Archivo por meses: julio 2009

Goya bajo sospecha

Policías y calígrafos buscan firmas escondidas en los lienzos del pintor aragonés, agentes de la ley entran en las casas de subastas a la caza de fraudes, cuadros dudosos son vendidos por millones de euros tras colgarse en el Prado…

Si Goya genera problemas es “porque Goya está todavía en el mercado y los juicios y atribuciones sobre su catálogo tienen notables influencias sobre el mercado”. El fondo del asunto está tan claro que hasta el director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, admitía en 2008 que las tensiones con Goya son cuestión de pasta, de negocio. Tener en propiedad uno de los bocetos, dibujos, grabados u óleos del pintor más audaz, prolífico y lóngevo de la historia cambiaría la vida de cualquiera. Hablamos de unos de los artistas más cotizados del mundo.

El escándalo provocado el pasado año con El coloso –el Museo del Prado decidió quitar la paternidad de Goya en contra de la opinión de muchos expertos– sólo fue una chispa en un tupido lienzo de intereses donde hay historiadores del arte, expertos extranjeros, casas de subastas, funcionarios del Prado, coleccionistas privados y hasta científicos. En el fondo de este embrollo estarían las certificaciones de autenticidad de las pinturas de Goya o dicho de otra forma: ¿cuántas obras no catalogadas podrían ser del pintor y cuántas de las que cuelgan en prestigiosas instituciones no habrían salido de sus pinceles? Y más aún ¿quién decide lo que es o no auténtico? ¿Existe un lobby goyesco?

En el punto de mira se encuentra la conservadora de pintura del XVIII y Goya del Museo del Prado, Manuela Mena, funcionaria de la primera pinacoteca nacional desde hace tres décadas y presente de una u otra forma en casi todas las disputas.

Comencemos por un caso que llegará en 2009 hasta el Tribunal Supremo. En 2003 el fotógrafo Ramón Calvet compró Retrato de Antonio María Esquivel en una sala de subastas. “Me quedé fascinado. No soy experto pero me gusta analizar cada palmo. Vi con la lupa que había unas pequeñas grafías con la palabra Goya integradas en la tela”, comenta. Poco después firmó un contrato de venta con dos inversores particulares, los hermanos Jaume y Joan Font. El pago de 270.000 euros se realizaría después de que técnicos solventes acreditasen que esas microfirmas eran de Goya. La relación entre Calvet y los Font terminaría en los tribunales de Girona.

Entre los que certificaron que la obra era de Goya estaba Juan Ignacio de la Vega, director del Instituto Lizán de Investigaciones Goyescas y firme defensor de que el pintor zaragozano incluía firmas ocultas en sus lienzos.

Así mismo, dos peritos calígrafas judiciales le dedicaron cientos de horas al asunto, “sólo parábamos para comer”, cuenta la experta en falsificación de rúbricas Francina Alsina. “Nos pareció tan extraño –dice su compañera Inma Lidón– que nos metimos de lleno. Antes de ver la firma cuestionada, nos gusta empaparnos de las rúbricas auténticas” . Analizaron firmas sobre las que no existen dudas –evidentes o escondidas– de obras colgadas en el Prado y colecciones privadas, así como las recogidas en el Diplomatario de Angel Canellas, donde aparecen las que usaba para rubricar cartas.

Luego se pusieron con el cuadro en cuestión y “a simple vista, con una lupa, aparecían algunas grafías” (caracteres del apellido Goya que supuestamente integraba el pintor en la tela durante el proceso de creación para conformar sombras, toques de luz, perfiles…). Al pasar luz infrarroja localizaron varias firmas completas y grafismos sueltos. “Para nosotras era un sello personal, un rasgo de egocentrismo o de divertimento”.

Goya no firmaba todas sus obras, y menos cuando fue el primer pintor de la Corte. Todo el mundo sabía que él era el autor. Alsina y Lidón concluyeron en el juicio que “se habían localizado letras que se corresponden grafonómicamente con la letra auténtica del pintor de Fuendetodos” . El turno llegaba para los especialistas policiales y esta vez ante tres jueces de la Audiencia de Girona. En el informe pericial 381/08-G, los mossos no entraron a valorar la obra pictórica y aseguraron que los grafías “no son fáciles de percibir ya que se camuflan o confunden con los fondos del óleo” , pero encontraron al menos seis palabras completas con las letras Goya. Los policías ni afirmaron ni descartaron que las hiciese Goya.

Las peritos Lidón y Alsina pensaban que “todo el mundo las veía y luego nos dimos cuenta que aquí entraba algo más que una firma, entra el negocio del arte. Había grupos enfrentados” . A la par, la Escuela Politécnica de Mataró había desarrollado un software informático capaz de detectar las grafías (ver recuadro).

Al frente de los detractores de las firmas ocultas estaba Manuela Mena Marqués, jefe del área de conservación de la pintura del siglo XVIII y de Goya en el Prado. Para ella, el tema no es más que superchería.

Fuentes oficiales de la más importante pinacoteca española explicaron a Interviú que “ni la señora Mena ni nadie del Museo del Prado va a hablar sobre este tema” ni sobre el resto de cuestiones planteadas por la revista telefónicamente y vía corre electrónico. Cuando se solicitó su opinión sobre obras de la pinacoteca, como el controvertido El Coloso, y sobre las que ella sí ha publicitado su opinión en medios de comunicación, el Prado remitió a lo expuesto en su web.

Aunque Mena –habitual de los medios de comunicación y casada con Norman Rosenthal, vinculado a la Royal Academy of Arts de Londres– rechazó el ofrecimiento de esta revista, sí podemos conocer su opinión por los escritos enviados al juzgado y los vídeos que se grabaron cuando acudió como testigo a Girona.

Mena asegura que Goya firmaba sus obras “en lugar bien visible”, y en el juicio insistió en que la firma siempre es “clara, perfecta y aparente”, algo que se desmiente en algunas obras que están en el Prado como El Pavo muerto o El Dos de mayo (conocida como La Carga de los Mamelucos), pintura en el que se encontró, durante una reciente restauración, la palabra Goya en el filo de un puñal.

En 2003, y antes de intentar vender la obra, los hermanos acudieron a la aseguradora Axa Art, que no puso ninguna pega en contratar una poliza por valor de 1.803.000 euros. Pero meses después, una responsable de Axa les dijo que habían consultado con un “experto en Goya reconocido a nivel internacional” y que el valor del cuadro bajaba a 12.000 euros. En la misiva, Axa Art comunica que “los únicos certificados de autenticidad que aceptaría nuestra compañía serían de las expertas Doña Manuela Mena o Doña Judith Wilson”. Cuando hablan de Judith se refieren a Juliet Wilson-Bareau, especialista en Goya y compañera de Pierre Gassier, quien en 1974 elaboró uno de los catálogos más completos de la obra del pintor español, en total 1.870 obras. Juliet Wilson y Manuela Mena se han convertido en las expertas más infalibles sobre Goya, sobre todo para las casas internacionales de subastas (ver recuadro).

Los hermanos Font acuden al Prado para que Mena les explique qué pasos tienen que dar para la certificación de su retrato, Mena les contesta que como funcionaria no puede emitir informes para particulares, que no conoce el cuadro de Esquivel y tampoco quién es Juan Ignacio de la Vega. Curiosamente, en 2006, en uno de los escritos remitidos al juzgado, Mena sí admite que tres años antes sí había emitido un informe para un privado, en este caso para Axa. “El informe verbal, que se dio desde aquí en su día a la compañía Axa iba en el mismo sentido de que no se trataba en modo alguno de una obra de Goya”, decía Mena.

Mena califica de invención la teoría sobre las firmas escondidas, “un intento de fraude” para que se eleve el precio de esas obras en el mercado. Ella, con su actitud, ha provocado en ocasiones el mismo efecto. Poco después de retirar la cartela de Goya de El Coloso, el prestigioso especialista Nigel Glendinning, visitó el Prado y aseguró que si Mena había anulado la paternidad de El Coloso sin publicar ninguna investigación seria no entendía por qué había incluido en la exposición Goya en tiempos de guerra el retrato El príncipe Alois Wenzel von Kaunitz. El historiador dijo que un año antes ese retrato estaba en el mercado, que lo vio junto con Juliet Wilson y otros especialistas en la sede de la casa de subastas Sothebys en Londres, y que no pensaba que fuese de Goya “porque la banda y la cruz estaban abocetadas”, la cara le parecía muy floja y en esa época Goya ya no pintaba para gente privada.

