Archivo por meses: diciembre 2008

Artesanía del Cuzco

La artesanía cusqueña es una de las más ricas y variadas del Perú. Hablar de artesanía del Cuzco es hablar de su imaginería, donde destacan las representaciones del Niño Manuelito, en maguey o pasta sólida. El Manuelito o Niño Dios, símbolo de la navidad cusqueña, es expuesto en los Belenes de las casas desde el período virreinal. El divino infante siempre muestra un rostro claro, chaposo y melancólico y una cabeza cubierta de cabellos rizados, rubios o castaños. Es presentado en distintas posturas: reclinado con una túnica de terciopelo como si se dispusiera a gatear o sentado en su trono y llorando por el dolor que causa una espina clavada en su pie izquierdo. Cuando el Manuelito está sentado se le puede representar con sus potencias o con un sombrero. También, en esa misma posición, el Niño Jesús viste pantaloncillo de bayeta negra y chaleco y cinturón de colores. Algunas veces sostiene con la mano izquierda el globo del universo y con la derecha imparte la bendición.

Dentro de la estilizada imaginería también llaman la atención las figuras de Hilario y Geogina Mendívil, cuyos temas favoritos son casi siempre religiosos. Así por ejemplo, han logrado producir estatuillas de San Miguel Arcángel y de los personajes de la Natividad, todos con cuerpos alargados y con colores llamativos, lo que hace de estas piezas algo único en la artesanía cusqueña. Los Mendívil, viejos artesanos del barrio de San Blas, han impuesto un estilo oririginal y que ya se ha difundido por todo el Perú.

Las máscaras también ocupa un lugar importante en la artesanía del Cusco. Las máscaras, de barro cocido o de malla, son utilizadas en las fiestas patronales de Paucartambo y Pisac, y representan distintos personajes del imaginario popular andino, todos con una determinada personalidad, tales como: los cachudos “sajras” o diablos, los humildes “negros”, los sobrios “chunchos”, los arrogantes “majeños” y los narigones “doctorcitos”.

Otro ramo de la artesanía del Cusco es su alfarería. Ella encierra varios elementos dignos de mención, como por ejemplo: las salamandras o jarras de forma ovoidal, y cuya asa, por lo general tiene forma de felino; los platos ornamentales con temas andinos, como paisajes de Macchu Picchu y Sacsayhuaman o tocapus de los incas; damajuanas para los aguardientes; y aríbalos que imitan a los del período incaico.

En madera, hay reproducciones de las tallas virreinales, cuyos temas son siempre de carácter religioso. Estas pueden conseguirse en las casas de artesanos del barrio de San Blas. Igualmente, destacan los palos de lluvia, de madera dura o carrizo, con figuras zoomorfas talladas y que contienen piedrecillas en su interior, de tal forma que su movimiento genera un ruido similar al de la lluvia.

En cera, los artesanos del Cusco producen velas de gran colorido y de interesantes formas, como las que tiene forma de cactus, de cilindros, y las largas, que sirven para las procesiones y fiestas patronales. También las hay chatas y gordas, y que por su forma se las ha llamado “tarros”; y otras cónicas con figurillas de peregrinos serranos, serpientes y camélidos peruanos.

Dentro de la artesanía, la juguetería ocupa un lugar. El caso de las muñecas de manto de bayeta rellenas de algodón, que representan a mujeres andinas con sus hijos son un buen ejemplo.

Finalmente, no pedemos dejar de mencionar la variedad de artículos que produce el arte textil cusqueño sobre la base de la lana de alpaca o de oveja, como: los coloridos tapices con escenas de paisajes del departamento, incas y carneros de la tierra; chullos, ponchos, chompas, bolsos, guantes, mitones, calcetines, boinas y chumpis o fajas de lana. En la textilería cusqueña destacan las llicllas o mantas que llevan las mujeres nativas para cubrirse la cabeza o los hombros, estas prendas ostentan siempre colores vivos y figuras geométricas, cuya combinación le dan gran belleza y originalidad.


Nacimiento de Hilario Mendívil

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Gastronomía cuzqueña (3)

LOS DULCES.- Entre los más representativos tenemos:

Calabaza.- El dulce de calabaza es uno de los postres más tradicionales entre las familias cusqueñas. La calabaza debidamente cortada y picada en finos trozos es hervida en agua azucarada y aromatizada con palitos de canela y clavo de olor. Luego se le agrega leche simple o condensada, y se espera que tome su punto de ebullición hasta que se convierta en mazamorra.

Coquitos.- Los coquitos son pequeñas bolas de manjarblanco endurecido en forma de pepa de melocotón, preparadas con clavo de olor y espolvoreadas con canela molida. Posteriormente, las bolas del manjar de leche son bañadas en coco rayado, de allí su nombre de “coquitos”.

Dulce de Frutilla.- Es un dulce estacional, ya que la frutilla crece en el valle de Urubamba entre diciembre y febrero. Su preparación requiere de la extracción de su colita y de la posterior cocción en azúcar en un perol de cobre. Luego, ya formada la jalea se sirve en pequeñas porciones acompañada de nata de leche.

Dulce de Tomate.- Este postre se prepara con tomates de Quillabamba, los que son hervidos en agua con canela, anís y clavo de olor. Una vez que se logra su total cocción, es servido en pequeñas porciones y espolvoreado con canela molida.

Empanada de Semana Santa.- Su nombre puede confundir al visitante con un pastel salado. La empanada es un pastelillo de forma plana y rectangular, y cuya preparación requiere lograr una masa de harina, manteca, canela y azúcar molida, deberá ser aplastada y horneada sobre un papel. La empana siempre se presenta con una cobertura de yemas y grajeas.

