastación, esperanza y frustración. Hace hincapié en la persistencia de estos contrapuntos fundamentales desde principios del siglo XVI hasta nuestros días. Preguntarse sobre la identidad, de acuerdo con Carvalho, implica mirarse en el espejo sin titubear y con total sinceridad pues, en caso contrario, no se pueden entender las contradicciones tanto de la formación de una nación como de la vida misma.

Shakespeare hizo que Julieta afirmara que la rosa mantendría su perfume, cualquiera que fuera su nombre. Pero ¿ocurriría lo mismo con el nombre de un país?

La tierra encontrada por Cabral en 1500 era llamada “Pindorama” o “Tierra de Palmeras” por los habitantes nativos. Al llegar a las desconocidas y nuevas playas, el navegador las bautizó “Terra de Vera Cruz”, aunque a los pocos días cambió el nombre por “Isla de Vera Cruz”. Ello se debió al hecho de que el explorador era caballero de la Orden de Cristo, y por ello siempre llevaba una cruz sobre su pecho.

Al ser informado del descubrimiento, el rey de Portugal, Don Manuel, comunicó el gran acontecimiento a Fernando e Isabel, monarcas de la vecina España, proclamando la nueva tierra, “Terra de Santa Cruz”. En 1503, en una famosa carta a Lorenzo de Médici, Américo Vespucio la bautizó “Mundus Novus”. En la misma época, se difundió la noticia de la gran cantidad de loros en el Nuevo Mundo, y por ello surgió el nombre popular de “Tierra de Papagayos”. Pero más importante que los pájaros tropicales era un árbol alto, grueso y espinudo, con tronco rojo y flores amarillos, que los indígenas llamaban “ibirá pitanga”, árbol colorado. Los portugueses luego la identificaron con la madera brazil, oriunda de Asia y conocida desde el siglo XII como fuente de colorante de paños. Existían registros de este nombre en Italia desde el siglo XI y en España desde el siglo XII. Marco Polo habló del “brésil”, y Vasco da Gama de “muy buen brasyll, que hace un excelente y fino bermejo”. Ya desde 1511, en los mapas el nuevo nombre de “Brasil” se convirtió en el habitual, pero numerosas protestas se formularon en contra de dicha expresión. El cambio en la denominación de la Isla de Vera Cruz era obra del diablo, sostuvo Fray Vicente do Salvador, ya que se cambiaba el “divino árbol” por un árbol comercial.

Controversias.- Pero, además, se produjeron muchas más controversias. La primera era grafológica. ¿Como escribir este nombre? Hubo, desde el siglo XI, al menos 23 formas distintas de escribir la palabra e inclusive hasta el siglo XX, se seguía discutiendo si debía ser “Brazil” o “Brasil”. La mayor disputa fue histórica. ¿Cuál sería el origen del nombre del país? La versión tradicional pasó a ser fuertemente cuestionada a partir del primer cuatro del siglo XX, cuando el historiador Capistrano de Abreu adelantó otra hipótesis sobre el origen del nombre. En su opinión, “Brazil” era originalmente una isla mítica y paradisíaca localizada a la altura de la costa irlandesa: desde 1375 en los mapas de los frailes irlandeses -muy viajeros- la Isla Brazil figuraba siempre ya que se suponía que el mítico rey, Brasal, había fijado su residencia en la isla desde tiempos inmemoriales. El historiador Gustavo Barroso defendió la nueva interpretación en un libro publicado en 1941. Como fray Vicente, él detestaba la idea de la madera. En segundo lugar, era más digno derivar el nombre del país de una Tierra legendaria que de un vil producto tropical comercializado por cristianos nuevos.

El gentilicio “brasileiro” también incomodaba a muchos. Era el término originalmente aplicado para describir a un comerciante del palo brasil, un oficio nada superior al de un herrero o un minero. De hecho, recordemos que hasta fines del siglo XVII era ofensivo llamar a un hombre blanco “brasileiro”. Los indígenas nativos eran conocidos como “brasis”, mientras que los blancos se consideraban portugueses. Un portugués nacido en Brasil era denominado “português do Brasil” o “luso-americano”. Pero ya en la época de la independencia se difundieron también los gentilicios “brasiliense”, “brasílico” y “brasiliano”.

Aunque no tiene verdadero sustento histórico, la hipótesis de la isla medieval de Brasil como fuente originaria embonaba perfectamente con dos facetas fundamentales del imaginario nacional que tenían sus orígenes en los textos antiguos de Cabral y Vespucio, pero también en los escritos de la independencia y del romanticismo, e inclusive llegan hasta nuestros días: nos referimos a la supuesta naturaleza paradisíaca de la tierra brasileña, un país grande, rico y bello. La grandeza natural justificaba otro rasgo de nuestro imaginario, la utopía del gran imperio, materializada en el nombre de la nueva nación, cuando logró su independencia en 1824. Brasil sería siempre el país del futuro, como rezaba el título del famoso libro de Stefan Zweig, de 1941.

Brasil, tierra de exploración comercial o Isla Encantada. Julieta no tenía razón.

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Los nombres de América: Bolivia

El nacimiento de la República de Bolivia, la más joven de las vírgenes de América e hija predilecta de Bolívar, expresó dos formas de denominar a la nueva nación, representada en el cuerpo femenino criollo y en el sentimiento de renacimiento político. La historiadora Esther Aillón Soria, de la Universidad de La Paz, explica cómo la república más alta del mundo alcanzó su independencia y reflexiona sobre la alegoría política de su nombre.

Dentro del ciclo de las revoluciones atlánticas, Bolivia nació a la vida republicana el 6 de agosto de 1825. Atrás quedaba el cuerpo político y la denominación colonial de “Audiencia de Charcas”, que tomó el nombre de la prehispánica “Confederación indígena Qara-Qara Charka”. Se bautizó a la nueva soberanía con un neologismo que sintetizaba la experiencia colectiva de la independencia iniciada en 1809, sellando la decisión de iniciar su construcción nacional separada del Río de la Plata y del Perú.

Después de la famosísima batalla de Ayacucho (diciembre de 1824), capituló el último virrey español del Perú, lo cual marcó el final de las múltiples y prolongadas guerras de independencia en Hispanoamérica. Entonces, el mariscal Antonio José de Sucre, brazo derecho del Libertador Bolívar, aceptó la persuasiva invitación de los llamados “doctores de Charcas” para cruzar el río Desaguadero y adoptar medidas sobre el estado político de las provincias del Alto Perú. Unos días después, Sucre promulgó el famoso decreto de 9 de febrero de 1825, que convocaba a una Asamblea Deliberante del Alto Perú para que definiera su destino. Instalada en la ciudad de Sucre, en la sesión del 6 de agosto de 1825, ese cónclave votó o adherirse a las Provincias Unidas del Río de La Plata (0 votos); al Bajo Perú (2 votos) o declararse independiente, opción que ganó por abrumadora mayoría. La decisión fue independizarse de cualquier poder extranjero y americano.

