Perú consagra su memoria histórica

Mario Vargas Llosa encabeza la comisión para construir en Lima un museo que recordará la violencia terrorista – El Gobierno alemán financia el proyecto


Campesinos peruanos entierran a las 62 víctimas de la matanza de Lucanamarca (Ayacucho), perpetrada por Sendero Luminoso en 1983

“Esto sí que es una excelente noticia”, dijo el escritor Mario Vargas Llosa el pasado viernes en su casa cuando su esposa le entregó un mensaje en el que le informaban desde Lima que el futuro Museo de la Memoria de Perú ya tenía un sitio en la capital: el céntrico Campo de Marte. Vargas Llosa, como presidente de la comisión designada por el Gobierno de Alan García para llevar a cabo el proyecto, llevaba un tiempo inquieto ante la posibilidad de que el hallazgo de un terreno para el museo se demorara mucho. “Queremos que la construcción esté en un punto irreversible para antes del fin de la legislatura [dos años]. En América Latina nunca se sabe qué va a pasar después”.

Perú, Chile y Argentina se han puesto manos a la obra para inaugurar en los próximos dos años museos para que sus futuras generaciones no olviden los años más bárbaros del siglo XX: la violencia terrorista que asoló Perú entre 1980 y 2000, la dictadura de Pinochet (1973-1990) y el periodo de la Junta Militar argentina (1976- 1983). La presidenta chilena, Michelle Bachelet, ya ha puesto la primera piedra de un espacio para la memoria que querría inaugurar antes de que acabe su mandato en marzo de 2010. Argentina ha decidido que el edificio de la Escuela de Mecánica de la Armada, el tristemente célebre centro de detención y tortura de la última dictadura, albergue su museo, que se prevé esté completo también para el año que viene.

“El museo tiene que reflejar los horrores que se cometieron de un lado y del otro. Aparte de los crímenes de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru [MRTA], también la lucha contrarrevolucionaria produjo hechos atroces, tal y como quedó demostrado por la Comisión de Reconciliación y Verdad [CRV]. Todos en la comisión tenemos claro que el museo no puede en ningún caso servir de propaganda política para nadie, porque entonces se desnaturalizaría. La moral es más importante que la política. En la comisión hay distintas posiciones políticas, pero todos estamos de acuerdo en que es un proyecto ético”, explica.

La historia del nacimiento de este proyecto es rocambolesca. El origen es la exposición de 250 fotografías de la violencia terrorista bajo el título de Yuyanapaq (para recordar), que la CRV puso en marcha en 2003. Tras la visita de la canciller alemana, Angela Merkel, a Lima en 2008 con motivo de la cumbre UE-América Latina, Berlín ofreció donar dos millones de euros para la construcción del Museo de la Memoria, un proyecto que ya había esbozado la CRV. El Gobierno de Alan García rechaza la oferta alemana, y Vargas Llosa, indignado, escribió un artículo titulado Perú no necesita museos, en el que criticó al ministro de Defensa, Antero Flores Aráoz, que sostuvo que “Perú no necesita museos mientras sea pobre y con carencias sociales”. El presidente García leyó el artículo y llamó al escritor, a quien citó en marzo para discutir el tema. Tras la charla, el Gobierno dio marcha atrás, aceptó la donación y puso al literato al frente del proyecto.

La designación de Vargas Llosa no estuvo exenta de críticas. Muchos recordaron la labor del escritor en la comisión que investigó la matanza de ocho periodistas en la aldea de Uchuraccay (Ayacucho) en 1983. Su informe fue tildado de inexacto y parcial. “Fíjese lo que son las cosas, la CRV, integrada por un buen número de personas que me atacaron ferozmente por la comisión Uchuraccay, acabó reconociendo que mi informe se ajustaba estrictamente a la verdad. Ellos descubrieron más detalles, por supuesto, pero se comprobó que decíamos la verdad. Eso sirvió para que se desmontara toda la trama política que intentó desacreditar nuestra labor. Estoy seguro de que si mi labor en el museo levanta alguna suspicacia, acabará por despejarse con el tiempo”.

Vargas Llosa tiene muy claro lo que quiere: “Tengo como ejemplos el museo judío en Berlín, el de Hiroshima y uno que me conmovió profundamente, el de Kigali, en Ruanda. El museo está maravillosamente hecho, es sobrio y llama a la reflexión. Cuando estaba visitándolo entró un grupo de escolares, y me pareció sumamente importante que los niños sepan por qué en su país hubo una matanza que causó 800.000 muertos. Para Perú me gustaría un recinto sobrio y aleccionador de adónde nos conduce esa locura de creer que pegando tiros, poniendo bombas y matando gente se resuelven los problemas sociales. Aspiro a que sea un museo vivo que promueva el debate y la reflexión entre los peruanos. La política en la pura actualidad se vuelve frívola y superficial”.

El escritor hispano-peruano cree que el museo también debe explicar cómo se forja la violencia. “Las matanzas tienen una planificación ideológica y unos responsables concretos. Es la visión fanática de ciertas ideas, la deshumanización del enemigo para liquidarlo sin contemplaciones, la que desencadena la barbarie. La civilización es una película que se quiebra fácilmente, por eso son necesarios museos de la memoria” (tomado de El País, 27/07/09).

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