Guisado.- Consiste en una compota de melocotones. Se prepara hirviendo la fruta con agua y azúcar hasta que se logre el almíbar con el que se sirve este postre. Es postre de Lunes Santo. Los cusqueños acostumbran comerlo después de la procesión del Señor de los Temblores.

Maná.- El maná es maíz reventado y endulzado con azúcar pulverizada. Es uno de las golosinas más populares, pues se le puede adquirir empaquetado en las calles del Cusco y Písac.

Manzanas con Chancaca.- Se preparan sobre la base de manzanas verdes sin pelar las que son depositadas en una olla. Luego se le agrega agua y se les hace hervir con clavo y anís. Una vez que la mezcla logra su punto de ebullición se añaden trozos de chancaca para darle dulzura.

Mixtura.- Es un sencillo dulce preparado sobre la base de melocotones y manzanas cortadas en finas tiras, las que se cocinan en azúcar y agua hasta que lograr su total acaramelado. Este postre siempre se debe servir caliente.

Suspiros.- Son pequeños merengues o “bolados”, que se logran con claras de huevo, azúcar y unas gotitas de limón. Su preparación requiere que la clara batida se hornee y se le agreguee grageas para su adorno.

LA PANADERIA.- La riqueza cultural del Cusco también se descubre en sus panes, todos, horneados con leña de eucalipto, y cuya combustión le da un sabor y aroma únicos. La localidad de mayor renombre por su panadería es el distrito de Oropesa, enclavado en la provincia de Quispicanchi. Allí, sus habitantes preparan gran parte del pan que se vende en la capital del departamento. En los últimos años, los oropesanos han instituído la celebración del “Tanta Raymi” o fiesta del pan. Cada setiembre, sus pobladores evocan, curiosamente, el pasado prehispánico del pan, pues un vecino, que representa al inca, se viste con “uncu” y “mascaipacha” y ofrece, al pueblo, a manera de comunión, unos bollos de harina de maíz mezclada con sangre de llama. Concluído el ritual indígena, hacen su aparición los conquistadores españoles, trajeados de coracinas y morriones, quienes se imponen simbólicamente sobre los quechuas con sus espigas de trigo. El “Tanta Raymi” continúa con un concurso, en el que se premia a aquellos que presenten la chuta más grande. Justamente, esta pieza por su buen sabor y gran tamaño es el rey de los panes. Su masa se logra con harina de trigo, levadura, afrechillo, manteca, vainilla y anís. Por lo general, su cocción se lleva a cabo en el piso del horno. Una vez listo, la hogaza puede llegar a alcanzar hasta para veinte personas. Otro pan digno de destacar el mollete, preparado con afrecho, lo que permite su consumo por parte de los que están sometidos a algún régimen diétetico. Vale la pena, probar la rejilla, también de Oropesa, que es pan dulzón y mantecoso. En la misma ciudad del Cusco podrá consumir las tortas, de azúcar, levadura, manteca y palillo, las que son barnizadas con leche para darle brillo. Identico baño recibe el caracol. El nombre se debe a su forma enrollada de gasterópodo e incluye, además de harina de trigo, levadura y huevos, tintes vegetales. Una hogaza sabrosa y de buen tamaño es el pan de Jurka, amasado con manteca de cerdo, mantequilla y huevos, y adornado con anís. Aquellos que se deleiten descubriendo formas, sabrán apreciar los churros con corazón, de leche, levadura y huevo, que una vez horneados son similares a un corazón estilizado. Las estrellas, del aspecto que indica su nombre, encierra los mismo ingredientes del anterior pan. Los maizillos, que se venden en unidades pequeñas en el mercado de la capital cusqueña, son panecillos de harina de maíz, manteca, mandioca, leche, azúcar. Ya cocinados, son pintados con el pigmento, procedente de las semillas del airampo, planta cactácea que crece sobre las rocas en la región Quechua. Finalmente, las yemas, que son panes de huevo, leche y azúcar, y que se expenden en pequeñas unidades, coronan al Cusco como una de las regiones de mejor panadería del Perú.


Mercado del Cuzco

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Gastronomía cuzqueña (2)

Platos típicos.- Entre los más renombrados que el visitante puede encontrar en las picanterías o en restaurantes turísticos de comida tradicional, tenemos:

1. Entradas.- Soltero de cuchicara o ensalada de pellejo de chancho (habas, zanahorias, cebola, tomate y pellejo de chanco); ceso arrebosado (ceso de cordero arrebosado con harina, huevo y perejil); rocoto relleno de carne; soltero de habas (habas, queso serrano y cochayuyo o algas de lago); escabeche con patitas; ensalada de tarwi (con zanahoria y cebolla); cebiche de pejerrey (pez de lago, más grande que el pejerrey marino); cebiche de trucha; tamal cuzqueño (maíz molido con manteca de chancho y huevo); quinua atamalada (se sirve con colas de cangrejo, aceitunas negras, trozos de queso fresco y huevo duro); choclos saltados (se sirven con salsa de tomate o mayonesa); ensalada de choclos (con cebollita china, pimiento, mayonesa y salsa de tomate).