La nueva denominación: de República Bolívar a República de Bolivia.- En los debates de la Asamblea Deliberante, la denominación que se utilizó fue Alto Perú. Pero el 11 de agosto de 1825 se aprobó la Ley de Premios y Honores a los Libertadores cuyo primer artículo señalaba: “La denominación del nuevo Estado es y será para lo sucesivo República de Bolívar”. La Asamblea confirió a Bolívar el título de Libertador, padre de la patria y presidente vitalicio, y le obsequió con una medalla de oro (a él y a Sucre) grabada con el Cerro de Potosí, que al reverso llevaba la inscripción: “La República agradecida al héroe cuyo nombre lleva”. El nombre de Bolívar fue adoptado como una estrategia de reconocimiento de los diputados ante la desconfianza del Libertador de disgregar la América liberada en pequeñas parcelas soberanas. A pesar de su inicial rechazo, se sintió halagado y persuadido por la decisión de bautizar al nuevo Estado con su nombre, y aceptó su independencia.

El cambio de nombre a República de Bolivia se produjo meses después sin una resolución expresa de la Asamblea Deliberante. Reza el dicho que el diputado por Potosí, Asín, estampó el nombre Bolivia en una misiva al Libertador. Sería suya la expresión: “De Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia”. El inédito nombre supuso un cambio importante para sus habitantes, aunque quedaba un largo trecho para que el gentilicio boliviano fuera adoptado. Aún hoy, la inclusión política es un desafío pendiente.

La feminización del nombre de Bolivia.- El Cóndor de Bolivia, primer periódico oficial, fundado en 1825, fue el que empezó a publicitar el neologismo Bolivia, introduciéndolo en el lenguaje común. La prensa internacional, como la Gaceta de Colombia, también saludó a la nueva República y a otras naciones americanas, asociando su nacimiento al de vírgenes en el continente: “… en este [siglo] admiramos con entusiasmo el aumento de la familia de las naciones. Hija de la victoria, de la libertad y de la gratitud, la República Bolívar ha nacido el 6 de agosto de 1825, aniversario de Junín y víspera de la famosa Boyacá…, prosperidad sin límites a la República Bolívar, la más joven de las vírgenes de América”. Bolívar declaró a Bolivia su hija predilecta en el discurso al Congreso Constituyente de 1826.

Con el tiempo, el nombre de Bolivia se divulgó en el concierto internacional en clave femenina. En 1883, el historiador Luis Subieta Sagárnaga observó que “este nombre agradó tanto a los colombianos y venezolanos que muchos de ellos hicieron bautizar a sus hijas con él, y no fue poca la sorpresa de la Embajada boliviana presidida por el Dr. Modesto Omiste cuando, en las fiestas del Centenario del Libertador, en Caracas, le fueron presentadas las señoritas Bolivia Quiñones, Bolivia Samper, Bolivia Torres Caicedo y otras muchas damitas más”.

El nombre de Bolivia como una alegoría política.- Los nombres de Bolívar y Bolivia representan una alegoría temporal del renacimiento político en América. El nombre de Bolivia perpetúa el del Libertador pero con una variante, con un sello propio. La conversión del nombre de República de Bolívar en Bolivia supone el desplazamiento de la masculina figura napoleónica del Libertador Bolívar a la femenina y virginal Bolivia. Se convierte a Bolivia en un nombre femenino y se le asocia la virtud republicana compartida por otras jóvenes naciones del continente.

Es una alegoría de la fundación nacional, aunque no expresaba aún la integración de las mujeres en la construcción nacional. Por ejemplo, la guerrillera Juana Azurduy de Padilla, una figura continental de la independencia, tras varios años de lucha guerrillera y exilio, no fue parte de la Asamblea Deliberante, como tampoco lo fueron sus compañeras, las amazonas del Batallón Leales. En Bolivia, la lucha por la independencia tuvo una gran participación popular con una contribución descollante de las mujeres. Pero en el momento de la fundación de la República criolla, las mujeres y los indígenas estaban casi totalmente excluidos del ejercicio ciudadano.

Hoy, Bolivia experimenta un nuevo horizonte de construcción nacional. Hay cambios importantes en la configuración estatal y en la integración de mujeres e indígenas. La Constitución aprobada en 2008 mantiene el femenino nombre para el nuevo Estado Plurinacional de Bolivia. El tiempo dirá cuán profundo es este “renacimiento” político, pero sin duda se viven tiempos de grandes y profundas reformas de la sociedad y del país (El País, España).

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Los nombres de América: del Río de la Plata a la Argentina

A partir de 1810, en algunos casos los nuevos Estados independientes de Hispanoamérica adoptaron nombres inventados: Argentina, Bolivia y Colombia lo ejemplifican. En otros, como Perú y Chile, siguieron vigentes nombres de larga trayectoria colonial. En todos ellos, el proceso de nombrar naciones fue complejo. En el siguiente artículo, el destacado y prolífico historiador de la Universidad de Buenos Aires José Carlos Chiaramonte explica la sorprendente historia de los diversos nombres oficiales de Argentina durante la primera mitad del siglo XIX.

Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber: Provincias Unidas del Río de la Plata, República Argentina y Confederación Argentina, serán en adelante nombres oficiales indistintamente para la designación del Gobierno y territorio de las provincias, empleándose las palabras Nación Argentina en la formación y sanción de las leyes”. Este artículo aún vigente de la actual Constitución de la República Argentina refleja la accidentada vida política del Río de la Plata durante la primera mitad del siglo XIX.

Hacia 1810, y durante mucho tiempo después, el término “argentino” designaba solo a los habitantes de Buenos Aires, si bien ya cerca de 1830 comenzó a usarse para denominar a la mayoría de las entidades que hasta entonces respondían a la inicial denominación de “Provincias Unidas del Río de la Plata”. Esta realidad fue olvidada por la historiografía latinoamericana, pese a los innumerables testimonios de los documentos de época, como consecuencia de la “invención” de lo que hemos llamado “el mito de los orígenes”, un mito conformado en los moldes del historicismo romántico y de su generalizado uso del concepto de nacionalidad.