Glendinning explicó que al incluir Mena ese cuadro su valor se incrementó notablemente. La única certificación es una “atribución antigua”. Seis meses después de la exposición, Sothebys cifró su precio entre 3 y 5 millones de euros, argumentando que el Prado lo había incluido en una muestra. Miguel Zugaza, director del Museo, tuvo que admitir que no le gustó lo sucedido

Fuentes de toda solvencia conocedoras de este proceso aseguraron que con Goya “sólo se está dando credibilidad al Prado y no debe ser así porque al final todo lo que se cuelgue en el Prado, documentado o no, se revalorizará al momento. Todo es un problema de mercado. La institución no debe estar en ese mercadeo. En la Biblia se dice que hay que echar a los mercaderes del templo. El problema es cuando los mercaderes están dentro del templo. Manuela Mena piensa que es una cruzada contra ella, por eso ha montado un sistema de mordaza en el Museo, nadie puede hablar excepto ella”.

Es tal el embrollo que en diciembre de 2006 la Policía intervino horas antes de su subasta un lienzo titulado Santos adorando el Santísimo Sacramento, atribuido a Goya y valorado en más de un millón de euros. Días antes de la subasta, la Junta de Valoración y Calificación de Bienes del Patrimonio Histórico –dependiente del Ministerio de Cultura– se había reunido y había concluido que la autoría de la pintura era dudosa. José Luis Pascual, propietario del cuadro y seguidor cabal de la obra de Goya, poseía un informe del historiador José Manuel Arnaiz, uno de los más reputados especialistas en Goya. El informe de los pigmentos, las radiografías y otro informe técnico del también experto Antonio Perales apoyaban esa atribución.

“En Goya parece que hay dos vacas sagradas, Mena y Wilson, que actúan de manera monopolística. Ellas son las únicas que pueden dar o quitar la bendición oficial a una obra aunque el resto de expertos diga lo contrario. Su criterio es subjetivo, es su ojo, ¿cómo puede ser el único válido?”, comenta Pascual, quien también tiene dudas sobre el papel de las casas internacionales de subastas.

Fuentes de Sotheby’s España admitieron que aunque con Mena hay discrepancias, su opinión es muy bien valorada. “Goya necesita ya un catálogo razonado y actualizado”, dijeron.

La actuación de la policía llevó al juzgado a Pascual, acusado de intento de fraude, pero el juez archivó el caso al no encontrar pruebas de ese supuesto delito. Semanas más tarde, Cultura renovó a casi toda la Junta de Calificación de Bienes. Fuentes de Cultura no quisieron vincular la renovación con el caso de la subasta, pero sí se supo que en aquella reunión no estuvieron presente todos los miembros de la Junta, que los defectos de forma fueron evidentes.

José Luis Pascual no esconde su enfado: “afirmo públicamente que el mercado de las obras de Goya funciona como una mafia. Wilson y Mena han creado un monopolio e implantado una norma por la cual si ‘ellas’ dicen que una obra no es de Goya, aunque lo digan los demás expertos e historiadores, no habrá forma de acceder a la venta de esa obra a nivel internacional, ya que las dos casas internacionales de subastas, que controlan el 90 por ciento del comercio, dirán que no es de Goya” .

El experto José Manuel Arnaiz, que trabaja rodeado de cientos de libros sobre Goya y autor de numerosos artículos sobre el pintor, admite que “es muy difícil decir si un cuadro es o no de Goya, pero en el Prado tienen la manía de perseguirle. Personas con un currículum mediocre se han ido haciendo dueñas de una mina llamada Goya” (tomado de Interviu).

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El primer aviso nazi

VIENA, 25 DE JULIO DE 1934. Un comando nazi asesina al canciller Dollfuss. Hitler muestra sus cartas a Europa: no se conforma con Alemania.

La imagen es un adelanto del futuro próximo. La desnudez de ese cuerpo resulta obscena, porque ese señor es de los que usan siempre camiseta, camisa y chaleco, y se acuestan con su mujer llevando el pijama abotonado hasta arriba. Desnudarlo sin miramientos por las urgencias de un médico que intenta cortar la hemorragia es casi una agresión; un colofón a la que han perpetrado los pistoleros.

La imagen tiene dos chocantes contrapuntos que la hacen aún más violenta. Le han dejado puestos los pantalones, lo que agudiza la desnudez del torso, y no está sobre una camilla o una mesa de autopsias, sino sobre la floreada tapicería de un fino sofá del palacio de la Cancillería, lugar de lo más inapropiado para morir . Hasta esa época la prensa no solía publicar fotografías tan descarnadas, pero el nazismo y la Segunda Guerra Mundial acostumbrarán al público a una violencia gráfica en prensa y pantalla que, antes, se hubiera considerado insoportable. Esto es lo que viene.

En realidad, la fotografía no es más que un reflejo certero de la realidad, porque el asesinato del jefe del Gobierno austriaco es también un avance de los acontecimientos, como el tráiler de una película. Si alguien en Europa se despreocupaba por el ascenso al poder de Hitler , si pensaba que eso era cosa de los alemanes y allá ellos, el magnicidio de Viena debería abrirle los ojos.

Muchas cosas podrán decirse de Hitler, pero no que disimulara sus designios. Hacía sólo año y medio que se había convertido en canciller de Alemania, catorce meses desde que el Parlamento le otorgara poderes dictatoriales; todavía tenía por encima de él la autoridad del presidente de la República, el mariscal Hindenburg… Y ya había puesto en marcha los planes anexionistas que en cinco años arrastrarían al mundo a su peor tragedia.

El intento de golpe de Estado en Viena de 1934 anunciaba claramente la anexión de Austria, la de Checoslovaquia, el ataque a Polonia en 1939, la invasión de países neutrales y pacíficos como Dinamarca, Noruega u Holanda e incluso de aliados como la Rusia de Stalin. Como un escorpión loco, el nazismo tiene que agredir a quienes están a su alrededor, y como cada vez se expande más, nuevos vecinos se irán sumando a su lista de víctimas. “Europa se halla ante un programa de agresión, cuidadosamente preparado y calculado al minuto, que se viene ejecutando etapa tras etapa”, avisará Winston Churchill algún tiempo después del asesinato de Dollfuss .

Austrofascismo.- Engelbert Dollfuss , jefe del Gobierno de Austria desde 1932, era el líder del Partido Social Cristiano y representante de la ideología católica conservadora, cuyo tradicional enemigo eran los marxistas. Para enfrentarse a ellos –muy fuertes en Viena, donde controlaban el Gobierno local-, se alió con el príncipe Ernst Rudiger von Starhemberg, un admirador de Mussolini que dirigía una organización paramilitar de extrema derecha, la Heimwehr , ultranacionalista y pangermánica. El régimen que salió de esa alianza sería conocido por austrofascismo , pero tenía grandes diferencias con el nazismo. Entre otras cosas no era antisemita, sino que incorporó a la burguesía judía y, sobre todo, no quería que Austria fuera absorbida por Alemania.

Sin embargo, los partidarios de Hitler iban creciendo en Austria como una pandemia, y Dollfuss impuso una dictadura porque era consciente de que si había elecciones, los nacionalsocialistas las ganarían, como había sucedido en Alemania. La dictadura sirvió también para acabar con la fuerza del socialismo: hubo una auténtica pequeña guerra civil, con cientos de muertos, en la que el ejército aplastó a las milicias obreras, y luego una fuerte represión. Por desgracia para Dollfuss , no llegó a aplicar ese tratamiento brutal a las milicias nazis.