2. Sopas y cremas.- Saralawa (crema de maíz); chuñulawa (crema de chuño); sopa de lisa (tubérculo parecido a la papa que se cocina con habas, apio, col, repollo y carne de cordero); chupe de quinua (lleva quinua, repollo, carnede cordero, zanahoria y habas); capchi de habas (crema de habas, papas y queso); yuyucha (crema a base de una planta de lago parecida al pimiento y de consistencia gelatinosa); patasca (sopa de carne de res, mondongo, cebolla, papas, perejil blanco y especias). Otras sopas no tan conocidas son la sopa de queso, la cazuela de cordero, el patachi (con trigo, chanco y queso fresco), la sopa de ollucos (con papas, habas verdes y queso desmenuzado) y el chupe de papa seca.

3. Platos de fondo.- La variedad es sorprendente, aunque podríamos citar el adobo (carne de chancho, cebolla, ají y especias), el asado de cordero, el lechón al horno, el chicharrón de chancho con papas, el conocidísimo olluquito con charqui, la lengua de res atomatada, la trucha (frita, y al horno) y el cuy al horno. Menos difundidos son el ajiaco de papas (se cocinan con cebollas, especies, leche y queso fresco); las habas guisadas (con papas, tomates, ají y especias); el conejo al horno con papas o el conejo chactado; y el picante de yuyo (cocido con papas, decolla, ajos, ají y huacatay), entre otros.

4. Bebidas y tragos.- La chicha de maíz o “chicha de jora” es recomendable consumirla en lugares donde no tenga mucho tiempo de fermentación y las condiciones higiénicas sean aceptables. Es la bebida tradicional del poblador andino. También tenemos la “Cerveza Cuzqueña” que, según los entendidos, es la mejor que se fabrica en el país; su calidad está reconocida internacionalmente. De otro lado, entre los “tragos” que ofrecen los bares o pubs no hay alguno que pueda considerarse típico del lugar. Los gustos van cambiando y los aperituvos también aunque hemos podido registrar el “machupichu” (pisco, jarabe de granadina, menta y jugo de naranja), el “inca de oro” (ron dorado, hielo, Inka Kola y crema hecha con clara de huevo, azúcar y limón) y el llamado “beso de la ñusta” (vodka, gin, jarabe de granadina, gasesosa blanca o ginger ale, crema de clara de huevo y canela).

5. Cultivos andinos en la mesa.- Queremos por último reseñar tres cultivos que formaron -junto a la mundialmente conocida papa- la base alimentaria de las poblaciones andinas durante el incanato; hoy también forman parte esencial en la preparación de algunos platos típicos aunque combinados con ingredientes de procedencia europea. Nos referimos al tarwi, la quinua y la kiwicha.

Tarwi.- Es un grano que tiene un alto contenido de proteína y grasa. Es amargo por contener alcaloides y es fácil de encontrarlo en los mercados ya sea fresco, seco o en harina. Con él se pueden preparar hamburguesas (con carne molida), solteritos (con mote, zanahoria, lechuga, tomate, cebolla, queso, limón, aceite y especias), saltado (con cebolla, tomate, papas fritas y arroz), escabeche, albóndigas, soufflé, humitas, tortillas, sopa de maíz con harina de tarwi, puré, entre otros platos.

Quínua.- Grano rico en proteínas y en minerales como el calcio, fósforo, potasio. Su verdadero valor está en la calidad de su proteína, pues posee mayor proporción de aminoácidos superando al trigo, la cebada, el maíz o el arroz. Es ingrediente básico en platos como la quínua graneada (con cebolla, ajo y palillo molido) y la quínua a la jardinera (con cebolla, arvejita, perejil, zanahoria, huevo, aceituna, papa y especias), por ejemplo; además es conocido el pan y las galletas con harina de quínua. Existe incluso la chicha de quínua.

Kiwicha.- Otro grano andino, parecido a la quínua pero más pequeño, y rico en proteínas, minerales (calcio, fósforo, hierro) y vitaminas. Por su tamaño y dureza es necesario tostarlo para facilitar su molienda. La kiwicha tostada puede consumirse directamente a manera de cancha de maíz y acompañarla a cualquie bebida fría o caliente. Con ella se preparan turrones, pan, galletas, torrejas, mazamorras, tortas y humitas.


Ensalada de tarwi o chocho

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Gastronomía cuzqueña (1)

Por su peso histórico e importancia cultural hoy el Cusco es lugar de síntesis o encuentro de casi toda la tradición culinaria andina. Una cocina que se remonta a los platos preparados por los antiguos peruanos y que se enriquecieron con el aporte de ingredientes y recetas traídas por los españoles desde el siglo XVI. Por eso en el Cuzco el visitante puede encontrar muchas bebidas y comidas tradicionales más que en cualquier otro departamento del Perú quizás. La presencia de viejas picanterías o chicherías tanto en la ciudad del Cuzco como en los pueblos del interior son el marco de esta rica tradición que sus pobladores siguen cultivando a pesar de la llegada masiva de comida internacional por el fenómeno turístico.

Las picanterías.- Es el poblador común quien se da cita en la picantería a volcar su espíritu cotidianamente al calor de la espumante chicha o de una cerveza al tiempo y de los platos que se ofrecen en los pequeños pizarrines. Estos “platos extras” pueden ser adobo -que en realidad se sirve en toda la sierra-, albóndigas, bistek a la olla, arroz con carne, cabeza con caldo, carne mechada, conejo, costillar, choclo con queso, estofado de gallina o de lengua, lengua guisada, locro de pecho, patitas con caldo, olluquito con charqui, pescce de quinua, sesos, tallarines, tripas o ubre empanada. Este menú puede variar de una estación a otra, aunque hemos tratado de reseñar los llamados “infaltables”. Estos pequeños restaurantes o fondas se ubican dentro de la ciudad, tienen nombre y cartel o letrero. Sus clientes son mestizos, pequeños comerciantes o artesanos, y brinda algunas “comodidades” como mesas bien dispuestas y asientos, el clásico juego de “sapo” o “león”, una eventual orquesta típica o un radio que emite huaynos o incluso música moderna.