Durante las dos primeras décadas de vida independiente, la denominación predominante del país, real o imaginario, había sido la de “Provincias Unidas del Río de la Plata”. Ella se componía de dos núcleos: el de “Provincias Unidas” y el de “Río de la Plata”. El primero fue más constante, mientras que el segundo desaparece en la fracasada Constitución de 1819, la que adoptaba el nombre de “Provincias Unidas en Sud América” que reflejaba la incertidumbre sobre los límites de la nueva nación. “Provincias Unidas” poseía una innegable reminiscencia de la independencia de los Países Bajos y reflejaba también una similar calidad soberana de las ciudades, luego “provincias”, rioplatenses. Consiguientemente, traducía la calidad confederal del vínculo que unía a las ciudades soberanas y a los Estados soberanos que con el nombre de provincias las sucedieron alrededor de 1820.

El fracaso de la Constitución de 1826.- Solo a partir de que en Buenos Aires, después del fracaso de la Constitución de 1826, se tomó conciencia de la imposibilidad de imponer su hegemonía en el territorio del ex Virreinato -tendencia que se había expresado fundamentalmente mediante soluciones centralistas-, y ante el riesgo de ser avasallada por las demás provincias-estados, aquella denominación sería relegada a un segundo plano. Ella fue reemplazada por otra que reflejaba el hecho de que Buenos Aires, de haber sido la principal sostenedora de un Estado unitario, pasaba a convertirse en la campeona de la unión confederal. Tras el Pacto Federal de 1831, el Gobierno de Buenos Aires impuso en su territorio, y difundió en el resto del Río de la Plata, la expresión “Confederación Argentina”, que subrayaba el tipo de relación ahora preferido en Buenos Aires como salvaguarda de su autonomía soberana. Tradicionalmente, se ha considerado ese nombre como una expresión del “federalismo” argentino, errada interpretación tras la que se confunde la naturaleza del Estado federal, surgido en Argentina en 1853, con la de las confederaciones que, por definición, consisten en una unión de Estados soberanos e independientes. Pero la adopción de “Confederación Argentina” en la Constitución de 1853 reavivó fuertemente el debate sobre el nombre del país. De hecho, constituía una patente incongruencia en un texto constitucional que implicaba la definitiva desaparición del sistema confederal y su reemplazo por un Estado federal.

A partir de 1853, la indefinida cuestión del nombre del nuevo país había sufrido una modificación sustancial que la convertía en reflejo del irresuelto problema de la forma de Gobierno. Es decir, de constituir una discordia derivada de la asociación del nombre “Argentina” a una de las partes, Buenos Aires, o, casi contemporáneamente, de una querella en torno a la conveniencia o no de abandonar una expresión, “Provincias Unidas del Río de la Plata”, que tenía el mérito de haber sido la primera, se pasaba ahora a vincularla a la disputa en torno a la organización política, si federal o confederal. En otras palabras, el antiguo litigio sobre cuál debía ser el nombre del nuevo país adquiría una dimensión que trascendía el nivel emotivo para convertirse en una expresión de la controversia sobre la forma de organización política argentina.

En 1853, las fuerzas que derrotaron al ex gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas impusieron la denominación “Confederación Argentina”. Pero los enemigos de ese nombre lo rechazaban por su contaminación con el régimen anterior. Ellos predominaban en Buenos Aires, y en 1860, al ser obligada Buenos Aires a ingresar al nuevo país, del que había estado separada desde 1852, proponían para las proyectadas reformas de la constituyente de ese año el antiguo nombre de “Provincias Unidas del Río de la Plata”. Algunos, como Sarmiento, lo rechazaban también por incluir la palabra “Confederación”, incongruente con la naturaleza del nuevo Estado federal.

Sin embargo, finalmente, ante la conveniencia de no exacerbar las rivalidades políticas subsistentes, se llegó al conciliador y sorprendente acuerdo de ese artículo, que todavía rige, aunque en la práctica se impuso paulatinamente la expresión “República Argentina” (El País, España).

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Los nombres de América: Ecuador


Vista parcial de la plaza San Francisco de Quito

Por Ana Buriano
Instituto Mora, México

En el nombre de nuestros países privó la prerrogativa paterna característica de las sociedades patriarcales latinoamericanas. En aquellos que escaparon al determinismo de la toponimia autóctona los “padres de la patria”, los generales de la independencia impusieron el nombre bautismal a las nuevas formaciones. Casi como dioses crearon países al golpe de su espada y con la fuerza de su palabra. ¿Por qué, entonces, la colonial Audiencia, una vez independizada, extravió su autóctono Quito y llegó a nuestros días bajo el nombre de República del Ecuador?

En 1736, llegó a Quito la Misión Geodésica enviada por la Real Academia de Ciencias de París, dirigida por Charles Marie de La Condamine. La Corona de España otorgó permiso para que los científicos franceses midieran el meridiano terrestre y establecieran la verdadera forma de la Tierra, que entonces suscitaba polémica entre Newton y Cassini. La Misión trazó la línea latitud 0 en las inmediaciones de Quito y sus trabajos adquirieron amplia difusión. En el medio científico europeo y entre las élites cultas americanas se popularizó la aplicación indiscriminada de las categorías geodésicas al marco territorial de la Audiencia a través del uso de referentes como: “la línea equinoccial” o “las proximidades del Ecuador”. El nombre se extendió a tal punto que, a principios del siglo XIX, Humboldt lo utilizaba en algunas de sus obras, como en la Geografía de las plantas que nacen en las inmediaciones del Ecuador. Así, La Condamine y sus compañeros fueron los primeros responsables de esta nominación.

El Reino de Quito.- Los científicos franceses activaron también un movimiento ilustrado criollo que se expresó en lo filosófico, educativo, geográfico e histórico y que logró generar una imagen singular y concreta de la Audiencia de Quito. La base narrativa provino del jesuita Juan de Velasco quien, desde su exilio en Faenza, escribió en 1789 la primera historia quiteña con intención de desmentir el biologicismo europeo. El Reino de Quito en la América meridional del padre Velasco postulaba la visión de un poderoso reino preincásico que quiteñizó al incario. En la medida en que territorio e identidad guardan una unidad consustancial, no es casual que el primer esfuerzo identitario fuera paralelo a la crisis que generó en la Audiencia de Quito el segundo pacto colonial, cuando los dominios audienciales fueron sometidos a intensos vaivenes entre el virreinato del Perú y el recién creado de Nueva Granada. La cambiante territorialidad colonial exhibe la problemática de una entidad regionalizada, conformada por áreas confrontadas que, junto al problema étnico, ha sido el gran desafío a vencer para plasmar la nación. La Audiencia se constituyó a partir de tres jurisdicciones articuladas en torno a sus capitales: Quito en la sierra centro norte, Cuenca en la sierra sur y Guayaquil en la costa. Los tres centros tuvieron intereses divergentes que se expresaron de manera contradictoria ante la crisis de la monarquía hispánica. Mientras Quito estalló, en 1809, en un doble movimiento juntista de tono autonomista, no obtuvo el apoyo de Guayaquil y Cuenca. Cuando, diez años después Guayaquil, presionado por la confluencia de las campañas independentistas del sur y del norte, optó por la independencia, debió aceptar el apoyo de Colombia -a la que finalmente se incorporó- para independizar el conjunto del territorio audiencial, incluso Quito.