Antes de que lo hiciese, fueron los nazis quienes dieron el golpe. El 25 de julio de 1934, disfrazados con uniformes de la organización del príncipe Starhemberg , que formaba parte del régimen, o de la policía, dos grupos de asalto tomaron Radio Viena y el palacio de la Cancillería. Capturaron a Dollfuss y al ministro de Seguridad Pública, y desde la emisora anunciaron la dimisión del canciller. Dollfuss , sin embargo, no se había plegado a sus exigencias. El canciller era un hombre tan bajito que no lo admitieron en el ejército para luchar en la Gran Guerra, pero tenía coraje. Intentó escapar de sus captores, que le dispararon sin piedad. Murió desangrado por falta de atención.

Los asaltantes eran pocos y fueron reducidos por el ejército, pero no se trataba de una acción suicida. Contaban con estar poco tiempo detenidos, pues su golpe de fuerza, teledirigido desde Berlín, era sólo el prólogo al Anschluss , la anexión de Austria. El Führer sabía que la doctrina del “apaciguamiento”, imperante en Inglaterra y Francia, les haría tragar con la expansión del Reich por el “espacio germánico” antes que meterse en una guerra, de modo que tenía preparadas sus fuerzas para entrar en Austria y sacar a hombros de la cárcel a los golpistas.

Hitler se arruga.- Inesperadamente, quien salvó a la pequeña Austria de la amenaza nazi fue Mussolini . Desde la óptica actual, sabiendo cómo se desarrolló la reciente historia de Europa, resulta paradójico que Mussolini le parase los pies a Hitler , pues siempre les hemos visto como una pareja artística en la que el italiano se supeditaba completamente al alemán. Sin embargo, las cosas eran distintas en 1934.

Mussolini llevaba 12 años en el poder y era el inventor del fascismo, de modo que para él Hitler era un aprendiz recién llegado. El Duce tenía muchos imitadores en Europa, podía elegir a cuál protegía, a cuál promocionaba. El austrofascismo de Dollfuss estaba ideológicamente tan cerca del régimen mussoliniano como el nacionalsocialismo de Hitler, pero Austria estaba más cerca de Italia que Alemania. No sólo por su carácter católico, sino por la geografía.

Mussolini soñaba con hacer de Austria un satélite, un protectorado. Demostraría así su grandeza de estadista, dándole la vuelta a la Historia, pues hacía menos de un siglo media Italia se hallaba bajo ocupación austriaca. De modo que el Duce envió cuatro divisiones al paso del Brennero, que separa Italia de Austria, listas para entrar en auxilio de ésta si a Hitler se le ocurría atravesar la frontera. Y Hitler se arrugó.

Esta historia parece hecha para sacar un moraleja. Al mal hay que atacarlo al principio, antes de que crezca y se haga fuerte. Si las democracias, Francia e Inglaterra, se hubieran molestado en frenar y neutralizar a Hitler al principio, cuando se arrugaba ante el irrisorio ejército italiano, no se habría convertido en el peor castigo de la humanidad (adaptado de la revista El Tiempo de España).
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La sinagoga ‘1870’ (Lima)

El origen de esta sinagoga se remonta a la “Sociedad de Beneficencia Israelita 1870”, fundada en el siglo XIX por los primeros inmigrantes judíos llegados a nuestra ciudad. Se reconstituyó como una nueva entidad con la llegada de inmigrantes alemanes desde 1933. Así, se institucionalizó el 21 de octubre de 1935 conformando la “Sociedad Israelita de Socorros Mutuos de Judíos de habla Alemana” y posteriormente fue inscrita en la “Asociación de Personas Jurídicas”, el 30 de junio de 1938, con el nombre de Sociedad de Beneficencia Israelita 1870 (antes de que se abriera esta sinagoga, los miembros de la “1870” se reunían a rezar en la casa de Leopoldo Weil, en la calle Juan Fanning 320, Miraflores).

Asegurada la inscripción ante el Estado peruano, la “1870” pudo abrir su sinagoga. Esto ocurrió ese mismo año, en 1938, cuando alquiló este local de la calle Libertad, distrito de Miraflores, a la Beneficencia Británica; quedó como rabino Leopoldo Weil. Luego, con el aporte de los asociados, la compra definitiva del mismo local se produjo en 1948. Se trataba, en realidad, de una vieja casona miraflorina que fue adaptada a las necesidades de una sinagoga. La comunidad de esta Asociación fue creciendo y el local, ya muy viejo, no podía atender convenientemente las necesidades de la “1870”. Fue así que en 1999 se demolió totalmente el antiguo local y se edificó este nuevo, cuya inauguración se realizó el 10 de mayo del año 2000.

Es importante destacar que la “1870” alberga población judía de origen ashkenazí, en su mayoría alemana, por lo que el rito que utiliza es de estilo germano. Desde su fundación, esta sinagoga contó con el liderazgo de lo siguientes rabinos: Leopoldo Weil (1938-40), Michael Siegel (1941-56), Lothar Goldstein (1957-66), David Spritzer (1967-69), Claudio Kaiser (1970-76) y Zoev Goldik (1977-84). Desde el 24 de abril de 1985, la sinagoga está a cargo del rabino Guillermo Bronstein, de origen argentino. Actualmente, la “1870” cuenta, como miembros, con unas 220 “unidades familiares” (que pueden ser de 1 persona hasta 9 ó 10); un cálculo de mil personas, aproximadamente. La sinagoga está ubicada en la calle Libertad 375, en Miraflores.

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El verano más peligroso de Ernest Hemingway (50 años de sus crónicas taurinas)

Enviado por la revista Life, el escritor norteamericano regresó a España para levantar acta de la rivalidad taurina entre los diestros Dominguín y Ordóñez. Ocurrió hace 50 años y lo que don Ernesto encontró fue un país de pandereta que se reponía de la Guerra Civil. El novelista disfrutó de un frenesí gastronómico de ferias, mujeres y whisky. Con mil achaques, volvió a Idaho para suicidarse. Lo enterraron el día de San Fermín.


EN EL COSO. El escritor junto al torero Luis Miguel Dominguín, el 1 de agosto del 59 en la plaza de Bilbao.

Al regreso de su penúltimo viaje a España, Ernest Hemingway parecía mucho más viejo y más machacado que aquel atleta que, tan sólo un lustro antes, había ganado el Nobel. Era uno de esos héroes convencidos de que el juego de la vida sólo adquiere sentido cuando se juega la ficha más valiosa: la vida misma. Por eso se había enfrentado a los leones, a los elefantes, a los toros y a los tiros. Por eso se propuso vivir su vida explorando las muchas maneras de ser hombre. Una vida ancha, como la suya, tenía paradas en las mujeres, las guerras, el boxeo, el alcohol y la infamia. Por eso dice Elisabeth Badinter que la principal causa de su suicidio fue su característico «paroxismo destructor». La exuberancia de su temperamento contrastaba con la sobriedad de su estilo.

España fue para Hemingway una tierra de afinidad desde que, en 1921, en su primer reportaje como corresponsal en Europa para el Toronto Star, se ocupó de la pesca del atún en Vigo. España era el lugar de la aventura, una África al otro lado de los Pirineos. Gertrude Stein, la gran mecenas de los creadores bisoños, lo alentó a ver las corridas de toros que a ella misma le habían fascinado cuando conoció a Rafael Gómez, El Gallo, y a su hermano Joselito. El primer viaje a Pamplona lo hizo Hemingway con su primera mujer, Hadley Richardson, el 6 de julio de 1923. Embrujado por los sanfermines, volvería muchas veces. Fiesta (1926), su primer gran éxito, lo escribió después de asistir a los encierros de 1925.

Cuando estalló la guerra de España –animado por su tercera mujer, la corresponsal de guerra Martha Gellhorn–, corrigió a toda prisa las pruebas de imprenta de Tener y no tener y se alistó como corresponsal para la agencia NANA, que le publicaría 31 crónicas sobre la Guerra Civil. Años después, confesó que «fue la etapa más feliz de nuestras vidas. Éramos felices porque cuando la gente moría parecía que su muerte tenía importancia y justificación».