Las chicherías.- Ellas se distinguen por llevar una señal consistente en un mástil con haz de hierbas o flores y se ubican en los puntos de salida de un pueblo o en algún cruce de carreteras; la mayoría de sus clientes son gente lugareña. Una chichería sólo puede ofrecer una mesita patileca, sucia y sin mantel. Los parroquianos beben su vaso de chicha al calor de un fogón ennegrecido por el humo de la leña ardiendo. Generalmente, una mujer es la que sirve en platillos despostillados y diminutos lo poco que puede ofrecer: papas, mote, ají molido y chicharrón de chancho. En algunas se pueden distinguir conejos o cuyes vivaces cabreando los pies de la anfitriona. Más allá otra humilde mesita con vasos a medio beber y dos borrachos por ahí canturreando un huayno o diciendo “salud”. Un cuzqueño diría que la chichería encarna el verdadero espíritu del pueblo pues en ella vuelan las palabras, se comentan las noticias o chismes locales, se dicen los últimos chistes o galanterías populares hasta que, llegada la noche, canta una guitarra y se empiezan a servir las primeras copas de aguardiente.


Juego del sapo en una chichería del Cuzco (foto de Martín Chambi)

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La batalla de Ayacucho

Un día como hoy se llevó a cabo la célebre batalla de Ayacucho en la Pampa de la Quinua; en ella se selló la independencia del Perú y de la América meridional. La ocasión merece recordar algunos pasajes de las meditaciones que hizo el historiador José de la Riva-Agüero y Osma (recopiladas en “Paisajes peruanos”) cuando pasó por este hermoso paraje, allá en 1912:

En la quieta y larga gestación de la Colonia, el proceso de nuestra unidad fue el callado efecto de la convivencia y el cruce de razas; pero, realizada la emancipación, se imponía, como deber imperiosísimo, acelerar aquel ritmo, apresurar la amalgama de costumbres y sentimientos, extenderla de lo mecánico e irreflexivo a lo mental y consciente, y darle intensidad, relieve y resonancia en el seno de una clase directiva, compuesta por amplia y juiciosa selección. Sin esto el Perú había de carecer infaliblemente de idealidad salvadora; y desprovisto de rumbos, flotar a merced de caprichos efímeros, de minúsculas intrigas personales, y el azar de contingencias e impulsiones extranjeras. Y aún más se advirtió la urgente necesidad de aquella clase directiva, centro y sostén de todo pueblo, con el establecimiento de la república democrática, que la supone y reclama, porque privada de la guía y disciplina de los mejores, tiende a degenerar por grados en anarquía bárbara, en mediocridad grisácea y burda, y en inerme y emasculada abyección. Nuestra mayor desgracia fue que el núcleo superior jamás se constituyera debidamente.


Crepúsculo en la Pampa de la Quinua (foto: Juan Luis Orrego)

¿Quiénes, en efecto, se aprestaban a gobernar la república recién nacida? ¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo! En el vacío que su ineptitud dejó, se levantaron los caudillos militares. Pretorianos auténticos, nunca supieron fjar sostenidamente la mirada y la atención en las fronteras. Héroes de rebeliones y golpes de estado, de pronunciamientos y cuarteladas, el ejército en sus manos fue, no la augusta imagen de la unión patria, la garantía contra los extranjeros, el eficaz instrumento de prestigio e influencia sobre los países vecinos, sino la plapitante y desgarrada presa de las facciones, la manchada arma fratricida de discordias internas, la vana apariencia de las pañabras y los ademanes quijotescos, no oculta en esos jefes el fondo de vulgares apetitos. Absortos en sus enredos personalistas, ávidos de oro y de mando, sus ofuscadas inteligencias no pudieron reconocer ni sus estragados corazones presentior los fines supremos de la nacionalidad; y cuando por excepción alguno acertó en servirlos, todos los émulos se conjuraron para derribarlo, y lo ofrecieron maniantado al enemigo extranjero. Así se frustraron miserablemente las dos altas empresas nacionales, la de La Mar el 28 y la de Santa Cruz el 36.


Pampa de la Quinua (foto: Juan Luis Orrego)

Por bajo de la ignara y revoltosa oligarquía militar, alimentándose de sus concupiscencias y dispendios, y junto a la menguada turba abogadil de sus cómplices y acólitos, fue creciendo una nueva clase directora, que correspondió y pretendió reproducir a la gran burguesía europea. ¡Cuán endeble y relajado se mostró els entimiento patriótico en la mayoría de estos burguese criollos! En el alma de tales negocientes enriquecidos ¡qué incomprensión de las seculares tradiciones peruanas, qué estúpido y suicida desdén por todo lo coterráneo, qué sórdido y fenicio egoísmo! ¡Para ellos nuestro país fue, más que nación, factoría`productiva; e incapaces de apreciar la majestad de la idea de patria, se avergonzaban luego en Europa, con el más vilñ rastacuerismo, de su condición de peruanos, a la que debieron cuanto eran y tenían! Con semejantes vclases superiores, nos halló la guerra de Chile; y en la confusión de la derrota, acabó el festín de Baltasar. Después, el negro silencio, la convalescencia pálida, el anodinismo escéptico, las ínfimas rencillas, el marasmo, la triste procesión de las larvas grises…


Pampa de la Quinua (foto: Juan Luis Orrego)