Por la puerta grande.- En medio de las entradas y salidas de los ejércitos bolivarianos, el nombre Ecuador aparece en el horizonte cívico. En el Rosario de Cúcuta Bolívar se refiere por primera vez a “los hijos del Ecuador” con un nuevo sentido semántico. El Acta de independencia, rubricada por el Cabildo de Quito el 29 de mayo de 1822, que declaraba a las provincias que componían el antiguo Reino de Quito como parte integrante de Colombia asentó, por primera vez en un documento de gobierno, el nombre Ecuador. Bolívar vivía entonces un impulso nominativo, creaba las patrias andinas nombrándolas bajo una proyección universalista ilustrada con una opción preferente por la modernidad política alejada de la narración criolla patriótica de las toponimias autóctonas. Ecuador, como nombre, inventaba otra tradición que por nueva ayudaría a conformar la unidad política nacional y afirmaría un americanismo que borraría de la memoria el gran estorbo que Bolívar veía en las identidades locales. Imaginaba el nombre aplicado a un futuro único departamento que debería representar todo el Distrito del Sur dentro de la República de Colombia.

Un Ecuador resignificado.- Sin embargo, el autonomismo cortaría las alas al impulso místico a su formulación nominativa y obligaría a resemantizar la nomenclatura geodésica. La fuerza del autonomismo guayaquileño exigió al Libertador establecer un departamento separado con sus autoridades y nombre propio. A partir de entonces Ecuador designaría sólo a Quito, mientras se debió reconocer la existencia de otros dos: Guayas y Azuay, según estableció en 1824 el Congreso de Colombia al discutir la ley de División Territorial.

Ecuador en la gran Colombia fue un área de guerra en apoyo a las campañas por la liberación de Perú y Bolivia. Los tres departamentos del Distrito del Sur se integraron con suerte diversa al proyecto grancolombino, hasta que la gran formación bolivariana saltó en pedazos al desprenderse primero Venezuela y luego Ecuador. En medio de los movimientos emancipadores surgieron nuevas y frustradas iniciativas denominativas, como la que intentaron en 1827 los Valdivieso y Arteta cuando propusieron fundar una república independiente bajo el nombre de La Atahualpina.

El Estado del Ecuador.- La secesión sureña tuvo a su hombre en Juan José Flores, quien logró conjuntar los pronunciamientos de las distintas secciones para procesar la separación en medio de una negociación difícil. A la muerte de la Gran Colombia, la soberanía revertía a las regiones con fuerza renovada. Los tres departamentos estaban ahora convencidos de que era necesario buscar una fórmula de coexistencia. Cuenca, Guayaquil y Quito seguían siendo las potencias enemigas que describía Bolívar a Santander, en 1822, pero las amenazas en las fronteras y la crisis económica de posguerra convocaba a un acuerdo de cohabitación. Los “padres de familia” de los tres departamentos se reunieron en Riobamba, un lugar equidistante entre Quito y Guayaquil, y fueron muy celosos al establecer que cada departamento tendría la misma cantidad de representantes más allá de las diferencias de su población. Lo que se celebraba, dijeron, era un “pacto de voluntades” donde las regiones establecieron su existencia constitucional. Los constituyentes aprobaron “por aclamación” incorporar a las armas la línea equinoccial “que simboliza el nombre” del Estado y, de manera transicional, la Constitución del Estado de Ecuador en la República de Colombia como un cuerpo independiente formado por la reunión de tres departamentos: Quito, Guayas y Azuay. Las celosas partes contratantes eligieron Ecuador como una “tregua semántica” que eludía el nombre de la capital histórica y evitaba que una región tuviera primacía sobre la otra. La definición constitucional del Estado ganó perfil en la Convención de Ambato de 1835 cuando el nombre se fijó de manera permanente como la República del Ecuador, sin mencionar ya a la República de Colombia (El País, España).

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Los nombres de América: introducción

EL PAÍS aborda en una serie de artículos el origen de los nombres de las naciones latinoamericanas, con motivo del Bicentenario (1810-2010) de su independencia. Historiadores del continente explican el proceso, complejo en varios casos, hasta llegar a las denominaciones actuales. Detrás de ellas se esconden historias curiosas y numerosas connotaciones políticas surgidas en el nacimiento de estos Estados (coordinadores: José Carlos Chiaramonte, Carlos Marichal y Aimer Granados).

Con el bicentenario (1810-2010) se recuerda y celebra la independencia de las naciones de Hispanoamérica. El complejo y, en muchos casos, desgarrador proceso de separación de la monarquía española implicó no solo guerras y revoluciones políticas, sino también un esfuerzo por renombrar cada uno de los nacientes países independientes. En la siguiente serie de artículos preparados especialmente para EL PAÍS, destacados historiadores analizan los orígenes coloniales o republicanos de los nombres de las naciones latinoamericanas, tarea que ha sido materia de algunos trabajos aislados, pero rara vez analizado en colectivo y de manera contrastada.

La adopción de un nombre para cada uno de los Estados nacionales desprendidos de la corona española y portuguesa dependió de la forma de gobierno que adoptara cada uno de ellos, de la plena delimitación de sus fronteras y de las formas de identidad política. En relación con la forma de gobierno se puede afirmar que las disputas entre federalistas y centralistas, o monárquicos contra republicanos, no resolvieron de la misma forma la arquitectura de los Estados, aún cuando se produjo una tendencia hacia la consolidación de Estados centralizados.

En algunos casos, los límites territoriales de las nuevas naciones, al menos en la primera década de la postindependencia, no estuvieron claros. Un ejemplo de esta situación lo proporciona la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de las cuales prontamente se segregaron las repúblicas independientes de Argentina, Paraguay y Uruguay; o el caso del surgimiento en 1823 de la breve República Federal de Centro América que luego dio paso a la formación de los Estados nacionales de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala. Enteramente diversos fueron los procesos de independencia de otros países de esta vasta región, como se podrá observar en la lectura de los respectivos trabajos incluidos en este volumen. También- ¡y cómo no!- se ofrece en esta serie un estudio de la singular historia del nombre de Haití, la primera nación que obtuvo su independencia en Latinoamérica; y otro sobre Brasil, país que no tuvo que experimentar guerras sangrientas para alcanzar su independencia y encontró un camino singular para separarse de Portugal.