CORAJE ESPAÑOL. De hecho, en Por quién doblan las campanas registró el doloroso crepúsculo de los ideales masacrados. Pero Hemingway repudió el aquelarre de traición y podredumbre de ambos bandos. «No hay gente como los españoles cuando son buenos, pero cuando son malos, no hay gente peor», dice su álter ego Jordan, el narrador de Por quién doblan las campanas. Aún así, le gustaban los españoles porque su honor y coraje reflejaban la percepción que tenía de sí mismo como arquetipo del macho alfa.

Junto al periodista Herbert Matthews y el fotógrafo húngaro Robert Capa, atravesó la frontera francesa en noviembre de 1938. Tardaría 15 años en volver a España. Esos tres lustros los vivió convencido de que no vería nunca más el país en que había sido tan feliz.

Procedente de Biarritz, y acompañado de su última esposa, Mary Welsh, pasaron la frontera por Irún sin el menor contratiempo, para sorpresa del escritor: «Era extraño volver. Nunca esperé que se me permitiría entrar en el país que amaba más que cualquier otro después del mío».

Aquel verano de 1953, conoció al joven torero Antonio Ordóñez, de 21 años. Era el hijo de El Niño de la Palma, que le había hechizado en Pamplona en 1924 y al que retrató como el personaje de Pedro Romero en Fiesta. Además de esta novela, ya había escrito sobre España en Muerte en la tarde (1932), en el guión para el documental de Joris Ivens La tierra española (1937), en la obra de teatro La quinta columna (1938) y en Por quién doblan las campanas (1940). Para completar su retablo de pasión, violencia y pandereta aún le faltaba un libro póstumo, El verano peligroso. Para escribirlo volvió en 1959.

Don Ernesto, como le llamaban en España, ya era Premio Nobel de Literatura cuando, a bordo del Constitución, desembarcó el 1 de mayo de 1959 en Algeciras. Llegó para escribir una crónica periodística de 10.000 palabras, por encargo de la revista Life, sobre los mano a mano entre los toreros y cuñados Luis Miguel Domínguín y Antonio Ordóñez. Se instaló en La Cónsula, una vieja mansión decimonónica del norteamericano Bill Davis. Allí, además de trabajar en su crónica taurina, avanzó en su libro París era una fiesta.

RASTRO MALAGUEÑO. La finca de La Cónsula se sitúa a la entrada de la barriada de Churriana, en Málaga, y la llamaban así porque había pertenecido a Juan Roos, cónsul de Prusia. Actualmente es la sede de la Escuela de Hostelería de Málaga. Aquí no queda nada de Hemingway porque la casa estuvo vacía durante años y fue saqueada. Le gustaría saber que la habitación donde se hospedó es ahora un vestuario de alumnas. En el restaurante, hay una reproducción del atril en el que leía y escribía Ernesto, casi siempre de pie porque decía que «escribir y viajar, además de ensancharte las miras, te ensanchan el culo, así que prefiero escribir de pie».

Eran días de intenso calor y Mary Welsh compró unas toneladas de hielo, que llegaron en un camión y se volcaron en la piscina. Allí, el 21 de julio de 1959, celebraron el 60 cumpleaños del escritor. En el bar del hotel Miramar, le dijeron que la hija de su viejo amigo André Malraux, Florence, quería conocerlo. Acudió al vestíbulo y regresó con tres personas: Florence, Monique Lange, que trabajaba en Gallimard, la editorial francesa de Hemingway, y un joven escritor español, Juan Goytisolo, que era amante de Monique. En el viejo Ford de su amigo Davis, Hemingway viajó a Madrid y se hospedó en el Hotel Suecia, cerca de la calle Alcalá. En el hall conoció a la irlandesa Valerie Danby-Smith, que se convertiría en su secretaria y después en su nuera. Valerie quedó seducida por la estela de jarana e intensidad vital del escritor; él le ofreció un sueldo de 250 dólares al mes y ella se integró en su cuadrilla gamberra. Casada con Gigi, el hijo menor de Hemingway, tuvo tres hijos y cientos de disgustos por el trastorno de su marido que, sometido a una operación de cambio de sexo, murió en una cárcel de mujeres.

En la Feria de San Isidro, don Ernesto ocupaba asiento de barrera, le excitaba ser testigo del duelo en la tarde entre Ordóñez y Dominguín. El 14 de agosto, en Málaga fue la segunda cita; al día siguiente, en Bayona (Francia), los dos cuñados (Carmina, la esposa de Antonio, era hermana de Luis Miguel) cumplieron su tercer desafío. Dos días después, el reto fue en Ciudad Real; el quinto, y último, en Bilbao. Allí, el reportaje terminó para Hemingway por falta de contendientes. Uno de ellos, Dominguín, resultó herido de gravedad. «El asunto está resuelto», sentenció. La afición nativa no sólo le reprochó su glorificación de Ordóñez y su hostilidad contra Dominguín sino, sobre todo, sus puyas contra Manolete: «Un buen torero, pero con trucos baratos». El caso es que Hemingway nunca vio torear a Manolete.

EXHAUSTO. De regreso, en Aranda de Duero, el Ford color rosa conducido por su anfitrión, Bill Davis, sufrió un pinchazo, se estrelló y quedó destrozado. Sus ocupantes salieron indemnes; pero a Hemingway empezó a pesarle el viaje. Se sintió muy cansado por la sobredosis de kilómetros, de ferias, de bacalao al ajoarriero y whisky. Tenía tocado un riñón, por eso escribía de pie.

Volvió a casa con la cabeza como un saco de gatos, llena de emociones, de datos y resacas. Life le había pedido 10 000 palabras; pero a él le salieron 63.562 y dejó pasar la fecha de entrega. Finalmente, escribió 108.746 palabras que se publicarían 24 años después de su muerte con el título de El verano peligroso (Ed. Debolsillo).

A comienzos de agosto de 1960, volvió a España. ¿Para qué? Alegó que quería completar su texto; pero Life ya tenía en máquinas una versión en tres entregas. Esta vez, raro en él, viajó solo y en avión. A principios de octubre, su viejo amigo Aaron Hotchner lo encontró en muy mal estado de salud. Lo convenció para salir de la habitación en la que se había encerrado en el Hotel Suecia y Hemingway abandonó España. «No moriré aquí. España es un país para vivir, no para morir», dijo a manera de despedida.

En Ketchum (Idaho) tenía cita con la muerte. En la mañana del 2 de julio de 1961, se voló la tapa de los sesos con un fusil inglés de dos cañones. Quitarse de en medio había sido una tradición en su familia. Su abuelo, su hermano Jack y su propio padre lo habían hecho antes. Lo enterraron el 7 de julio, día de San Fermín (Por Gonzalo Ugidos, El Mundo).

OTRAS HUELLAS DEL ESCRITOR EN ESPAÑA

MADRID. Cementerio Civil de Madrid. En el entierro de Pío Baroja, el 31 de octubre de 1956, coincidió con Camilo José Cela. Cogieron varias flores de la tumba de don Pío para depositarlas en otra cercana, que se encontraba muy descuidada. Era la de Pablo Iglesias. Cementerio Civil. Avda de Daroca 90. La tumba de Pío Baroja se ubica en el cuartel 4 bajo, manzana 29, letra B.

Hotel Tryp Gran Vía. Durante la Guerra Civil, se alojaba en el Hotel Florida, en la Plaza del Callao. Sobre su solar se levanta ahora El Corte Inglés. Allí se enamoró de Martha Gellhom, corresponsal norteamericana que se convirtió en su tercera esposa. Enviaba las crónicas desde el edificio de Telefónica. Enfrente estaba el Hotel Gran Vía, en cuyo bar escribió muchos de sus artículos. Ahora, el citado bar lleva su nombre y el hotel ha instalado una exposición permanente de fotografías. Gran Vía, 25.

NAVARRA. Hotel La Perla. Llegó por primera vez a Pamplona el 6 de julio de 1923 y se dirigió a este hotel. Pero no tenía dinero para pagarlo y la propietaria lo mandó a una casa particular en la calle Eslava número 5, y allí se alojó, en la cuarta planta. Más tarde, cuando su situación económica se lo permitió, volvió a La Perla. Hoy su habitación, la 217, es la más solicitada. Plaza del Castillo, 1 (Pamplona).