PD: Qué poco ha cambiado nuestra burguesía o clase dirigente… Sigue leyendo

Nuevo libro: “América, contacto e independencia”

Se trata de una obra conmemorativa por el Octogésimo Aniversario del Intituto Panamericano de Geografía e Historia, organismo especializado de la Organización de Estados Americanos, editada por Maria Cristina Mineiro, Presidenta de la Comisión de Historia, y Francisco Enríquez Solano, Editor de Revista de Historia de América, impresa por el Instituto Geográfico Nacional de España. A continuación, les presento el Índice del libro:

HISTORIOGRAFÍA
Un esbozo de la historiografía contemporánea, dos fechas míticas, dos fechas históricas: 1492 y 1810
Boris Berenzon Gorn, Georgina Calderón Aragón

CONTACTO
Las Antillas coloniales españolas: preludio de la conquista europea de América
Francisco Moscoso
Descubrimiento, conquista y colonización de México. El contacto
Ernesto Vargas Pacheco, Carmen Orihuela Gallardo
Las poblaciones indígenas de América Cantral ante el expansionismo español e inglés en los siglos XVI y XVII en perspectiva comparada
Eugenia Ibarra Rojas
Terra á vista… e Perssoas também. O encontro entre culturas no litoral do Brasil no século XVI
Maria Cristina Mineiro
Entre mistérios e malogros: os primeros contactos com ameríndios da Amazonia
Cristina Barreto
El contacto hispano-indígena en los Andes centrales (siglo XVI)
Teodoro Hampe Martínez
El impacto de la conquista española en las formas de trabajo indígena durante el siglo XVI en el cono sur
Fernando Castillo Opazo
Contact between Amerindians and Europeans in North America
Frank D. McCann, Lawrence A. Clayton y Joseph P. Sánchez
Indigenous-Europeans in Canada
Lynda Gullason, Roland Tremblay, Catherine Carlson, Eldon Yellowhorn, Jean-Luc Pilon and Michael Deal

INDEPENDENCIA
The American Revolution
Lester D. Langley, Michael L. Conniff
El proceso de independencia de México
Patricia Galeana
La imposibilidad de construir “una nación respetable aunque pobre”. El proceso de independencia de Centroamérica, 1808-1823
Arturo Taracena Arriola
Independencia y descolonización del Caribe, siglos XIX y XX
Johanna Von Grafenstein, Laura Muñoz
Venezuela, su proceso de Independencia
Edda O. Samudio
La independencia del Nuevo Reino de Granada
Armando Martínez Garnica
La independencia de los países andinos: Ecuador, Perú y Bolivia
Juan Luis Orrego Penagos
Revolucionaridad y revolución en el frente sur: independencia del Río de la Plata, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Chile
Adriana Claudia Rodríguez
O proceso de independencia no Brasil
André Figuereido Rodriguez
Sovereignty in the British Empire: Canada´s Development as an Independent International Actor
Mark Andrew Eaton

CRONOLOGÍA
Cronología comparada de América
Patricia Galeana

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Antonio López de Santa Anna (2)

Tras la caída de Santa Anna, el país libró una dramática guerra con los Estados Unidos (1846-1848) que significó la pérdida del lejano norte mexicano. Este proceso supuso el reajuste del equilibrio de poder en Norteamérica a favor de los Estados Unidos y en detrimento de México. La pérdida territorial sacudió profundamente a la elite criolla. Su frustración enardeció aún más los ataques de los conservadores hacia los liberales, facción predominante en el poder desde la Independencia.


Hacienda “El Lencero” en Jalapa, Veracruz (foto: Juan Luis Orrego)

Los conservadores, encabezados por Lucas Alamán, pensaban que México había sido humillado debido a que había tratado ingenuamente de adoptar los valores anglosajones: debía haber un retorno a la tradición hispana. Específicamente, llamaban la atención el volver a los ideales aristocráticos, proteger los privilegios del Ejército y la Iglesia y crear, si fuera posible, una monarquía constitucional. Este nuevo giro explica, de alguna manera, el tono que tuvo el regreso de Santa Anna al poder después de 1850. Pero lo que sí es cierto es que esta derrota fue mortificante y un doloroso recuerdo que nunca ha muerto en México.

En 1853 recuperó el poder por undécima vez, abolió el federalismo y gobernó sin constitución. Fue un gobierno centralista y personal, pues quería establecer una suerte de despotismo ilustrado. Se dio poderes absolutos y el derecho de nombrar a su sucesor. Lucas Alamán ocupó el cargo de ministro de Asuntos Exteriores. Le restituyó a la Iglesia todos sus poderes y privilegios para lograr el apoyo del clero. Pero el enigmático caudillo, para encontrar una nueva fuente de ingresos, aparte de aumentar los impuestos, vendió a los Estados Unidos el sur de Arizona por 10 millones de pesos. Ahora, y con razón, los liberales estaban indignados. Pero esta vez el caudillo no tuvo reparos: acalló su prensa, los encarceló y los exilió. Fue, sin duda, uno de los errores de Santa Anna. Antes, su falta de principios, facilitaba su alianza o “entendimiento” con todos los sectores. Su perfil ecléctico allanaba el tráfico de alianzas. Pero esta dictadura conservadora, casi reaccionaria (se hizo llamar Alteza Serenísima), que duró hasta 1855, acabó con las ilusiones de muchos y con la carrera política del jalapeño. Según John Lynch, no había aprendido que en México cualquier gobierno central era vulnerable a dos peligros: la rebelión en las provincias y la disidencia militar.