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Conferencia sobre lo árabe en el Perú

CONFERENCIA:

LA MAZAMORRA, EL INCIENSO Y LA LECTURA DE CARTAS: DE LO ÁRABE EN EL PERÚ

Cada vez más reconocemos que somos una mixtura cultural: una realidad mestiza y
heterogénea. Resultado histórico de un dinámico sincretismo. La España que arribó y colonizó estas tierras al comenzar el siglo XVI, venía de un proceso de simbiosis cultural de ocho largos siglos con la cultura árabe. Ello también afloró en la realidad sincrética que se creaba y daba a conocer. .. y que llega a nuestros días. Y como apuntara Farid Kahhat, compilador junto con Leyla Bartet de los textos del libro La Huella árabe en el Perú: “Mucha de la influencia árabe no llega a través de los propios árabes, sino a través de España. La arquitectura, la literatura, la lengua, la gastronomía. Una de las virtudes de la gastronomía peruana es la multiplicidad de influencias que la han formado y la árabe es la menos conocida pero tal vez una de las más importantes…”.

PONENTES

Martín Portillo Contreras
Especialista en Historia y Jurisprudencia Islámica
“Los rasgos moriscos en Lima: huellas de Oriente en la occidentalísima Ciudad de los
Reyes”

Susana Bedoya Garland
Periodista
“La influencia Hispano Árabe en la cocina peruana”

FECHA
26 de agosto
LUGAR y HORA
Centro Cultural de San Marcos
6:00 p.m.
Ingreso Libre
Constancia de participación: 10.00 nuevos soles

INFORMES E INSCRIPCIONES
Dirección de Turismo
Centro Cultural de San Marcos
Av. Nicolás de Piérola 1222, Parque universitario
Centro Histórico de Lima
Telef. 6197000 anexo 5206
Emails: turismo.ccsm@unmsm.edu.pe, turismo.ccsm@gmail.com Sigue leyendo

Premio ‘Hacia el Bicentenario de la Independencia del Perú 2021’

PREMIACIÓN DEL I CONCURSO NACIONAL

”HACIA EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ 2021”

-Previamente se ha organizado una mesa redonda para presentar los trabajos ganadores el martes 17 de agosto a las 7:00 p.m. en el local del Instituto.
-La ceremonia de premiación se realizar el miércoles 18 del agosto a las 11:30 a.m., en el local del Instituto Riva -Agüero.
-Se premiará a los cuatros ganadores del concurso y se convocará para las siguientes actividades del Bicentenario.

Lima, 11 de Agosto de 2010.- Como parte de las actividades programadas por el Bicentenario de la Independencia, se realizará la premiación del I Concurso Nacional “Hacia el Bicentenario de la Independencia del Perú 2021”, dirigido en esta primera edición a los profesores de nivel secundario de todo el país.

El concurso fue promovido por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) ; la Pontificia Universidad Católica del Perú, representada por el Instituto Riva-Agüero, y el Ministerio de Educación, representado por la Dirección de Promoción Escolar, Cultura y Deporte. Se contó además con el auspicio de la Academia Nacional de la Historia.

Actualmente, muchos países latinoamericanos han promocionado actividades conmemorativas por el bicentenario de sus independencias. Al respecto, Idel Vexler, Viceministro de Educación, expresó que al acercarse el bicentenario de la Independencia del Perú, se hace necesario retomar el estudio de este proceso como un acontecimiento no solo nacional, sino continental y, aun más, como iberoamericano, dado que las trasformaciones que se produjeron afectaron tanto a la península como al Nuevo Mundo.

Margarita Guerra, directora del Instituto Riva-Agüero de la PUCP, confirmó además el papel importante del Estado y las instituciones privadas en este tema de relevancia nacional. “Con la firma del convenio con la OEI y el Ministerio de Educación, estamos uniendo esfuerzos para la programación de actividades que involucren a profesores de centros educativos y estudiantes, y sobre todo, a la sociedad civil en general. El martes 17 de agosto a las 7:00 p.m. tendremos en el Instituto la mesa redonda Hacia el Bicentenario, donde los profesores ganadores comentarán sus trabajos. En el mes de noviembre la Orquesta Sinfónica Juvenil del Perú ofrecerá un concierto como antesala para las actividades del próximo año”, añadió la doctora Guerra.

Y por su parte, Renata Teodori de la Puente, Directora de Cultura y Deporte del MED, manifestó que “si tomamos conciencia de la importancia del proceso de independencia en la formación de nuestra identidad nacional, lograremos interesar al profesor de educación secundaria en el conocimiento y difusión de esta materia, incentivando así su interés por la investigación en estos temas. De alguna manera podremos corregir algunas imprecisiones en la enseñanza de la Historia Patria a nivel escolar, comentó la doctora Teodori.

Este concurso para docentes de Educación Secundaria es el primer paso, que será un estímulo para posteriores certámenes que se convocarán en el curso de la próxima década, para profesores de Educación Primaria, para estudiantes de Educación Secundaria y de otros niveles así como de profesores, de tal manera que para el 2021 el conocimiento del tema de la independencia haya alcanzado, para la mayoría de la población, su verdadero significado en la determinación nacional y de nuestro futuro, puntualiz Teodori de la Puente.

La ceremonia se realizará el miércoles 18 de agosto de 2010 a las 11:30 a.m., en el local del Instituto Riva-Agüero PUCP. (Jirón Camaná 459, Lima 1)

Los ganadores del I concurso nacional que serán premiados son:

1. Primer puesto

Jaime David MENACHO CARHUAMACA (especialidad Historia y Geografía).
Institución educativa: Fe y Alegría N° 10.
Título del trabajo: El 28 de Julio de 1821 y el 28 de Julio de 1921 en la perspectiva de la celebración del Bicentenario Nacional: Una visión contemporánea de dos fechas cruciales en la Historia del Perú y su impacto en las festividades del Segundo Centenario de la Independencia Nacional.
Premios: S/. 2,000 (dos mil nuevos soles), Chaski, diploma y una biblioteca personal.

2. Segundo puesto

Charles Otoniel VEGA TRIGOSO. (especialidad Matemática).
Institución educativa estatal: San Juan de La Libertad. (Amazonas)
Título del trabajo: Primeros intentos revolucionarios locales (Jeberos y Lagunas).
Premios: S/. 1,000 (un mil nuevos soles), chaski, diploma y una biblioteca personal.

3. Tercer puesto

César Christian SÁNCHEZ JARA (especialidad: Historia, Geografía y Ciencias Sociales).
Institución educativa particular: Guillermo E. Billinghurst – Barranca.
Institución educativa particular: Las Palmas de Nueva Esperanza Andrés A. Cáceres.
Título del trabajo: Los sectores populares del Norte Chico, y su participación en la Independencia del Perú.
Premio: S/. 700 (setecientos nuevos soles), chaski, diploma y una biblioteca personal.

