La batalla de Ayacucho

Un día como hoy se llevó a cabo la célebre batalla de Ayacucho en la Pampa de la Quinua; en ella se selló la independencia del Perú y de la América meridional. La ocasión merece recordar algunos pasajes de las meditaciones que hizo el historiador José de la Riva-Agüero y Osma (recopiladas en “Paisajes peruanos”) cuando pasó por este hermoso paraje, allá en 1912:

En la quieta y larga gestación de la Colonia, el proceso de nuestra unidad fue el callado efecto de la convivencia y el cruce de razas; pero, realizada la emancipación, se imponía, como deber imperiosísimo, acelerar aquel ritmo, apresurar la amalgama de costumbres y sentimientos, extenderla de lo mecánico e irreflexivo a lo mental y consciente, y darle intensidad, relieve y resonancia en el seno de una clase directiva, compuesta por amplia y juiciosa selección. Sin esto el Perú había de carecer infaliblemente de idealidad salvadora; y desprovisto de rumbos, flotar a merced de caprichos efímeros, de minúsculas intrigas personales, y el azar de contingencias e impulsiones extranjeras. Y aún más se advirtió la urgente necesidad de aquella clase directiva, centro y sostén de todo pueblo, con el establecimiento de la república democrática, que la supone y reclama, porque privada de la guía y disciplina de los mejores, tiende a degenerar por grados en anarquía bárbara, en mediocridad grisácea y burda, y en inerme y emasculada abyección. Nuestra mayor desgracia fue que el núcleo superior jamás se constituyera debidamente.


Crepúsculo en la Pampa de la Quinua (foto: Juan Luis Orrego)

¿Quiénes, en efecto, se aprestaban a gobernar la república recién nacida? ¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo! En el vacío que su ineptitud dejó, se levantaron los caudillos militares. Pretorianos auténticos, nunca supieron fjar sostenidamente la mirada y la atención en las fronteras. Héroes de rebeliones y golpes de estado, de pronunciamientos y cuarteladas, el ejército en sus manos fue, no la augusta imagen de la unión patria, la garantía contra los extranjeros, el eficaz instrumento de prestigio e influencia sobre los países vecinos, sino la plapitante y desgarrada presa de las facciones, la manchada arma fratricida de discordias internas, la vana apariencia de las pañabras y los ademanes quijotescos, no oculta en esos jefes el fondo de vulgares apetitos. Absortos en sus enredos personalistas, ávidos de oro y de mando, sus ofuscadas inteligencias no pudieron reconocer ni sus estragados corazones presentior los fines supremos de la nacionalidad; y cuando por excepción alguno acertó en servirlos, todos los émulos se conjuraron para derribarlo, y lo ofrecieron maniantado al enemigo extranjero. Así se frustraron miserablemente las dos altas empresas nacionales, la de La Mar el 28 y la de Santa Cruz el 36.


Pampa de la Quinua (foto: Juan Luis Orrego)

Por bajo de la ignara y revoltosa oligarquía militar, alimentándose de sus concupiscencias y dispendios, y junto a la menguada turba abogadil de sus cómplices y acólitos, fue creciendo una nueva clase directora, que correspondió y pretendió reproducir a la gran burguesía europea. ¡Cuán endeble y relajado se mostró els entimiento patriótico en la mayoría de estos burguese criollos! En el alma de tales negocientes enriquecidos ¡qué incomprensión de las seculares tradiciones peruanas, qué estúpido y suicida desdén por todo lo coterráneo, qué sórdido y fenicio egoísmo! ¡Para ellos nuestro país fue, más que nación, factoría`productiva; e incapaces de apreciar la majestad de la idea de patria, se avergonzaban luego en Europa, con el más vilñ rastacuerismo, de su condición de peruanos, a la que debieron cuanto eran y tenían! Con semejantes vclases superiores, nos halló la guerra de Chile; y en la confusión de la derrota, acabó el festín de Baltasar. Después, el negro silencio, la convalescencia pálida, el anodinismo escéptico, las ínfimas rencillas, el marasmo, la triste procesión de las larvas grises…


Pampa de la Quinua (foto: Juan Luis Orrego)

PD: Qué poco ha cambiado nuestra burguesía o clase dirigente…

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