La amenaza aparecía cuando los militares, una facción heterogénea y veleidosa, se aliaban a los intereses provinciales. Finalmente, como lo anota Enrique Krauze: en el fondo de la derrota de Santa Anna y de la desaparición de los grandes pensadores de la primera mitad del siglo yacía un hecho esencial: la derrota de los criollos. En poco más de treinta años, habían perdido su oportunidad histórica. La nación pasaría a otras manos, más cercanas al suelo de México, más cercana a la raíz indígena: las manos de los jóvenes mestizos, nacidos durante la Insurgencia o después, sin recuerdos de la Colonia, sin ataduras vitales con España. Los primeros hijos de la Independencia mexicana. El paso de unas manos a otras se haría a través de un personaje que, como Santa Anna, pero en un sentido inverso, enlazaría su biografía a la de México por tres lustros decisivos: un mexicano étnica y culturalmente anterior al nacimiento de México, anterior a la Conquista española, un indio zapoteca: Benito Juárez.


“El Lencero” (foto: Juan Luis Orrego)

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Antonio López de Santa Anna (1)

El célebre caudillo mexicano (1794-1876) nació en Jalapa, Veracruz. Era un criollo de “clase media” que inició su vida como soldado del ejército realista. No tenía, entonces, buenos antecedentes para convertirse en un caudillo republicano, según John Lynch. De otro lado, no tenía la herencia aristocrática ni la base económica de Rosas o la trayectoria patriótica y la convicción republicana de Páez. Su gran problema era cómo superar a sus competidores por el poder. No dudó, entonces, en aplicar la violencia, el personalismo y el maltrato a lo poco de institucional que tenía el país para satisfacer sus apetitos. Por todo ello, el liberal José María Luis Mora lo calificó como el Atila de la civilización mexicana.

Desde los inicios de su vida pública, Santa Anna se dio cuenta de que necesitaba una base personal y material para sus fines. Adquirió haciendas y sus dos matrimonios contribuyeron a multiplicar su patrimonio, casi todo ubicado en el estado de Veracruz, su cuartel general. Sus haciendas eran más que casas y propiedades. Eran, en realidad, su retiro político, sus fortalezas y el foco de atención del país. En ellas se escondía de sus enemigos y, desde ellas, se recuperaba y de nuevo arremetía para alcanzar el poder. Su personalidad, de otro lado, cautivaba o enardecía a la población. Lloraba en público, le gustaban las mujeres, las ferias, los juegos de azar y era aficionado a la gallística; cuando ocupaba la presidencia, dejaba Ciudad de México por días para asistir a las peleas de gallos. Jugaba al populismo. Sus aventuras políticas y esa afición por disfrutar de los escenarios de la cultura popular mexicana nutrían su curriculum vitae de caudillo.


Actual sede del gobierno del estado de Veracruz en Jalapa (foto: Juan Luis Orrego)

El caudillo de Jalapa llegó al poder en 1833. Esta vez su vicepresidente, Valentín Gómez Farías, era un liberal. Fiel a su estilo, Santa Anna dejó el ejercicio del poder a su vicepresidente y se refugió en Veracruz esperando la reacción del país. Farías, muy influenciado por Mora, emprendió una amplia reforma liberal que incluía la abolición de una serie de privilegios del clero y la reducción del tamaño del ejército. No pasó mucho tiempo antes de que los oficiales le pidieran a Santa Anna que interviniera. Abandonó Veracruz, tomó directamente el poder, suspendió las reformas y expulsó del poder a Farías. Más adelante, un Congreso decidió implantar una república centralista y, en 1835, aprobó una constitución según la cual los estados serían sustituidos por departamentos y sus gobernadores serían designados por el presidente de la República. Pero una serie de acontecimientos, imprevistos e inoportunos, dieron un giro a su gestión. El más importante, quizá, fue la negativa de Texas en aceptar el centralismo y se levantó en armas. Luego de una rocambolesca campaña militar en la que Santa Anna fuera derrotado y tomado prisionero, se aceptó la independencia de Texas y reconoció a Río Grande como frontera entre ambos países. Pero la derrota en el Norte se vio atemperada por un acontecimiento circunstancial: la invasión francesa a Veracruz con el objeto de lograr una compensación por los daños sufridos por un francés (1838). Santa Anna avanzó sobre Veracruz y su victoria lo convirtió en héroe nacional.

Sin embargo, la agitación política no cesaba. Eran años de frenética pugna entre conservadores y liberales, centralistas y federalistas, católicos y anticlericales y Santa Anna, desde su refugio de Veracruz, se las arregló para sostener en el poder al moderado Anastasio Bustamante. Pero el nuevo títere del caudillo pronto perdió apoyo, tanto de los centristas como de los federalistas. Ni siquiera satisfizo a Santa Anna quien desconfiaba de su propia constitución, la de 1836, que establecía un curioso “poder conservador supremo” en calidad de freno del poder del presidente. Además, el poder centralizado no se mostraba más capaz que el federal para mantener la unidad de México. Prueba de ello fue la declaración de la independencia de Yucatán. Había que recuperarla. De otro lado, el centralismo era incluso más caro que el liberalismo: los impuestos habían aumentado. Las condiciones estaban para que Santa Anna hiciera un nuevo golpe de estado. Esta vez, el camaleónico caudillo, tras una breve alianza con liberales, federales y anticlericales (1841), volvió con los centralistas y conservadores para lograr el apoyo de la Iglesia (1842). Gobernó por decreto y estableció impuestos al margen del Congreso. La extorsión fiscal liquidó su imagen y en 1844 fue depuesto, encarcelado y exiliado.


