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El escudo del Perú


Escudo del Perú en 1820

El primero, diseñado por San Martín en octubre de 1820, y ratificado en 1822, obedecía a la siguiente descripción: El escudo puede se pintado, o bordado, pero conservando cada objeto sus colores: a saber, la corona de laurel ha de ser verde, y atada en la parte inferior con una cinta de color oro; azul la parte superior que representa el firmamento; amarillo el Sol con sus rayos; las montañas de color pardo obscuro, y el mar entre azul y verde.

Como vemos, este escudo tuvo como imagen principal un paisaje mixto en el que confluían paisajes de la costa y la sierra enmarcados por una corona de laurel. En esta propuesta se buscó combinar en un solo diseño (emblema) dos tradiciones: la antigua occidental y la andina.

La primera de ellas, la corona de laurel, vinculada a la memoria de etapas heroicas (para los griegos y romanos ella significaba triunfo, victoria, poder, sabiduría y excelencia). Contenía, además, el valor simbólico de la paz después de la victoria. La estructura oval de la corona nos remite a lo que no tiene fin y las hojas de laurel evocan lo eterno a través la permanencia del color verde a través del tiempo. Es decir, este símbolo pone en evidencia la necesidad de hacer quedar claro que el nuevo proyecto es pletórico de esperanza y futuro ilimitado.

La segunda de ellas, el recurso al paisaje, que incluye el mar y las cumbres andinas buscaron simbolizar, en el caso del mar, la voluntad de vincular al Perú con el resto del mundo a través de un mar tranquilo y pacífico; en el caso de las cumbres, el característico paisaje andino, que también evocan la tradición minera, soporte de tiempos antiguos y también de los nuevos, de la esperanza de desarrollo. Las montañas, además, son un recurso simbólico universal porque insinúan la elevación sobre lo cotidiano y la mediación entre la tierra y el cosmos. Finalmente, las cumbres evocan a lo indígena, pues los apus tienen un profundo significado en la mentalidad andina. El otro símbolo tomado, también de la tradición andina, es el Sol, también entendido como el amanecer, el nuevo día, los nuevos tiempos, la nueva era, la regeneración política, un futuro con esperanza (recordemos que también fue utilizado en la Revolución Francesa). Pero, sobre todo, el Sol fue un recurso elíptico para representar el pasado incaico, el País de los Incas.

El Congreso Constituyente de 1825, al aprobar los nuevos símbolos patrios, cambió el escudo, ahora diseñado por José Gregorio Paredes y Francisco Javier Cortés: Las armas de la Nación Peruana constarán de un escudo dividido en tres campos: uno azul celeste a la derecha, que llevará una Vicuña mirando al interior; otro blanco a la izquierda, donde se colocará el árbol de la Quina, y otro rojo inferior, y más pequeño, en que se verá una Cornucopia derramando monedas, significándose, con estos símbolos, las preciosidades del Perú en los tres reinos naturales. El escudo tendrá por timbre una corona cívica, vista de plano; e irá acompañado en cada lado de una bandera, y un estandarte de los colores nacionales, señalados más adelante.

Así, el paisaje fue desplazado por elementos descriptivos de la naturaleza y continúa vigente hasta hoy. A diferencia de los escudos de otros países de América Latina, el del Perú rescata los recursos de la naturaleza, siguiendo el discurso de la Ilustración sobre las bases del progreso. Los peruanos de ese entonces imaginaron al árbol de la quina, la vicuña y el cuerno de la abundancia como los elementos más elocuentes de ese discurso. Una planta medicinal (que revolucionó el mundo científico por sus propiedades curativas), un auquénido silvestre (famoso por su lana) y el trabajo minero fueron las credenciales de la naciente república frente al mundo. Al recoger el mensaje de la ilustración del siglo XVIII, se trataba de una representación científica y moderna. El escudo tiene por timbre una corona y está abrazado desde su parte inferior por una palma a la derecha y una rama de laurel a la izquierda.
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Notas sobre los símbolos patrios