Hotel Yoldi. En este hotel se conocieron Hemingway y Antonio Ordóñez, en julio de 1953. Actualmente, es el hotel más taurino de Pamplona. Av. San Ignacio 11 (Pamplona).

Hotel Burguete. De 1923 a 1931, se alojaba en este establecimiento, muy cercano a Roncesvalles. Descansaba y pescaba en el río Irati. La habitación que ocupaba, en su época, la número 8, es en la actualidad la 58. Su entonces propietaria, Marieta, inspiró uno de los personajes de Fiesta. Todavía se conserva el piano en el que tocaba Hem. Lo autografió, con fecha y rúbrica, el 25 de julio de 1923. San Nicolas Karrica, 71 (Burguete).
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Notas sobre Chorrillos en tiempos de la independencia


José Olaya, según óleo de Gil de Castro

Es imposible hablar de Chorrillos en esta etapa sin mencionar a su hijo más insigne, el humilde pescador y mártir de la causa patriota, José Olaya Balandra (n. 1782). Parece que recibía correspondencia vinculada a Sucre en el Callao y en su barca la llevaba a Chorrillos desde donde la pasaba a Lima en su cesta llena de pescado. Sometido a tormento por los realistas, se negó a confesar para quiénes iban dirigidas las cartas. Por ello, fue fusilado por órdenes del español Rodil en el callejón de Petateros (hoy pasaje Olaya, al lado de la Plaza de Armas) el 29 de junio de 1823; pasó a la historia por su célebre frase Si mil vidas tuviera, dichoso las daría por mi patria.

¿Cómo era Chorrillos en tiempos de Olaya? En 1822, por ejemplo, el marino inglés Gilbert Mathinson estuvo por allí y llamó al pueblo “la Brighton de Lima”, en alusión al balneario de Londres, y nos dice: “durante los meses de verano se llena de concurrencia que acude a ella por el beneficio de los baños de mar…. Las casas, en un número de doscientas o trescientas, estaban habitadas en su mayoría… por pescadores indios. Era difícil concebir cómo las damas podían alojarse en viviendas tan miserables; y aunque traían sus propios muebles, toda aproximación al conforte o la conveniencia mucho menos que lujo, podía descartarse”.

Otro inglés, Robert Proctor, visitó el balneario en 1823 y nos describe las casas y su gente: “Los ranchos, como se llaman por desdén, se componen generalmente de gran sala abierta hacia el mar, con dos o tres dormitorios detrás; completamente de construcción común, los más con pisos de arcilla y techos de cañizos. Pertenecen a los indios más ricos que viven generalmente en chocitas de caña al fondo de las casas que alquilan por la temporada, o sea durante los cuatro meses más calurosos del año. Aquí traen las familias sus muebles, vino, etcétera, y se instalan para gozar la brisa marina y los baños, y comer pescado, entre los que uno chico semejante a nuestras sardinas goza de alta y merecida estima (debe referirse a los pejerreyes). Continúa Proctor: El indio de Chorrillos es gente muy sencilla que vive enteramente de la pesca, cuyo producto lleva al mercado de Lima. Las canoas pescadoras salen al ponerse el sol, cada una tripulada por dos hombres, uno sentado a proa y el otro a popa, ambos con pala, y bogan con asombrosa rapidez; retornan al venir el día cuando la orilla está llena de hombres y mujeres y niños con sus pollinos, que reciben el producto de la expedición nocturna; transportan el pescado cuesta arriba en canastas y cargan en asnos las redes que luego extienden al sol para secarlas” (así debió de ser la vida de Olaya).

Es importante mencionar que durante gran parte de las guerras de Independencia, Chorrillos fue el puerto de Lima debido a que el Callao estaba sitiado por los realistas.


Los baños de Chorrillos, según Rugendas

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Las Fiestas Patrias en Lima hace 100 años

Según Eudocio Carrera (La Lima criolla de 1900. Lima, 1954), 1902 marcó un cambio crucial en las celebraciones de Fiestas Patrias: el Parque de la Exposición fue ganando protagonismo, a expensas de la Plaza de Armas y sus calles aledañas. Analicemos. Hasta 1900, el 27 de julio era una suerte de “día de campo” en la Plaza de Armas. Las vivanderas se peleaban con anticipación lo lugares a ocupar pues la fiesta atraía a una multitud de limeños que llegaban con sus familias, dispuestos a pasar parte del día, a la espera de los fuegos artificiales de medianoche, en conmemoración del nacimiento de la república. Algunas personas alquilaban sillas de esterilla y así tertuliaban con más comodidad. De 8 a 12, la alegría invadía la Plaza y calles adyacentes.

Los actos solemnes de ese día eran matizados en constantes quiebres de protocolo: ante la marcha de unos militares por el Jirón de la Unión, grupos de jóvenes de distintas clases sociales formaban sus grupos y marchaban también hacia la Plaza de Armas. En la Plaza, las vivanderas avivaban los fuegos de sus puestos de comida. Mientras, sonaban las retretas militares de las bandas del ejército. Al final, a la medianoche, venían los fuegos artificiales, preparados por los chinos, para deleite de todo el público: Después de los fuegos, las familias instaladas en las sillas de la pila y demás asientos se repartían por distintos lugares, en busca de otra clase de esparcimientos, visitando los bares y cantinas…. Donde se amanecían, en pleno refocilamiento copológico, oyendo música de valses, polcas y mazurcas, sin bailes…. Pero los que se quedaban en la Plaza gozaban mejor que nadie, sin lugar a dudas. Eso era el desborde de criollismo y democracia. Invasión completa a las mesas de las vivanderas… y las tamaleras y humiteras que olían puro chancho y a puro manjarblanco. Todo acompañado con pisco y chichas de diferentes clases.

Una vez acabados los fuegos, el esparcimiento se relaja aún más. Los que permanecen en la Plaza, gozaban del desborde de criollismo y democracia: el ambiente se torna más popular. Esta fiesta, llamada “noche buena”, se extendía y trasladaba a la población a diferentes lugares de Lima.

En 1901, El Comercio nos cuenta de una muchedumbre alegre que desde las primeras horas (de la víspera) recorría el jirón de la Unión y los Portales de escribanos y Botoneros… A las 8 y media de la noche salían de santa Catalina las bandas de música de los cuerpos del ejército. Iba entre las hileras de soldados que conducían hachones; de manera que ofrecía aquello aspecto de una procesión nocturna… En la Plaza de Armas hubo gente que se les unió en su ruta por Desamparados, hasta los balcones de Palacio, donde tocaron diana al presidente. Después marcharon por el jirón de la Unión, dando vivas al gobierno. Entonces la procesión se había engrosado en no menos de 5,000 personas, según el diario. A las 10 y media se quemaba el castillo en la Puerta de la Exposición. A las doce de la noche el girón de la Unión estaba aún bastante animado.

Entonces la procesión pasaba de la Plaza de Armas a La Exposición, para que, una vez acabado el evento previsto, la muchedumbre regresara al Centro, a divertirse a su libre albedrío. Para ello había establecimientos abiertos y ambulantes dispuestos a atenderlos. El momento de más libertad es el del más comunitarismo: era en el Centro donde ello se hacía posible.

Al día siguiente, la ceremonia se tornaba un tanto más solemne. El 28 de julio era el día de la lectura de los discursos, Jura de la Independencia, de los desfiles militares y escolares, las bandas del ejército, la salva de 21 cañonazos. La gente se volvía más espectadora, estática; los personajes centrales del desfile eran los militares. De los otros que desfilaban los colegiales, su comportamiento era de imitación a los soldados, ejemplo de disciplinamiento a seguir. Los mensajes solían estar llenos de lugares comunes, palabras aglutinadoras de la población en las mismas aspiraciones y preocupaciones.