Hacienda “El Lencero” en Jalapa (Veracruz), adquirida por Santa Anna en 1842 (foto: Juan Luis Orrego)

Juan Luis Orrego en El “Lencero” (Jalapa, Veracruz)

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¿Invierno en México DF?

Es increíble hasta dónde puede llegar el populismo en América Latina. El pasado fin de semana estuve en la capital mexicana y vi, realmente alucinado, cómo el gobierno de la ciudad decidió instalar en el Zócalo la pista de patinaje sobre hielo más grande del mundo, un tobogán con nieve artificial y un pabellón donde los niños podían moldear muñecos de nieve. Así como en La Habana de los años 20 a alguien se le ocurrió, en pleno calor caribeño, la delirante idea de instalar una pista de hielo, ahora los mexicanos, gracias al partido de “izquierda” que gobierna en el DF, pueden disfrutar gratuitamente de estas juegos para escabullirse momentáneamente de los verdaderos problemas que azotan al querido país azteca: desempleo, corrupción, delincuencia y narcotráfico. La consigna sigue siendo “pan y circo”, pero con el dinero del pueblo. Aquí van las fotos, dignas del mejor estilo de lo real maravilloso, captadas por el autor de este blog.


Foto: Juan Luis Orrego

Foto: Juan Luis Orrego

Foto: Juan Luis Orrego

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El general Juan José Flores y el Perú (3)

Las nuevas andanzas de Flores.- Al fracasar sus planes en Europa, Flores inicia un largo camino de desterrado político. Llegó a Washington donde el presidente James Polk se negó a recibirlo. Luego pasó a Cuba, Jamaica y Caracas en diciembre de 1847. Allí fue recibido por antiguos amigos de armas que le confirieron el título de General en Jefe y un sueldo vitalicio.

Mientras tanto, la vida política en Ecuador se tornaba un tanto anárquica. En 1849, al dejar el mando el presidente Roca, ningún candidato alcanzó la mayoría requerida. Toma el poder el coronel Manuel de Ascábuzi apoyado por el notable hombre público Benigno Malo. Pero en 1850 se subleva el general Urbina quien pone en la presidencia a Diego Noboa al que luego derrocó y exilió en 1851.

Pero Noboa como presidente había brindado algunas concesiones a los partidarios de Flores, entre ellas la reinscripción de 52 militares floreanos e incluso dispuso una pensión a la esposa de Flores. No es difícil suponer que esta coyuntura fue interpretada por Flores como el momento oportuno de recuperar el poder perdido 6 años antes.

Fue así que el 17 de junio de 1851, al mando del bergantín Almirante Blanco, intentó desembarcar en Paita siendo impedido por el prefecto de Piura. Luego con la misma nave se dirigió al Callao donde logró desembarcar el 8 de julio. Por esos días era ya presidente del Perú el general José Rufino Echenique, hombre de posturas conservadoras afines a las de Flores. Digamos que Castilla nunca habría permitido un desembarco de Flores en el litoral peruano.

Echenique sostiene que autorizó el desembarco de Flores bajo la firme promesa de no conspirar contra el gobierno ecuatoriano: nada, por cierto, hubo que hiciera reprochable su conducta, a lo menos que llegara a mi conocimiento y tal vez sus propósitos eran verdaderos cuando me los hizo. Pero, sagaz y agradable en su trato, con el prestigio de su nombre por los servicios que había prestado a la causa americana y con sobrada capacidad, logró bien pronto captarse el aprecio y consideración de la parte notable del país, principalmente de propietarios pudientes y de militares de alta clase que lo trataban con intimidad y confianza, quienes, por lo visto, después debieron lisonjear su ambición ofreciéndole medios y cooperación para recuperar el poder de que había sido despojado; y como, a la vez de esto, también de su país, según me lo demostró, le hacían grandes promesas de cooperación y le ofrecían las mayores facilidades asegurándole que aun el ejército, estaba por él, de deducirse es que todo esto lo sedujera y decidiese a obrar. Como anécdota, cuenta Basadre que en Lima se hizo pronto de grandes amigos en el mundo social y llegó a ser famoso por los espolines de oro que se ponía para ir de visita. Publicaciones de la época afirman que podía dársele el título re “rey de la noche”.

Lo que iba sucediendo en el Ecuador abonaba los planes de Flores en el Perú. El general Urbina, de tendencia liberal, derrocaba a Noboa en julio de 1851. Urvina decretó la abolición progresiva de la esclavitud, la expulsión de los jesuitas y prácticamente suspendió el tributo indígena. Flores entonces logró convencer a Echenique del peligro liberal que representaba Urbina quien contaba, además, con el respaldo del presidente colombiano López. Flores lograba de este modo la tolerancia de Echenique: insistió en que sólo necesitaba mi desentendencia y, ofreciéndosela, se despidió de mí. Repito que fue una debilidad mía y acaso la única falta de mi administración que en mi conciencia reconozco haber cometido.

Sin embargo, en su manifiesto de 1858, confesó que de su propio bolsillo dio dinero a Flores para comprar el vapor “Chile” junto con otras personas de categoría, comerciantes y hacendados del país. Fue notorio, por ejemplo, el apoyo de los generales Gutiérrez de la Fuente y de Alejandro Déustua, este último gobernador del Callao. Con el apoyo velado del gobierno de Echenique, Flores reinicia su aprestos militares. Reclutó algunos voluntarios ecuatorianos y colombianos, y mercenarios enganchados en las costas de Perú y Chile, algunos engañados con la promesa de ir a California. También adquirió el vapor Chile a una compañía británica y fletó el bergantín Almirante Blanco y tres goletas más.