El escudo del Perú con la imagen de Santa Rosa de Lima

Desde los años de las guerras por la Independencia, los peruanos se imaginaron el Perú y comenzaron a buscar su representación a partir de diversos símbolos. Esto, además, era necesario para legitimarse como República, formar su propia identidad y, por lo tanto, asegurar la lealtad de la población frente a las instituciones del poder. Era, además, una tarea que contribuiría a formar una imagen propia para convertirse en un nuevo actor en la escenario internacional, como lo estaban haciendo las nuevas naciones latinoamericanas. En resumen, existía una doble necesidad de construir una representación (simbología):

1. Dirigida a todos aquellos que a partir de la Independencia se incluirían como parte de un proyecto de estado-nación soberano
2. Mostrarse ante la comunidad de naciones, a todos los que estaban fuera de los límites de este nuevo estado y obtener el reconocimiento de aquellos con los cuales se debía establecer relaciones diplomáticas y comerciales.

De esta manera, el Perú como idea, nación y proyecto se dio también a través de una representación (simbología) que supo rescatar algunos elementos del pasado que van a ser recreados y resignificados. Dentro de esta idea se encuentran las iniciativas del libertador José de San Martín quien, al diseñar los símbolos patrios, demostró que la nueva nación luchaba y vestía con sus propios colores y no los impuestos por España.

San Martín y el Perú imaginado.- La política de crear símbolos patrios del libertador comienza antes de su entrada a Lima. Cuando desembarca en Paracas y se instala en Pisco, está convencido de que “la lucha en el Perú no es común, no es guerra de conquista y gloria, sino enteramente de opinión”, pues señala “¿de qué me serviría Lima si sus habitantes me fueran hostiles en opinión pública”. Es posible que esta frase encierre la clave de su política de símbolos. Sabe que no tiene la ventaja militar, solo se apoya en el bloqueo naval de Lord Cochrane y en las guerrillas y montoneras de la sierra central. Debe ganar una guerra de opinión. No es casualidad que lleve consigo una imprenta.

En este sentido, su primera acción desde su cuartel en Pisco es crear, el 21 de octubre de 1820, la primera bandera y el primer escudo porque “es incompatible con la independencia del Perú la conservación de los símbolos que recuerdan el dilatado tiempo de su opresión”. El General argentino no dudó que la creación de símbolos patrios era un aspecto central en los nacientes estados para construir una nueva cultura que instaure e invente tradiciones que permitan legitimar y consolidar la nueva realidad política (el Perú) que surgía en América Latina; también era importante trasmitir los nuevos valores y principios republicanos y liberales.

Desde que estuvo en Pisco hasta los meses que duró el Protectorado, san martín no se cansó en establecer los símbolos de la nueva república: la bandera, el escudo, el himno y la escarapela, entre otros. Además, el Protector, al darse cuenta de la poca iniciativa de varios sectores de la población a favor de la independencia, tuvo como principal objetivo persuadir a los peruanos sobre la importancia del proyecto. Así, los nuevos símbolos patrios no solo tuvieron un papel educador, legitimador del nuevo orden y de construcción de una nueva cultura patria, sino que podían servir para movilizar a la población hacia la independencia. En otras palabras: para que la independencia sea un camino sin retorno no solo era suficiente la ruptura con España sino construir una identidad y conciencias distintas y nuevas. Hay que recordar que, durante el Protectorado, San Martín refundó el espacio colonial con nombres más acordes a la legitimidad política que se necesitaba. Así, rebautizó la Plaza de Armas con el nombre “Plaza de la Independencia” (un cambio que fracasó pues luego regresaría al nombre original); la fortaleza del Real Felipe en el Callao pasó a llamarse “Castillo de la Independencia”; los baluartes de la Muralla de Lima pasaron de ser de la Reina a la Patria o del Rey a Manco Cápac; y el pueblo de la Magdalena, en las afueras de Lima, pasó a llamarse “Pueblo de los libres” (hoy el distrito de Pueblo Libre).

En resumen parcial, podríamos decir que si la independencia debía marcar una ruptura con el pasado para construir una nueva realidad o reivindicar algunos símbolos de los modelos revolucionarios francés o norteamericano, en el Perú, al decidir optar por el sol (indígena) y rojo (español), se prefirió la elección de elementos que marcaban la continuidad, no la ruptura total. Estamos frente a un imaginario colectivo quizá más preocupado por el pasado que con el futuro. Es más, los elementos del pasado están claramente distinguidos uno del otro y no mezclados o formando una sola figura que represente la voluntad de síntesis.
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