Parque de la Exposición

A partir de 1902, las Fiestas Patrias fueron adquiriendo un sentido distinto. La Plaza de Armas venía sufriendo desde 1898 una serie de transformaciones destinadas a “modernizarla”, a racionalizar su espacio. Esto implicaba despopularizar el Centro, reforzar su carácter simbólico de poder. La Plaza como eventual lugar de esparcimiento (o mercado) debía ser eliminado. Así, el alcalde Martín Echenique mandó talar sus Picus. En 1901, el alcalde Federico Elguera los reemplazaría por palmeras que pasaron a integrar una lógica más decorativa.

Si seguimos a El Comercio, el cambio de ambiente se dio entre 1903 y 1905 cuando el ritual oficial del poder se mantuvo en el Centro: marcha del presidente al Congreso, el Te Deum; sin embargo, se trató de “armar” la fiesta en el Parque de la Exposición, organizada por la elite social de Lima. En 1903, El Comercio calculaba en unas 15 mil personas las que se distribuyeron entre el campo de Santa Beatriz y la plazuela de la Exposición en fiestas o “kermesses” por 28 de julio.

Según el redactor del diario, solo “alguna animación” pudo encontrar en el Centro. La expectación o algarabía se encontraban en la Exposición. En suma, las espontáneas reuniones populares en los lugares públicos del Centro fueron perdiendo la atención de la prensa y la relevancia de antes. No es casual que para mediados de la década de 1910, un escritor como Enrique Carrillo (Viendo las cosas pasar. Lima, 1915) las califique de “huachafas”.

En suma, a partir de inicios del siglo XX, las autoridades políticas organizaron eventos en los que el papel de la multitud únicamente era el de espectadores. La elite social, por su lado, apoyada por la prensa, asumía la organización de una “kermesse” con puestos ambulantes, en una imitación, pero bien montada, de lo que antes ocurría en el Centro. Lógicamente no estaba hecha para la nocturnidad sino para la luz del día. Las Fiestas Patrias, entonces, ganaron en el aspecto organizativo pero perdieron la espontaneidad callejera que promovía la integración social. El Centro, paulatinamente, fue quedando como el espacio de las ceremonias oficiales de las fechas, donde el público asistía no para una fiesta larga sino para una ceremonia concreta a espectar. Las ceremonias oficiales ahora eran más distantes y jerárquicas: la ofrenda del presidente desde el balcón presidencial, su propio discurso a la Nación, la mirada distante desde un carruaje, al igual que las propias vestimentas o accesorios (los uniformes en el desfile militar).


Glorieta presidencial (Parque de la Exposición)

Zoológico (Parque de la Exposición)

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El nuevo 28 de julio

La mentalidad pragmática, a veces hedonista e individualista, y todo el discurso de la globalización, han hecho que las Fiestas Patrias hayan perdido el sentido que tenían antes. La gente ya no se involucra con las celebraciones y prefiere retraerse en sus casas, salir de la ciudad o “desconectarse del país”. De otro lado, ya no causan el mismo efecto que antes el apego a la nación y la veneración a los símbolos patrios. Antes la gente esperaba con interés el discurso presidencial y, con verdadero entusiasmo, los desfiles escolares y la gran parada militar. Asimismo, acudía jubilosamente a las verbenas en los parques y plazas en los distintos barrios de Lima o en las ciudades del interior del país. Esas verbenas incluían la venta de platos y bebidas tradicionales, bandas de músicos y bailes. Toda una algarabía que podía, incluso, terminar con la quema de un castillo de fuegos artificiales.

Hace unos 100 años, en la Plaza de Armas de Lima se esperaba la víspera del 28. La noche del 27 cientos de limeños acudían al Centro a esperar las 12; a esa hora repicaban las campanas de las iglesias y se encendían fuegos artificiales que desataban la fiesta popular. La fiesta se extendía al Parque de la Exposición (como veremos mañana en este blog). Con los años, la gente no sólo embanderaba sus casas sino que fabricaban arcos de flores que adornaban los cruces de las calles del damero de Pizarro. Se incrementaba la venta de tamales, picantes, mazamorras, picarones, chicha, cerveza y pisco en estas ocasiones. Incluso, recordemos, que muchas familias “por 28” se compraban trajes nuevos y pintaban sus casas. Claro, Lima era una ciudad más pequeña y más democrática: las fiestas en los espacios públicos congregaban a hombres y mujeres de todos los sectores sociales. En síntesis, las Fiestas Patrias eran eso: una celebración popular. Hoy, en Lima, ya no se respira ese ambiente. Casi no hay movimiento y las calles parecen desiertas. El cuadro que hemos descrito sólo se puede respirar en una que otra provincia del interior pero ya no en la Capital de la República; en ella, los que se quedan, hacen lo que les parece y no pocos se refugian en una pequeña reunión familiar, en el Cable o en la Internet.

De todas maneras, para no dejar vacía la fecha, recordaremos algunos acontecimientos que se produjeron en nuestro país en esta simbólica fecha:

1850 Llega al Callao, en el bergantín La Industria, el naturalista italiano Antonio Raimondi.

1852 El presidente José Rufino Echenique promulga el nuevo Código Civil.

1881 Se instala en Ayacucho una Asamblea Nacional convocada por Piérola, en el convento de San Agustín, la cual lo nombra general de división y Presidente Provisorio, y a Cáceres e Iglesias, generales de brigada.

1905 El presidente José Pardo anuncia a la Nación la construcción en astilleros ingleses de los cruceros “Grau” y “Bolognesi”, de 3.200 toneladas cada uno.

1917 El presidente José Pardo expresa la adhesión del Perú a las doctrinas de Woodrow Wilson, presidente de USA.

1920 Se inaugura en Lima el “Teatro Forero”, propiedad de Manuel María Forero. Este teatro sería posteriormente el Teatro Municipal.

1921 Se inaugura la Plaza y el Monumento a San Martín en Lima.

1926 Se inaugura el Museo de Arqueología Rafael Larco Herrera en el distrito de Pueblo Libre (Lima).

1944 Se inaugura el Teatro Municipal.

1945 José Luis Bustamante y Rivero asume la Presidencia de la República.

1950 El general Manuel A. Odría jura su cargo de Presidente “constitucional” de la República, disfrazando su dictadura.

1956 Manuel Prado y Ugarteche asume, por segunda vez, la Presidencia de la República. El nuevo gobierno legaliza al APRA.

1963 Fernando Belaunde Terry asume, por primera vez, la Presidencia de la República.

1968 El presidente Belaunde anuncia que se ha llegado a un acuerdo con la “Internacional Petrolium Company” (IPC): la empresa estadounidense devuelve los pozos petrolíferos de la Brea y Pariñas que pasan a poder de la Empresa Petrolera Fiscal (EPF). A su vez, la IPC se obliga a comprar a la EPF todo el petróleo que ésta quiera venderle.

1969 El general Velasco admite que el país necesita inversiones extranjeras pero que éstas deben venir “bajo formas que garanticen la justa participación de nuestros países en las riquezas que ellos y sus hombres producen”.

1971 Con diversos actos oficiales, se conmemora el Sesquicentenario de la Independencia.

1974 Se consuma la expropiación de los grandes diarios (El Comercio, La Prensa, Última Hora, Correo, Ojo, Expreso y Nueva Crónica). Se divulga el Estatuto de Prensa, decreto ley 29680, que establece que los diarios deben estar al servicio de los sectores significativos de la población organizada, expresar distintos enfoques ideológicos y mantenerse dentro de los parámetros de al Revolución Peruana. Día triste para la historia del Perú.

1977 El general Francisco Morales Bermúdez anuncia la convocatoria a la Asamblea Constituyente para 1978.

1978 Se instala la Asamblea Constituyente sin la asistencia del presidente Morales Bermúdez.

1979 El general Francisco Morales Bermúdez anuncia la convocatoria a elecciones generales para el 18 de mayo de 1980.

1980 Fernando Belaunde asume, por segunda vez, la presidencia de la República. Se restablece la libertad de prensa y entra en vigencia la Constitución de 1979.

1982 Una serie de atentados terroristas (voladuras de torres de alta tensión y de centrales hidroeléctricas) dejan sin luz a Lima y a varias ciudades del interior.