Estos preparativos fueron conocidos en Ecuador, Venezuela y Colombia, quienes se armaron y prepararon ante una eventual invasión. Es necesario anotar, además, que el ministro de Ecuador en el Perú, el general Antonio Elizalde, advirtió a la cancillería de Lima lo que estaba ocurriendo. También hizo lo mismo el ministro de Colombia, Mariano Arosemena. Ambos, como es lógico, alertaron a sus respectivas cancillerías.

Lo cierto es que Flores zarpó con su expedición y aguardó durante meses en la aguas del río Guayas sin atacar Guayaquil. Luego sus tropas se instalaron en la isla Puná por varios meses sin conseguir el apoyo de los guayaquileños ni de otras poblaciones menores. Según Félix Denegri pese a los consejos enviados desde Lima, Flores bombardeó el puerto el 4 de julio de 1852, pasando luego a Machala, población que ocupó muy brevemente.

Pero todas estas peripecias y la poca acogida que había tenido Flores en Ecuador enfriaron a los peruanos y extranjeros que lo habían apoyado: la aventura había fracasado. Sus tropas se dispersaron. Según el historiador ecuatoriano Pedro Moncayo algunos de sus seguidores fueron tentados económicamente por Urbina y terminaron entregando los buques de la expedición dejando a Flores y unos 150 mercenarios en Zarumilla. Incluso en Paita fueron apresados algunas de las naves con sus armas y municiones. Cuentan, además, que el propio Flores apareció de incógnito en Piura con algunos fugitivos de su expedición; otro grupo llegó al Callao. El gobierno de Echenique, finalmente, se negó a brindar asilo al fracasado Flores; por su lado, los peruanos y domiciliados en el país que colaboraron en la expedición fueron sometidos a diversos juicios.

Es necesario aclarar que si bien es cierto que algunos conservadores en el Perú vieron con buenos ojos las aventuras de Flores, un buen grupo de personajes influyentes, encabezados por Castilla, criticaron el apoyo velado que Echenique le había dado al caudillo ecuatoriano. Como anota Pedro Moncayo: Lima censuraba abiertamente la conducta del Gobierno. Muchas personas notables manifestaban su desagrado y sentían que el Perú mandase una expedición con Flores para turbar la paz y la tranquilidad de un pueblo hermano que había dado en todo tiempo muestras de simpatía al Perú. Pero el Ministerio [del Interior y de Relaciones Exteriores] se mantenía firme y combatía los escrúpulos del Presidente [Echenique], que comenzaba a temer las fatales consecuencias de esta empresa.

La actitud del gobierno de Echenique trajo problemas al Perú con otros países como Colombia, aliada con Ecuador. El congreso de aquel país había aprobado ir a la guerra con cualquier país que apoyara a Flores. Por ello el Perú tuvo que enviar a Santiago Távara a Bogotá donde firmó, en octubre de 1852, un convenio por el cual se acordó cancelar las deudas de la independencia y prohibir el ingreso de Flores en territorio peruano.

Finalmente, los gobiernos del Perú y Ecuador lograron un acuerdo más amplio 5 meses después. En Lima se reunieron el canciller José Manuel Tirado y el plenipotenciario ecuatoriano Pedro Moncayo. Ellos firmaron a principios de 1853 un convenio de paz y exclusión del general Flores del Perú. Asimismo pusieron bajo el arbitraje de Chile los buques y demás pertrechos que habían sido tomados a la expedición floreana, mientras el Perú se comprometía a no permitir que en su territorio se hicieran preparativos bélicos contra Ecuador. Si bien el presidente Echenique ratificó la convención, ésta nunca fue sometida formalmente al congreso para su aprobación.

Flores nuevamente en el Perú.- Insólitamente, y pese a las protestas del Ecuador, el presidente Castilla recibe a Flores en 1855; llegó incluso a asignarle una pensión. En esta ocasión el plenipotenciario ecuatoriano Francisco J. Aguirre reclamó en función de la convención de 1853. El canciller peruano, Toribio Ureta, repuso que el documento aludido no estaba vigente pues no había obtenido la aprobación del congreso. El plenipotenciario Aguirre se retiró del país y las relaciones entre ambos países se suspendieron hasta la firma en Santiago del pacto de unión Americana de 1856.

Aparentemente, Flores vivía tranquilo en Lima sin planear ninguna revolución contra el gobierno de su país. En diciembre de 1859, cuando fue inaugurado en la plaza de la Inquisición el monumento a Bolívar, hizo uso de la palabra en su condición de haber sido uno de sus generales. El texto del discurso esta reproducido en el diario “El Peruano” en su edición del 14 de diciembre.

En 1860 Flores retornaría finalmente a su país, como jefe del ejército, llamado por el conservador García Moreno. Su misión era vencer al gobierno del general Guillermo Franco que contaba con el apoyo de Castilla por haber firmado el tratado de Mapasingue. En 1861 preside el congreso constituyente de su país. No es casualidad que ese mismo año el Perú denunciara internacionalmente a García Moreno quien había solicitado el protectorado primero de España y luego de Francia. La circunstancia de estar a la cabeza del ejército ecuatoriano el general Flores le daba un cariz grave al asunto.

Flores muere en 1864 cuando dirigía una campaña contra el general Urbina, quien pretendía invadir Ecuador con el velado apoyo de Ramón Castilla. García Moreno colmó de honores su memoria. Su cadáver fue llevado de Guayaquil a Quito en hombros de los soldados que lo idolatraban. Hoy sus restos se hallan enterrados en la Catedral de Quito.

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