4. Cuarto Puesto
Florentino ARPA CALACHUA (especialidad Ciencias Sociales).
Institución educativa: Dr. Luis Alberto Sánchez.(Tacna)
Título del trabajo: Tacna en el proceso de Emancipación Hispanoamericano.
Premio: S/. 500 (quinientos nuevos soles), chaski, diploma y biblioteca personal.

AGRADECEMOS LA DIFUSIÓN

Contactos:

Alejandro Aponte Fachín – Teléfono. 615-5800 anexo 26214 y Cel. 99760-0698
Coordinador Ejecutivo de Relaciones Institucionales
Dirección de Promoción Escolar, Cultura y Deporte
Ministerio de Educación

Rita Segovia Rojas.- Teléfono 626 6600 anexo 6601-6618 / 990273631
Relaciones Institucionales
Instituto Riva-Agüero-
Pontificia Universidad Católica del Perú.

Eliana Soto Vera.- Teléfonos: 5187224- 5187200
Imagen Institucional
Organización de Estados Iberoamericanos – OEI
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Nuevo libro: ‘El acorde perdido. Ensayos sobre la experiencia musical desde el Perú’

El Acorde Perdido. Ensayos sobre la experiencia musical desde el Perú (PUCP, 2010) es el intento de unir la historia con la filosofía del arte. En ese afán, la experiencia musical se aborda en este libro desde muy diferentes perspectivas que van desde la visión personal hasta el análisis social. No se trata de un recuento musical convencional, más bien la obra de Eduardo Torres Arancivia nos acerca al discurso de los sonidos a través de temas como la violencia, el nacionalismo, la postmodernidad, la técnica y la política. Así, en una sencilla exposición, la música del mundo se une a la que se ha producido y se escucha en el Perú en un original diálogo: ¿Cómo se relaciona la música de Beethoven con la Gran Rebelión de Tupac Amaru? ¿Qué tiene que ver un pogo metalero con los antiguos ritos de Caral? ¿Existe una real frontera entre la música culta y la popular? ¿De qué música se nutrió la violencia de Sendero Luminoso? ¿Cómo los jóvenes peruanos utilizan a la música como expresión política? ¿Qué música nos puede ofrecer una gran urbe como Lima? Las respuestas a estas y otras muchas interrogantes nos llevan por interesantes caminos de la crítica musicológica y parecen demostrar lo que una vez sentenció Pitágoras: que en el Universo no existe el silencio. Este libro ganó el Premio Nacional PUCP 2009, en la categoría ensayo.

CONTENIDO DE LA OBRA:

INTRODUCCIÓN

Los ecos del caracol
O sobre la música y la grabación

El verbo terrible del sonido
O sobre la música y la violencia (1)

La ciudad soundtrack
O sobre los sonidos urbanos

El clarín, la púrpura y el tafetán
O sobre la música en la corte virreinal

El estruendo de broncas cadenas
O sobre la música y el nacionalismo

Luminosas trincheras de combate
O sobre la música y Sendero Luminoso

Gritos de la tribu
O sobre la música y la violencia (2)

Beethoven a la peruana
O sobre la música y lo moderno en el Perú

El sonido de un poderoso amén
O sobre el intento de escribir un colofón

FUENTES, DISCOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA

Eduardo Torres Arancivia (Lima, 1976) es historiador por la Pontificia Universidad Católica del Perú, Magíster en Historia por la Escuela de Graduados y candidato a Doctor en el Programa de Estudios Andinos de esa casa de estudios. Sus investigaciones se han concentrado en la cultura política virreinal entre los siglos XVI y XVIII. Asimismo, se ha adentrado a la historia del autoritarismo en el Perú. Ha publicado diversos artículos de su especialidad y ofrecido conferencias en universidades y prestigiosas instituciones culturales de su país. En 2004 obtuvo el Premio Franklin Pease G.Y. y en el 2007 el Premio Nacional PUCP (categoría ensayo), galardón que volvió recibir con el ensayo que da origen a este libro. Actualmente es docente en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad San Ignacio de Loyola. Ha publicado: Corte de Virreyes. El entorno del poder en el Perú del siglo XVII (2006) y Buscando un rey. El autoritarismo en la Historia del Perú, siglo XVI-XXI (2007).

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El himno nacional del Perú

De los símbolos patrios, el himno es el que más modificaciones y polémicas ha sufrido a lo largo de nuestra historia republicana. A diferencia de lo que ocurrió con la bandera y el escudo, que sí estuvieron sujetos a una norma oficial, no sucedió lo mismo con la letra del himno. En este sentido, podemos distinguir cuatro etapas en su desarrollo:

1. La de Bernardo Alcedo y José de la Torre Ugarte.- Se remonta a agosto de 1821, cuando San Martín convoca a un concurso para que la nueva república contara con un canto nacional. No sabemos nada de los participantes ni de los resultados de dicho concurso, ya que no hay documentos. Se cuenta que el Protector escuchó la ejecución de siete composiciones y, al terminar la última de todas, que era la de Alcedo, se puso de pie y, entusiasmado, dijo: “Sin disputa, este es el Himno Nacional del Perú”. También se dice que, al día siguiente, un decreto confirmó el nuevo cántico y los “resultados” del concurso.

Lo que sí está registrada es la primera audición en el Teatro Nacional de Lima (a cargo de la cantante lírica Rosa Merino el 24 de septiembre de 1821, ante San Martín y algunos próceres, interpretó las estrofas), cuando se celebró la entrega de las fortaleza del Callao. Pero no se conserva la partitura de la música estrenada en esa presentación, ni versión de la letra que se dice fue cantada por Merino. Lo que sí sabemos es que esa versión También sabemos que fue interpretado en posteriores ceremonias oficiales. Por ejemplo, según La Gaceta del Gobierno de Lima, Torre Tagle decretó, el 13 de abril de 1822, que todos los domingos, a las 4 de la tarde, concurrieran los niños de todas las escuelas a la Plaza de la Independencia (de Armas) “a cantar la marcha nacional del Perú, que por ahora se ha adoptado”.