1985 Alan García asume por primera vez la Presidencia de la República y anuncia que el país pagará no más del 10% del valor de sus exportaciones al servicio de la deuda externa.

1987 Alan García anuncia la estatización de la banca.


Desfile de Fiestas Patrias (1936): recorría desde la plaza San Martín, todo el jirón de La Unión y terminaba en la Plaza de Armas

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Paisajes Peruanos o (Perú en la encrucijada): así nos ven en Europa

Por ANTONIO LÓPEZ VEGA, historiador español

Recientemente he tenido ocasión de visitar Perú. Con motivo del cincuentenario del fallecimiento del Dr. Marañón en 2010, esta nación iberoamericana donde el célebre médico pasó los difíciles meses de agosto y septiembre de 1939, se dispone a conmemorar la efeméride con la concurrencia de instituciones políticas, civiles y académicas, que impulsarán exposiciones, cátedras universitarias o el descubrimiento de placas y bustos, entre otros actos conmemorativos.

La opinión pública internacional ha seguido con atención el conflicto desatado con motivo de los decretos legislativos impulsados por el Gobierno de Alan García, que abrían la selva amazónica a la inversión privada y que condujeron a una revuelta de la población indígena que consideraba lesionados sus derechos y cuyo resultado, según cifras oficiales, ha sido de 24 policías y 10 civiles muertos, así como un centenar largo de personas heridas. El Gobierno, reconociendo una evidente falta de tacto en la tramitación -además de una deficiente política de comunicación- derogó dichos decretos y una de las regiones más pobres del Perú recobró, momentáneamente, la tranquilidad.

Con todo, fue el comienzo del fin del Gabinete encabezado por Yehude Simon, a pesar del inicial respaldo público del presidente de la República. Su descrédito ante la opinión pública y la ciudadanía fue consecuencia, no sólo de las revueltas en la Selva, sino también de otros importantes frentes políticos abiertos como la moción de confianza superada por escaso margen y planteada por la intervención estatal de un canal de televisión, por citar un ejemplo. El propio García también ha visto seriamente mermada su imagen pública al defender un Gabinete ya amortizado.

Pero más preocupante que la propia situación política es, a mi modo de ver, la percepción de deterioro socioeconómico que se tiene en la calle. Ya sabemos que, en ocasiones, la apreciación generalizada no coincide con la realidad si medimos ésta en cifras macroeconómicas. Y el Perú es un buen ejemplo. Ahora que comienza a sentirse el efecto de la crisis económica, se tiene la sensación de que se ha dilapidado un momento inmejorable, tras más de seis años de crecimiento sostenido del PIB por encima del 5% de tasa media anual -con excepción del 2003 con el 4%-, para conformar esa clase media tan necesaria para que las democracias caminen por los senderos de la estabilidad.

De hecho, no son pocos los que sostienen que, en este tiempo prolongado de bonanza en el Perú sólo se han enriquecido unos pocos, mientras que el común de la población no ha visto mejorada su situación. Y esta es una sensación que cunde por todo el país, no únicamente en su centro neurálgico, Lima, donde junto a los bellos barrios de clases acomodadas, como Miraflores, San Isidro o La Molina, se encuentra un cinturón donde aflora la pobreza. Aunque algunos distritos hayan experimentado una evidente mejoría -piénsese, por ejemplo, en la buena gestión del Alcalde Dupuy en Ate-, en todo caso, la percepción de amplias capas sociales del país sobre la situación real es negativa y si el sentir común es éste, el nuevo Gabinete del hasta ahora presidente del Congreso, el aprista Velásquez Quesquén, debe tratar de contrarrestar dicha imagen si quiere tener alguna posibilidad de éxito.

En la bellísima nación andina uno encuentra tres áreas bien diferenciadas en lo étnico, cultural, social y económico: Costa, Sierra y Selva. Con una población que roza los 29 millones de personas en un territorio que supera en kilómetros cuadrados la superficie de Francia, España y Portugal, Lima tiene más de ocho millones de habitantes. Es decir, un país escasamente poblado con excepción de su populosa capital. Si en la selva la situación es convulsa, en la costa, además de la crispada realidad limeña, he tenido ocasión de visitar la ciudad de Chiclayo en la región de Lambayeque. Aquí sí la situación es más tranquila a día de hoy, aunque hay una sorda insatisfacción, sobre todo entre los más jóvenes, ante las escasas esperanzas de desarrollo profesional. Por otro lado, en la otrora siempre revolucionaria región de la Sierra la situación no es más halagüeña. Por poner un ejemplo, días atrás en Cuzco, donde hay un estado latente de potencial violencia y coincidiendo con la fiesta popular del Inti Raymi, se produjeron algunos altercados en el orden público con el bloqueo de carreteras y del aeropuerto.

En definitiva, el acierto de las medidas que adopte el nuevo Gabinete de Javier Velásquez Quesquén será fundamental para que las aguas políticas retornen a su cauce en los próximos meses. Ante las elecciones presidenciales del próximo 2011, las encuestas dan como favorita a Keiko Fujimori y, entre los posibles aspirantes a la segunda vuelta, apunta otra vez, como ya sucediera en 2006, la candidatura del indigenista Ollanta Humala que, dada su formación, universitaria y de importante rango militar, no creo que sea preciso identificarle exactamente con otras figuras del continente como Evo Morales o Hugo Chávez.

En este hipotético escenario, quedarían desarbolados tanto la izquierda socialdemócrata aprista, muy deslegitimada por la actual situación política, como el centroderecha, por su propia fragmentación, si bien tiene candidatos muy bien valorados como la democristiana Lourdes Flores, que ya perdió dos concurrencias electorales, el Presidente Regional del Callao, Alex Kouri, o el de Lima, Luis Castañeda. Si el APRA no recompone su imagen y ese centroderecha no alcanza una candidatura de coalición que podría aglutinar el expresidente Toledo, parece que la contienda electoral se planteará entre las opciones menos moderadas del neofujimorismo por la derecha y el neoindigenismo de Ollanta, por la izquierda.

En todo caso, de aquí a 2011 puede ocurrir de todo. Confiemos en que los baluartes de la política peruana, así como algunos de sus mejores intelectuales, que están alertando de la gravedad de la situación -no hace mucho lo ha hecho en estas mismas páginas Mario Vargas Llosa, Victoria pírrica 28 de junio de 2009, y también lo reflejaba en una brillante columna Fernán Altuve-Febres Lores en el diario peruano La Razón, Esperando a los bárbaros, el pasado 25 de junio-, acierten a guiar los pasos de esta querida nación por el sendero de la estabilidad y el progreso. A nadie se le escapa que la tentación extremista alarga su sombra sobre el continente americano y que Perú, por su importancia histórica y geoestratégica, es fundamental en la lucha por la libertad (publicado en El País, 27/07/09).

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Perú consagra su memoria histórica

Mario Vargas Llosa encabeza la comisión para construir en Lima un museo que recordará la violencia terrorista – El Gobierno alemán financia el proyecto


Campesinos peruanos entierran a las 62 víctimas de la matanza de Lucanamarca (Ayacucho), perpetrada por Sendero Luminoso en 1983

“Esto sí que es una excelente noticia”, dijo el escritor Mario Vargas Llosa el pasado viernes en su casa cuando su esposa le entregó un mensaje en el que le informaban desde Lima que el futuro Museo de la Memoria de Perú ya tenía un sitio en la capital: el céntrico Campo de Marte. Vargas Llosa, como presidente de la comisión designada por el Gobierno de Alan García para llevar a cabo el proyecto, llevaba un tiempo inquieto ante la posibilidad de que el hallazgo de un terreno para el museo se demorara mucho. “Queremos que la construcción esté en un punto irreversible para antes del fin de la legislatura [dos años]. En América Latina nunca se sabe qué va a pasar después”.

Perú, Chile y Argentina se han puesto manos a la obra para inaugurar en los próximos dos años museos para que sus futuras generaciones no olviden los años más bárbaros del siglo XX: la violencia terrorista que asoló Perú entre 1980 y 2000, la dictadura de Pinochet (1973-1990) y el periodo de la Junta Militar argentina (1976- 1983). La presidenta chilena, Michelle Bachelet, ya ha puesto la primera piedra de un espacio para la memoria que querría inaugurar antes de que acabe su mandato en marzo de 2010. Argentina ha decidido que el edificio de la Escuela de Mecánica de la Armada, el tristemente célebre centro de detención y tortura de la última dictadura, albergue su museo, que se prevé esté completo también para el año que viene.

“El museo tiene que reflejar los horrores que se cometieron de un lado y del otro. Aparte de los crímenes de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru [MRTA], también la lucha contrarrevolucionaria produjo hechos atroces, tal y como quedó demostrado por la Comisión de Reconciliación y Verdad [CRV]. Todos en la comisión tenemos claro que el museo no puede en ningún caso servir de propaganda política para nadie, porque entonces se desnaturalizaría. La moral es más importante que la política. En la comisión hay distintas posiciones políticas, pero todos estamos de acuerdo en que es un proyecto ético”, explica.

La historia del nacimiento de este proyecto es rocambolesca. El origen es la exposición de 250 fotografías de la violencia terrorista bajo el título de Yuyanapaq (para recordar), que la CRV puso en marcha en 2003. Tras la visita de la canciller alemana, Angela Merkel, a Lima en 2008 con motivo de la cumbre UE-América Latina, Berlín ofreció donar dos millones de euros para la construcción del Museo de la Memoria, un proyecto que ya había esbozado la CRV. El Gobierno de Alan García rechaza la oferta alemana, y Vargas Llosa, indignado, escribió un artículo titulado Perú no necesita museos, en el que criticó al ministro de Defensa, Antero Flores Aráoz, que sostuvo que “Perú no necesita museos mientras sea pobre y con carencias sociales”. El presidente García leyó el artículo y llamó al escritor, a quien citó en marzo para discutir el tema. Tras la charla, el Gobierno dio marcha atrás, aceptó la donación y puso al literato al frente del proyecto.

La designación de Vargas Llosa no estuvo exenta de críticas. Muchos recordaron la labor del escritor en la comisión que investigó la matanza de ocho periodistas en la aldea de Uchuraccay (Ayacucho) en 1983. Su informe fue tildado de inexacto y parcial. “Fíjese lo que son las cosas, la CRV, integrada por un buen número de personas que me atacaron ferozmente por la comisión Uchuraccay, acabó reconociendo que mi informe se ajustaba estrictamente a la verdad. Ellos descubrieron más detalles, por supuesto, pero se comprobó que decíamos la verdad. Eso sirvió para que se desmontara toda la trama política que intentó desacreditar nuestra labor. Estoy seguro de que si mi labor en el museo levanta alguna suspicacia, acabará por despejarse con el tiempo”.

Vargas Llosa tiene muy claro lo que quiere: “Tengo como ejemplos el museo judío en Berlín, el de Hiroshima y uno que me conmovió profundamente, el de Kigali, en Ruanda. El museo está maravillosamente hecho, es sobrio y llama a la reflexión. Cuando estaba visitándolo entró un grupo de escolares, y me pareció sumamente importante que los niños sepan por qué en su país hubo una matanza que causó 800.000 muertos. Para Perú me gustaría un recinto sobrio y aleccionador de adónde nos conduce esa locura de creer que pegando tiros, poniendo bombas y matando gente se resuelven los problemas sociales. Aspiro a que sea un museo vivo que promueva el debate y la reflexión entre los peruanos. La política en la pura actualidad se vuelve frívola y superficial”.

El escritor hispano-peruano cree que el museo también debe explicar cómo se forja la violencia. “Las matanzas tienen una planificación ideológica y unos responsables concretos. Es la visión fanática de ciertas ideas, la deshumanización del enemigo para liquidarlo sin contemplaciones, la que desencadena la barbarie. La civilización es una película que se quiebra fácilmente, por eso son necesarios museos de la memoria” (tomado de El País, 27/07/09).

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La mezquita de Magdalena (Lima)

En una vieja casona de la avenida Tacna, a la altura de las cuadras 37 y 38 de la avenida Brasil, hay una mezquita musulmana, constituida en 1986 gracias a la donación de local por un limeño musulmán. Estrictamente, la construcción no es la de una mezquita (como por ejemplo, la que se ha levantado en Tacna), sino una vieja casa “acondicionada” como templo de oración para los musulmanes que viven en nuestra ciudad (por ejemplo, la colocación de una gran cantidad de alfombras para facilitar la posición del rezo orientado hacia La Meca). Por ello, como no tiene el aspecto de una mezquita tradicional, algunos se resisten a llamarla así y la consideran, simplemente, un lugar de oración. Se puede visitar en cualquier momento del día, sin interrumpir los rezos.

La comunidad musulmana de Lima está formada por un variado grupo de personas cuyo origen nacional es diverso: palestinos musulmanes, turcos, sirios, jordanos, libaneses, egipcios, marroquíes, paquistaníes, iraquíes e iraníes. La mayoría pertenece a la tradición sunnì (son muy pocos los shiì). Esta diversidad explica la gran variedad de experiencias religiosas del Islam en Lima.

Hay que destacar que en América Latina las principales comunidades musulmanas son las de Buenos Aires, Santiago de Chile y las de Río de Janeiro y Sao Paulo. En esas ciudades hay muchos musulmanes, lo que les ha permitido una integración mucho más organizada dentro de las sociedades que habitan, como la construcción de colegios con formación religiosa y mezquitas. En Lima, en cambio, hay muy poca gente que confiesa el Islamismo; se calcula en poco menos de 2 mil fieles. Esto no ha facilitado el desarrollo de organizaciones islámicas y un mínimo proselitismo dentro de la sociedad limeña.

Haciendo un poco de historia, desde la llegada de los primeros inmigrantes desde principios del siglo XX hasta la década de 1950, muchos de los musulmanes que vivían en Lima se convirtieron al catolicismo ortodoxo o romano; otros fueron perdiendo tanto sus creencias como sus prácticas tradicionales. La mayoría privilegió el cuidado de sus negocios para lograr una posición económica.

En cambio, los que llegaron luego de 1950, poseían una experiencia religiosa mucho más arraigada. Así pasaron los años hasta que en 1986 se constituyó la mezquita de Magdalena. Uno de sus miembros fundadores, Said Faroud, confiesa: “Antes no había mezquita. Pero qué es lo que pasa… los musulmanes se dan cuenta que están siendo perdidos; ellos y sus hijos, pierden su cultura, su religión, todo… y comienzan a avisar que vamos a hacer mezquita… y en 1986, después de años de esfuerzo logran fundar esta mezquita, llevada por un gran árabe palestino, cuyo nombre es Miguel Abdalá Hamideh. Esta mezquita era su casa, él era un hombre adinerado, rico, y la colonia palestina musulmana llega a juntar una cantidad de plata para comprarle su casa pero él nos dijo que le iba a dar la casa a Dios… En el año 1986 fue fundada la mezquita que nos sirve de centro de reuniones para no perder nuestras costumbres y nuestra Fe, sobre todo. Desde aquel entonces y gracias a Dios todo peruano que desea saber algo del Islam e Islamismo viene acá, acude acá. Ésta fue fundada por palestinos, y hasta hoy sigue siendo dirigida y mantenida por palestinos”.

La Mezquita de Magdalena, entonces, fue fundada por la comunidad palestino-musulmana quienes, en 1986, sumaban unas 300 personas; este número crecería luego a 500. Esta comunidad vino al Perú debido a la situación política de Palestina luego de la creación del estado de Israel. Dentro de dicho grupo también llegaron palestinos cristianos, quienes se integraron a la Iglesia Ortodoxa de Lima. A partir de esta primera comunidad musulmana, identificada como sunnì, se han ido incorporando musulmanes de otros países, los cuales completan el número de este grupo. Con la fundación de esta mezquita, hay ahora una mayor especialización del trabajo religioso, especialmente con la llegada del último sheij, enviado por la congregación musulmana de Egipto, quien ha estudiado en la Universidad de al-Azhar (El Cairo), el más importante centro mundial de formación para legisladores y conocedores de la Sunna.

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