La letra del himno, en su primera estrofa, encarnó la construcción de un nuevo mito, que implicó una ruptura necesaria respecto a la Metrópoli, que de “Madre Patria” pasó a convertirse en enemiga. Asimismo, la letra insiste en la necesidad de poner en evidencia la condición injusta de ser colonia y depender de España. En la segunda estrofa se habla de una ola de libertad que recorre todo el continente americano. En la siguiente estrofa se vincula el afán de libertad con la mención al inca como encarnación de dicha voluntad. Luego, la cuarta estrofa es un compromiso para estar atentos y listos en términos militares para garantizar la libertad. La quinta y última estrofa hace referencia a la naturaleza andina. Esta preferencia cultural de reivindicación social era tan fuerte que de alguna manera explica el éxito y la persistencia de la famosa estrofa apócrifa, en la cual se generaliza la condición servil de los esclavos para extenderla al conjunto de los habitantes.

2. La de Félix Cipriano Coronel Zegarra, en la segunda mitad del siglo XIX.- La única fuente de que han dispuesto los que han investigado sobre el Himno es el prólogo a la obra de Alcedo que escribió Félix Cipriano Coronel Zegarra en su “Filosofía Elemental de la Música”, escrito en 1869. Ese prólogo fue luego reproducido en la biografía que, sobre Alcedo, se publicó en el diario El Peruano con motivo de su fallecimiento, el 28 de diciembre de 1878. Estos datos también serían difundidos por Ricardo Palma en su conocida “Tradición del Himno Nacional”.

Según Coronel Zegarra, “los versos originales de la canción, algo alterados hoy, son los siguientes”. También dice que el Himno fue estrenado “la noche que se celebró en Lima la entrega de las fortalezas del Callao”, sin señalar fecha. Esto se repitió en la biografía de Alcedo en El Peruano. Palma señaló la fecha del 24 de septiembre de 1821, fiesta de la Virgen de las Mercedes y asegura que “así lo consignan los periodiquitos de esa época existentes en la Biblioteca de Lima y todos los textos de escuela desde 1830”. No se han podido encontrar tales “periodiquitos” ni los textos de escuela. Cabe anotar que en 1912, cuando era Director de Gobierno Luis Felipe Paz Soldán, solicitó al Director de la Biblioteca Nacional, Manuel Gonzáles Prada una copia certificada del Himno que pedía la Cámara de Senadores. Gonzáles Prada envió solo la versión de la letra “tomada de la fuente más segura –la Filosofía Elemental de la Música- obra escrita por el mismo Alcedo”, pues no había en la Biblioteca otro documento de referencia más adecuado. Suponemos que de haber existido los “periodiquitos” que habla Palma, seguramente desaparecieron con la ocupación chilena de la Biblioteca.

3. La de Claudio Rebagliati.- A finales del siglo XIX, surge el movimiento para que se oficializara la restauración de la música del Himno, cargo del músico italiano Claudio Rebagliati. Así, el 25 de julio de 1900, en una velada literaria y musical en el Teatro de Lima, realizada para recaudar fondos para la construcción de un monumento en memoria del coronel Francisco Bolognesi, el maestro Rebagliati dirigió la orquesta que ejecutó por primera vez el Himno Nacional con la música restaurada.

También resurgió el movimiento para variar la letra con el fin de corregir las imperfecciones literarias, darle unidad, y hacerla más acorde con el sentimiento amistoso del Perú y de España. En 1901, el proyecto fue aprobado por el gobierno de Eduardo López de Romaña, quien, tras aprobar la música del Himno restaurada por Rebagliati, dispuso que se convocara a un concurso para elegir una nueva letra por considerar la original (la de José de la Torre Ugarte) agresiva hacia España, teniendo en cuenta que en aquellos tiempos las relaciones entre ambos países eran cordiales. El concurso lo ganó el poeta José Santos Chocano, cuyas estrofas con el mismo coro llegaron a cantarse en las escuelas públicas y se publicaron en los cancioneros populares:

I
Si Bolívar salvó los abismos
San Martín coronó la altitud;
y en la historia de América se unen
como se unen arrojo y virtud.
Por su emblema sagrado la Patria
tendrá siempre, en altares de luz
cual si fuesen dos rayos de gloria,
dos espadas formando una cruz

II
Evoquemos a aquellos que un día
nos legaron eterna lección;
y ensalcemos, no en vanas palabras
sino en hechos, la Paz y la Unión.
¡Trabajemos! Las manos sangrientas
se depuran en esa labor;
¡que la guerra es el filo que corta,
y el trabajo es el nudo de amor!

III
El trabajo nos ciñe laureles,
si la lucha nos dio libertad.
¡Trabajemos! ¡Abramos la tierra,
como se abre a la luz la verdad;
arranquemos el oro a las minas;
transformemos la selva en hogar;
redimamos el hierro en la industria
y poblemos de naves el mar!

IV
A vivir subyugados sin gloria,
prefiramos morir sin baldón,
que así sólo verán nuestros héroes
satisfecha su noble ambición.
¡Somos libres! Gritaron los pueblos;
y la Patria fue libre a esa voz,
¡como el Orbe salió de la Nada
a una sola palabra de Dios!

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que nuevamente la opinión pública reclamara la antigua letra. Fue tanta la presión que, el Congreso se vio obligado, en 1913, durante el gobierno de Guillermo Billingurst, a declarar intangible, tanto la letra como la música del Himno nacional.

4. La del análisis crítico de la historia del Himno, a partir de la década de 1950.- En 1959, a pedido de Raúl Porras Barrenechea, entonces Canciller de la República, Chabuca Granda compuso un reemplazo para la primera estrofa del himno, pero no se difundió . Luego, durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, se intentó modificar el segundo y tercer párrafo. Asimismo, el gobierno de Francisco Morales Bermúdez dispuso que, en ceremonias oficiales y colegios, se cantara la última estrofa en lugar de la primera. Con el inicio del segundo gobierno de Belaunde, se volvió a cantar el Himno con la primera estrofa.

Más adelante, el Tribunal Constitucional determinó (2005) que la primera estrofa del himno (Largo tiempo …) no era de la autoría de José de la Torre Ugarte, sino más bien fruto de la tradición popular y que su inserción en el himno expresa la voluntad del pueblo peruano, por lo que merece mantenerse como intangible. Sin embargo, también verificó que se había excluido la quinta estrofa original del himno y considerando la legislación de los derechos de autor y la integridad de la obra ordenó que se restituya dicha quinta estrofa que, en la versión actual del himno, sería la sexta estrofa de un total de siete. Finalmente, en septiembre de 2009, el Gobierno dispuso que se cantara en ceremonias oficiales la última estrofa (En su cima los Andes sostengan…) en lugar de la primera, lo cual se realizó el 24 de setiembre (Día de las Fuerzas Armadas) y el 8 de octubre (Día del Combate de Angamos).

En resumen, el Himno Nacional del Perú quedó así:

Letra: José de la Torre Ugarte
Música: José Bernardo Alcedo.

CORO
Somos libres, seámoslo
siempre, y antes niegue sus luces del sol,
que faltemos al voto solemne
que la Patria al Eterno elevo

ESTROFAS
I
(de autoría anónima, agregado luego)
Largo tiempo el peruano oprimido
la ominosa cadena arrastro
condenada a una cruel servidumbre
largo tiempo en silencio gimió.
Mas apenas el grito sagrado
¡Libertad! en sus costas se oyó;
la indolencia al esclavo sacude
la humillada cerviz levantó.
II
Ya el estruendo de broncas cadenas
que escuchamos tres siglos de horror
de los libres el grito sagrado
que oyó atónito el mundo, ceso.
Por doquier San Martín inflamado
libertad, libertad, pronunció
y meciendo su base los Andes
la enunciaron también a una voz.

III
Con su influjo los pueblos despiertan,
y cual rayo corrió la opinión;
desde el itsmo a las tierras del fuego,
desde el fuego a la helada región
todos juran romper el enlace
que natura a ambos mundos negó,
y quebrar ese cetro que España,
reclinaba orgullosa en los dos.

IV
Lima cumple ese voto solemne
y severa su enojo mostró
al tirano impotente lanzado
que intentaba su opresión.
A su esfuerzo saltaron los grillos
y los surcos que en sí reparo,
le atizaron el odio y venganza
Que heredara de su Inca y Señor.

V
Compatriotas, no más verla esclava,
Si humillada tres siglos gimió
para siempre jurémosla libre
manteniendo su propio esplendor.
Nuestros brazos hasta hoy desarmados,
estén siempre cebando el cañón,
que algún día las playas se Iberia
sentirán de su estruendo el terror.

VI
En su cima los Andes sostengan
la bandera o pendón bicolor
que a los siglos anuncie el esfuerzo
que ser libres por siempre nos dio.
A su sombra vivamos tranquilos,
y al nacer por sus cumbres el sol,
renovemos el gran juramento
que rendimos al dios de Jacob

(Antigua VI eliminada por considerarla ofensiva a España)

Excitemos los celos de España
Pues presiente con mengua y furor
Que en concurso de grandes naciones
Nuestra patria entrará en parangón.
En la lista que de éstas se forme
Llenaremos primero el reglón
Que el tirano ambicioso Iberino,
Que la América toda asoló.

Nota.- Los himnos permiten que las masas se identifiquen con los sucesos fundacionales, son componentes esenciales para cultivar la conexión de los individuos con los acontecimientos memorables, con la propia historia. Estos cánticos ayudan a consolidar un imaginario común, estrechamente ligado a los que se quiere trasmitir como nación. Estas composiciones, además, remiten a los habitantes a las gestas heroicas del pasado, originando el sentimiento patriótico. Las letras tienen el objetivo de conectar a la población con su historia a través de imágenes inspiradoras, cargadas de heroísmo y sacrificio. Asimismo, el himno nacional de una nación que ha vivido la experiencia del coloniaje busca diferenciarse de sus antiguos dominadores, facilitando la formación de una identidad propia y original, que rompa con su antigua condición de dependencia. Mediante sus versos, finalmente, manifiestan una ruptura simbólica con su pasado y expresan el apego hacia una nueva y venerada fuente de identificación.

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La bandera del Perú


Bandera diseñada por San Martín

La primera bandera peruana también estuvo a cargo de San Martín y sancionada en el mismo decreto de 1820 que estableció el primer escudo: Se adoptará por bandera nacional del país una de seda, o lienzo, de ocho pies de largo, y seis de ancho, dividida por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los dos de los extremos superior e inferior, y encarnados los laterales; con una corona de laurel ovalada y dentro de ella un Sol, saliendo por detrás de sierras escarpadas que se elevan sobre un mar tranquilo.

El historiador Mariano Felipe Paz Soldán (1868) sostuvo que los colores elegidos fueron para rendir homenaje a los países que habían formado el Ejército Libertador: tomó el color rojo de la bandera de Chile y el blanco de la Argentina, presentes también en los colores de los uniforme de los soldados de ambas naciones. También existe la leyenda que “explica” la forma y los colores de esta bandera: el sueño de San Martín en la playa cuando “vio” aves que tenían colores rojo y blanco (¿flamencos? ¿parihuanas?). Lo cierto es que este relato ha tenido más éxito que el dato que consignó Paz Soldán y hasta ahora se relata en los colegios. Parte del éxito se debe a que los sueños están relacionados con las iluminaciones religiosas, al acceso místico en el que se revela un mensaje divino. Así, la leyenda sacraliza el evento exaltado por lo poetas y contado en los textos escolares. Por último, esta primera bandera cobra importancia porque fue con ella que el libertador proclamó la independencia en la plaza de armas de Lima el sábado 28 de julio de 1821.

Pero esta bandera duró poco, pues fue modificada por el Marqués de Torre Tagle, con autorización de Bernardo de Monteagudo (principal colaborador de San Martín) el 15 de marzo de 1822: La bandera nacional del Perú se compondrá de una faja blanca transversal entre dos encarnadas de la misma anchura, con un sol también encarnado sobre la franja blanca: la insignia de preferencia, será toda encarnada con un sol blanco en el centro.


Bandera diseñada en tiempos de Torre Tagle

En esta versión se mantenían los colores pero variaba la distribución y el diseño; además, guardaba mucho parecido con la bandera española. Esta similitud no sería casual, pues Torre Tagle fue uno de los nobles peruanos que mostró muchas dudas respecto a la independencia y –recordemos- terminó refugiado dos años después en el castillo del Real Felipe del Callao con el general realista Rodil. Tan parecida era esta bandera con la española que provocó confusiones entre los ejércitos patriota y realista, siendo el primero el más perjudicado. Estos incidentes demuestran lo difícil que fue a veces la construcción de símbolos pues evidencian lo complicado que fue romper los lazos con la Metrópoli. Lo cierto es que esta bandera duró menos que la primera, pues fue modificada el 31 de mayo de 1822.

La tercera bandera tuvo mayor aceptación; fue ratificada en 1825 y sigue vigente hasta hoy: El pabellón y la bandera nacional se compondrán de tres fajas verticales, las dos extremas encarnadas, y la intermedia blanca, en cuyo centro se colocará el escudo de las armas con su timbre, abrazado aquél por la parte inferior de una palma a la derecha, y una rama de laurel a la izquierda entrelazadas. El pabellón de los buques mercantes, será sencillo, sin escudo ni otra insignia.

De acuerdo con las pautas, lo primero que se hizo, para evitar cualquier confusión con la española, fue cambiar la posición de las franjas que dejaba de ser horizontales para presentarse en forma vertical, con tres bandas de color rojo en los extremos y blanco en la central.
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